miércoles, 29 de septiembre de 2021

CDR: 61 años de chivatería.

Por Alberto Méndez Castelló.

Juan Contino, Carlos Rafael Miranda, Jorge Lezcano y Juan José Rabilero, ex-coordinadores nacionales de los CDR junto a Gerardo Hernández en la sede de los CDR.

Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la organización de delación paramilitar y parapolicial en activo más longeva del mundo, cumple 61 años este 28 de septiembre. “El comité”, como en tono despectivo o de alarma suele llamársele en Cuba, fue fundado personalmente por Fidel Castro en 1960. En seis décadas ha sido dirigido por innumerables funcionarios de bolígrafo y libreta, desde el general de cuerpo de ejército Sixto Batista hasta el señor Gerardo Hernández (actual coordinador nacional), ex agente de la dirección de inteligencia del Ministerio del Interior (MININT).

Aunque a día de hoy el furor de muchos “cederistas” -como entre ellos mismos se llaman- ha menguado, en su momento - y tanto por encargo oficial de los órganos militares, policiales o judiciales, como extralimitados por la personalísima manía compulsiva del chivatazo de sus más connotados integrantes- los CDR fueron peligrosamente comparables a los obsesivos soplones de la Gestapo de Hitler.

Si bien los comités suelen ser objeto de bromas, nunca deben olvidarse las consecuencias legales que ello puede tener. Según el artículo 111 de la Ley de Procedimiento Penal (LPP) los responsables de vigilancia de los CDR “se consideran auxiliares de las funciones judiciales”, al mismo nivel que los integrantes profesionales de las fuerzas de orden interior, la Seguridad del Estado o que los oficiales en activo de las fuerzas armadas.

La formación de los “cederistas” organizados como un cuerpo de apoyo de los órganos represivos es singular. Interrumpiéndole la explosión de un petardo su discurso en La Habana, Fidel Castro anunció la formación de los CDR tan temprano como el 28 de septiembre de 1960, a su regreso de Nueva York, donde el día 26, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, diciendo más de su personalidad a psicólogos y psiquiatras que de su pragmatismo político, había pronunciado un discurso de 4 horas y 29 minutos.

En esa época, en La Habana todavía era posible adquirir petardos y el ruido de las explosiones no le habían permitido hablar tanto como en Nueva York. Fue entonces cuando Fidel Castro dijo: “¿Una bomba? ¡Deja…! Ese petardito ya todo el mundo sabe quién lo pagó, son los petarditos del imperialismo”, y luego el entonces primer ministro habló de implantar “un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria, que todo el mundo sepa quien vive en la manzana, qué hace el que vive en la manzana; y qué relaciones tuvo con la tiranía; y a qué se dedica; con quién se junta; en qué actividades anda”.

Obvio resulta decir -pero es necesario reiterarlo por cuanto significa una violación flagrante y continuada de los derechos humanos- que desde el momento en que Fidel Castro pronunció esas palabras hace 61 años y hasta el día de hoy, los cubanos sufrimos un asedio constante a nuestra vida privada. Y si un ciudadano es opositor al régimen, aunque no integre ninguna organización política, el asedio se transforma en combate abierto o solapado contra esa persona, por todos los medios posible, e incluso, involucrando más allá al vecino que vive o trabaja en la “manzana” y hasta a los niños en las escuelas.

Esa razzia la vimos de forma generalizada durante los llamados “actos de repudio” por la crisis migratoria del año 1980, pero de forma puntual, no hemos dejado de observarla ni antes ni durante la pandemia de COVID-19, y no sólo contra los opositores políticos, sino hasta contra campesinos adeptos al régimen que han sido despojados de sus propiedades por chivatazos de presuntos delitos que luego no han resultado tales ilícitos, pero, aun así, han visto expropiados sus bienes, como es el caso de un criador de cerdos en Puerto Padre, o el del muy publicitado fabricante de quesos en el occidente del país.

En el discurso pronunciado el 28 de septiembre de 1961, conmemorando el primer aniversario de los CDR, Fidel Castro dijo que solamente en la provincia La Habana ya se habían establecidos “treinta mil” comités, y en “toda la isla ciento siete mil”, y que cada comité tenía “no menos de 10 miembros”, pero que los había con “hasta 100 miembros”.

Esas cifras pueden dar al lector la idea de que ya en 1961, y teniendo como referencia comités de 10 integrantes, las 107 000 juntas de informadores policíacos activadas en Cuba contaban con más de 1 070 000 delatores, observando, días y noches, todo cuanto se movía a su alrededor. Y aunque ciertamente algunos lo hacían por motivos ideológicos de castrocomunistas convencidos, cumpliendo indicaciones de las autoridades, otros lo hacían extralimitándose “por cuenta propia”, por mero apego a la chivatería, o ambiciones de poder dentro de la nomenclatura, y, otros, quizás los más peligrosos y hoy día los más abundantes, eran y son meros tránsfugas empleados o administradores corruptos de los vastos monopolios comerciales del régimen, que, con tal de mantener sus prebendas, hacían y hacen hoy un negocio rentable de la delación. Tristísima, sí, Cuba y sus 61 años de chivatería.

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El castrismo sigue sin reconocer la pobreza en Cuba.

Por Orlando Freire Santana.

Un discurso recurrente de la propaganda castrista se relaciona con la enumeración de las personas que viven por debajo de la línea de pobreza en otras naciones, en especial en aquellas que no comulgan con la ideología comunista. 

En cambio, los gobernantes cubanos nunca se han referido a la pobreza en la Isla. Ello a pesar de que internacionalmente se ha manejado un indicador que objetivamente indica la situación de pobreza de muchos cubanos de a pie: la existencia con menos de un dólar al día.   

El oficialismo se defendía argumentando que la libreta de abastecimiento ofrecía una denominada canasta básica normada, que a precios subsidiados les posibilitaba a los consumidores estar al margen de los vaivenes de la oferta y la demanda en lo concerniente a la adquisición de los artículos de primera necesidad. Sin embargo, la tan cacareada canasta básica, que se concibe con una periodicidad mensual, se ha ido adelgazando de una manera tal que ya no cubre ni una semana de consumo. Algo que, por supuesto, le ha restado argumentos al Gobierno. 

Así las cosas, las protestas populares del pasado 11 de julio han vuelto a poner en primer plano la pobreza que padece la mayoría de los cubanos. Con independencia de que el móvil de muchos de los manifestantes era el clamor por la libertad, no es menos cierto que fenómenos como el desabastecimiento, la carencia de viviendas, las colas y los apagones, entre otros, fueron los detonantes de no pocas de esas protestas. 

Obligados por las circunstancias, los gobernantes, en especial el mandatario Miguel Díaz-Canel, recorren las zonas periféricas y los barrios desfavorecidos de La Habana con vistas a tratar de resolver los problemas sociales que se acumularon en esos lugares debido a tanto tiempo de desatención por las autoridades. La maquinaria del poder declara que de todas maneras, con protestas o sin ellas, las visitas gubernamentales a esos sitios iban a tener lugar. Pero todos sabemos que el temor de que se produzcan nuevas manifestaciones es la fuerza que mueve a las autoridades. 

En ese contexto se incluye una reunión celebrada hace poco, en la que Díaz-Canel conversó con los gobernadores provinciales y otros funcionarios. En la cita, el gobernante apuntó: “En Cuba hay personas en desventaja y que necesitan ayuda, en aras de cerrar brechas de desigualdad,  y de ir superando vulnerabilidades sociales” (“Para que Cuba se reanime y avance, ¿cuánto más hacer?”, en periódico Granma, edición del 23 de septiembre). 

Díaz-Canel se refirió en específico a la existencia de madres solteras y desvinculadas del trabajo, niños y jóvenes de familias disfuncionales, ancianos que viven solos y no les alcanza el dinero para comprar las cosas fundamentales que necesitan, así como personas que presentan desnutrición.

No obstante, nótese que el benjamín del poder acepta que en Cuba hay “personas en desventaja” y “vulnerables”, pero no menciona la pobreza. Evidentemente, él emplea un eufemismo para no reconocer que sus ciudadanos afrontan las mismas vicisitudes ―e incluso mayores― que tanto el castrismo ha criticado en otras sociedades. 

Y el problema parece no tener visos de solución por el momento. De una parte, la burocracia y la inmovilidad que caracterizan a las autoridades territoriales en la Isla ha impedido que se use un presupuesto aprobado para asistir a esas personas en desventaja. Un asunto al que se refirió el primer ministro Manuel Marrero en la propia reunión. 

Por otro lado, la galopante inflación iniciada tras la implantación de la Tarea Ordenamiento se traga sin piedad los salarios y las pensiones de los ciudadanos de a pie, los cuales se sumergen cada vez más en la pobreza. Esa que Díaz-Canel y compañía se empecinan en no llamar por su nombre. 

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lunes, 27 de septiembre de 2021

¿Está preparada la oposición en Cuba?

Por Iván García.

La respuesta más corta es no. De momento. Esa es la mala noticia. La buena, es que tiene una oportunidad de oro para perfilar diferentes estrategias y enfrentar pacíficamente a un régimen que ha llevado al país a la bancarrota. Tiene de su lado a una mayoría de cubanos descontentos con la pésima gestión estatal. En Cuba solo funciona la policía política, que poseea amplios poderes para reprimir a los espacios independientes y a las voces contestatarias.

Pero la Isla se va pique. La crisis económica es estacionaria. El gobierno no sabe, no quiere o no puede liberar las fuerzas productivas. Las autoridades siguen penalizando los negocios privados que aporten valor agregado y generen riquezas. Una estrategia errónea. Su meta debiera ser combatir la pobreza. En su afán de implementar una sociedad igualitaria, han gestado una nación con una infraestructura ruinosa incapaz de autoabastecerse ni siquiera de azúcar, el otrora producto nacional.

La gente está harta. De las extensas colas, de comer poco y mal y de una salud pública en franco retroceso. No hay futuro. Casi nadie cree en las promesas del régimen de una sociedad próspera y sostenible. El plan es huir, a Estados Unidos, España, Uruguay, Panamá… Con un país cada vez más envejecido, dentro de ocho años más del 30 por ciento de la población será mayor de 60 años, baja tasa de natalidad, carencias materiales y falta de libertades, el futuro da miedo.

Siete de cada diez jóvenes quieren emigrar. Cuba se vacía cada año. Decrecemos en número de habitantes. Lo ideal hubiera sido que el gobierno emprendiera profundas y auténticas reformas económicas, políticas y sociales. Pero el régimen ha apostado por más castrismo. La cobardía e irresponsabilidad de la actual camarilla gobernante, que sigue apostando por el gatopardismo político y una narrativa delirante, están hundiendo a la Isla.

