martes, 12 de julio de 2011

El descontrol, una enfermedad incurable.

Por Jorge Olivera Castillo.

Sigue sin aparecer un antídoto contra el descontrol. Todos los esfuerzos dedicados a la tarea de extirpar ese flagelo se escurren entre una maraña de indisciplinas y corruptelas que por su reiteración merecen ser considerados parte indivisible de la nación cubana.

El asunto vuelve a los primeros planos, pero sin perspectivas reales de eliminarlo. Poco importa el optimismo y las críticas de Mercedes López Acea, miembro del Buró Político y primera secretaria del Partido en la Habana, durante las recientes conclusiones de la VI Comprobación al Control Interno en la capital.

Tampoco podría considerarse importante la presencia de Gladys Bejerano Portela, vicepresidenta del Consejo de Estado y Contralora General de la República y Marta Hernández Romero, presidenta del Gobierno en La Habana.
Frente a esta nueva ronda de autocríticas y propuestas de soluciones, es preciso detenerse en la cantidad de veces que similares planteamientos han sido parte de la agenda en foros y asambleas.

El problema principal para comprender el fenómeno está dado en el énfasis en las consecuencias y no en las causas.

Para llegar a soluciones perdurables habría que acometer una serie de transformaciones estructurales que no parecen estar a la vuelta de la esquina.

Un paso de tal naturaleza requeriría de voluntad política, producto deficitario cuando se trata de temas inherentes a una revisión profunda del sistema, con la muy alta probabilidad de que esta labor ponga de cabeza los preceptos políticos e ideológicos que avalan el centralismo y planificación estatal y que además contribuyan a reducir la preeminencia del Partido Comunista como único representante de la nación.

Es obvio que la élite de poder que rige los destinos del país hará lo imposible por conservar los principios fundacionales devenidos en elementos de legitimación y caracterizados por su carga de exclusiones y condicionalidades.

Los discretos signos de apertura en el sector económico no son parte de una evolución liberalizadora que garantice una serie de derechos, entre ellos la propiedad privada. Tanto por la lentitud en la aplicación de las tibias reformas respecto al ejercicio del trabajo por cuenta propia como por la codificación del discurso que repite las consignas que alimentan la patriotería y rechazan el pluralismo en toda la extensión del término, es posible afirmar la imposibilidad de obtener, a corto y mediano plazo, avances en la eliminación de las irregularidades debatidas en la reunión presidida por las señoras Mercedes Acea, Gladys Bejerano y Marta Hernández.

La prensa oficial, en sus reportes, refirió que hubo un retroceso respecto al año pasado en cuanto a las deficiencias en las auditorías aplicadas a 132 entidades pertenecientes a 25 organismos de la Administración Central del Estado, una entidad nacional y 30 Consejos de la Administración Provincial.

Entre los elementos causales de las anomalías detectadas sobresalieron la pérdida de valores éticos y morales, la falta de asesoramiento, supervisión y control por los niveles superiores; no utilizar el plan de prevención de riesgos como instrumento de trabajo; falta de exigencia en la aplicación de resoluciones ministeriales, indisciplinas y violación de las disposiciones jurídicas; descontrol administrativo y contable, entre otros.

Los resultados del control interno en La Habana son una muestra de lo que ocurre en toda Cuba. Ante tal podredumbre, es más sensato pronosticar el derrumbe que una eficiente restauración.
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