miércoles, 30 de junio de 2021

Cuba, a las puertas de un verano con más hambre.

Por Miriam Leiva.

Una bodega en Cuba.

La Habana refleja la crítica situación alimentaria de toda Cuba, que empeorará por la carencia de dinero y créditos para importar y sin la compensación con los productos agrícolas nacionales debido a las demoradas y erráticas medidas gubernamentales. 

Una se pregunta cómo se lograron dos candidatos vacunales contra la COVID-19 en menos de 13 meses, y alguien más podría responder que había premura para divulgar los éxitos del socialismo, vacunar a los cubanos, auxiliar a Venezuela y vender las vacunas, aunque los amigos rusos y chinos ofrecieran las suyas. 

El ineficiente acopio estatal se refuerza, a pesar de que el gobernante Miguel Díaz-Canel expresó en junio de 2020: “Yo sigo insistiendo en que la única forma para distribuir los alimentos no tiene que ser Acopio. Hay que crear otras estructuras. En un batey con que haya una estructurita pequeña es suficiente para que se encargue de gestionar la compra con los productores y ponerlo en el mercado local”.

Por su parte, José Ramón Machado Ventura sostiene lo contrario, secundado por el vicepresidente Salvador Valdés Mesa y otros jerarcas. La orgullosa unicidad de la Revolución nos privilegia por ser el país con mayor cantidad de máximos directivos e instituciones involucrados en la agricultura, sin capacidad para eliminar las trabas obsoletas.

El director general de la Empresa de Acopio de La Habana, Esmel Seyeram,  anunció el comienzo de un mercado estatal de nuevo tipo, que transforma también  los servicios, las ventas por calidad y la diversidad de las ofertas, según reportó el noticiero de la Televisión Cubana este 23 de junio. El anuncio se realizó en el mercado concentrador Trigal, creado en 1988 en la periferia de La Habana, pero cerrado en 2019 para reorganizarlo tras acusaciones de mal trabajo y corrupción. 

Seyeram expresó que un nuevo mecanismo económico-financiero cortará la cadena de impagos existente durante años en las empresas estatales rectoras de la capital.  El comercio electrónico se utilizará mediante la plataforma EnZona, específicamente para el pago con las tarjetas cuando llegue el camión, y también en los comercios para el cobro a los clientes. 

El Noticiero de Televisión también precisó que paralelamente se trabaja por garantizar los niveles de suministros de productos agropecuarios, razón de ser de los mercados. ¡Elemental! 

Por otra parte, las cooperativas agropecuarias se fortalecerán y consolidarán con la propuesta de innovación y la creación de un Instituto de Fomento y Desarrollo Estatal, sin fecha de ejecución anunciada. 

Las largas colas para comprar los pocos alimentos comercializados fuera del corto sistema de racionamiento se reproducen en toda Cuba. Las viandas y hortalizas, el arroz, los frijoles, la carne de cerdo y la leche en polvo alcanzan precios astronómicos en el mercado informal, a pesar de que las Brigadas de Lucha contra Coleros y Revendedores, cuyos integrantes en muchas ocasiones forman parte del entramado subterráneo, están envueltas en la hipocresía oficial para pasar las culpas al mismo pueblo que las padece. 

Los mercados estatales están cerrados o se mantienen vacíos. Los espacios rentados por las cooperativas solo tiene mangos y cebollinos;  ni siquiera hay los pocos boniatos que se ofertaban antes, ni los plátanos burros, pimientos, berenjenas y zanahorias que desde hacía años apenas se veían en La Habana. 

Las tarimas de los mercados de oferta y demanda son pocas, porque los comerciantes privados se retiraron desde hace meses, cuando el Gobierno estableció precios topados muy bajos. Algunos ofertan a altos precios aguacates y mameyes, la añorada pulpa roja cubana que pasó hace tiempo a ser denominada fruta exótica.

Además, en el desabastecimiento incide la carencia de combustible, el cierre de los accesos a las provincias suministradoras debido a la pandemia de COVID-19, aunque oficialmente se divulga que los camiones de alimentos pueden transitar. Además, a partir de julio suelen disminuir las cosechas por razones meteorológicas, de manera que si la ciencia y la academia no logran acelerar la apertura a los campesinos, el verano será de más hambre.

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Alfredo Guevara, un legado tenebroso.

Por Juan Carlos Cremata.

Voy a hablar del Alfredo que yo conocí, muy diferente al de la mística creada por la Revolución, que ya sabemos es totalmente mentira. De entrada, con su apellido, debe haber chocado un poco que fuera homosexual. Todo el mundo sabía que lo era. Y que elegía, hacía como un casting para escoger a sus choferes.

Yo siempre quise entrar en el ICAIC, porque era el único lugar donde se podía hacer películas en mis años. Soy graduado de la primera generación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV). Y lo que sí me queda muy claro, porque además lo dijo él en un documental, es que Alfredo estuvo en contra de la creación de la escuela. La EICTV surgió con Julio García Espinosa, con Alfredo jamás hubiera podido surgir una escuela así. Y te digo más, no hubiera podido existir Muestra de Cine Joven ni absolutamente nada de eso, porque su poder era absolutamente monárquico.

A Alfredo habría que agradecerle, como espectador, que se viera en Cuba mucho cine importante: cine soviético, cine del campo socialista, cine de arte. Pero hay que no agradecerle que nos hayamos perdido muchísimas otras cosas que, por problemas políticos, o “diversionismo ideológico”, o simplemente porque a él no le gustaban, no se podían ver en Cuba.

Cuando yo me gradué de la EICTV, todavía Alfredo estaba en París. Todo el mundo sabe la historia de Cecilia (1982, dir. Humberto Solás), la superproducción de una película, que al cabo de los años se puede decir que es buena, pero cuya expectativa entonces era demasiado grande… Recuerdo que después de ese escándalo, Alfredo salió del ICAIC. Vinieron los años de Julio García Espinosa.

Julio no nos permitió entrar en el ICAIC. Imagínate tú, los primeros graduados de la EICTV no tenían trabajo. Ya estaba casi a punto de empezar el Período Especial, y él nos sugirió que fuéramos a la televisión, al ICRT. Allí nos ofrecieron un sueldo, pero nos dieron trabajo para no hacer nada, literalmente, porque no había condiciones, ni posibilidades de dejarnos hacer. No había ni siquiera confianza, creo.

En esa época estuve vinculado a las dos primeras muestras de cine y video de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). La escuela de cine como institución –no yo– envió mi documental Diana (1988) a la primera. Y ganó un premio. Recuerdo incluso que me lo llevaron a mi cuarto, becado en San Antonio, el premio Chicuelo. Al año siguiente, ya graduado, participé con Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda) (1990), que tuvo estreno, premio y censura.

Sé que estaban Patricio Wood, Jorge Luis Sánchez, Ricardo Acosta, Tania Ceballos, Marco Antonio Abad, un pintor amigo que se llama Jorge Crespo, etc. Ellos corrían con toda la organización. Es mérito que no me corresponde. Yo no estaba muy inmerso en eso, no sabía si hacían talleres, ni quiénes la organizaban. Era un artista que mostraba su película y chao.

Y Oscuros rinocerontes… le cayó muy mal a Carlos Aldana, el represor de turno en el Comité Central. La gente no sabía cómo responder a mi película, sobre todo a la escena donde utilizaba un discurso de Fidel. Ese era el mayor problema, pues, como sabes, “el gran líder” era y sigue siendo intocable para ellos. Fui tratado desde ese momento como un “rarito”. Alfredo tiene que haber sabido de mí, incluso antes de yo encontrarme con él.

Luego, salí del país. Me invitaron a un festival en Oberhausen y empecé a vivir en el extranjero. Lo que era un viaje de quince días, se convirtió en dos años viviendo en Alemania como centro, pero asistiendo a muchísimos festivales en Europa, representando a Cuba, con Oscuros rinocerontes…

En el año 1993 regresé a Cuba, en pleno Período Especial. Y Alfredo estaba de nuevo al frente del ICAIC. Kiki Álvarez y Arturo Sotto eran sus favoritos. Yo era un outsider. Y después de dos años en Alemania, un extraño total.

Al ver las condiciones en que empezaba a estar el país –picadillo de cáscara de plátano, bistec de colcha y otras miserabilidades revolucionarias–, supe que no podría soportarlo.

Conseguí que me invitaran al importantísimo Festival de Viña del Mar, en Chile, que ese año estuvo dedicado a Cuba. Mi película, Oscuros rinocerontes…, fue aceptada, pero en una sección distinta, separada del homenaje. Es decir, yo era el único cubano que iba por mi cuenta, aunque incluso viajé en el mismo avión de toda la delegación oficial. Recuerdo a Arturo Sotto y Kiki Álvarez, y a mis queridos Pastor Vega y Daisy Granados. Se trataba de una delegación bastante numerosa porque iba más gente.

Entonces pensé: qué mejor ocasión para presentarme y decirle a Alfredo quién soy yo. (Ja, ja, qué iluso era entonces.)

Ocasión que se me dio en el lobby del hotel donde estábamos hospedados, porque en el avión era imposible tocarlo. Él iba en primera clase, con Kiki y Arturo sentados, no sé si al lado, pero haciéndole sus mandados.

Cuando tropecé con él en el lobby fue un poco desagradable. Me presenté, le dije que llevaba dos años representando a Cuba en festivales de Europa, ganando premios internacionales, que era graduado de la escuela de cine… lo que recibió con una sonrisita mordaz. Él tuvo la delicadeza de sentarse a escucharme.

Ojo: estamos hablando de Viña del Mar, donde hacía un poco de frío y había que vestirse de forma apropiada a ese clima, es decir, traperío, bufanda, sombrero, abrigo, etc.

Lo primero que me dijo fue que cómo, hablando y vistiéndome como yo lo hacía, yo me creía que era cubano.

Aquello me desconcertó absolutamente, porque jamás en mi vida me he preguntado si soy o no cubano. Es como preguntarme si tengo sangre en las venas, fíjate. ¿Tendré sangre en las venas?

Mi respuesta fue exactamente esa misma: “Mire, Alfredo, yo soy cubano, me guste o no. No es algo que pueda, ni me ha interesado nunca cambiar. Pero, además, me sorprende que esa pregunta me la haga precisamente usted, que ni habla como cubano, ni se viste como tal”.

Entonces reculó, me dijo que sí, que ser cubano era algo discutible, etc. Para luego rematar con: “Mira, fuera de Cuba, podrás hacer todo el cine que te dé la gana…”

O sea, de una manera nada elegante, poco directa y socarronamente, me mandó pa’l carajo.

Ahí acabo todo.

Le di las gracias, teniendo claro que no recibiría de él ningún apoyo para hacer cine en Cuba.

Esos quince días en Chile terminaron siendo seis meses, trabajando y filmando en ese país. Luego me fui una semana invitado a Buenos Aires que terminaron siendo dos años. Al segundo día ya yo tenía trabajo, casa y pareja.

Esos dos años bonaerenses me permitieron aplicar y ganar la prestigiosa Beca Guggenheim. Soy la segunda persona en Cuba, relacionada con el cine, después de Tomás Gutiérrez Alea, que se la ganó. Luego, la obtuvieron mi querido Orlando Rojas y, en otra ocasión, Julio García Espinosa. Como comprenderás, es un orgullo que no me mido en esconder.