Por eso el 11 de julio un segmento significativo del pueblo dijo basta. Se tiró a las calles a reclamar libertad, democracia, cambios. Fueron manifestaciones espontáneas. Las causas que provocaron el estallido social se mantienen. El gobierno sigue sin reaccionar. Ha trazado una puesta en escena queriendo desvirtuar la realidad.

La autocracia verde olivo dio un golpe de autoridad encima de la mesa y apresó a Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero, del Movimiento San Isidro, quienes junto al grupo de jóvenes intelectuales del 27N son la génesis que desataron las protestas del 11J. También encarcelaron a José Daniel Ferrer y Félix Navarro, veteranos disidentes que formaron parte del grupo de 75 opositores que Fidel Castro envió a prisión en la primavera de 2003.

El 11de julio no solo sorprendió al régimen y a sus servicios especiales, también a la oposición tradicional, que no está exenta de errores: liderazgos autoritarios, rencillas internas y escasa vocación para tender puentes y alianzas con sectores populares. Pero sus méritos son indiscutibles. Con sus virtudes y defectos, no ha podido ser liquidada por las implacables fuerzas represivas del régimen.

La disidencia surgida a mediados de la década de 1980, ha tenido líderes como Ricardo Bofill, Leonel Morejón Almagro y posteriormente, René Gómez Manzano, Martha Beatriz Roque, Félix Bonne Carcassés, Vladimiro Roca Antúnez, Arnaldo Ramos Lauzurique y Oscar Elías Biscet, entre otros. La mayoría de los disidentes ha sufrido innumerables detenciones y encarcelamientos. Varios han sido obligados al exilio debido a la represión de la policía política. Pero en casi cuarenta años, no solo han surgido nuevas voces disidentes, sino que se han multiplicado.

La oposición en Cuba es diversa. Existen tendencias de derecha, centro e izquierda. Incluso asociaciones socialistas y marxistas. A veces el exagerado protagonismo de ciertos opositores provoca antipatía y divisiones internas. En algunos casos los proyectos están más enfocados al exterior, la publicidad o tienen escaso impacto entre los cubanos. Pero algo ha cambiado. Si hace diez años, un segmento amplio de ciudadanos desconfiaba de la disidencia, en los últimos tres años ha ido ganando protagonismo.

Los periodistas independientes han logrado captar la confianza de la gente de a pie. Sus historias, denuncias y testimonios son amplificados en plataformas digitales. Al igual que políticos del régimen, no todos los líderes opositores tienen un alto nivel cultural y como muchos dirigentes comunistas, no tienen facilidad de palabra y se sienten incómodos delante de los micrófonos. Otros, como Manuel Cuesta Morúa, Julio Aleaga, Dimas Castellanos y Antonio Rodiles dominan los métodos de lucha pacífica.

Pero han sido jóvenes que no son activistas políticos, los que mejor han conectado con las personas de su entorno. El artista visual Luis Manuel Otero es el mejor ejemplo. Supo tender puentes con el barrio de San Isidro y sumar decenas de vecinos a su causa. Con el liderazgo y la empatía se nace.

Pero ya es hora que la oposición salga puertas afueras y pueda hacer proselitismo político en barriadas y comunidades marginales. Un 90 por ciento de cubanos descontentos con el régimen, además de ser escuchados, necesitan un líder creíble y cercano. El activismo político se debe hacer con ciudadanos comunes y corrientes. Cuando las organizaciones disidentes puedan encausar el descontento de la población, la balanza política dará un vuelco de 180 grados.

La carta de triunfo del régimen no es que sus seguidores sean mayoría. Es que mantienen el poder, control social y sus operadores son expertos en organizar a sus beligerantes fuerzas políticas. Saben vender humo. Esa batalla de la correlación de fuerzas es muy importante. Cuando la oposición local pueda convocar a cien mil cubanos a una manifestación callejera, ese día se acabó la revolución. Y el régimen se verá obligado a negociar o dejar el poder.

Pero antes, los opositores y activistas de la Isla deben llegar a un acuerdo con el exilio: los programas de los diferentes grupos disidentes deben ser respetados. No creo que sea difícil firmar un compromiso de unidad. Tres son los puntos medulares (elecciones libres, democracia y tribunales independientes) apoyados por todo el arco opositor, sea de derecha, centro o izquierda. Nunca antes el régimen cubano estuvo tan débil. Se debe rentabilizar el momento.

Cada cual juega con sus bazas. El dramaturgo Yunior García Aguilera (Holguín, 1982), de la plataforma Archipiélago y el Consejo para la Transición Democrática de Cuba, con el visto bueno del Movimiento San Isidro y el 27N, acaban de pedir a los gobernantes de La Habana, la autorización para realizar una marcha de pacifica el sábado 20 de noviembre. Han apelado a derechos constitucionales aprobados en 2019 en un referendo que legitima las protestas ciudadanas.

No se trata de estar a favor o en contra de una Constitución que la disidencia considera espuria. De lo que se trata es de respaldar a cubanos que reclaman libertad y democracia. Las alianzas políticas no son de por vida. A veces son circunstanciales. A poco más de dos meses de las protestas del 11J, lo más importante es romper la inercia. No crear divisiones ni riñas internas. La oposición cubana tiene dos caminos: o cambia sus métodos de activismo y moviliza a un número importante de adeptos que ponga al régimen contra las cuerdas, o sigue con proyectos personales que hasta la fecha no han dado resultados.

Sumar, es aceptar las diferencias políticas, filosóficas o religiosas. No importa si el que convoca es liberal, socialista o de derecha. Para fundar una república democrática, primero hay que derrocar a la dictadura. Y entre todos podemos lograrlo.

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domingo, 26 de septiembre de 2021

De La Güinera a El Resplandor: la otra intervención revolucionaria.

Por Víctor Manuel Domínguez.

Reunión de "factores" en La Güinera el pasado 18 de julio.

No creo en esa súbita preocupación y buena voluntad de las autoridades cubanas por sacar de la degradación, miseria y marginalidad a los moradores de 62 barrios habaneros en “desventaja social” . Algo está mal contado o, como siempre, el ataquito de laboriosidad revolucionaria oculta un as debajo de la manga que le permita trampear y así obtener alevosas ventajas de la situación.

Para quienes por décadas han ido por lana y vuelto trasquilados del raudal de promesas de la revolución es difícil asimilar que en medio de un contexto donde los niveles de rechazo a la gestión política, el desempeño económico y la desatención social alcanzan cuotas que superan las de anteriores crisis, aparezcan recursos para maquillar el rostro indignado y miserable de la Isla.

En mi opinión, el Plan de Intervención de los Barrios Vulnerables no alberga otras intenciones que revertir la matriz de opinión adversa generada en el país por la represión del pasado 11 de julio y eliminar los gérmenes de otro estallido social que incuban las necesidades y la desatención en estos barrios marginales del país.

De ahí en adelante todo es finta, manipulación, una cortina de humo para ocultar el canto de cisne de un régimen que agoniza por causa de su ineficiencia, intolerancia y represión. Nadie cree que las susodichas intervenciones para mejorar la calidad de vida de quienes habitan estos barrios insalubres “hayan llegado para quedarse”, como aseguró Díaz-Canel, pues esa no es su intención.

Pocos  dudan que después de tantas y amargas experiencias esta “intervención de apoyo” no sea más que otra maniobra para encubrir la intromisión en los asuntos internos de cada barrio y en el comportamiento individual –desempleado, colero, apáticos a la revolución– de cada morador. No importa que haya participado o no en la manifestación: si no es revolucionario, será otro a vigilar.

Además, si estos intercambios incluyen interacción entre “come candelas” de la comunidad y funcionarios del municipio y del país –incluidas fotos y entrechocar de puños con los vecinos a “beneficiar”– no dudo que ahí surjan las propuestas deshonestas para chivatear a quienes en el barrio no simpatizan con la revolución, a cambio de unas tejas de zinc de más. En un ambiente envilecido la dignidad es un objeto de canje que los indignos revolucionarios saben aprovechar.

De ahí que aunque nada resuelva pintar una bodega o construir una carnicería, que por dentro permanecerán igual de desabastecidas que las de mejor caché, algunos delatarán a ese vecino que habla mal de la revolución o se comprometerán en ponerle corazón a Cuba en la vigilancia de los barrios.

Dividir más a las familias, crear un escenario de paranoia general,  es lo que trae la “intervención”. Por esas y otras razones de nada servirá hacer un círculo infantil en La Güinera, suprimir un río  de aguas albañales en El Fanguito ni reparar el techo a dos bohíos en La Timba, aquí en la capital. Menos asegurar el temblor de las casuchas levantadas por la fuerza en el conocido “llega y pon” El Remeneo, en Bayamo, y por gusto ponerle luz al círculo de abuelos de Bollo Manso, en Holguín.

Los cubanos que salieron el pasado 11 de julio a reclamar cambios, libertad, patria y vida, hoy no se conforman con limosnas llegadas desde el exterior, ni viejas promesas con nuevos maquillajes desde el interior. Cuando menos, piden libertad de pensamiento y acción para decidir qué hacer con sus vidas dentro del país.

Si nunca una intervención revolucionaria tuvo buen fin para la población –la prensa libre, los miles de negocios cubanos y la empresa extranjera– esta sería la peor. Bajar la guardia, relajar la tensión en un momento en que una atemorizada dictadura promete lo que tenga que prometer para borrar los ecos de la represión que desató el 11J, sería traicionar a los manifestantes pacíficos que aún permanecen en prisión. Y por el arreglo de un techo no se puede acallar el grito de libertad

Cuidado: la nueva intervención no es más que un falso movimiento de tierra en Tamarindo y Hoyo colorao; demagogia revolucionaria; política barata; ideología chatarra en el discurso esclerótico pronunciado por Díaz-Canel durante la Cumbre de la CELAC. El rumbo actual está en el Patria y vida citado por Luis Lacalle Pou en México, y en la marcha convocada para el venidero 20 de noviembre en toda Cuba. Otra cosa sería condenarnos a la época de los dinosaurios y cromañones.

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sábado, 25 de septiembre de 2021

Cintio Vitier traicionó al catolicismo para ser aceptado por el castrismo.

Por Orlando Freire Santana.

Este 25 de septiembre se cumplen 100 años del nacimiento del poeta y ensayista cubano Cintio Vitier, integrante del famoso grupo literario Orígenes que fuera liderado por el también poeta y novelista José Lezama Lima.

