sábado, 29 de octubre de 2016

Servicios públicos en La Habana: un auténtico caos.

Por Iván García.

Servicios públicos en La Habana: un auténtico caosLa brigada estatal del acueducto llegó un viernes en la mañana a un barrio de la Víbora y a mandarriazos, destrozaron las aceras para instalar relojes contadores de agua a cada domicilio.

Las lluvias caídas en octubre transformaron en un lodazal las zanjas abiertas. Muchas de las conexiones filtraba agua a raudales. Seis días después, tras las quejas y llamadas de los vecinos a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de la capital, en un camión desvencijado de la era soviética, otra brigada reparó los salideros y taparon las zanjas.

El trabajo fue una chapuza. Los parches de cemento en la acera se hundieron y algunos de los relojes contadores continúan con filtraciones. Los salideros de albañales y agua potable en Cuba no es nada nuevo.

Según reportes de la prensa oficial, la mitad del agua potable que se distribuye en La Habana se pierde. El 50% de las redes hidráulicas y sanitarias de la ciudad están en regular o mal estado técnico.

Los medios estatales difunden spots publicitarios dirigidos a la población, exhortándola a reparar los salideros. Pero una simple llave de agua cuesta un tercio del salario de un obrero.

Fermín, funcionario del Instituto de la Vivienda, reconoce que entre un 40 y 60 por ciento de los edificios multifamiliares en La Habana presentan problemas en sus redes hidráulicas.

“Desde salideros a mala instalación de la red sanitaria. Por falta de mantenimiento, la mayoría de las tuberías tienen filtraciones. Muchas turbinas son viejas y altas consumidoras de electricidad. Las cisternas de casi la totalidad de los inmuebles habaneros no se limpian hace años, lo que pudiera provocar un brote de enfermedades. Los arreglos corren a cargo de los vecinos. El Estado, por falta de dinero, no repara los edificios de la ciudad”, cuenta Fermín.

La infraestructura de la capital cubana es lamentable. Los servicios de recogida basura son insuficientes y la gente, encima, en cualquier esquina tira desperdicios y hasta inodoros rotos. La limpieza brilla por su ausencia en las calles por donde no suelen caminar los turistas.

Solo las redes eléctricas se han renovado y por eso las pérdidas de electricidad y fallas de voltaje han mejorado. No se puede decir lo mismo de las redes telefónicas.

“Cuando ETECSA era un empresa con capital italiano se efectuaban reparaciones programadas. Pero ahora que los militares son los dueños, es penoso observar las condiciones de trabajo de nuestros operadores. Tienen que trabajar empatando cables viejos y muchas redes piden a gritos ser renovadas ”, comenta Delia, ingeniera de ETECSA.

En una escala del uno al diez, para valorar el servicio del transporte público, la evaluación puede ser cero. Trasladarse de un sitio a otro de la capital puede demorar dos o tres horas.

En La Habana hay una red de ómnibus articulados designados con la letra P. Existen 16 rutas que, en teoría, en la hora pico deben pasar cada cinco o diez minutos. Pero, en el mejor de los casos, la frecuencia no baja de quince minutos y veces demoran una hora. Las seis terminales existentes deberían tener una flota de 540 ómnibus.

“Lo ideal es que cada una de las 16 rutas tuvieran treinta guaguas. Pero el parque o está desfasado o está incompleto. Hay terminales, como las del Calvario y Alamar, con tres rutas cada una, que trabaja con solo 35 ómnibus”, dice un chofer de la ruta P-6.

En paralelo, se planificó una red de ómnibus que circulan por barrios y vías secundarias de la ciudad. Pero también hay déficit. Son los casos de las ruta 15 y 67, que ya la gente ni las espera: suelen demorar tres horas o más.

El servicio de taxi en pesos es una calamidad. En los años 80, en La Habana había una flotilla de casi 3 mil taxis. Ahora hay menos de 200. Todos tienen que hacer piquera en hospitales, funerarias o la terminal de trenes. Luego, cuando cumplen su norma, cobran las carreras igual o más caras que los transportistas privados.

Existe una flota de taxis en moneda dura, pero no está al alcance de la mayoría de los bolsillos en la Isla. Son autos modernos y climatizados. Y cobran según la apreciación del chofer.

Desde hace tres años, los autos por divisas fueron arrendados por el Estado a sus choferes. Según Manuel, “aunque ahora puedo ganar en un mes 200 cuc, debemos trabajar como esclavos hasta catorce horas para pagar la tasa que nos impone el gobierno, 55 pesos convertibles diarios. Por eso tú observas que ningún taxista utiliza el taxímetro. La población es la mayor afectada. Si antes una carrera del Vedado a la Víbora costaba 5 cuc, ahora cuesta 10 o 15”.

El régimen abrió fuego con cañones de grueso calibre a los taxistas privados, topando precios y amenazando con fuertes multas o la derogación de la licencia para quienes incumplan el ucase estatal.

Sin embargo, los medios oficiales hacen mutis a la hora criticar los precios prohibitivos de los taxis por divisas. Si moverse por la ciudad es angustiante, lo peor es tener que efectuar trámites burocráticos.

En Cuba, por cualquier asunto, siempre tienes que hacer una gestión burocrática. Desde un cambio de dirección, confeccionar un pasaporte o pagar la cuenta telefónica.
Las colas son de varias horas y los funcionarios, con cara de perro, te tratan como si fuésemos delincuentes.

A pesar de la infraestructura del cuarto mundo, por designio de un suizo despistado, en 2016 La Habana fue nombrada Ciudad Maravilla. Claro, su promotor reside en Suiza.
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