Fui a vivir un año en Nueva York. Volví a nacer. Por tercera vez, pues la segunda había sido al inaugurar la EICTV.

Y después regresé a Cuba, con la intención de hacer cine cubano.

En esos momentos no era como ahora, que cualquiera tiene una cámara. Además, yo vivía todavía en la burbuja de la mística revolucionaria, que decía que el cine cubano solamente se había hecho y se podía hacer en Cuba. Cuando ya existían algunas películas realizadas fuera de la isla, como la fascinante El Súper (1979, dir. Orlando Jiménez Leal & León Ichaso), o Conducta impropia (1984, dir. Néstor Almendros & Orlando Jiménez Leal), o Nadie escuchaba (1987, dir. Néstor Almendros & Jorge Ulla), entre otras.

Tengo que agradecerle personalmente a Iván Giroud la oportunidad de vincularme al ICAIC con algunos proyectos. Iván me abrió la posibilidad de que se hiciera una serie documental sobre la historia del cine cubano, dividida en sus décadas. Yo le dije que me interesaban los años sesenta, y eso me dio la posibilidad de estudiar durante todo un año y ver todo lo que existía, de esa época, en el archivo. Todo lo que era posible ver, porque hay muchas cosas perdidas y otras muchas retiradas de la visión pública (en el Comité Central hay secuestradas varias de ellas).

Revisé todo ese material e hice un guion enorme para un documental, que nunca se hizo, porque en el ínterin volvió la posibilidad de hacer Nada.

Yo tenía una productora americana que llegó a Cuba y empezó todo el proceso, pero de alguna manera el ICAIC socavó el proyecto, y luego tuve que esperar dos años, pues perdí los derechos de autor sobre el guion, donados a la productora norteamericana por ese plazo.

Mientras esperaba que se venciera la cesión de derechos, hice el documental La Época, El Encanto y Fin de Siglo (1999), que no es un documental, sino un pasatiempo, comisionado por la Oficina Cultural de la Embajada de España. Ahí utilicé unas imágenes viejas que había filmado el ICAIC, de la tienda El Encanto y que era de sus archivos. Con una camarita Hi8, mientras preparaba el documental sobre el cine cubano y frente a una moviola, escogía los fragmentos más importantes de cada material y los refilmaba. Tuve así una colección en video de las mejores escenas del cine cubano de los sesenta, que filmé directamente, repito, desde la moviola. Fueron horas y horas, en interminables días de trabajo que sólo requerían de edición y una aprobación.

Sin embargo, más adelante, para filmar Nada, una de las condiciones que me puso Camilo Vives, el director de producción del ICAIC, era que le tenía que entregar todo este material que yo había filmado. Es decir, todo el material que había aportado con mi dinero durante un año. Te estoy hablando, por lo menos, de unos treinta casetes de Hi8, en una caja enorme. Ese fue el chantaje que me hicieron. Por supuesto que tuve que entregarlo, y de seguro lo desaparecieron.

En el medio de todo eso, ocurre el XX Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, e Iván me encarga el spot oficial, que hice a la manera de Norman McLaren, el cineasta canadiense, que tanto Manuel Marzel como yo adoramos. Era con una bailarina que cambiaba continuamente de vestuarios en el Malecón, se dibujaba sobre la pantalla y tenía un ojo en la mano… Un proyecto bastante experimental.

Alfredo Guevara era un tipo al que le gustaba un tipo de cine y trató de imponer el cine que a él le gustaba. Quiso uniformar el gusto y, en el medio de eso, ser él, el único diferente, el único privilegiado.

Ese fue mi segundo encuentro con Alfredo. Él tenía que aprobar ese spot. Cuando llegó a la moviola, lo primero que dijo fue: “Ah, el loco”.

Y yo le respondí: “Prefiero que me digan loco a que me digan loca”. Se quedó callado, miró el spot y dijo: “Está bien, esto puede ir”. Claro, ya se había gastado el dinero, pero también podía anularlo, como hizo con muchas otras obras y personas. No le molestó mucho, al parecer.

En ese festival, además, yo dirigí la gala de inauguración, un espectáculo especial con Leo Brouwer y la Orquesta Sinfónica, tocando la música del adagietto de Mahler, que se utilizó en Muerte en Venecia (1971, dir. Luchino Visconti), y también música del propio Leo para el cine cubano. Del espectáculo de clausura también fui el director artístico.

Y en el medio del festival tuve mi tercer encuentro con Alfredo, porque me invitó, a través de Iván, al famoso cuarto donde él hacía las comidas con los extranjeros. Allí conocí, no recuerdo muy bien cómo, al productor francés que finalmente se encargó de Nada.

Ya estaban casi a punto de vencerse la cesión de derechos que había hecho a la productora norteamericana, tenía productor francés, incluso un storyboard enorme de todo el guion dibujado.

Sin embargo, tengo entendido que Alfredo aceptó que se hiciera Nada (2001) porque del presupuesto exigido a los franceses, que incluso se infló por parte del ICAIC (es decir, se presupuestó mucho más dinero del que se necesitaba), se sacó una parte para hacer la película que venía a continuación: que era Miradas (2001), de Enrique Kiki Álvarez, el favorito de la corte, que aún no había filmado en grande bajo su égida.

Alfredo, como te dije antes, era un personaje muy monárquico.

Muchísimas veces, después, lo encontré con su perro Bacchus, al que parece que yo le caía muy mal y en el ascensor del ICAIC. Además, yo sonaba los cascabeles para que ladrara más dentro del ascensor. Cuando se montaba Alfredo, casi no se montaba nadie, pero yo sí me montaba. ¿Cómo se iba a quedar un elevador vacío? Y lo hacía ya hasta para joder.

Nunca nos caímos bien.

Me parece que fue un censor de todo tipo. Censor artístico y censor de conductas. Censor de diferencias. Además, un aprovechado.

Alguien me contó que poseía una gran colección de pintores cubanos en su casa, que no sé a quién le legó. Obras que deberían estar en el Museo de Bellas Artes y no en poder de una sola persona.

Creo que ahora su casa la convirtieron en la Cinemateca, no sé, ya me desligué de toda esa retrógrada parafernalia.

El legado de Alfredo para mí es muy tenebroso. Me recuerda mucho a la figura de Rasputín, de Yago, de la persona esa que está por detrás calentando motores y vertiendo veneno.

No creo que haya sido un cineasta.

Él quiso uniformar el gusto y, en el medio de eso, ser él, el único diferente, el único privilegiado. La marquesa del Vedado.

(Hay cuentos que dicen que una noche durmió con Fidel Castro, con una pistola en medio de ambos, pero de las leyendas tejidas por todos ellos ya ninguna me trago, ninguna: para comedias, Benavente.)

En fin, un ser deleznable, que además se las quiso dar de literato, de intelectual, al tiempo que pasaba por una Sarita Montiel tropical, con el chaleco tirado por encima, en un país donde hace un calor del carajo. Evidentemente vivía en aire acondicionado. Muy cercano al pueblo que “defendía”. A mí, como te vistas, no me importa. Te puedes poner lo que te dé la gana, pero no reprimas a los demás. No hay derecho. Ni izquierdo.

Me reí mucho cuando me enteré, ya viviendo en Miami, que, durante un tiempo, lo llamaron Ñico Saquito.

Por lo del matón que portaba. Porque Saquito fue gracioso, ingenioso y popular.

Y Alfredo fue un sangrón, maquiavélico y elitista.

¿Crees que me tomo el tiempo de recordarlo? Lo he hecho casi obligado por la petición de ustedes.

Ese tipo de monstruos es mejor borrarlos. El espacio que ocupan en nuestras mentes es efímero, aunque el daño que hacen es bestial e irreparable.

¡Solavaya, Alfredo!

No puedo evitar hacer un comentario final, lo siento.

Cuando supe que se fue, resoplé. ¡Uf, qué alivio!, pensé.

Una alimaña menos.

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El gran robo de Fidel Castro a los cubanos sigue en pie (1961-2021).

Por Emilio Morales.

Titulares de prensa a inicios de la revolución.

Al analizar los últimos acontecimientos económicos en Cuba -específicamente la prohibición de depositar dólares norteamericanos en efectivo en cuentas bancarias y la aprobación de pequeñas y medianas empresas que puedan operar en un número muy limitado de actividades-, vale la pena echar una mirada a los diarios cubanos que circulaban durante los primeros años de la revolución y a sus titulares, tan parecidos a los de ahora.

La prensa cubana de aquella época atesora una información histórica que da fe, paso a paso, de los rápidos y graduales movimientos ejecutados por Fidel Castro para robarse todo un país. Lo que actualmente hacen sus sucesores no es nada diferente.

En los primeros 24 meses tras la llegada de Castro a La Habana, los titulares de la gran prensa comenzaban a anunciar el martirio que caería sobre los cubanos y que ha durado más de seis décadas.

En los primeros días de enero de 1959, Fidel Castro declaraba: "Locos los que crean que vamos a nacionalizar las Industrias".

Un par de meses más tarde, el 18 de abril de 1959, según reseñaba el Diario de la Marina, Fidel Castro declaraba que el comunismo no tenía ninguna posibilidad de éxito. Con esa frase, escondía lo que vendría un año después: la nacionalización forzosa de la banca y las principales empresas del país.

El golpe fue demoledor, bajo el amparo de las leyes 890 y 891, el 13 de octubre de 1960 se ejecutaba la expropiación de la propiedad privada cubana, lo que incluía a las mayores empresas del país y a toda la banca.

De esta forma, Fidel Castro comenzaba el desmantelamiento de una estructura empresarial construida exitosamente en la Isla durante varias décadas, de la mano de los propios cubanos y de la inversión extranjera. Ambas leyes desataron la ira de miles de ciudadanos que se sintieron traicionados y defraudados por Castro. La nacionalización fue brutal, a punta de pistola. Muchos trataron de rebelarse y terminaron fusilados, otros fueron condenados a penas de 20 y 30 años de cárcel, y el resto emigró al exilio como pudo, sin un peso en el bolsillo. Varios de los que no pudieron irse se suicidaron al perderlo todo, impotentes ante la barbarie. Ninguno de los expropiados fue compensado, incluidas las empresas extranjeras. El robo se hizo con la misma impunidad con que la cúpula militar mafiosa que hoy detenta el poder se apropia de las remesas que envían los exiliados y arrebata los dólares guardados bajo el colchón a una población marginada y privada de sus elementales derechos ciudadanos.

En agosto de 1961, el Gobierno revolucionario continuó su trabajo de depredador voraz y dictó las leyes 963/61 y 964/61. El objetivo era controlar el dinero circulante y desfalcar de una vez por todas a los cubanos. El nuevo decreto fue una operación de cambio de billetes. A partir de ese momento la moneda nacional perdía su valor fuera de las fronteras y todos los cubanos se convertían en pobres, con excepción de la nueva elite mafiosa, instalada en el poder a toda prisa.