Comoquiera que Vitier terminó sus días en total sintonía con la política cultural del castrismo, son  muchos los homenajes que la cultura oficialista anuncia por estos días para conmemorar el centenario de su natalicio. No obstante, valdría la pena rememorar el espinoso camino que hubo de transitar el poeta para ser finalmente aceptado por la cultura castrista. En especial, debido a su fe católica.

En 1958 vio la luz el libro Lo cubano en la poesía, un valioso texto de Cintio Vitier que recorría el itinerario de ese género literario en la isla. Ese ensayo, sin embargo, fue objetado por algunos críticos debido a que ignoraba por completo la situación política y social por la que atravesaba Cuba en ese momento. En defensa de su texto, Cintio argumentaba que “la Poesía nos cura de la Historia”

Doce años después, en 1970, se publicó una nueva edición de Lo cubano en la poesía, en la que el autor escribe un prólogo donde da a entender que ya no había tal contradicción entre la Poesía y la Historia. Evidentemente, ya por esta época Cintio intentaba penetrar en las filas de la cultura castrista.

Llegamos al año 1975 y con él la publicación en México del ensayo Ese sol del mundo moral, un texto de encendido fervor martiano y hasta fidelista, que analizaba la tendencia seguida por la eticidad cubana desde los albores de nuestra nacionalidad. Sin embargo, este nuevo libro de Vitier contemplaba la eticidad separada del acontecer económico, político y social del momento. Todo al margen del Materialismo Histórico de Carlos Marx, que signaba las ciencias sociales que se impartían en el país.  Además, la condición católica del autor se alejaba del ateísmo científico que por aquella época preconizaban los manuales soviéticos que abundaban en Cuba.

Como consecuencia de ello, el libro de Cintio Vitier fue ignorado por las editoriales cubanas. Y cada vez que le preguntaban a él acerca del porqué de la no publicación en la isla de su ensayo, su respuesta era que había muchas “incomprensiones”. En el fondo imaginamos el sufrimiento del poeta, que ya daba muestras de comulgar con el castrismo, y sin embargo ese mismo castrismo no acababa de admitirlo en sus filas.  ,

Así las cosas, llegó el período especial de los años 90. Y en 1993, cuando la situación económica y social de la isla parecía haber tocado fondo, apareció el mensaje pastoral “El amor todo lo espera”. Un documento en el que la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba denunciaba la política gubernamental que había, en buena medida, dado lugar a ese lamentable estado de cosas. Incluso, los obispos proponían que el gobierno dialogara con aquellas personas que pensaban de una manera diferente con vistas a destrabar la crisis que afrontaba la nación.

De inmediato la prensa oficialista la emprendió contra los obispos, calificados por algunos medios oficialistas como traidores a la patria.

Se podrá imaginar el dilema que enfrentaba el poeta Cintio Vitier. De un lado sus obispos católicos, pero del otro el oficialismo castrista del que aspiraba a formar parte.

A la postre, el desenlace sobrevino mediante el artículo de Cintio titulado “Observaciones al mensaje de los obispos”, aparecido en el periódico Granma, en su edición del 22 de septiembre de ese año 1993.

“Antes que aceptar el derecho a la diversidad, hay que defender el derecho del país a la supervivencia como nación independiente”, fue lo que escribió el poeta. De esa manera, Cintio le daba la espalda al mensaje pastoral y se alineaba junto al castrismo en aquel momento definitorio.

En recompensa, pronto el castrismo premió al poeta. En 1995, al fin, vio la luz la edición cubana de Ese sol del mundo moral, y ese propio año Cintio y su esposa Fina García-Marruz fueron las figuras centrales con que el gobierno conmemoró el centenario de la caída en combate de José Martí.

Cintio Vitier podía proclamar que, tras mucho bregar, la Historia entraba en el hogar de la Poesía. Pero, claro, no era una Historia cualquiera, sino la interpretada por el castrismo.

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lunes, 20 de septiembre de 2021

Se infla la economía en Cuba.

Por Liliana Rodríguez.

Bodega en La Habana, Cuba.

Las partes que forman el cuerpo del cubano son diferentes a las del resto del mundo, ya que se compone de cabeza, tronco, extremidades y “jabita”. Aquí tener una “jabita” encima cuando se sale a la calle es una necesidad, todo el mundo piensa: “Por si aparece algo”.

Pero las jabas tienen su historia. Ellas fueron las que sustituyeron los cartuchos de papel por el desarrollo y la modernidad; cuando aparecieron valían 50 centavos y como se sabe producidas por el Estado, por lo que todas las que circulan en grandes cantidades por la calle son consecuencias del “desvío”. Al cabo del tiempo subieron el precio a un peso, y así se mantuvo hasta que comenzaron los “inventos económicos” de este año, ya en estos momentos valen tres pesos cada una y en algunas provincias dos por cinco pesos. Algo que solo sirve para transportar y tiene aire dentro, pero que en las tiendas con mucha tranquilidad te venden cualquier cosa y te dicen: “no hay jabitas”.

Otra situación sucede con los fósforos. Llegó un momento que por la falta de producción era muy difícil conseguir una cajita, recordemos que años atrás valían cinco centavos de peso; pero que el equipamiento obsoleto para producirlos, con más de 60 años de explotación, paró la venta; porque ninguno de los sesudos de la dictadura pensó en modernizarlos. Entonces se comercializaba a 50 centavos de peso, después subió a un peso; y en estos momentos en que la mayor parte se adquiere en el mercado negro se puede pagar entre cinco y siete pesos por una cajita. En honor a la verdad, habría que decir que son muy malos en su calidad y que los envases vienen casi vacíos.

Solo en estos dos elementos que son insignificantes en la vida diaria se puede ver cómo se han inflado los precios en la economía subterránea. Entonces cabe preguntarse: ¿Qué se dejará para los alimentos y las medicinas?

En estos momentos se está utilizando la modalidad de venta por Internet, las personas se anuncian, hacen incluso grupos en los que venden alimentos, medicinas y hasta artículos de ferretería y electrodomésticos. Entre ellos el más antiguo y popular es Revolico; pero de forma reciente han surgido otros que reúnen miembros y te invitan a unirte.

Por ejemplo, están estos tipos de anuncios: “Ganchos de teja a 12 pesos cada uno, quedan 60 ganchos. Tienen que cogerlos todos o si no a 18 pesos”.

En fin, que usted puede encontrar lo que necesite en Internet, pero tiene que tener un buen bolsillo, ya que las cuentas que sacan los suministradores convierten un dólar en 65 pesos cubanos, lo que implica que todo se vende muy caro.

También han tenido mucho éxito los restaurantes con comida a la casa, le envían la carta por internet, usted encarga la comida y se la llevan a su hogar con un costo adicional, en moneda nacional. Claro, el plato más barato ronda los 350 pesos. Hay incluso quien vende croquetas, empanadas, bolitas de queso y hace diferentes combos con estos productos, los cuales le sirven en su casa con un precio que ronda entre los 400 y 800 pesos.

Pero, ha surgido una mensajería de productos de las tiendas en MLC, vendidos en moneda nacional, al cambio de 65 por uno, que le llevan la mercancía a su casa, casi todos en motos eléctricas, y le cobran 100 o 120 pesos por la entrega, para lo cual usan la palabra en inglés “delivery”.

Con estos nuevos empresarios, casi todos jóvenes, se pueden conseguir cosas que no se ven ni en las tiendas de MLC. Por ejemplo, un queso Gouda que antes valía unos 25 CUC, unos 600 CUP, ahora vale 2.500 pesos, que al tipo de cambio oficial son 104 dólares; pero como circula la moneda verde en el mercado subterráneo daría un precio de unos 38 dólares.

Es muy complicado sacar todas estas cuentas y pensar si está caro o está barato; la cuestión es tener tanto dinero, porque con el aumento de la electricidad y del resto de los servicios al hogar cada vez es más corto el efectivo que queda para las compras mensuales. Como dice el refranero popular, “hay que pintar figuritas en el aire para que la cuenta dé”.

Lo cierto es que cada vez más se infla la economía y no se logra que las familias resuelvan sus necesidades materiales, claro las espirituales hace muchos años que ni se habla de ellas y con la aparición del virus chino cada vez se ponen más difíciles.

En ese sentido los que más sufren son los niños y los ancianos, que encerrados poco tienen que les pueda elevar el nivel de espiritualidad.

Pero, la conclusión de todo esto no es lo malo que está en estos momentos adquirir cualquier cosa de necesidad, lo que hay que pensar, cuando pasen cuatro o cinco meses que este nivel de inflación debe estar en un 300% ¿a dónde más va a llegar?

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Los comunistas, Cuba y Europa.

Por Carlos Alberto Montaner.

Cuba se ha convertido en un problema para la izquierda en todas partes, pero especialmente en Europa. No saben qué hacer con la Isla. El Parlamento Europeo (PE), el mayor del planeta, votó una resolución en la que se condena al gobierno del ingeniero Miguel Díaz-Canel por la represión ejercida el 11 de julio pasado. Salieron por millares a protestar pacíficamente en unas 50 ciudades y pueblos de Cuba, ejerciendo un derecho constitucional, y el régimen, instigado por Díaz-Canel, los reprimió sin compasión. Fueron 426 votos en contra de la dictadura, 146 a favor y 115 abstenciones.

De los 146 votos a favor, casi la totalidad se escudó en el “bloqueo del imperialismo yanqui”. Ellos, y Díaz-Canel tienen la certeza de que esa es una excusa tonta, pero la asumen porque es la única que poseen. Saben perfectamente que el sistema no funciona, pero no están dispuestos a cambiarlo porque perderían el poder y todos los privilegios.

El embargo consiste, fundamentalmente, en que no es posible concederle créditos a Cuba (esencialmente porque no pagan, como pueden constatar Japón, España, Argentina, Rusia y un largo etcétera ), pero el primer suministrador de comida y medicinas a la Isla es Estados Unidos. Sencillamente, el embargo no es verdad. No existe. No hay una prohibición de realizar transacciones con la Isla. Si Cuba pide el permiso de adquirir comida o medicinas se le concede el 99.9% de las veces. Lo que sí existe es el peligro de invertir en propiedades arrebatadas sin compensación adecuada a sus legítimos dueños. Algo que es moralmente correcto.

