Por Pedro Campos.
Hacer una campaña publicitaria, desplegar una costosa acción diplomática que va a la cuenta del pueblo cubano contra un bloqueo que no tiene un solo oponente en la ONU, porque hasta el Gobierno de EE UU se abstiene, es cuando menos hacer el ridículo ante el mundo.
Eso pasa cuando la política no se estructura sobre la base del pensamiento racional, ni siquiera de los intereses propios, sino sobre los restos de la soberbia, la locura y el miedo.
Se descubre, una vez más, que esa campaña contra quien está dirigida es contra el pueblo cubano al que se pretende seguir desinformando y atarugando con sinsentidos para buscar justificaciones al aferramiento suicida a ideas y métodos obsoletos, superados por la historia, aunque cueste pérdida de credibilidad internacional.
El mundo poco le importa al fidelismo. Harto demostrado. Lo suyo es mantener el poder dentro. Y el poder absoluto permite cualquier disparate, por eso corrompe, envicia y embrutece.
La inteligente abstención del Gobierno de EE UU en la votación dejó al cubano, como decimos popularmente, con la carabina al hombro, como hacer swing a una pelota que no ha lanzado pitcher alguno, o como caer a cañonazos a un barco fantasma en altamar.
¿Cómo van a hacer ahora para seguir culpando a Obama y a su Gobierno de la permanencia de algunas cuerdas del bloqueo-embargo?
La campaña mediática y movilizadora total contra el bloqueo llegó a su cenit en vísperas de la votación en la ONU sobre la reiterativa propuesta fidelista "necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba".
Los órganos de prensa llevaban varios días intentando demostrar que el bloqueo-embargo es el causante de todos nuestros males. Durante semanas, han cesado los mítines de repudio en centros de estudio y trabajo, encabezados por los émulos de Randy Alonso, contra una política que nunca disminuyó un ápice el abundante bienestar de la cúpula y en cambio le ha servido para tratar de justificar sus desastres, represiones y fobias democráticas.
La gente le hace el juego para seguir con aquello de la era soviética en Rusia de que "ellos hacen como que nos pagan y nosotros como que trabajamos", lo que traducido a este contexto sería algo así como que "ellos tratan de engañarnos y nosotros nos hacemos los que les creemos para que nos dejen tranquilos".
Si algo ha demostrado nuevamente cuán útil al fidelismo es el mantenimiento de lo que queda de embargo, es precisamente esa imberbe movilización social para tener entretenida a la gente y las aparejadas medidas domésticas para contrarrestar "la penetración imperialista", que en cualquier momento identifican con las políticas aprobadas por los últimos congresos del Partido Comunista de Cuba (PCC) sobre cuentapropismo, cooperativismo e inversiones extranjeras.
La nueva política de acercamiento de EE UU, desarrollada en los últimos años del Gobierno de Obama, que viene dando pasos desde el mandato del último Bush, ha llegado al restablecimiento de relaciones, a la firma de varias órdenes presidenciales modificando casi todo lo que no está codificado en el Congreso y hasta a la visita del mandatario estadounidense a Cuba, cuyo pueblo no ocultó su regocijo por el acontecimiento, posiblemente la visita más trascendental de un jefe de Estado en el último medio siglo.
El ejecutivo de EE UU ha sido muy claro: quiere levantar el bloqueo, pero no depende de él. Está haciendo todo lo que puede por desmontar las partes posibles desde la Presidencia. Está claro que desearía un gobierno democrático en La Habana con el cual tener unas mejores relaciones, pero tampoco tiene intenciones de inmiscuirse en los asuntos cubanos. Lo dijo en Cuba: eso compete a los cubanos.
Pero no importa, la campaña contra el bloqueo va a seguir. El fidelismo no puede vivir sin enemigos, y aunque el adversario jure, prometa y actúe constructivamente, hay que seguir echándole la culpa de todo lo mal hecho y reprimiendo a su "quinta columna". Si no, ¿sobre quién va a caer la responsabilidad histórica del desastre? Porque la historia "tiene que absolverlo".
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