Para ejecutar el canje de moneda, la ley 964/61 establecía lo siguiente:

Las personas naturales que acudieran a cuentas abiertas para realizar el canje portando más de 200 pesos, hasta la suma de 1.000 pesos, los obtendrían de inmediato. El resto, hasta los 10.000 pesos, quedaría depositado en una cuenta especial, de la cual su titular solo podría extraer 100 pesos mensuales. El exceso del depósito inicial de 10.000 pesos quedaba sin valor canjeable; o sea, se perdía esta cantidad.

A las personas jurídicas privadas, una vez demostrada documentalmente su condición de industrial o de comerciante, se les canjeó de inmediato hasta la suma de 5.000 pesos. El resto, hasta los 10.000 pesos, quedaría depositado en una cuenta especial de ahorro, de la cual su titular solo podría extraer 100 mensuales. El exceso del depósito inicial de los 10.000 pesos quedaba sin valor canjeable. Es decir, no era lícito ni permitido el cambio de más de 10.000 pesos por persona alguna.

En ese momento circulaban en el país 1.187 millones de pesos, de los que 724 millones se presentaron a canje. La diferencia fue de 463 millones. Al finalizar el canje, la circulación monetaria disminuyó en 709 millones de pesos. El dinero desvalorizado que arribó a La Habana en unos 30 camiones fue incinerado.

En apenas dos años, el dictador se hizo de los sectores estratégicos de la economía del país. Dejó sin dinero a las empresas y a las personas, y se apropió de toda la banca. De esta forma, desapareció la columna vertebral de la empresa privada nacional.

Posteriormente, Castro barrería con los pequeños negocios. El 13 de marzo de 1968 su Gobierno lanzó la llamada Ofensiva Revolucionaria y se apoderó de los últimos 57.280 pequeños negocios que quedaban en el país. La "moralidad burguesa" había que desaparecerla. Para ese entonces, en el país solo quedó una clase social: la de la pobreza igualitaria.

En su paso arrollador, al dictador no le bastó con demoler la clase media, apropiarse de las empresas y reprimir a todo aquel que se opusiera a sus medidas. También nacionalizó la radio, la televisión y todos los diarios y revistas del país, disolvió los partidos políticos y persiguió a todos los opositores, hasta lograr la prevalencia hasta nuestros días del Partido Comunista de Cuba (PCC).

62 años después continúa el mismo modus operandi.

Recordar lo sucedido es un buen ejercicio para comprender lo que acontece en Cuba 62 años después. En realidad, no ha cambiado absolutamente nada: los ciudadanos siguen marginados por el Gobierno, sin poder generar riquezas ni expresarse libremente.

Es inobjetable que el régimen, al pasar de los años, ha involucionado como sistema. Sin embargo, en su metamorfosis para sobrevivir y mantenerse en el poder, sofistica los mecanismos de vejación y sometimiento de los ciudadanos. Hoy se adapta a las nuevas circunstancias y tecnologías. Ya no fusila a los opositores, sino que los apresa en sus casas. Ya no confisca empresas, ahora da licencias para trabajar por cuenta propia de forma restringida. También cambia la moneda a conveniencia, te obliga a abrir cuentas en dólares aun cuando los salarios son en pesos. Te obliga a depositar en las cuentas en dólares cualquier divisa que no sea dólar para cobrarte un canje de moneda y disminuir tu poder adquisitivo. Las tiendas minoristas propiedad de los militares y los servicios de telefonía celular son en dólares, no en pesos. Los ciudadanos están obligados a comprar en dichas tiendas para cubrir sus necesidades elementales de alimentación, aseo personal e higiene. En fin, el régimen ha diseñado un país para ser mantenido desde afuera por quienes escapan en busca de un futuro mejor, por quienes se atreven a emprender una nueva vida.

Y así, aun cuando logras huir del martirio, no dejas de ser rehén de la dictadura, pues sigues siendo víctima de la separación familiar. Parte de las riquezas que eres capaz de generar en un país con libertad va a parar a manos de tus secuestradores. Pues la ayuda financiera que envías mensualmente a tus seres queridos nunca llega a sus manos, sino que queda varada en una cuenta bancaria en un tercer país para ser usada posteriormente, ya sea para lavar capital y convertirla en activo, construyendo nuevos hoteles en tierras nacionalizadas y robadas en 1959, o para multiplicarla cuando compran el pollo que posteriormente venden en las tiendas en dólares de las que son dueños, a un precio siete veces superior a su costo de adquisición.

Conclusiones.

La masacre financiera implementada hace uno días por el régimen cubano de obligar a los ciudadanos a depositar en cuenta los dólares que tienen bajo el colchón en un plazo de diez días, no difiere en nada de la ocurrida a comienzos de la revolución, cuando todo se nacionalizó sin compensación alguna, las autoridades se apoderaron del país y cambiaron la moneda.

La crisis económica que hoy atraviesa el sistema, y que se expresa en una economía en bancarrota, de empresas ineficientes, con una deuda externa galopante, sin liquidez de divisas en los bancos, con las exportaciones en total declive, sin turismo y la pandemia desbocada, ha hecho desempolvar al régimen el viejo manual para apretar al pueblo y robarle nuevamente sus pocos ahorros.

En medio de este escenario, el régimen anuncia que aprueba la apertura de pequeñas y medianas empresas en un ámbito muy restringido. En su delirante movimiento, ¿pensarán las autoridades que habrá algún desquiciado que se lance a invertir en un mercado donde el Estado se comporta como un matarife para arrebatarte los dólares? ¿Habrá algún iluminado que se atreva a invertir en un país en el que cada dólar que se deposite en una cuenta se evapora a la velocidad de la luz y se convierte en un peso que no sirve en ninguna parte del mundo?

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martes, 29 de junio de 2021

Ganadería en Cuba: André Voisin no estaba equivocado.

Por Alberto Méndez Castelló.

André Voisin junto a Fidel Castro en Cuba.

Imaginen ustedes (estimados lectores) que en Cuba, un país tropical, se experimente cómo producir hierba con luz artificial en el cuarto de una casa para alimentar a una vaca, con el fin, por supuesto, de extender la experimentación a la fase industrial. Pues, sí, se hizo el ensayo: Fidel Castro dijo a Ignacio Ramonet que habló de “su experimento” con Boris Yeltsin. Entrecomillé “su experimento” no por estar citando, sino porque puse en duda -y no por inédito, sino por copiado- la experimentación del Comandante en Jefe.

Cuando, respecto al ensayo, Fidel Castro sostuvo: “surgen jugosos brotes verdes”, me dije: “eso lo leí yo antes”. Lo había leído siendo adolescente en una vieja revista Life de mi padre, donde se contaba la historia de un granjero estadounidense que allá por los años 50 del pasado siglo, en invierno, suministraba a sus vacas lecheras como complemento del pienso y el heno “jugosos brotes verdes” sembrados por él mismo en bandejas con una solución de agua fertilizada iluminadas con luz eléctrica, como si fuera un sol de primavera.

Recuerdo que, respecto a las técnicas de aquel americano, mi padre había comentado: “eso está bien para el Norte -así solían los cubanos nombrar a Estados Unidos- pero en Cuba a nosotros lo que se nos sobra es sol, yerba y caña”.

Sobre el sistema de pastoreo racional Voisin -al que someramente hiciera referencia el colega Luis Cino en su artículo Fidel Castro, André Voisin y el fracaso del experimento ganadero-, consistente en dividir y subdividir los potreros para que el ganado (vacas lecheras en producción y terneros fundamentalmente) siempre tenga hierba fresca, mi padre decía: “eso es bobería, yo lo que tengo que tener es caña y retoño de napier (pasto elefante) y un buen molino para que el ganado no desperdicie comida”.

Todavía hoy el último molino forrajero que poseyó mi padre y hacía funcionar con la toma de fuerza de su tractor Ford de 1948 está en uso en la cooperativa de Guabineyón.

Sin embargo, el éxito del método de mi padre para manejar sus vacas no quiere decir que este tuviera razón respecto a las ventajas de los forrajes de corte respecto al pastoreo racional de Voisin, que, aunque en Cuba resultó un fracaso por su deficiente puesta en práctica, fue y sigue siendo un exitoso método de manejo ganadero y agrícola en todos los países en que fue adoptado y bien aplicado (Colombia y Brasil, por sólo citar dos ejemplos).

Juzgar a las teorías científicas de André Voisin por su errática aplicación en Cuba es un error. Como injusto es culpar al sabio francés por el desastre en que hoy se encuentra la ganadería cubana dirigida por el monopolio del militarismo castrocomunista desde 1959 y hasta el día de hoy.

Persuadido por la señora Naty Revuelta y el doctor Orlando Landa Bacallao (a quienes en distintos momentos y de forma separada Fidel Castro envío a Francia para, entre otras tareas, hacer venir al profesor), André Voisin, acompañado de su esposa Martha Rosine, llegó a nuestro país el 3 de diciembre de 1964 y permaneció en Cuba solo 18 días.

Voisin arribó procedente de París luego de una tempestad de nieve en Terranova que los obligó a dar la vuelta en el Atlántico y aterrizar en Irlanda. El entonces primer ministro Fidel Castro fue a recibirlo en la pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional José Martí. 19 días después, el martes 22 de diciembre, también despediría su duelo. De acuerdo con su voluntad, expresada por su esposa, la de ser sepultado en cualquier lugar del mundo donde falleciera, el profesor Voisin fue inhumado en el panteón de la Academia de Ciencias de Cuba, en la necrópolis de Colón.

André Marcel Voisin nació en Dieppe, Sena Inferior, Normandía, Francia, el 7 de enero de 1903 y falleció a causa de un infarto en la Casa de Protocolo número 1, en el reparto Cubanacán, en La Habana, a las 3 y 50 de la tarde del lunes 21 de diciembre de 1964, a los 61 años de edad. En 1924, Voisin ingresó en la Escuela Superior de Física y Química de París, resultando el primer expediente de la promoción 40 de esa institución, habiéndole precedido con ese honor Irène Joliot-Curie, Premio Nobel de Química en 1935.

Al momento de su deceso en Cuba, el profesor Voisin había publicado siete libros de temas bioquímicos vinculados con la ganadería y la agricultura; era miembro de la Academia de Agricultura de Francia, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Bonn, Alemania Federal; laureado por la Academia de Ciencias Agrícolas Lenin, de Moscú; y había impartido conferencias en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, España, Italia, Austria, Alemania Federal, URSS, Hungría, Polonia y Japón.

En Cuba, de las 10 conferencias que planificó impartir, el profesor André Voisin dictó ocho, en las que participaron Fidel Castro y altos dirigentes políticos. Según el científico francés, que además de hombre de ciencias fue propietario de ganado y vaquero, son “cuatro leyes” las que deben cumplirse para tener éxito con el sistema de pastoreo racional:

  1. Antes de que la hierba sea cosechada por las reses, debe transcurrir el tiempo suficiente para que acumule en sus raíces reservas de nutrientes suficientes para un rebrote vigoroso, que Voisin llamó “la llamarada de crecimiento”.
  2. El período de ocupación de un área de pastoreo debe ser lo suficientemente corto para que la hierba consumida por los animales en el primer día de estancia en el cuartón, otra vez no sea cortada por los animales antes de salir del mismo.
  3. Los animales con mayores necesidades nutricionales son los que deben recibir la mayor cantidad de pasto y de la mejor calidad.
  4. El máximo rendimiento de una vaca lechera en producción se consigue si el animal permanece sólo un día en el cuartón de pastoreo. Si una vaca va a dar una producción regular no debe permanecer más de tres días en la parcela para darle entrada al siguiente cuartón de la rotación.