El Parlamento Europeo está compuesto por países fundadores, como Francia y Alemania, y naciones que consiguieron sacudirse el yugo soviético que formaron parte de ese mundillo siniestro, totalitario y bárbaro. La mayor resistencia al comunismo, claro, está en ese sector. Desde los tres países del Báltico, en el norte, hasta el sur de Bulgaria y Eslovenia, pasando por los checos del inolvidable Havel y los polacos de Solidaridad, donde comenzó a deshacerse el comunismo.

El infame pacto Ribbentrop-Mólotov de 1939, encaminado a desguazar Polonia y devorársela entre los nazis alemanes y los comunistas soviéticos continúa vigente en la memoria colectiva de los polacos. Algunos de los países que constituyen el PE prohíben la existencia de partidos comunistas o fascistas, otros las permiten. Los comunistas europeos hoy tratan de sobrevivir respetando las reglas democráticas y olvidando las recomendaciones marxistas de establecer una “dictadura del proletariado” durante un periodo que Marx no precisó.

Lo que queda del comunismo en Europa (menos en Bielorrusia, donde está vigente el estalinismo) es un partido que persigue con saña la “desigualdad de resultados”, que cree en el intenso gasto público como la Syriza de los griegos, y preconiza la planificación centralizada. Como esa es la receta para un fracaso anunciado, Alexis Tsipras se hundió con ella, pero dejó un ejemplo en los cuatro años que gobernó del 2015 al 2019: los comunistas, al desprenderse del leninismo y respaldar los Derechos Humanos son confiables y democráticos. Por eso el viejo comunismo cubano, hecho de represión, de palo y tentetieso, es un grave dilema moral. Si lo apoyan es que no han aprendido la lección y son grandes hipócritas (como los comunistas de Podemos en España).

Hay una ley, firmada por Bill Clinton en 1996, llamada “The Cuban Liberty and Democratic Solidarity Act”, la ley Heims-Burton, que trata al gobierno cubano como un enemigo, que es lo que Fidel Castro quería y lo que se sintió siempre hacia sus vecinos del norte (como dice en una famosa carta a Celia Sánchez, de 1958 escrita en Sierra Maestra), y que tiene su fundamento en las confiscaciones sin compensaciones de 1959 y 1960.

La ley es, realmente, generosa. Si Cuba deja de ser una excepción totalitaria en el mundo, y permite elecciones libres y multipartidistas, sin duda se acabarían las sanciones y habría ayuda para reconstruir a la nación cubana. Lo dice la ley. Lo asombroso es que Díaz-Canel y la cúpula dirigente, formada por personas generalmente inteligentes, saben que, o cambian el modelo político y económico, o continúan siendo unos miserables sin redención víctimas del sistema improductivo impuesto a la sociedad cubana. (Por eso los cubanos se lanzaron a las calles pidiendo libertad el 11 de julio).

Un sistema basado en el alquiler de médicos y otros profesionales en el exterior (a quienes roban más del 80% de sus salarios), e inversiones de lavadores de dinero extranjeros o nacionales, camufladas dentro de las copiosas remesas que Cuba recibía de manos de Western Union. Esto lo reveló el economista Emilio Morales, el gran experto en ese tema, cuando trató de explicarse las inversiones en hoteles de lujo, mientras la población pasa, literalmente, hambre.

Más tarde, con la salida de casi dos millones de personas de Cuba, y su instalación progresiva en EE.UU., concretamente en Florida, el embargo se mantuvo como una concesión a esos Cuban-Americans dada la tradición política norteamericana de tomar en cuenta a las víctimas para la formulación de su política exterior. (Los judíos con relación a Israel, o los negros con relación a África son buenos ejemplos). Por eso demócratas y republicanos opinan que “los asuntos cubanos son una cuestión de política interna” de EE.UU. Realmente lo son.

El voto del PE ocurrió mientras Díaz-Canel estaba invitado a México por el presidente Andrés Manuel López Obrador con motivo de la conmemoración de la Independencia del país. A AMLO le pasaron la cuenta los cubanos anticastristas que radican en México y la propia oposición mexicana. Vicente Fox (“come y vete, Fidel”) y Felipe Calderón del PAN, lo que queda del PRI decente –hay un PRI decente, créanlo o no los lectores–, y el entorno de algunos intelectuales nucleados en varias revistas literarias como Letras Libres del historiador y ensayista Enrique Krauze, a los que se agregan Jorge Castañeda, escritor y excanciller de México, autor de una valiosa biografía de Che Guevara, y Héctor Aguilar Camín, director de Nexos y escritor él mismo de textos muy valiosos. Es decir, a AMLO le ha salido el tiro por la culata. Lo tiene merecido.

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sábado, 18 de septiembre de 2021

El ogro filantrópico.

Por Miguel Sales Figueroa.

La mayor amenaza actual a la libertad y los derechos civiles en las democracias occidentales es el crecimiento del Estado. La hinchazón del aparato estatal se traduce inevitablemente en más injerencia en la vida privada y una mengua de la autonomía personal. El Gobierno, brazo ejecutor de ese aparato, administra porciones cada vez mayores de nuestra vida y decide qué comemos y cómo nos vestimos, qué autores se publican y cuáles no, a qué médico podemos acudir y qué asignaturas estudian nuestros hijos, adónde podemos viajar y qué salarios debemos percibir por nuestro trabajo. Como suelen repetir alegremente los voceros del estatismo, el Estado somos todos.

Por un momento, a finales del siglo pasado, pareció que esta tendencia se atenuaba y que la sociedad civil recuperaba protagonismo. Pero iniciada ya la tercera década del siglo XXI es evidente que el Estado moderno –‘la ballena’ como lo bautizó George Orwell o ‘el ogro filantrópico’, como lo llamaba Octavio Paz- ha vuelto por sus fueros y que el pueblo soberano está dispuesto a renunciar a parcelas cada vez mayores de libertad y derechos en aras de los servicios y la seguridad -real o imaginaria- que el Estado le proporciona. Por supuesto, estas políticas exigen un volumen de impuestos casi confiscatorio y propician el despilfarro y la corrupción. 

En España, donde vivo desde hace muchos años, los avances del estatismo son quizá más notorios que en otras sociedades democráticas. Porque aquí tanto los partidos del ala social-comunista como los de tendencia liberal-conservadora son estatistas. La diferencia no radica en el credo sino en las modalidades de su aplicación. La eclosión del populismo a partir de la crisis de 2008 no ha hecho más que acentuar el fenómeno. 

Aquí lo más frecuente es que el Estado, en defensa de sus intereses corporativos, sirva a los partidos políticos que lo administran, al tiempo que trata de impedir que la sociedad civil se ocupe libremente de sus propios problemas.  Los ejemplos más flagrantes de esta línea de conducta se encuentran en los sectores de la educación y la salud pública. 

En el marco de los 37 países más desarrollados del mundo, que componen la OCDE, España ocupa siempre un puesto intermedio en cuanto al público gasto por alumno, pero invariablemente obtiene pobres resultados de esa inversión social y padece una de las tasas más altas de abandono escolar. Las universidades están lastradas por la endogamia y la mala gestión, y para completar el cuadro, cada cuatro años se aprueba una nueva ley general de educación que suele ser peor que la precedente. Al mismo tiempo, las autoridades ponen todo tipo de obstáculos a la enseñanza privada e imponen planes de estudios orientados a adoctrinar al alumnado en la ideología progre y estatista. 

Con la salud pública ocurre tres cuartos de lo mismo. La inversión estatal es cuantiosa y la práctica privada subsiste en modo casi marginal. Pero los servicios de la Seguridad Social suelen ser lentos y mediocres, las consultas están saturadas y el gasto en medicamentos es astronómico. Hasta hace poco, la propaganda gubernamental repetía el mantra de que “el sistema de sanidad español es el mejor del mundo”. Y en eso llegó el COVID-19 y pronto el país destacó como uno de los líderes mundiales en contagios y muertos por cada mil habitantes. Eso, sin mencionar que la multiplicación de errores en la gestión de la pandemia ha generado una crisis económica de vastas proporciones. 

Esas deficiencias y esos inconvenientes se ven compensados por el hecho de que ambos sectores emplean a un nutrido contingente de funcionarios, que conforman un importante caladero de votos para los partidos que les garantizan trabajo y seguridad. Es, como dicen aquí, “la pescadilla que se muerde la cola”. Hay mucho paro, porque la elevada fiscalidad dificulta la creación de empleo en el sector privado; buena parte de los tributos que el Estado recauda se utiliza para financiar cargos oficiales redundantes y pagar subsidios a los desempleados; pero el aumento del gasto público solo puede financiarse mediante una mayor presión impositiva, porque la otra opción -bajar los impuestos, reducir el presupuesto y reformar el aparato estatal- implicaría un riesgo electoral que nadie quiere asumir.     

Si la mayoría de los partidos españoles -y en gran medida, también el resto de los europeos-, tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político, son estatistas es porque casi todos se han adherido al “consenso progre”. 

El progresismo retrógrado, que busca la hipertrofia del Estado y enarbola la bandera de la “justicia social”, ha hecho posible esta conjunción de intereses al combinar elementos de marxismo-leninismo con las reivindicaciones identitarias basadas en el “género” y la orientación sexual, el ecologismo anticapitalista y la barra libre a la inmigración ilegal. Esta mezcolanza, casi siempre de tono pseudorreligioso, se adereza con la utilización selectiva de las normas de derechos humanos aprobadas en la esfera internacional.  

Por ejemplo, rara vez, en el contexto de la ideología de la “justicia social”, se mencionan determinados artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, como el 17 (derecho a la propiedad privada), el 19 (libertad de expresión) o el 26 (derecho de los padres a escoger la educación de sus hijos). En cambio, se repiten hasta el hartazgo los “derechos de tercera generación”, que atañen sobre todo a las prerrogativas de índole económica, social y cultural y los mal llamados “derechos colectivos”. 

El efecto simultáneo de estas corrientes está socavando la democracia y allanando el camino al creciente despotismo moderno. Todas operan en favor del crecimiento del Estado y amenazan la libertad y los derechos de la ciudadanía.

En un artículo próximo ilustraré con ejemplos recientes el modus operandi de estas tendencias en la sociedad actual y examinaré cómo el totalitarismo comunista -homófobo (UMAP), destructor del medio ambiente (Mar de Aral) y alérgico a la libertad de circulación (Muro de Berlín)- terminó por fundirse con la ideología identitaria y el ecologismo anticapitalista, y adoptó como estrategia el fomento de la emigración ilegal.  

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El general Raúl Castro y sus boinas rojas.

Por Alberto Méndez Castelló.

El pasado sábado, para dar fe de vida y de mando real, el ya nonagenario general de ejército Raúl Castro fue a saludar y, de paso, revistar sus tropas como en los viejos tiempos. Lo hizo, técnicamente, o, según su decir, sin “fanfarrias” (esto es: sin consignas ni comparsas). Tampoco hubo acompañamiento de civiles confraternizando o husmeando entre militares, sin importar cuan encumbrados fuesen los invitados, por aquello de “entre guardias pocos civiles” o por considerarlos murmuradores incorregibles, potenciales correveidiles, ya fuera por acción delictuosa u omisión negligente, como ya sucedió cuando fue defenestrada aquella cofradía de elegidos que también integró Miguel Díaz-Canel, al que el mismo Raúl llamó un “sobreviviente”.

Pero ni Díaz-Canel, que como “presidente de la República” y según el artículo 128 (inciso i) de la Constitución desempeña “la jefatura suprema de las instituciones armadas” -y que por estos días y luego del estallido social del pasado julio está muy ocupado haciendo visitas proselitistas por campos y ciudades, tratando de conseguir adeptos no importa si entre curas, santeros, campesinos, estudiantes universitarios o vecinos de barrios marginales-, ni ningún otro comisario civil apareció junto al general Raúl Castro celebrando el 40 aniversario de una de las unidades élite de las Fuerzas Armadas.

Los llamadas boinas rojas tienen como misión no sólo velar por la disciplina de las tropas y todo lo que concierne a los reglamentos de ellas, sino que, yendo más allá de las instituciones castrenses, se convirtieron en los soldados-policías sancionados por la administración Biden por sus conductas represoras durante los sucesos del 11J. Se trata de uniformados que, tocados con birretes rojos y toletes en la cintura, han militarizado las ciudades cubanas, sin encontrarse Cuba en estado de guerra ni de emergencia nacional. Luego, cabe preguntar: Si tan importantes son los soldados-policías en la “protección del pueblo y su tranquilidad ciudadana”, según dicen… ¿Por qué al cumpleaños de los soldados-policías no asistió ningún gobernador civil? ¿O es que acaso en Cuba los gobernadores son los soldados-policías y no los que dicen gobernar?

Haciéndose acompañar por el general de cuerpo de ejército Álvaro López Miera, ministro de las Fuerzas Armadas y por el general de división Lázaro Alberto Álvarez Casas, ministro del Interior, ambos miembros del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), el general Raúl Castro presidió la ceremonia militar por el 40 aniversario de la fundación de las Tropas de Prevención, donde un grupo de militares fueron acreditados como militantes del PCC y la UJC (Unión de Jóvenes Comunistas) con la notoria ausencia de funcionarios civiles de la demarcación de esa unidad.

Prevención, en argot policial, significa puesto de policía donde se llevan las personas que han cometido algún delito, y entre militares, prevención es la guardia del cuartel. Así, cumpliendo con esos significados e integrando el sistema jurídico y de la Contrainteligencia Militar (CIM), las Tropas de Prevención fueron creadas en 1981 por orden del entonces ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), general de ejército Raúl Castro. Y aunque ahora vemos a los “boinas rojas” -así llamados por el color del birrete- patrullando las ciudades cuales policías de orden público, o como CVP (Cuerpo de Vigilancia y Protección), custodiando días y noches las tiendas MLC (Moneda Libremente Convertible), originalmente, la misión de estos era, específicamente, la de policía militar -con mala fama, en ocasiones, por brutalidad policial; entiéndase: yendo tras reclutas desertores, uniformados vestidos con negligencia, vehículos militares en mal estado técnico o conducidos por la vía pública con infracciones de tránsito-. También participaban en la persecución y captura de militares o civiles involucrados en delitos cometidos en zona militar o sobre bienes de uso militar. En fin, era tarea de Prevención hacer cumplir reglamentos, órdenes y leyes militares y servir de apoyo como fuerza pública a los oficiales operativos de la CIM o a instructores y fiscales de la Fiscalía Militar, o a los jueces de los Tribunales Militares.

Pero si en 1989 fueron Tropas de Prevención las que mantuvieron en custodia al general Arnaldo Ochoa y demás acusados de la Causa Uno, hasta ser fusilados unos y encarcelados otros, el pasado sábado 11 de septiembre, justo al cumplirse dos meses del 11J, en carta por el 40 aniversario de los boinas rojas, Raúl Castro advirtió sobre el “incremento de las acciones hostiles que desarrollan los enemigos de la revolución”.

Como entre los manifestantes del 11J no hubo militares, ni los hay en la oposición (públicamente), ni en la ceremonia por el 40 aniversario de las Tropas de Prevención hubo invitados civiles, es útil preguntar: ¿A quiénes Raúl Castro y el jefe de la Jefatura de la CIM, general de división Gómez del Vallín considera “enemigos de la revolución”, a los civiles?

Cabe la interrogante pues, por la cantidad de negocios y las cifras millonarias que manejan los militares en Cuba, bajo las órdenes del general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, presidente ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial (GAESA), es como si los cubanos civiles fueran ineptos, corruptos o “enemigos de la revolución”, y sólo fueran confiables -para Raúl Castro- los oficiales, a quienes también vigila la CIM y los soldados-policías, los boinas rojas.

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Tranvías en La Habana: historia de un eficiente modelo de transporte público.

Por Jorge Luis González Suárez.

Los tranvías eléctricos, que existieron en La Habana desde mediados del siglo XIX y hasta los primeros años de la década de 1950, mantuvieron una regularidad y eficiencia que ni remotamente tiene el actual transporte urbano, que tantas quejas provoca entre los habaneros.

Uno llega a esa conclusión luego de leer el libro Los rieles que hicieron ciudad: Tranvías de La Habana de Michel González Sánchez, publicado por la Editorial Boloña en el año 2018.

El libro de González Sánchez, director de Patrimonio Cultural de la Oficina del Historiador de la Ciudad,   recoge una valiosa información acompañada con abundantes fotografías, tablas históricas y planos que ilustran con amplitud el tema.

Las empresas de Ferrocarril Urbano y de Ómnibus de La Habana en el siglo XIX y la norteamericana Havana Electric Railway and Company a partir de 1900 fueron las encargadas del transporte de pasajeros  en la capital.

Según se explica en el libro, “para 1880 se transportaron más de dos millones de pasajeros, y cinco años después, la cifra se había duplicado. A principios de la década de los noventa (del siglo XIX), las cuatro líneas originales y sus extensiones permitieron que 7.533.476 pasajeros usaran el tranvía y la guagua para su transportación…”.

Si tenemos en cuenta que la población capitalina por entonces no llegaba a 200.000 habitantes, podremos entender la pujanza y calidad que tenía dicho servicio.

Portada del libro Los rieles que hicieron ciudad.

El aumento de pasajeros transportados evidencia el crecimiento de la empresa de tranvías eléctricos. En 1901 alcanzó la cifra de 12 millones, en 1904 fueron 25 millones 757 mil 534 y en 1916 logró la cantidad  de 59 millones 698 mil 791 personas trasladadas. Ya para 1945 transportaron más de 145 millones de personas.

El autor señala que “la estabilidad y confiabilidad que alcanzaron los tranvías eléctricos bajo la égida empresarial de la Havana Electric Railway and Company, dos aspectos a tener en cuenta para hablar de la eficiencia y rentabilidad del sistema, permitió una continuada larga política de gestión”.

Varios datos históricos muy interesantes aparecen en el libro. Entre otros destaca que “el 22 de marzo de 1901 circuló el primer tranvía movido por tracción eléctrica”. Añade a continuación cómo el doctor González Curquejo en una crónica de la revista Cuba y América puntualiza que “fue el acontecimiento más importante acaecido en La Habana en dicho año”.

En 1907 Frank M. Steinhart, quien ocupaba el cargo de cónsul de los Estados Unidos en Cuba, pasó a la presidencia de la Empresa. Durante su mandato y hasta su muerte (1938) el negocio tuvo sus mejores momentos de expansión con el logro de altos beneficios económicos para la entidad y sus accionistas.

Otro beneficio debido a los tranvías al extender sus redes por la capital fue incentivar la urbanización de numerosas zonas alejadas del centro, facilitar la creación de talleres e industrias hacia la periferia urbana, además permitir la comunicación de miles de trabajadores y familias que pasaron a vivir en dichos lugares.

Tranvía circulando por La Habana.

Personas ancianas que viajaron en los tranvías refieren que eran seguros, cómodos y frescos con sus múltiples ventanillas y asientos de pajilla.

La desaparición de los tranvías  se debió a que perdieron la competencia frente a los autos de alquiler y los ómnibus, que eran más rápidos y eficaces. El último viaje realizado por un tranvía; el número 388, circuló en el horario de confronta el 29 de abril de 1952. En su trayecto de ida y regreso recaudó 80 centavos.

El libro de Michel González Sánchez permite comparar la eficiencia de los tranvías con el desastroso sistema de transporte estatal actual. Señala también que la frecuencia promedio entre un tranvía y otro fue de tres a cinco minutos hasta sus últimos años, con más de 300 vagones en circulación como promedio. Hoy la periodicidad de los ómnibus oscila entre 20 y 30 minutos, o más, en las rutas principales (en las secundarias pueden demorar entre una y tres horas).

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Los grandes errores del “Comandante en Jefe”.

Por Tania Díaz Castro.

Fidel Castro en el inicio de la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar 1969-1970

Los líderes comunistas de Cuba aún no se ponen de acuerdo en decir por qué ocurrió el Período Especial: si fue a partir de 1959 cuando Fidel Castro cometió el gran error de no dejar títere con cabeza, acabando con los pequeños propietarios y poniéndolo todo en manos del Estado; o después, con la caída de la URSS, lo que acentuó la consabida ineficiencia del modelo cubano. 

El profesor de economía Archibald Ritter, de la Universidad de Carleton, en Ottawa, Canadá, analizó a finales de 2010, dos años después de la llegada al poder de Raúl Castro, el gran error que el “Comandante” cometió a su llegada a La Habana en 1959 con respecto a la industrialización instantánea, ya que esto requería de importación de maquinaria y equipos, materias primas, bienes intermedios, personal calificado y equipos de reparación y mantenimiento. 

Fidel Castro ignoró el sector azucarero, ocasionando que la zafra, entonces de 6,7 millones de toneladas de azúcar en 1961, fuera de 3,8 millones en 1963;y dando como resultado que Cuba se volviera más dependiente que nunca de la Unión Soviética.