El profesor Voisin quizás debió avizorar el fracaso del pastoreo racional en Cuba la misma tarde del día en que llegó a La Habana cuando, durante un recorrido por fincas cercanas a la capital, Fidel Castro le dijo que, para fines de 1965, ya habría 3 000 pastoreos funcionando en la Isla, a lo que el científico replicó que era aquella una tarea difícil, invitándolo entonces el Comandante en Jefe para que visitara Cuba al final de ese año, respondiéndole Voisin que prefería regresar dentro de tres años, que era el tiempo que él daba para comprobar esos experimentos. El tiempo daría la razón al científico francés, era aquella una tarea difícil, que todavía no ha sido cumplida en Cuba, pero que un día deberá hacerse por razón de utilidad económica, y no por capricho político.

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lunes, 28 de junio de 2021

Lisandro Otero y los conflictos internos de los intelectuales castristas.

Por Luis Cino.

Los conflictos del intelectual pequeño burgués metido a la cañona en la  revolución fidelista afloraron obsesivamente en buena parte de la obra de Lisandro Otero, desde La Situación, de 1963, hasta El árbol de la vida, de 1990.

Excelente escritor, pero pedante, siempre envidiando y haciendo la guerra a Guillermo Cabrera Infante, Lisandro Otero, en medio de grandes mortificaciones y autoinculpamientos, intentó conciliar las contradicciones que lo devoraban con el servicio a los comisarios culturales del castrismo

En 1968, Otero escribió “Morder las bellas rocas”, un cuento donde se mezclaban el existencialismo y el realismo socialista a lo Manuel Cofiño, generosamente rociados con un contrapunto  de lemas  del mayo  parisino y consignas castristas.

El cuento trataba sobre los conflictos morales de un intelectual, que se debatía entre la vida burguesa a la que estoicamente trataba de renunciar y “la construcción del socialismo”, esa frasecita que aludía al disciplinado acatamiento y entusiasta  participación  en cuanto disparate se le ocurriera al Máximo Líder.

Esos conflictos y las disquisiciones sobre ellos los dispara una rubia y bella amante,  catorce años más joven, con la que se ve forzado a romper, no tanto porque sea una promiscua, con problemas existenciales dignos de una película de  Antonioni, y a la que no puede seguirle la rima, sino porque, incapaz de comprender “nuestra voluntad de cambiar la vida”, es apática ante “las tareas revolucionarias”,  y gusta de las revistas extranjeras, el jazz, las canciones de Aretha Franklin y de vez en vez, fumarse un pito de marihuana.

¡Horror! Había que terminar.¡Que catástrofe si los tan celosos de la moral revolucionaria compañeros del núcleo del Partido lo acusaban no solo de tarrúo, sino de andar con una desviada ideológica, y para colmo, marihuanera?

En definitiva, según explica el autor, siempre justificándose y a la defensiva de cualquier vigilante de la rectitud político-ideológica que pudiera asomarse, nunca se sintió en paz con ella, debido a “sus aires insumisos y su rebeldía permanente”.

Así, un domingo, antes de que amanezca, el escritor escapa del abrazo de la rubia, salta de la cama y para redimirse, se pone la ropa caqui y las botas rusas y se va al trabajo voluntario en la agricultura.

La ruptura con la chica  queda aplazada para cuando regrese, lleno de fango y satisfacción por el deber cumplido, si la encuentra en casa, si es que ella no se complicó, en La Rampa, Coppelia o la Cinemateca, y se metió en la cama con otro.

Antes de montarse en el camión que lo conducirá al campo, proletariamente apretujado, el autor pasa revista a los inconvenientes que enfrenta: el motor del Ford que no responde, las guaguas siempre abarrotadas, los cubos de agua que hay que subir por la escalera cada vez que se rompe el motor que bombea el agua del edificio, el refrigerador que no enfriaba bien porque no conseguía el repuesto para cambiar la goma de la puerta, el calentador eléctrico roto que hacía que para bañarse en invierno tuviera que calentar el agua en la única de las cuatro hornillas de la cocina que funcionaba, “con lo que el baño se convertía en una ceremonia más complicada que una coronación medieval…”

Echó de menos el lumínico de neón de Firestone, pero enseguida recordó que “la energía que se consumía en aquella impresión artificial de prosperidad ahora se dedicaba a la construcción de escuelas”.

Como mismo a Roberto Fernández Retamar un trabajo voluntario le inspiró un poema, y a Silvio Rodríguez un domingo rojo una canción, Lisandro Otero, en “Morder las bellas rocas”, describe la felicidad que experimenta en el trabajo voluntario, sucio de tierra y sudor, derrengado, disfutando -él que siempre fue tan elegante y  refinado- el almuerzo servido en bandeja de aluminio: chícharos, arroz y un trozo de boniato hervido.

¡Y todavía nos asombramos hoy con las ridiculeces que escriben Abel Prieto, Miguel Barnet, Teresa Melo, Iroel Sánchez y Víctor Fowler!

Plegados al castrismo, los corifeos de la UNEAC siempre han dado suficientes pruebas de que también los intelectuales pueden alcanzar niveles estratosféricos de  aberración y masoquismo sin abochornarse.

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viernes, 25 de junio de 2021

Jorge Mañach: la muerte del vilipendio.

Por Roberto Jesús Quiñones Haces.

Este 25 de junio se cumplen 60 años de la muerte en el exilio de Jorge Mañach, uno de los más prominentes escritores e intelectuales cubanos de la República.

A pesar de su prolífica obra como periodista y crítico de arte, de sus extraordinarios ensayos literarios y de su excelente biografía sobre José Martí, es un desconocido para muchos lectores cubanos y hasta para estudiantes universitarios de las carreras de Humanidades. De hecho, no está incluido en los planes de estudios literarios de los niveles secundarios y preuniversitarios de la enseñanza cubana.

Que un hombre de tal magnitud intelectual haya sido obviado por el castrismo dice mucho de cómo este manipula la historia cultural del país.

El fenómeno Mañach -como algunos le llaman- resulta incomprensible para quien se acerque a la escasa literatura especializada que circula en Cuba sobre el tema, mucho más cuando se conoce que, mientras permaneció en el país, no ejecutó ninguna acción en contra de las autoridades proclamadas revolucionarias que se apropiaron del poder y anularon definitivamente las instituciones democráticas de la República.

Según Rigoberto Segreo Ricardo y Margarita Segura Acosta en su libro Más allá del mito. Jorge Mañach y la Revolución cubana, a este no se le puede considerar un intelectual indiferente a los intereses nacionales ni un opositor del proceso revolucionario, al menos mientras estuvo en Cuba.

Según ambos autores, quienes se han encargado de presentarlo como un reaccionario obvian su posición nacionalista, su vocación martiana –que lo llevó a escribir la mejor biografía sobre el Apóstol– y su posición contra la corrupción y a favor del adecentamiento de la administración pública. Obvian también que fue un defensor de la democracia y militó en el Partido Ortodoxo, que se opuso a la dictadura de Batista y respaldó a la revolución durante su etapa democrática y nacionalista, incluido su apoyo a los moncadistas y a la publicación de La historia me absolverá.

¿Cómo se tejió la leyenda negra contra Mañach?

Los autores del texto mencionado -que junto con el libro “Mañach o la República”, de Duanel Díaz, constituye un acercamiento imprescindible a este intelectual- aseguran que la imposición de la ideología marxista leninista como la única oficial en Cuba después de 1959 reprodujo códigos discriminatorios que ya habían sido practicados por los comunistas cubanos  y otros intelectuales anteriormente, entre ellos el de restarle méritos a toda obra afiliada a corrientes de pensamiento discordantes con el marxismo, simplismo que ha contribuido a silenciar la obra de no pocos intelectuales.

La polémica de Mañach con Rubén Martínez Villena -que provocó la crítica hacia su persona por parte de los sectores más progresistas-, las diferencias que tuvo con Juan Marinello y dieron al traste con la publicación de la Revista de Avance , situándolo concomitantemente como un enemigo declarado del marxismo, pero sobre todo la polémica con Porfirio Pendás, que provocó la entrada mordaz de Raúl Roa -quien lo denostaría con saña hasta después de su muerte-, fueron algunos de los sucesos causantes del encasillamiento de Mañach como un intelectual reaccionario. A ellos puede sumarse el nombre de José A. Portuondo, quien llegó a afirmar en un ensayo acerca de la obra de José Martí que Mañach había manipulado las ideas del Apóstol y era un “diversionista ideologíco”, término muy de moda e impuesto por los comunistas en las décadas de los setenta y ochenta del pasado siglo.

No se olvide que estamos hablando de personas que ejercieron poder y fuerte influencia dentro de la cultura de la dictadura comunista.

Jorge Mañach también tuvo que enfrentar los dardos que le lanzaron desde el grupo Orígenes, no solo antes de 1959, sino después, cuando regresó al país en febrero de ese año. Los origenistas habían buscado inicialmente el apoyo de Mañach enviándole sus libros y revistas, pero el intelectual descalificó sus obras por considerarlas herméticas e ininteligibles, lo cual desencadenó un enfrentamiento que alcanzó ribetes de campaña difamatoria.

A pesar de que al regresar al país Mañach dio muestras públicas de su adhesión a la revolución y puso su programa televisivo Ante la prensa a disposición de Fidel Castro –quien acudió al mismo varias veces– poco tiempo después arreció la arremetida en su contra cuando a sus ya declarados enemigos se les sumaron los jóvenes de Lunes de Revolución. Entonces fue privado de su trabajo en la revista Bohemia y de su cátedra en la Universidad de La Habana. Ante esas circunstancias, vio obligado a regresar al exilio.

Una justa respuesta intelectual.

Tantas han sido las mentiras y descalificaciones que los comunistas han vertido sobre la República que si algo han logrado ha sido desatar las suspicacias de intelectuales más comprometidos con la verdad que con su adocenado y falso anecdotario ideológico.

Era obvio que por la magnitud de la obra de Mañach esta terminaría atrayendo la atención de esos intelectuales, quienes decidieron investigarla a fondo y adentrarse, en algunos casos, en las causas que provocaron su silenciamiento.

El cambio en Cuba -porque estudiosos del extranjero se adelantaron- comenzó con la publicación en 1990 de “Martí, el Apóstol”, primera edición cubana de la mejor biografía sobre el Héroe Nacional, hasta entonces solo publicada en España.

En 1994 La Gaceta de Cuba publicó dos ensayos que contribuyeron a abrir el camino: Jorge Mañach: un pensador polémico, de Jorge Luís Arcos y Mañach o el desmontaje intelectual de una república, de Rafael Rojas.

En 1996, Jorge Domingo, crítico literario e investigador del Instituto de Literatura y Lingüística, publicó su ensayo Mañach, el vilipendiado, donde por primera vez se reconoce el apoyo de este intelectual a la revolución.

En 1998 Ana Cairo publicó su investigación Jorge Mañach y la crisis de los años cincuenta.

En el 2003 la editorial Letras Cubanas publicó el libro de Duanel Díaz Infante, con el que obtuvo el Premio Alejo Carpentier de ensayo correspondiente a ese año, un aporte trascendental a la obra y vida de Mañach.

A esos textos han seguido otros del historiador Félix Julio Alfonso, Luis Sexto y Félix Valdés García.

Todo ello indica que la figura y la obra de Jorge Mañach no solo resultan insoslayables de nuestra cultura nacional, sino que de nada sirvieron los actos manipuladores de los comunistas para silenciarlo.

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jueves, 24 de junio de 2021

La última ‘guerra de la moneda’ en Cuba.

Por Iván García.

Después que usted pasa la barriada de La Víbora, a 25 minutos en automóvil del centro de La Habana, transitando por la angosta y sucia Calzada de Diez de Octubre llegará al crucero de La Palma, un lugar donde confluyen cuatro vías importantes de la capital. A poco más de un kilómetro de la concurrida intersección, se encuentra La Lira, un distrito de casas bajas y feas, algunas a medio a construir con sus paredes en el puro repello, en el municipio Arroyo Naranjo, uno de los más violentos de la capital.

“Al día siguiente que el gobierno prohibió aceptar dólares, un montón de gente apostó una pasta gorda a varios números o combinaciones de números relacionadas con dinero en la charada china. Varios clientes tuvieron suerte y se ganaron un baro larguísimo”, cuenta Jesús, ex jefe de sector de la policía que ahora se dedica a recoger apuestas en el negocio de la bolita, una popular lotería ilegal que funciona en Cuba y ha sobrevivido a cambios de gobiernos, huracanes, redadadas policiales y crisis económicas.

La bolita es casi el deporte nacional en la Isla. Aunque es clandestino, como el Paquete y la venta de alimentos robados en almacenes estatales, el engranaje funciona tan exacto como un reloj suizo. Se juega del uno al cien y cada número tiene diversos significados. Se premian tres números. Uno fijo, por el cual se paga cien pesos o más -de acuerdo al poderío económico del banco- por cada peso apostado y dos corridos, a veinticinco o treinta pesos. También se juega el parlé, una combinación de dos números, que si salen ambos, el jugador gana entre 900 y mil pesos por cada peso apostado.

En la bolita habanera, explica Jesús, se acepta cualquier moneda. “Euros, libras de esterlinas, francos suizos… También transferencias bancarias. En el caso del billete verde, el banquero le ponía un valor superior a como se cotizaba en la calle. Si estaba a 70 pesos el dólar, el banco lo valoraba a 75. Algunas personas que tenían ‘fulas’ se jugaban una buena cantidad intentando ganar miles de pesos. En estos días, después de la medida dictada por el gobierno, seguimos aceptando dólares. Ahora valoramos un dólar a 70 pesos. Y muchísima gente está pagando en dólares. Después del día 21, cuando los bancos estatales no acepten más dólares, lo vamos a valorar a 60. El dólar siempre será macho. Recuerda que la mayor parte de los emigrados cubanos están en Estados Unidos. Y vale en cualquier parte del mundo”.

Ahora mismo, el tema de conversación en Cuba es la suspensión temporal del régimen a aceptar dólares estadounidenses en su sistema bancario. Diario Las Américas realizó una encuesta exprés entre 44 personas. Veintitrés reciben remesas de Estados Unidos, nueve de España, Italia y otros países de Europa o América Latina y los doce restantes no reciben dinero del extranjero. Las 32 personas que reciben remesas, coinciden que es una medida arbitraria, no frenará la devaluación del peso cubano y acelerará la inflación. A continuación, opiniones de cuatro encuestados.

Niurka, ama de casa, piensa que “quizás el dólar baje su valor, pero jamás a los 24 pesos que paga el gobierno. ¿Qué va suceder? Que los parientes en Estados Unidos enviarán el dinero en otra divisa, preferentemente euros, porque después del 21 de junio, un euro, que ahora vale 80 pesos, costará 120 pesos o más”.

Josuán, taxista particular, considera que la estrategia del régimen es pésima por donde quiere que se le mire. “Han sustituido una moneda fuerte por otra. Con la diferencia que en Cuba entra diez veces más dólares que euros. Lo que va a pasar es que el dólar se cotizará entre 50 y 60 pesos, pues la gente que viaja para comprar pacotillas lo va a necesitar y los que guardan sus ahorros debajo del colchón van optar por utilizar el dólar como moneda refugio”.

Las nueves personas que no reciben divisas extranjeras, con diversos matices, concuerdan que el problema no es el dólar. “El culpable es el gobierno. Deben cerrar las tiendas en MLC (moneda libremente convertible) y vender en pesos. ¿En qué país del mundo usted trabaja y cobra en una moneda y tiene que comprar los alimentos y bienes en otra? Es inadmisible. Después el gobierno acusa de anexionistas a los disidentes, pero si alguien está subvalorando a nuestra moneda es el régimen”, razona Saúl, jubilado.

Quienes no reciben remesas creen que con esta nueva medida les será más difícil y costoso adquirir divisas para comprar productos de primera necesidad en las tiendas MLC. “Entre pagar la luz y comprar la poca mierda que venden de comida se nos va el nuevo salario. La inflación se lo ha desayunado. Si en enero mi salario de 4 mil pesos equivalía a 100 dólares en el mercado negro, porque los bancos del Estado jamás han vendido divisas, en estos momentos mi salario se reduce a 50 dólares. Y como ahora con el euro seguirá subiendo, al final no me alcanzará ni para comprar una botella de aceite en la shopping”, alega Mario, chofer de una empresa estatal.

Un funcionario bancario aclara que “se seguirán aceptando las transferencias de dólares desde el exterior, aunque desde Estados Unidos no se puede hacer directamente. Pero los cubanos residentes en el extranjero ya están buscando mecanismos para ingresar euros en las tarjetas MLC a sus parientes. Cuando ellos vengan de visita a Cuba tendrán que venir con otra moneda. La estrategia del gobierno es que no circulen divisas en efectivo. Próximamente se van a implementar tarjetas, con diversos valores, destinadas a los turistas”. Dos especialistas consultados consideran que la medida es un despropósito.

Carlos, sociólogo, cree que “con esta normativa el gobierno está enviando un mensaje preocupante a los futuros inversionistas foráneos. Evidencia que nunca serán un socio serio y es una forma de decir que la Tarea Ordenamiento ha sido un fracaso. Además, ¿cómo quieren que inviertan los cubanos residentes en Estados Unidos cuándo prohíben el uso del dólar en efectivo? Es una medida más política que económica. Es un intento de presionar al gobierno de Joe Biden para que reabra las Western Union y autorice una forma legal de enviar remesas a las instituciones estatales. No importa si son militares o civiles, siempre les va a propiciar amplias ganancias al régimen”.

Gustavo, economista, cataloga la medida de muy contradictoria. “Decir que tienen las arcas desbordadas de dólares y que los empresarios extranjeros no los quieren aceptar por las leyes del embargo y la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas, no es una completa mentira, pero es una manipulación atroz de la realidad. El gobierno debiera saber que no estamos en el siglo XX, donde debido al férreo control de la información, muchos cubanos estábamos desinformados. Actualmente es muy simple destrozar esa tesis. ¿Si es así, por qué no compran con esos dólares en efectivo alimentos y medicinas directamente a Estados Unidos, que tiene autorización para vendernos ese tipo de productos? ¿No dice el gobierno que por culpa del bloqueo tienen que comprar los alimentos, materias primas y medicinas más caros porque no pueden acceder al mercado estadounidense? Que aprovechen esa autorización y compren alimentos y medicinas en Estados Unidos. La ganancia sería doble, más barato, y les serviría para crear un lobby poderoso entre los agricultores y empresarios estadounidenses que exportan alimentos».

La evidencia de que Cuba puede exportar alimentos desde Estados Unidos es el pollo congelado. Todo el que se consume en el país es Made in USA. «¿Por qué no compran otros alimentos como pescado, carne de res y harina de trigo?”, se pregunta Gustavo y él mismo responde: «La realidad es que el gobierno está en bancarrota y utiliza esa opción para recoger efectivo. Días antes de implementar esa medida, el primer viceministro Ricardo Cabrisas viajó a Francia y se reunió con acreedores del Club de Paris para renegociar la deuda. Se sabe que en 2022 debemos pagar 200 millones de dólares. Probablemente el régimen recaude ese dinero gracias a las remesas de los emigrados”.

La impopular medida fue anunciada el jueves 10 de junio y el lunes 14, en bancos habaneros habían colas para depositar dólares en tarjetas MLC. Uno de ellos Osvaldo, barbero, dice que “solo va a guardar una parte, porque dentro de un mes las transferencias de una tarjeta MLC a otra persona que no tenga divisas, se cotizará por las nubes. No dudo que un dólar o euro en la tarjeta pueda costar hasta 200 pesos antes del fin de año”.

Otros como Leandro, cuentapropista, prefiere tener el dinero a buen recaudo en su casa, a esperar que pase el temporal. “Estoy seguro que cuando el gobierno vea que la gente vende la divisa cuatro o cinco veces más cara que como la pagan sus bancos, van a prohibir las transferencias de tarjeta a tarjeta. Incluso son capaces de volver a ilegalizar la tenencia de divisas. Ellos (los del régimen) son mafiosos”.

Mientras, los cubanos de a pie no solo se sienten peones de ajedrez en el pulso político que sostiene el Palacio de la Revolución en La Habana con la Casa Blanca en Washington, también unos damnificados en esta nueva ‘guerra de la moneda’. Como siempre.

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Herejías de la nota al pie (Homenaje a Manuel Moreno Fraginals).

Por Rafael Rojas.

En el expediente de Manuel Moreno Fraginals, que se preserva en El Colegio de México, se dice que al ingresar en la Maestría en Historia, en 1945, no había concluido los estudios de derecho en la Universidad de la Habana. Por la nota que le dedicó el historiador mexicano Andrés Lira, cuando falleció en Miami, en 2001, sabemos que tampoco acreditó todas las asignaturas de la maestría. Asegura Lira que en el expediente hay varias «reclamaciones» por «faltar a clases de Latín y no entregar trabajos sobre Paleografía». Y concluye Lira: «se nos figura que académicamente Manuel Moreno Fraginals optó por acreditar su calidad de historiador a título de suficiencia mediante obras de calidad». En realidad, se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de la Habana en 1951.

Baste la noticia sobre la accidentada formación universitaria de Moreno para relativizar la correspondencia entre desempeño académico y calidad intelectual, pero también para ofrecer indicios de su tensa relación con el mundo universitario. Moreno fue desde muy joven un historiador profesional, pero durante buena parte de su vida no fue un académico. En los años cincuenta y sesenta, cuando estuvo más involucrado en su gran investigación sobre la economía de plantación azucarera esclavista, en los siglos XVIII y XIX, no ocupó puesto fijo en ninguna universidad, fuera de la breve estancia en la Universidad de Oriente. Trabajó, eso sí, en la Cervecería Caracas de Venezuela, en Radio Junín, en la empresa publicitaria Los Molinos y en el Ministerio de Comercio Exterior de Cuba.