Un poco después, cerca ya de 1970, cometió otro gran error: se le ocurrió la meta de los 10 millones de toneladas de azúcar, convirtiendo esa idea en una preocupación dominante en “defensa de su honor, su prestigio, la seguridad y la confianza en sí mismo”, como la gran campaña militar que nunca había librado.

Otro de sus grandes errores está en el invento del sistema financiero presupuestado, que no es otra cosa que empresas que operan sin autonomía financiera y sin contabilidad, sin recibir ingresos por las ventas de su producción ni pagar por sus insumos con tales ingresos. Con relación a este invento, el mismo Castro dijo el 7 de diciembre de 1970: “¿Qué es este pozo sin fondo que se traga los recursos humanos de este país, su riqueza, los bienes materiales que tanto necesitamos? No es otra cosa que ineficiencia, improductividad y baja productividad”. 

La lista de errores es larga, según Ritter. Un análisis breve de ellos arroja que se agravaron a partir de 1968, cuando el régimen expropió la mayor parte de las pequeñas empresas privadas que quedaban, tras llamarlas “capitalistas”. De esa forma, las empresas fueron empujadas a la economía subterránea y el robo y las ilegalidades se convirtieron en algo normal hasta ahora.

Varias décadas después el “Comandante en Jefe” decidió que no había futuro con el azúcar. Eliminó una gran parte de las tierras sembradas de caña y se deshizo de unos 100 000 trabajadores, sin pensar que los precios del azúcar aumentarían un poco después, cuando ya los bateyes estaban convertidos en pueblos fantasmas.

Otro de los grandes errores que señala Ritter es el medio siglo de controles monetarios sin convertibilidad por el cual responsabiliza al Che Guevara, entonces presidente del Banco Nacional de Cuba, y al propio Fidel Castro. 

Cabe aquí una pregunta imprescindible: ¿Tiene en realidad autoridad política suficiente el presidente Díaz-Canel, además de valor y amor por Cuba, para rectificar los errores de su maestro y guía? ¿O lo tienen quienes mandan en Cuba tras bambalinas, es decir, Raúl Castro y su vieja guardia militar?

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jueves, 16 de septiembre de 2021

Cuba versus República Dominicana: ¿Adónde se irán los turistas?

Por Elías Amor.

Playas de Cuba (izq) y República Dominicana (der).

El régimen comunista cubano ha anunciado, por sorpresa, su intención de proceder a la apertura del turismo internacional a partir del próximo 15 de noviembre. Y esta decisión se ha justificado por dos motivos: primero porque en esa fecha ya se habría alcanzado el 90% de la población vacunada; y segundo, porque no se puede aguantar más tiempo sin divisas.

El ministro de Turismo cubano, Juan Carlos García Granada, explicó en la Mesa Redonda del pasado 9 de septiembre los planes del régimen para retomar la actividad turística, un sector que si bien apenas alcanza un 6,5% del PIB y del empleo total, tiene un valor importante, toda vez que es una fuente esencial de divisas de la economía. De modo que las autoridades han fijado el 15 de noviembre, con plazo de dos meses por delante, porque entienden que el sector necesita preparación para comenzar sus operaciones, el trabajo de los turoperadores, las agencias, los anuncios publicitarios y la logística. También podría salir mal.

Las autoridades comunistas se han puesto nerviosas y no pueden esperar más tiempo. La caída del turismo en Cuba ha sido espectacular desde el primer trimestre de 2020, como se observa en el gráfico 1. A pesar de ser un sector estratégico y tener esta consideración en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030, lo cierto es que la pandemia provocada por el COVID-19 ha mostrado la debilidad extrema de la apuesta por el turismo internacional, y que cuando el entorno se complica, las cosas se puede poner realmente muy feas, como de hecho ha ocurrido.

Gráfico 1.- Evolución del turismo en Cuba 2020-2021

Detrás del turismo cubano, como sector estratégico para el gobierno, no solo están los hoteles de titularidad estatal gestionados por multinacionales españolas, sino un abundante volumen de mano de obra directa e indirecta, así como un creciente negocio de trabajo por cuenta propia. Este último ha sido, sin duda alguna, el que más se ha resentido por la caída del turismo que se observa en el gráfico 1.
Por el contrario, las autoridades han mostrado una absoluta desidia hacia el trabajo por cuenta propia dependiente del turismo, y han practicado un “sálvese quien pueda” con los trabajadores canalizados a otras ocupaciones, los que teletrabajan y, en suma, los que han sido enviados a sus casas con reducciones de salarios.

De modo que teniendo la campaña del verano totalmente perdida, como se observa en el gráfico 1, las autoridades han dispuesto una serie de medidas para tratar de que, a partir del 15 de noviembre, con el inicio de la temporada alta del Caribe, el turismo vuelva a Cuba. Entre las medidas aprobadas hay más de lo mismo, empezando por la flexibilización de los protocolos higiénico-sanitarios a la llegada de los viajeros al país, el mantenimiento de los protocolos sanitarios y epidemiológicos establecidos hasta el momento para las instalaciones turísticas, así como la continuidad de los servicios médicos durante 24 horas en los hoteles y la búsqueda de tecnologías para detectar cualquier síntoma, actuar con prontitud y mantener en aislamiento a las personas que lo requieran.

Por otra parte, se mantienen medidas concretas para los destinos turísticos de La Habana, Cayo Coco y Varadero que son los que ingresaron más turistas este verano, y se concentran sus actividades en zonas delimitadas. Se pretende aumentar la movilidad de los visitantes y la posibilidad de realizar excursiones citadinas en noviembre, pero si vuelven los índices de COVID-19 a dispararse esta idea se abandonará. De igual modo, los aeropuertos que reciben turistas para los polos de Varadero y Cayo Coco admitirán que cada pasajero viaje con equipajes sin restricciones de cantidad y peso. Queda sin efecto la limitación de un solo equipaje por persona.

Por su parte, los protocolos higiénico-sanitarios para los visitantes estarán centrados en la vigilancia de pacientes sintomáticos y la toma de temperatura, con pruebas diagnósticas de manera aleatoria. Todo ello irá acompañado del comienzo de la apertura del mercado interno turístico de manera gradual, en correspondencia con los indicadores epidemiológicos de cada territorio.

¿Serán suficientes estas medidas? ¿Vendrán a Cuba los españoles, italianos o canadienses por este tipo de medidas adoptadas por el régimen comunista? Es dudoso. El turismo quiere, además de precio y calidad, seguridad, tranquilidad y estabilidad. Al menos, el turismo masivo que llena los hoteles, que es el modelo por el que apuestan los dirigentes del régimen. Ese turismo no quiere sobresaltos, es miedoso y quiere sacar el máximo provecho de su experiencia. ¿De verdad alguien cree que con estas medidas, de espanto, el régimen va a atraer a alguien?

Además, luego están los indicadores de salud, que no remontan. Los últimos datos de la COVID-19 en Cuba son los peores desde el comienzo de la pandemia en 2020. Las instalaciones sanitarias se encuentran desbordadas y existe una sensación de causa perdida que se corresponde con los datos oficiales. Con cifras de Our World In Data, con fecha de corte del 4 de septiembre, los porcentajes de vacunación (una dosis) en América Latina son los siguientes: Uruguay 76,76%, Chile 75,12%, Brasil 64,49%, Panamá 63,74%, Argentina 61,94%, Ecuador 59,81%, Costa Rica 59,53%, El Salvador 56,06%, República Dominicana 53,40%, Cuba 50,12%, Colombia 46,35%, México 45,11%, Belice 41,39%, Guyana 39,66%, Surinam 34,79%, Bolivia 34,11%, Perú 32,20%, Paraguay 31,37%, Honduras 27,52%, Venezuela 20,92%, Guatemala 18,90%, Nicaragua 6,61% y Haití 0,24%

Cuba en el décimo puesto, con un 50,12% de población vacunada, está por debajo de República Dominicana, con 53,4%. Conviene retener estos datos.

Por otra parte, si se atiende al número de infectados ofrecidos por los ministerios de Salud de los países (datos oficiales), con fecha de 10 de septiembre, Cuba con 720 739, ocupa el puesto séptimo del conjunto de países de América Latina. La República Dominicana con 352 441 se sitúa mucho más abajo, en el puesto 18. Como ambos países tienen una población similar, en torno a los 11 millones, la incidencia relativa en Cuba es más del doble.

Es evidente que Cuba registra peores resultados comparativos con la República Dominicana en la lucha contra la pandemia. Y ello, como es de suponer, tiene su correlato en la evolución del turismo. El turista que quiere pasar sus vacaciones en el Caribe, no quiere sobresaltos. El gráfico 2 muestra la estadística turística de República Dominicana: un éxito.

Gráfico 2.- Evolución del turismo en República Dominicana 2020-2021

La República Dominicana, al igual que Cuba, también se resintió por el impacto de la COVID-19 a partir de febrero de 2020, pero la recuperación del turismo se inició en agosto de ese mismo año, continuó en el último tramo y, finalmente, la campaña de 2021 ha servido para recuperar en los meses de verano los niveles de partida antes de la pandemia. 

La dinámica comparativa con Cuba es muy diferente. Lo mejor es presentar en el mismo gráfico las dos evoluciones, pero como en República Dominicana los datos de turismo son muy superiores en términos absolutos a los de Cuba, se hace necesario usar los números índices, con base 100 de media en los dos primeros meses de 2020 que todavía no estaban afectados por la pandemia.

En el gráfico 3 se presenta la evolución comparativa de los dos países:

Ya pueden decir las autoridades comunistas cubanas lo que quieran y echar la culpa al embargo y lo que les dé la gana: el gráfico 3 es contundente. El flujo turístico a Cuba (línea de color azul) no remonta, se estanca, apenas crece en 2021 con respecto al turismo que se dirige a República Dominicana (línea naranja) donde existe lo que podría denominarse como un “retorno a la normalidad” habiéndose alcanzado el nivel de partida de los dos primeros meses de 2020, mientras que en el caso cubano, se está por debajo del 90%. Hasta los rusos han preferido el turismo de República Dominicana al de Cuba este verano, ¿por qué será?

No es extraño que las autoridades comunistas pierdan los nervios. Ni la salud ni el turismo van por buen camino. Nadie en Cuba ha pensado que estas son las dos variables de una ecuación que deben tener los mismos valores. De nada sirve luchar para aumentar el turismo si la pandemia sigue ahí. Solo reduciendo la incidencia de casos, se puede producir el despegue del turismo.