En los setenta, cuando apareció la edición definitiva de El Ingenio y su reconocimiento académico internacional comenzó a crecer, la hostilidad de buena parte del gremio oficial de historiadores e ideólogos cubanos lo llevó a refugiarse en la cátedra de Cultura Cubana del Instituto Superior de Arte. Esa marginalidad dentro de la vida académica habanera de la Guerra Fría se refleja en ciertas rarezas o peculiaridades de Moreno como historiador, que hoy se nos presentan como gestos de resistencia a un campo intelectual cerrado.

Hay marcas en la composición textual de El Ingenio que pueden leerse como testimonios de aquella resistencia. Especialmente, en las notas al pie y en las glosas bibliográficas finales. Tanto el lenguaje, que en el cuerpo del texto estaba muy lejos de cualquiera de las dos ortodoxias ideológicas que se alternaban en Cuba —el marxismo leninista y el nacionalismo revolucionario—, como el campo referencial de las notas al pie remitían a otros ensayos e, incluso, a otros libros posibles dentro de El Ingenio.

Cito de la edición de Crítica, Barcelona, de 2001, prologada por Josep Fontana, pero me consta que las notas que mencionaré también aparecen en la edición definitiva cubana, en tres tomos, de Ciencias Sociales en 1978. Una de las primeras sorpresas que se lleva el lector, en la nota tercera del capítulo inicial, es que el historiador no sólo cita a teóricos de la economía o a historiadores del azúcar sino que intenta biografiarlos y valorarlos en pocas líneas. Así, echa mano del juicio del marxista «Pierre Vilar» para afirmar que la Historia del análisis económico (1954) del austriaco Joseph A. Schumpeter «debe ser un libro de cabecera para todos los historiadores».

Muy pronto vuelve a sorprender Moreno en ese primer capítulo, cuando, como si nada, cita a Hugh Thomas tres veces seguidas. Es cierto que lo hace después de citar Karl Marx y a Eric Williams, pero es difícil no reparar en que en La Habana de 1978, autorizar como fuente bibliográfica a Hugh Thomas era algo equivalente a confraternizar con el enemigo. A la vez que se daba lujos, como citar a Irene Wright, Moreno no dejaba de ser generoso con contemporáneos suyos, como Julio Le Riverend, con quien tuvo más de una rivalidad. En el ensayo La Habana. Biografía de una provincia (1960) de Le Riverend encontraba una refutación óptima del relato pseudomaterialista del feudalismo agrario cubano.

Además de la heterodoxia, las notas al pie ofrecían al ensayista la posibilidad de liberar la prosa. Allí está la memorable nota 12 sobre Jonathan Swift y Daniel Defoe en la que protesta porque en las versiones populares, para niños y jóvenes, de los Viajes de Gulliver y Robinson Crusoe, desaparecen las críticas del primero al capitalismo inglés y las alabanzas del segundo al sistema colonial y esclavista antillano. Con perspicacia, dice Moreno que esa distorsión de las biografías de ambos escritores británicos se reproduce especialmente en el Tercer Mundo, donde, siguiendo al psicoanalista de la contracultura Norman O. Brown, observa una infantilización de textos críticos europeos que reafirman el colonialismo por otras vías.

Más conocidas son las notas en que hizo uso de poemas anónimos aparecidos en el Papel Periódico o el Criticón de La Habana para describir los procesos de blanqueamiento en la crónica social o el avance del lenguaje técnico del capitalismo industrial entre la sacarocracia criolla. Siguen deslumbrando por su calidad literaria los capítulos que dedicó, en la sección sobre «Trabajo y sociedad», al sexo y la producción, al funche, las esquifaciones y el barracón, a los Hipócrates negreros y al habla de esclavos y cimarrones.

Las notas al pie y los comentarios bibliográficos finales son también el espacio textual en que Moreno practicó su propia dialéctica de la tradición. El libro estaba dedicado a Raúl Cepero Bonilla, «presente en la ausencia», pero a otros historiadores y pensadores cubanos, que también admiró como Francisco de Arango y Parreño, José Antonio Saco, Ramiro Guerra o Fernando Ortiz, no dejó de criticarlos sutilmente. De Arango escribió que había planteado «con increíble anticipación los problemas fundamentales del subdesarrollo, la dependencia colonial y el intercambio desigual», pero también que sus escritos «a veces eran de un cinismo sin límites».

A Saco lo trató de un modo menos complejo que en su gran ensayo previo. Dio la razón a Ramón de la Sagra en la famosa polémica entre ambos y reiteró la acusación de que Saco alteró documentos y estadísticas sobre la trata negrera y la plantación esclavista en Cuba. A Guerra, de quien había prologado muy elogiosamente Azúcar y población en las Antillas, en la edición de Ciencias Sociales de 1970, le cuestionó que «ideológicamente rescataba los valores positivos de la antigua sacarocracia cubana, de la cual fue último vocero». Finalmente, de Ortiz, dijo Moreno: «muchas de sus afirmaciones son brillantísimas y sugerentes: otras muchas no resisten el menor análisis crítico». En la edición de Crítica, Barcelona, se altera la frase por error o por humor: «no resisten el menor análisis céltico».

Con aquellas herejías en sus notas al pie, Manuel Moreno Fraginals ofreció una vía para lidiar desde el marxismo crítico con una tradición intelectual nacional en el Caribe. En Cepero Bonilla admiró su «ruptura con las interpretaciones de la historia tradicional», pero tampoco comulgó con quienes llamaban a deshacerse de un legado intelectual que había moldeado la modernidad cubana. «Modernidad», por cierto, un concepto que recorre amplias zonas de El Ingenio, con todas las ambivalencias y tensiones que le son propias dentro del mejor pensamiento marxista latinoamericano.

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martes, 22 de junio de 2021

Pedro Juan Gutiérrez: una serpiente que se muerde la cola.

Por Víctor Manuel Domínguez.

A diferencia de mi  amigo y colega Luis Cino Álvarez, yo no admiro a Pedro Juan Gutiérrez (autor, entre otros, del libro de cuentos "Carne de perro", una especie de autobiografía degradante que lo define). Para mi criterio, en sus recientes declaraciones a Cubaencuentro no hizo más que morderse la cola de la serpiente que lo habita en busca de aceptación en el ominoso redil de la intelectualidad cubana. Un animal tropical fuera de su coto de caza suele babear y mover la cola.

La pretendida imagen de ser un demiurgo de la literatura cubana que ha creado  sus libros -sin camisas, con un trozo de pan en una mano y la botella de ron en la otra- desde la azotea de un edificio en ruinas en Centro Habana es solo  un ejercicio de marketing  para venderse como el marginal castigado por la censura en un escenario cultural como el cubano, donde la disidencia temática o política de los escritores y artistas se paga con el ostracismo, la prisión o el exilio.

Si bien la obra de Pedro Juan crea rechazo en unos y elogios entre otros por la crudeza de su literatura y el realismo sucio en que la tematiza, estructura y sumerge a través de palabrotas, sexo desenfrenado, violencia y ambientes escatológicos, el autor no cumple con la  función de “dar voz a los perdedores, a quienes no hacen la historia, pero la historia les ocurre”, como dejara escrito en 1999 el Premio Nobel de Literatura Günter Grass.

Pedro Juan sólo alimenta su ego de “omnímodo” observador y crea personajes que son detritus humano sin alma, cerebros, valores ni voces para defenderse de la marginalidad impuesta por la revolución, y que por causa de su condición de negros, homosexuales, mujeres y viejos de Centro Habana, cumplen con el invariable papel de seres caricaturescos asignado por el gran narrador.

Como he debatido con mi colega Luis Cino en innumerables ocasiones, la literatura escrita por Pedro Juan Gutiérrez, pese a develar un escenario real en cualquier región de Cuba, está teñida de un tono de oportunismo y complacencia con esa parte del orgullo español que aún sangra por la herida de haber perdido Cuba, y disfrutan en vernos como a indios con levitas y en taparrabos.

De ahí que a nadie debe extrañarle que un hombre que describa con tanta minuciosidad la realidad cubana no encuentre un culpable de tanta humillación, ni tome partido con la imagen que vende al exterior de una revolución excluyente y corrupta. ¿Acaso no ven al farolero que busca el filón  de un tema con garantía de ventas y grupos de seguidores desde una visión “neutral”?

Por eso es que coincido con lo escrito por mi colega Cino en su artículo "El apoliticismo de Pedro Juan  Gutiérrez", publicado en este mismo diario, donde señala que el escritor de marras, al referirse de modo esquivo y apocado a la situación cubana, “se muestra más que cobarde, hipócrita y cínico”, algo que, a mi criterio, siempre ha sido y es, pese a su encomiable labor de desvelar parte del submundo dantesco que subyace en el país.

Un momento abyecto solo compatible con los que realizan los más sumisos defensores de la Política Cultural de la Revolución -al mejor estilo de Abel Prieto y Fernando Rojas, entre otros de su calaña- es en el que, dice Cino, el escritor se muestra “benévolo y hasta comprensivo con la censura frente al entrevistador”, la cual achaca a “oportunistas que siempre aparecen en sociedades tan politizadas”, para más adelante asegurar que “la censura que había -¿ya no hay?- era una especie de vocación provinciana de no ver las cosas con amplitud”. ¡Qué triste final, Pedro Juan!

Para mi criterio, el supuesto apoliticismo de Pedro Juan Gutiérrez es consustancial a todo tipo de fantoches y arribistas que integran las filas de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC). Su pose de transgresor no es más que un acto de onanismo mental y falsa libertad creativa.

Se acabó la época de los héroes en Cuba, Pedro Juan, pero la de los de pacotilla como tú, que recibían un carro para reportar en las páginas del semanario Trabajadores que en los campos de Cuba se caminaba sobre guardarrayas de azúcar y los platanales pintaban el cielo de verdor. Te quedaste sin chistes, Pedro Juan. La obra que después escribiste sin apenas cambiar tu traje de bufón de la corte de los milagros castristas hoy la hacen nuevos héroes, pero desde la oposición.

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lunes, 21 de junio de 2021

Se derrumbó un pedazo de mi vida.

Por José Ángel Pérez.

Derrumbe del solar a que se hace referencia en el texto.

Se dice que los cigarros en Cuba vuelven a estar normados, que en breve se venderán ocho cajas por consumidor. Eso se comenta ahora mismo, después de algo más de sesenta años desde aquel primero de enero de 1959; más de sesenta años y los fumadores ni siquiera hemos conseguido la tranquilidad de ganar un cáncer placenteramente. Sesenta y dos años y seguimos persiguiendo los mismos sueños, entre ellos el de vivir sin libreta de racionamiento, de morirnos como nos dé la gana; con los pulmones llenos de nicotina, con el hígado fulminado por el alcohol y exhibiendo ese tono amarillento de los que van a morir de cirrosis hepática, …pero ni siquiera eso se puede conseguir.

Se dicen muchas cosas, suceden muchas cosas, pero ninguna es buena y tampoco regular, ninguna de ellas resulta edificante, más bien sucede lo contrario, más bien se “desedifica”, más bien se derrumba, se tira al suelo. Y nada podría ser peor que esa noticia que recibí hace unos días, esa que me anunció el desplome de un solar habanero, y peor resultaría reconocer que ese solar que se vino al suelo fue aquel en el que viví durante muchos años en La Habana Vieja, aquel que, allá por el siglo XVIII, fuera una lujosa residencia en la que vivió, dicen, el Conde de Admiral.