La prueba está en que todos los parches del régimen durante este último año y medio, como el “programa turismo más higiénico y seguro”, o la certificación de entidades para el autocuidado, no dan los resultados buscados. Y la campaña de vacunación no alcanza los porcentajes de otros países, por mucha propaganda que se haga; más bien parece estancada al no acabar de conseguir las vacunas cubanas la aceptación de la OMS.

Insisto: al turismo internacional no se le atrae con protocolos de atención médica y enfermería dentro de las instalaciones ni con vigilancia epidemiológica.

Desconozco lo que hacen en República Dominicana, pero allí no hay tanta palabrería y anuncios oficiales relativos al compromiso, la disciplina y la entrega de los trabajadores del sector para ayudar al pueblo. Se tiene la impresión de que los resultados del turismo en ese país son excepcionales, incluso mejor que los producidos en algunas potencias del sector. La demagogia comunista y la verborrea tienen poco o nulo interés cuando se trata de gestionar la actividad económica, donde lo que toca es hacer bien las cosas, con orden y responsabilidad, por supuesto que sí, para ganar dinero, pagar salarios, crear empleo y poder crecer sin depender de las arcas y las decisiones del Estado.

El turismo comunista cubano tiene en la República Dominicana un buen ejemplo a seguir, pero los gobernantes de la Isla no mueven ficha porque saben que en esa parte de La Española el turismo está bajo control absoluto del sector privado, con una participación muy limitada del Estado. Ahí reside la clave del éxito diferencial, y una clara orientación de qué es lo que se debe hacer. Los datos no admiten dudas. 

Sobran los mensajes grandilocuentes, como los que lanzó el ministro del sector en la Mesa Redonda: “El país asume con responsabilidad la actividad turística que se reanudará, próximamente, en todos los escenarios posibles y con la aspiración de incrementar las cifras económicas, siempre atendiendo a la salud de la población y bajo el desafío de alcanzar niveles precedentes a la etapa del azote de la pandemia”. Toda esa patulea sobra; lo que se tiene que hacer realmente está muy claro. República Dominicana indica el camino a seguir.


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Inflación devora el salario de los cubanos.

Por Iván García.

Cada cual intenta campear la brutal crisis económica a su manera. Miriam, jubilada de 66 años, devenga una pensión de 1,800 pesos -74 dólares al cambio oficial, 30 en el canje del mercado negro)- y como no le alcanza, le lava ropa a sus vecinos y elabora flanes para ganar unos pesos extras.

“Si no tienes FE (familiares en el extranjero) entonces tienes que vivir del invento. El 80 por ciento de los cubanos sobrevive a duras penas. Los que trabajan se roban cualquier cosa que luego venden por la izquierda o estafan a los clientes para ganar dinero”, dice Miriam, quien durante treinta años fue cajera en un banco estatal.

Mientras da instrucciones a su hija en la preparación de los flanes, introduce en la lavadora un bulto de sábanas y toallas. “El cliente pone el detergente y por cada pieza que lavo y plancho cobro diez pesos, veinte por las sábanas y toallas grandes y 30 por sobrecamas y edredones. Un flan lo vendo a 150 pesos. Mi hija gana 3 mil pesos en un comedor obrero y algo siempre se le ‘pega’ (lo roba: arroz, aceite o un pedazo de carne de puerco. Trabajamos muchas horas diariamente, pero nos alimentamos mal. El dinero apenas alcanza para pagar electricidad, gas y agua. Ya olvidamos la última vez que nos compramos una muda de ropa. A mi nieta no pudimos celebrarle los Quince. Por si fuera poco, llegó el Covid. Gracias a Dios no nos hemos enfermado, porque cualquier medicina te cuesta mil pesos. En Cuba el que no tiene parientes afuera que le mande dólares está jodido. Nuestra maldición no tiene para cuando acabar. Y el gobierno sigue en la luna de Valencia, de reuniones en reuniones y diciendo mentiras”, afirma Miriam.

A ocho meses de iniciada la llamada Tarea Ordenamiento, una reestructuración monetaria diseñada por la dictadura para reactivar la moribunda economía cubana, la inflación galopante ha devorado el alza salarial. Gustavo, economista, explica: “Los salarios y pensiones aumentaron entre 2 y 4,9 veces. Pero los precios de servicios básicos como el pago de la electricidad, el agua, teléfono, libreta de racionamiento o el gas, en algunos casos, crecieron hasta veinte veces más. La magra canasta que entrega el Estado subió su costo de diez pesos a más de doscientos. La electricidad, para quienes poseen electrodomésticos modernos, uno o dos televisores y aire acondicionado, el consumo rodan los 5 mil pesos mensuales.Eso representa el salario integro de muchos profesionales. Es una manera de penalizar el confort y la calidad de vida de los ciudadanos, lo que resulta una contradicción en un gobierno que proclama construir un socialismo próspero”, expresa y añade:

“Incluso las personas y familia de bajos ingresos ahora tienen que pagar entre diez veces más por la factura eléctrica, el gas y la canasta básica. Al existir un desabastecimiento crónico en los mercados por pesos, se ha devaluado tremendamente la moneda nacional. Un dólar, a pesar de que en efectivo no se acepta en las transacciones bancarias, se cotiza en el mercado negro entre 60 y 61 pesos y el euro de 79 a 80 pesos. Como las tiendas MLC son la única opción de comprar la mayoría de los alimentos, los cubanos se ven obligados a comprar divisas en el mercado subterráneo, ya que los bancos del Estado, que lo cotizan a menor precio, por falta de liquidez no vende divisas”.

Los precios de alimentos, medicinas, artículos de aseo, ropa y calzado no paran de aumentar. Si en enero, al comienzo de la fracasada Tarea Ordenamiento, una libra de pescado costaba entre 120 y 140 pesos, en el mes de septiembre, si lo encuentras, la libra no baja de 250 pesos. Casi todos los precios de los alimentos han crecido entre un diez y un cincuenta por ciento desde el mes de enero. Las viandas, frutas y hortalizas, cuando el régimen intentó topar los precios, desaparecieron de los agromercados.

Al liberalizar su venta, regresaron a las tarimas con precios de escándalo. Tome nota. Una libra maní se vende entre 50 y 60 pesos, un diez por ciento más que en enero y más del doble si lo comparamos con 2020. Una libra de naranjas, verdes, ácidas y sin apenas zumo, 10 pesos. Una piña madura, 40 pesos. Dos mangos medianos, 70 pesos. Una libra de frijoles entre 60 y 80 pesos. La libra de jamón se disparó de 100 pesos en enero a más de 200 en septiembre. Hace ocho meses, la libra de carne de cerdo costaba 100 pesos, ahora ha aumentado en un 20 o 30 por ciento.

Los precios de las medicinas son de infarto. En los años 90, en pleno Período Especial, no hubo un déficit tan marcado de medicamentos y se mantuvieron los precios módicos en las farmacias estatales. Con la Tarea Ordenamiento, algunos medicamentos triplicaron sus precios. Esa alza se combinó con un brutal desabastecimiento, debido a que los laboratorios de producción farmacéutica están parados por falta de materias primas e impagos a los importadores.

En el mercado negro tres cápsulas de Azitromicina pueden llegar a costar entre dos mil y tres mil pesos;d iez bulbos inyectables del antibiótico Rocephin ronda los diez mil pesos y un pomo de vitamina C de mil gramos comprado en Miami no baja de mil pesos.

La inflación es total. La subida de precios abarca desde un par de sillones viejos, un tinte de pelo hasta confituras infantiles. Un paquetico de galletas con crema que valía 25 pesos actualmente cuesta 100. Un paquete con cuatro rollos de papel sanitario, cuyo costo es de 50 pesos, se revende en 150 en el mercado negro.

Sucede igual con la ropa, el calzado y los electrodomésticos. Una arrocera con un precio equivalente a mil pesos de acuerdo a la tasa cambiaria estatal, se oferta en cinco mil pesos en la calle. Y por un par de tenis chinos, de pésima calidad, tienes que pagar de tres mil a cuatro mil pesos. Por eso familias como la de la jubilada Miriam no recuerdan la última vez que se compraron una muda de ropa y se estrenaron un par de zapatos nuevos.

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viernes, 10 de septiembre de 2021

En Cuba los esclavos comían mejor que los cubanos de hoy.

Por Roberto Alvarez Quiñones.

Si a un turista extranjero en Cuba alguien le comenta que en el siglo XIX los esclavos comían mejor que los cubanos de hoy, en la tercera década del XXI, lo tomaría como un chiste anticastrista. Simplemente no lo creería.

Y es lógico. Las desgracias que causa el comunismo en Cuba son tan aberrantes que a veces no parecen creíbles. Pero así es, los esclavos en las haciendas decimonónicas de la Isla se alimentaban mejor que los cubanos de hoy.

Manuel Moreno Fraginals, en su monumental investigación-ensayo El ingenio, mostró que los esclavos en Cuba consumían per cápita diariamente media libra de carne de res, tasajo (carne vacuna ahumada y seca) o bacalao (pescado salado), 500 gramos diarios de harina de maíz, además de boniato, yuca, calabaza o fufú de plátano.

También comían tostones de plátano, funche (guiso de maíz), frituras, guisos de quimbombó, viandas con mojos (malangas, plátanos, ñame), chilindrón de chivo, y congrí. Aquella dieta, precisa el autor, "satisfacía con creces las necesidades calóricas y proteínicas para cada jornada de trabajo".

Y es engañoso el argumento castrista de que los esclavos tenían que ser bien alimentados porque realizaban trabajos muy duros. Hoy quienes trabajan igualmente muy duro en los campos de Cuba no pueden comer, ni en sueños, media libra diaria de carne de res, tasajo, bacalao o chilindrón de chivo. Ni congrí abundante todo el mes, frituras o tostones (¿con qué aceite?) La agricultura no los produce suficientemente, y no hay divisas para importarlos.

El estudio de Moreno Fraginals reveló que en 1850, con un millón de habitantes, Cuba importaba anualmente 8.000 toneladas de bacalao, 16.000 toneladas de tasajo, 700 toneladas de carne salada de vaca y puerco, 800 toneladas de jamón y 200 toneladas de tocino. Eso arrojaba un per cápita de 55,7 libras anuales de carne importada, o sea, 4,6 libras mensuales, a las que había que sumar las producidas nacionalmente.

Para poder registrar hoy en la Isla ese per cápita de hace 170 años, el país tendría que importar unas 200.000 toneladas de carne de res y de cerdo, y producir además nacionalmente diez veces más carne ¿Hace eso el Gobierno de Díaz-Canel en su "continuidad" para construir el socialismo?

En su obra antológica, Moreno Fraginals destacó que el consumo de carne en Cuba fue "siempre muy elevado" y que en los ingenios situados en las zonas de Sancti Spíritus y Puerto Príncipe (Camagüey), "daban a sus esclavos, exclusivamente, carne fresca, que resultaba más barata que el tasajo".

Cada esclavo comía media libra de carne de res diariamente.

En Las Villas, en el ingenio Las Coloradas, de la familia Valle Iznaga, con 260 esclavos, se sacrificaban 11 reses mensuales que proporcionaban media libra de carne fresca diaria para cada esclavo. Y los que en 1836 trabajaban en la construcción del ferrocarril Habana-Güines recibían media libra de tasajo, o carne fresca, media libra de plátanos machos y 18 onzas de harina de maíz.

La media libra de tasajo o carne fresca proporcionaba unos 70 gramos de proteína animal, 13 gramos de grasa y 382 calorías. A eso se añadían 15 gramos diarios de proteína de origen vegetal (harina de maíz, plátano, frutas y azúcar).

Y ahí está el detalle. Los nutricionistas aseguran que un adulto debe ingerir diariamente 0,8 gramos por kilogramo de peso corporal. Quien pesa 75 kilogramos (165 libras) debe consumir entre 55 y 60 gramos de proteína diarios. Y los alimentos más ricos en proteínas son los de origen animal. Solo que en Cuba hay ahora 100.000 reses menos que hace 103 años, en 1918, y con cuatro veces más habitantes.

Cuánta carne vacuna come hoy un cubano nadie lo sabe. Tampoco nadie sabe que en 1958 sus padres y abuelos consumían 6,7 libras mensuales per cápita de carne de res, según las estadísticas oficiales. Hoy muchos cubanos ni han probado siquiera la carne vacuna en muchos meses. Es más, seguramente en Cuba hoy se come menos carne vacuna que en Etiopía (1,3 libras mensuales) o en Gambia (1,2 libras), dos de los países más pobres del mundo según la FAO.

Esto es muy serio, pues lo que más afecta hoy a los cubanos es precisamente la falta de proteínas. Y de acuerdo con los especialistas, un solo bistec de res de media libra contiene 60 gramos de proteína, toda la que necesita un adulto diariamente, y el doble de los 36 gramos de un bistec de puerco de igual peso (y que incluye 40 gramos de grasa saturada), y un 30% más que los 42 gramos que proporciona media libra de pollo.

Por otra parte, si bien la carne roja tiene grasa mala (saturada), lo cierto es que en Cuba no hay las opciones que hay en el mundo normal para comer regularmente carnes magras como la de pavo o la de pollo. El pollo es de hecho la única fuente importante de proteína animal y tampoco es suficiente. Porque el país no produce esa carne, hay que importarla y no hay divisas. Por la "libreta" le toca a cada cubano una libra de pollo para todo el mes. Compárese eso con las 15 libras mensuales de carne de los esclavos.

El colmo es que, viviendo en una isla, los cubanos no pueden comer pescado, mariscos, bacalao. Ni tampoco quesos, o tomar leche. Los huevos están perdidos en los mercados. No pueden comer frijoles diariamente, pues por la libreta cada quien recibe 20 onzas de granos para todo el mes. Tampoco hay vegetales y viandas suficientes, y mucho menos frutas, en un país tropical.

Los proletarios son esclavos del "Estado proletario".

Pero además, ¿son libres hoy los cubanos? ¿No son apaleados o encarcelados si critican al Gobierno? ¿No son esclavos modernos los miles de médicos explotados en decenas de países? ¿No hace ya 73 años (desde 1948) que los cubanos no pueden elegir a sus gobernantes? ¿Pueden tener negocios sin límites, y desarrollarse como profesionales independientes y prosperar en la vida? ¿Por qué casi todos los jóvenes quieren emigrar?

La respuesta a esas interrogantes es que no hay en el mundo mayor explotación del proletariado que el llamado "Estado del proletariado", es decir, el marxista-leninista.

Si se aplica en Cuba la propia teoría anticapitalista expuesta por Karl Marx en El Capital, se advierte que el Estado socialista no solo se apropia del plusvalor (plusvalía) creado por el obrero en el tiempo de "trabajo adicional"(de donde salen las ganancias del Estado como dueño de los medios de producción), sino de gran parte del valor creado por el trabajador en el "tiempo de trabajo socialmente necesario", y que según Marx debe recibir íntegramente en forma de salario, para mantenerse él y su familia.

En la Cuba comunista el Estado no paga a los trabajadores el salario que les correspondería bajo el capitalismo, sino mucho menos. Y es de ese robo salarial que sale la cacareada gratuidad socialista (y la dolce vita de que disfruta la cúpula dictatorial).

Porque en este mundo nada es gratis, alguien siempre paga, y en Cuba son los trabajadores con el plusvalor que le roban en la jornada de trabajo. Son ellos los que subvencionan al Estado, y no al revés como dice la dictadura de Raúl Castro cuando habla de la medicina y la educación, etc.

La "revolución" cubana no da a los trabajadores nada que estos no paguen con su trabajo. Encima no tienen libertad, derechos individuales y civiles. Y pasan hambre y no tienen medicinas.

Y ya sabemos el colmo de todo esto: los esclavizados tatarabuelos de muchos manifestantes que el 11 de julio gritaron en las calles cubanas "Libertad" tenían una dieta superior en su balance proteico y energético que la actual sus tataranietos. ¡Gracias Fidel, gracias Raúl!

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Casa Museo Lezama Lima: un vacunatorio paradisíaco.

Por Jorge Angel Pérez.

Hace solo unos días imaginé a José Lezama Lima, y a su esposa María Luisa, en una cola enorme para conseguir alimentos. Fue hace muy poco que lo imaginé ultrajado por uno de esos “policías de cola” que hoy abundan en la isla; y ahora vuelve nuevamente el gordo al centro de mis “pensamientos”, pero en otras circunstancias. Resulta que acabo de enterarme que el Ministerio de Cultura ofreció a las autoridades sanitarias de la capital algunas de sus instituciones para que fueran usadas como centros de vacunación, entre ellas la casa de Lezama Lima. Y el anuncio se hizo con enorme rimbombancia.

Así que ahora mismo, cuando lee usted estas líneas, esa casa que fue la última morada del escritor, esa que se levanta en Trocadero y a la que la distingue el número 162, está recibiendo a un montón de habaneros del centro de la ciudad que reciben en uno de sus brazos un brevísimo pinchazo, una dosis de Abdala, esa vacuna con nombre de drama martiano. Martí y Lezama en Trocadero, Martí y Lezama juntos en una vacuna, y todo gracias a la “imaginación” de las autoridades culturales de La Habana, la ciudad de esos dos grandes José; el de Paula y el de Trocadero.

Y la noticia se ha divulgado con fruición; es tal el deleite que tal cosa ha provocado en las autoridades, que en cada espacio noticioso oficial, y también en las redes, se populariza, se hace trascender, el “notición”. Aquella fachada marcada con el número 162 que hace algunos años resultara un infierno para las autoridades culturales y políticas, es hoy un paraíso de salubridad que se me antoja algo salobre, toda una impostura.

La patraña da risa al inicio, pero luego se hace acompañar de indignación, al menos a los que en algo reconocen la verdadera historia del vituperado José Lezama Lima, y también la verdadera intención de las autoridades “culturales”. No sé de qué cabeza salió la idea, aunque supongo que Abel Prieto, confeso lezamiano, le susurró al oído a ese campesino adicto a dar manotazos y a arrebatar celulares, y Alpidio se ocupó de atender la sugerencia o, lo que sería más exacto, de cumplir la orden.

La “gran idea”, así refieren, podría conseguir la cercanía de los habaneros del centro a la obra del poeta y novelista de la calle Trocadero, aunque a mi parecer todo eso no es más que un reverendo trocadero, una gran imprudencia. Según aseguran las “culturosas” autoridades de la “cultura”, quienes esperan el pinchazo que les meterá a Abdala en el cuerpo podrían acercarse a la obra lezamiana, a cierta obra de Lezama, porque no sería para nada recomendable que alguien que espera por una vacuna que lo aleje de la COVID-19 se entregue a la lectura de “Una batalla china”, “Muerte de Narciso”, “Una oscura pradera me convida”, “Ah, que tu escapes” o “Rapsodia para el mulo”.

Las autoridades culturales pretenden acercar a sus coterráneos a la gran obra del gordo de Trocadero, como si tal cosa se consiguiera en solo unas horas, en esas horas en las que cada quien espera a que se le inocule la vacuna martiana en la casa de José Lezama Lima. Los “culturosos” ministeriales pretendiendo que sus espacios sirvan para que los cubanos reciban esa “cantidad hechizada” de una rimbombante Abdala. Los del centro de la ciudad en el “Preludio de las eras”, de unas eras nuevas que no llegan nunca, aunque mucho las prometan, aunque muchos las esperen.

La discreta y no tan amplia morada del gordo se mira ahora como epicentro de la cultura y la salud, y hasta se pretende cultivar a los habitantes de la zona mientras se espera el pinchazo, como si tal cosa fuera posible en el transcurso de unas horas de aguardo. La cultura, deberían ellos saberlo, no es un hecho arbitrario, es sedimento y no capricho. Quizás habría sido mucho más prudente que en lugar de esa vieja casa escogieran los espacios enormes de ese centro de estudios de la obra del argentino Che Guevara, que es enorme y espacioso, al menos eso aparenta desde afuera el edificio que lo alberga en Nuevo Vedado.

También pudieron escoger el “Centro Fidel Castro”, ese que cuenta con un área enorme, tan enorme que va desde Paseo hasta la calle A, entre 11 y 13 y, lo que resulta más importante, en ese Vedado tan espacioso que no reconoce el hacinamiento en el que sobrevive la morada de Lezama, y donde podrían producirse algunos contagios mientras se espera por el momento del pinchazo y por Abdala.

Me gustaría creer que se desestimarán esos propósitos del ministro decimista, quien supone a los “centrohabaneros” hurgando en los libros, en los objetos de la casa, y quizá plantando en ellos al bicho chino que podría recibir el que venga hurgando luego en el mismo ejemplar de la biblioteca del gordo. Sin dudas Alpidio Alonso no entendió aún que la cultura es sedimento y no se da muy bien en la emergencia. La cultura, Alpidio, no son diez versos octosílabos, es mucho más, y es enemiga del apresuramiento. Una epidemia que crece y crece, y una campaña de vacunación no nos convertirá en mejores lectores, en una nación culta y menos enferma. ¿Me copiaste, Alpidio?

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