Y también se dice que Amaury Pérez vivió allí, pero no el Amaury de prominente mandíbula, si no el padre, aquel Amaury que dirigió programas de televisión, cuando esa televisión era una reina muy distinguida en la América, cuando los comunistas aún no se habían adueñado de ella, cuando no la habían robado todavía, en aquellos años en el que, así dicen, el solar era un “cromito”, un lugar limpio y tranquilo aunque vivieran gentes muy pobres y de bajos recursos, como dicen los que prefieren el uso de eufemismos.

Confieso que la noticia me dejó triste y, más que triste, desconsolado, y hasta lloroso, tanto que no me pude resistir, casi nunca puedo, y escribí un texto que coloqué en mi muro de Facebook. Y es que duelen mucho los derrumbes, la “venida abajo” de una casa, aunque sean las breves piezas de un solar destartalado. Y es que las casas, aunque pobres, son una especie de país pequeño, algo así como un feudo, incluso un reino en el que, al menos con las puertas cerradas, uno vive como le da la gana, libremente.

Me dejó muy triste la noticia, y hasta lloré mirando esas imágenes que descubrí en Facebook, que recibí; y me recordé a mí mismo, recordé al joven recién llegado a La Habana desde provincia, recordé al muchacho deslumbrado con aquel reino citadino en el que encontré finalmente un sitio, mi sitio, mi reino, y todo gracias a los sacrificios de una abuela genial, amantísima.

Y la noticia me llevó a recordar mi vida en aquel solar de Aguiar entre Cuarteles y Chacón, tan cercano a esa iglesia del Santo Ángel en la que bautizaron a Martí, cercano también a la Catedral, cerca del puerto, de tantos sitios. Y miré esas fotos del solar, de esa casona que alguna vez estuvo tan cerca de la vida y ahora viviendo una muerte estruendosa. Reconocí esa muerte dolorosa, como antes la escapada definitiva de mi abuela tan querida, aquella abuela elegante a quien no le importó pasar sus últimos días en un solar si es que su nieto la acompañaba.

Lloré mirando las imágenes, el desparpajo que es un derrumbe, la caída de una casa, del mundo que es una casa. Y pensé en la vida que hice en aquel sitio, en los libros que allí escribí, y otra vez en mi abuela, y en mi madre, en algunos amigos, en los amores, en todo el que por allí pasó. Y recordando, homenajeando al viejo solar, a ese viejo país enfermo y estropeado que es un solar, volví a mirar a los que subían mis destartaladas escaleras, y sentí el toque en la puerta y abrí el postigo y di muchas bienvenidas, y un número casi infinito de abrazos, y conversé, conversé mucho, de incontables cosas, de sucesos inconfesables, al menos en público.

Y es que allí se vivió mucho, se vivió en grande, quizá por eso fueron tantos los que comentaron el post que escribí y que publiqué en mi muro de Facebook, creo que el más comentado de todos los que hasta hoy publiqué, y no fueron pocos los que se acongojaron con la noticia, con los recuerdos que despertara la noticia. Y es que aquel solar fue sitio de reunión para muchos escritores, para muchos amigos, y también fue sitio para amar, para “sexuar” para desahogarme y ser libre.

Vinieron a mi cabeza aquellas reuniones con Salvador Redonet, el amigo entrañable, el “narratólogo”; el profesor brillantísimo en el centro de mi pequeña sala, rodeado de jóvenes escritores, y otros no tanto, y algunos ya viejos. Recordaba todo eso mirando las imágenes del derrumbe, recordé aquellas reuniones en las que se hablaba de todo; de amores, de literatura, de política, de cualquier cosa, y también se bebía, se fumaba, y los discursos se tornaban exaltados, complicados, pero entrañables, como a veces puede ser la felicidad.

Y recordando me puse a hacer balance y volví a ver a muchos amigos escritores en mi solar, en mi pequeña pieza de solar. Y miré Redonet, el “negro retinto”, el catedrático que fue amado por toda mi generación de escritores, y por los que vinieron después. Volví a ver a María Elena Cruz Varela subiendo las destartaladas escaleras y luego sentada en un sillón, antes de que la encerraran en una cárcel, y también después de que saliera de la cárcel, y hasta recordé aquel día que me citaron para hacer una guardia del CDR, y dije que no podía, que tenía visita.

Recordé a mi madre llorosa, suplicante: “Haz la guardia mijo, haz la guardia!” Mi madre con una perreta porque dije que no haría guardia porque tenía visita, mi madre suplicando, advirtiendo que la visita que tenía era de una mujer que acababa de salir de la cárcel por enfrentar al gobierno. Y recuerdo a María Elena, Mariela le decíamos, asegurando a mi madre que ella era capaz de hacer la guardia conmigo si le prometía callarse, si dejaba de berrear por una guardia del CDR.

Y ahora aquel solar está en el piso, y hasta se dice que murió un hombre, al menos eso advierte el chismorreo, porque la prensa oficial no atendió al desplome y la noticia quedó escondida entre casos de la COVID-19 y estrategias para combatir al bicho chino. La noticia quedó opacada por “la nobleza del personal de la salud”, y también por la odisea que significa conseguir algo para poner en los calderos y luego en la mesa, pero yo recuerdo la vida del solar, y supongo la caída y también su muerte.

Supongo el desplome, el ruido que debió acompañar a la caída definitiva de aquella estructura levantada para un conde en el siglo dieciocho. Y volví a recordar el entra y sale de amigos. Y miré a muchísima gente subiendo las destartaladas escaleras. Veo a Damaris Calderón, a María Elena Hernández, Pedro de Jesús, Manuel Zayas, Ena Lucía Portela, Ernesto Pérez Chang, Alberto Abreu, Antón Arrufat, Reina María Rodríguez, Antonio José Ponte, Ricardo Alberto Pérez, Sigfredo Ariel, José Felix León, Abilio Estévez, y hasta a Teresa Melo recién despedida de la revista “Cúpulas”, en aquellos días en los que no se había convertido en una comunista “charco ‘e sangre”.

He visto a los ocupantes del solar y a sus pobrezas; miré a Herminia, la más vieja de las inquilinas, la más noble, la esposa del judío, la hija de aquel gallego y carpintero ebanista a quien encargaron gran parte del mobiliario de ese templo católico de la calle Reina, y la vi otra vez cargando cubos repletos de agua en la alta madrugada para cocinar, para bañarse al día siguiente y morir limpia, si es que se venía abajo el edificio. He visto mucho, he visto la miseria de tantos…

Y también recordé a Francisca, aquella matrona guantanamera que fue una de las últimas en llegar al solar. Y he vuelto a verla golpeando fuertemente, en la altísima madrugada, la puerta de mi casa. Francisca queriendo saber, a esa hora, si yo hablaba ruso. Francisca queriendo que yo auxiliara a sus muchachitas, que les advirtiera a un montón de marineros rusos que las acompañaban, que ellas cobraban, que no lo hacían por placer, que primero tenían que ponerse de acuerdo “en lo del pago”.

Y todo eso se vino abajo, se derrumbó el solar con todas sus historias, pero no sé todavía si aplastó también algunas vidas, algunos sueños y esperanzas. Y aquel solar ya no está. Ese breve país que es un solar se desplomó y alcanzó el suelo, y en unos días será solo tierra, y fango, como la vida de tantos cubanos, y es que Cuba es un triste solar tambaleante, Cuba es un país apuntalado que podría convertirse en tierra, en polvo, en fango, si es que no nos apuramos a apuntalarlo, para reconstruirlo luego, antes de que se venga abajo definitivamente ¡Pobre solar mío, pobre país mío!

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domingo, 20 de junio de 2021

La regulación de las MIPYMES va por mal camino.

Por Elías Amor.

El papel de las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) en la economía cubana es fundamental, mientras que la forma de implementarlas por las autoridades comunistas va a ser determinante para el futuro del país. En una reciente Mesa Redonda sobre este asunto se adelantaron algunas de las líneas en las que trabaja el equipo del ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández. 

En este punto, ya se advierte la inconveniencia de las vías esbozadas por las autoridades. Por ese camino, no crearán un marco adecuado para las MIPYMES en Cuba.

¿Cómo se puede justificar esta afirmación?

Básicamente, porque en la reforma predominan los criterios políticos e ideológicos, más que los técnicos y empresariales; y con estas exigencias no pueden salir bien las cosas en modo alguno. En tales condiciones, el ministro resulta poco creíble cuando afirma que están abriendo espacios para la libertad económica del sector no estatal, la zona donde se encuentran las MIPYMES. Los datos confirman que más de 700 000 personas han adquirido un estatus de cierta independencia del Estado gracias al trabajo por cuenta propia. Las políticas económicas deberían orientarse a preservar ese sector, sin dudas fundamental para la economía. Pero no parece que vayan por ahí las tendencias.

El ministro anunció que se ha evaluado y aprobado iniciar el proceso de constitución de las MIPYMES, de forma tal que en esta primera etapa sea posible poner cada cosa en su lugar. Y en este punto, afirmó una de las ideas más complicadas de la Mesa Redonda en cuestión, al señalar que un trabajo por cuenta propia que tenga 10, 15, 20 o 40 trabajadores puede ser considerado una micro, pequeña y mediana empresa, aunque no estén constituidas bajo esa forma jurídica específica. Mal comienzo.

¿Se ha planteado el ministro si al trabajador por cuenta propia le interesa convertirse en una empresa, sea cual sea su tamaño? ¿Sabe el ministro que el emprendedor es quien mejor puede saber cuál es la forma jurídica más adecuada y eficiente para su negocio, y que obligar a todo el mundo a vestir el mismo traje de rayas es una práctica carcelaria que va en contra de la libertad que buscan los emprendedores? ¿De qué se está hablando? Lo único que tiene que hacer el ministro es dar libertad a los agentes para que elijan la forma jurídica, y después, quedarse al margen del proceso, no intervenir de forma directa. Así todo iría mucho mejor.

Pero no parece que vaya por ahí la reforma prevista. El ministro anunció que se ha decidido que un cuentapropista solo pueda tener, como máximo, dos o tres trabajadores contratados, en tanto que las MIPYMES podrán tener libertad para la contratación indefinida de trabajadores. Mal, muy mal empezamos. 

Gil Fernández debería saber que hay trabajadores por cuenta propia que por las características de su negocio no tienen interés en pasar a ser empresa, pero tienen unas extraordinarias capacidades para generar puestos de trabajo. Alternativamente, hay MIPYMES que para tener éxito no precisan de abundante empleo, sino de un marco jurídico favorable para operar. Los comunistas no pueden intentar regular esta realidad económica plural obligando a vestir a todo el mundo con el mismo traje. 

En este punto surgen no pocas preguntas sin respuesta: ¿A qué viene esta discriminación que obligará a muchos trabajadores por cuenta propia a convertirse en MIPYMES? ¿Por qué cree el ministro que el cuentapropista que se convierte en una cooperativa o una micro, pequeña y mediana empresa debe tener más autonomía y capacidad de gestión que bajo la fórmula del trabajo por cuenta propia, del autónomo? 

Es evidente que existe un desconocimiento preocupante del papel que en las economías de mercado tiene el trabajo autónomo, una de sus bases estructurales y que en Cuba continúa sin una regulación adecuada.

Por dicho motivo, antes de ponerse a ordenar nada, se recomienda al ministro avanzar en la constitución de un marco jurídico para el trabajo autónomo o por cuenta propia, que sea moderno, eficiente, garantista, sin límites en cuanto a la ejecución y con la personalidad que permita su funcionamiento sin injerencias. Si acierta, podrá comprobar lo que significa de positivo para la economía. No hay justificación alguna ni de  gradualidad ni de complejidad para no acometer este gran reto antes de lanzarse a las MIPYMES.  

Si realmente se pretende liberar las fuerzas productivas, quitar trabas, para que haya una responsabilidad de los actores económicos no estatales desde el punto de vista jurídico y pueda separarse el patrimonio individual del patrimonio de la entidad, lo primero que se tiene que hacer es crear un régimen jurídico específico para el trabajo autónomo similar al de otros países, y después, ya vendrá lo que tenga que venir.

No parece que vayan por ahí las preferencias de los dirigentes comunistas. La idea es forzar una eventual desaparición del trabajo por cuenta propia para transformarlo, en la medida de lo posible, en micro, pequeñas y medianas empresas privadas. Esto resulta perverso y contrario a la racionalidad económica. Al ministro hay que avisarle antes de que cometa ese error. Si realmente hace esto, conseguirá eliminar los trabajadores por cuenta propia y no habrá MIPYMES que generen empleo. Este no es el camino para la transformación estructural. Antes hay que dar solidez y garantías jurídicas a los trabajadores por cuenta propia.

Otra pista falsa de la que debe huir el ministro es el criterio de segmentación que han planificado para clasificar las micro, pequeñas y medianas empresas, en función del número de trabajadores. Se ha establecido una escala: la micro empresa es aquella que tiene entre uno y 10 ocupados. Una pequeña, de 11 a 35, mientras que una mediana empresa tiene de 36 hasta 100 ocupados. 

Este tipo de clasificaciones, desde hace tiempo, han sido abandonadas, y si no lo sabe el ministro, que pregunte a sus socios italianos por las PYMES de Lombardía. Allí hace décadas descubrieron que el número de ocupados no correlaciona con las empresas, ya que habían microempresas con una facturación muy superior a la de grandes empresas gracias al modelo putting out system que funciona con éxito en aquella región y que conduce a una subcontratación de tareas entre PYMES para acabar implementando el producto final. El régimen cubano siempre va por detrás de los cambios en el mundo.

Un aviso a navegantes: hay que evitar que el corsé jurídico que viene para las MIPYMES impida su funcionamiento y que sea un obstáculo o bloqueo más del régimen contra la actividad económica. De hecho, la referencia a la obsesión por la “concreción de diseños” recuerda, y mucho, a Marino Murillo cuando en la antesala del verano de 2020 dijo lo mismo con respecto a la “Tarea Ordenamiento”, que entró en vigor seis meses después. 

La cocina intervencionista del régimen se ha puesto a funcionar a toda máquina para disponer un marco jurídico inmovilizador de la actividad privada. Mala noticia. De hecho, dicen estar trabajando con los organismos en los territorios para identificar los primeros que se convertirán en MIPYMES. Nada de libre elección, ni de unidad de mercado. Dividirán la actividad empresarial para impedir su crecimiento de escala. Los dirigentes comunistas están convencidos de que las MIPYMES nacen para ser así toda la vida, pero en realidad, muchas empiezan siendo pequeñas y acaban convirtiéndose en empresas grandes. Nada debe estar fijo e inamovible. Esta vía de escala en Cuba, al menos de momento, es inviable.

Gil Fernández destacó que hay un alto grado de consenso en el Gobierno para avanzar en esa dirección y, al respecto, dijo que su ministerio tiene la responsabilidad de conducir el proceso. También mostró su optimismo por los resultados de una indicación de Raúl Castro (todavía están en esas) de remover la empresa estatal para lograr que sea competitiva, que tenga incentivos hacia lo interno y competitividad hacia lo externo.

En opinión del ministro, lo que se busca es crear incentivos para la empresa estatal, a fin de ponerla a operar en un marco de mayor competitividad, entendiendo que un escenario así puede conducir al perfeccionamiento y ampliación en el sector no estatal, que con su estructura tiene que jugar un papel en la economía, con empresas de alto valor agregado e innovación.

En su opinión, no se trata de una válvula de escape, sino de reconocer el sector no estatal como un actor del modelo económico cubano, y aquí el ministro no estuvo acertado, cuando dijo: “Somos tan responsables de que funcione eficientemente una empresa estatal como el sector no estatal, porque todos conforman el modelo. No hay un ‘ellos’ y un ‘nosotros’”. Se equivoca: si pretende aumentar el intervencionismo del Gobierno hacia el sector no estatal acabará destruyendo lo poco que queda.

Al ministro hay que explicarle que una cosa es colaboración pública y privada, con la que estamos de acuerdo, y otra bien distinta es regresar a 1968 con otra “ofensiva revolucionaria” que ponga fin al sector privado sometiéndolo al control estatal. Ese sería un fracaso de difícil recuperación, y que conviene apartar de los planes.

Podrá calificar de “enemigos del país” a los que defendemos la necesidad de límites precisos entre lo público y lo estatal. La experiencia del totum revolutum no va a ningún sitio. Cada sector tiene su papel y sus funciones, y se debe respetar la autonomía y soberanía. Cualquier otra vía es un desastre.

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sábado, 19 de junio de 2021

El apoliticismo de Pedro Juan Gutiérrez.

Por Luis Cino.

A Pedro Juan Gutiérrez, a quienes algunos comparan con Bukovsky, suelen criticarlo  por la crudeza de su literatura. Pero precisamente por ello es que lo admiro.  No creo que haya otro modo mejor que el realismo sucio  tal y como lo emplea Pedro Juan -con palabrotas, sexo desenfrenado, violencia y ambientes escatológicos- para narrar la vida de las últimas cinco décadas en Cuba.

A un lector extranjero, especialmente si es de los que aún siguen tercamente obnubilados por la revolución castrista, podrán parecerle brutales e hiperbolizadas sus tramas. Pero cualquier cubano de mi generación conoce historias similares a las de los personajes de la Trilogía sucia, El rey de La Habana,  Fabián y el caos o  El nido de la serpiente, esa especie de bildungsroman  del alter ego del escritor.

Admiro a Pedro Juan Gutiérrez como escritor, pero me defraudó como persona luego de que leí la entrevista que concedió a César Coca y que apareció publicada recientemente en la página Cubaencuentro.

En dicha entrevista, el escritor, al referirse de modo esquivo y apocado a la situación cubana, se muestra más que cobarde, hipócrita y cínico. En cuanto a ser evasivo y vestir de zorro ante la prensa, Pedro Juan emula con otro experto en esas lides, su colega Leonardo Padura.

Se entiende que un autor que vive en Cuba sepa nadar y guardar la ropa, que cuide su pellejo de la ira del régimen, que evite disgustarlo demasiado con sus opiniones. Pero no hay que exagerar con el miedo y las precauciones, máxime si se es famoso y se tiene una nacionalidad extranjera.

Tanto Pedro Juan Gutiérrez como Padura tienen la ciudadanía española. Y en el caso del primero, pasa la mayor parte del año -más de seis meses, si no hay contratiempos- fuera de Cuba (en España u otros países).

Los censores castristas siempre se han mostrado reluctantes con Pedro Juan Gutiérrez debido al modo crítico y descarnado en que se refleja la sociedad cubana en su narrativa. El libro que  lo hizo internacionalmente famoso, Trilogía sucia de La Habana, tuvo que esperar más de 20 años para que se publicara en la Isla. Ese título y otros 16, cuando los han publicado, ha sido sin promoción y en tiradas reducidas (no más de 3 000 o 5 000 ejemplares) que se agotan enseguida.

Pero Pedro Juan Gutiérrez, ante el entrevistador, se muestra benévolo y hasta comprensivo con la censura, que achaca a “oportunistas que siempre aparecen en sociedades tan politizadas”. Asegura que “la censura que había era una especie de vocación provinciana de no ver las cosas con amplitud”, y luego dice que “ya no es tanto como antes”. Y menos mal que reconoce que “aún necesitamos libertad y tranquilidad”, que “queda mucho por avanzar en esos campos” y hasta se atreve a pedir “mayor respeto para los creadores, sobre todo los más jóvenes”.

Pero hasta ahí se atrevió Pedro Juan Gutiérrez. De política, el entrevistador tuvo que sacarle a tirones las palabras de la boca. Y fue sumamente cauto en lo que dijo.

Las circunstancias actuales en Cuba, que describió como “muy difíciles socialmente y también en cuanto a abastecimiento”, las atribuye a “las medidas que adoptó Trump buscando que la gente saliera a la calle a protestar”, que se han juntado con “algunas medidas fuertes de reestructuración económica y con la pandemia, que ha acabado con el turismo”.

Cuando el entrevistador le pregunta si “Raúl Castro y su grupo más próximo siguen mandando, aunque sea desde la sombra”, Pedro Juan Gutiérrez dice no tener ni idea. Explica que está muy alejado de la política, y que “los mundos del poder no le preocupan”.

Según Gutiérrez, que dice preferir ser “un observador más alejado e imparcial”, “Cuba está en un momento de transición interesante que seguirá sin violencia ni extremismos”. Asegura que la época de los héroes ya pasó, y “lo que quiere el pueblo es vivir tranquilo, en todos los sentidos, el de la paz, el económico”.

Los mandamases, siempre extremistas e intolerantes, no se dignan a complacer los deseos del pueblo. Y Pedro Juan Gutiérrez, como si con él no fuese…

Molesta tanto apoliticismo ingenuo y desentendido en alguien como Pedro Juan Gutiérrez, que en su libro Fabián y el caos puso en boca de un personaje nombrado Warren la siguiente explicación: “Un artista siempre pertenece a una elite. No somos obreros, no somos robots. Hay que marcar las distancias. Si te ven hundido estás perdido porque te machacarán más. Lo único que quieren es que todos seamos robots. Que todos seamos proletarios. Es muy cómodo para ellos, tener una sociedad uniformada, silenciosa, que nadie proteste, que nadie tenga ideas propias. Por eso crean o intentan crear la ilusión de que son los proletarios los que mandan, que es la mayoría. Esa es una mentira perfecta. Y además, no han tenido que inventar nada. Ya todo está inventado y lo han importado. De Europa del Este y de China. Lenin, Stalin, Mao. Es fácil, lo tienen fácil”.

No es que uno aspire a que Pedro Juan Gutiérrez sea panfletario en contra del régimen, pero uno espera un poco más de franqueza, menos circunloquios y evasivas en alguien que, en el capítulo VII de El nido de la serpiente (Ediciones Unión, 2016), afirmaba que escribía sacando afuera la rabia y la locura, sin miedo, arriesgándose, porque “el que no se atreve a llegar hasta el límite no tiene derecho a escribir…”.

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