martes, 12 de julio de 2011

¿A quién beneficia el embargo de Estados Unidos contra Cuba?

Por Iván García.

Lo que siempre he admirado de la política estadounidense es su pragmatismo. Tiene una capacidad indudable para tirar al cesto estrategias que no funcionan. Y superar errores.

Pero con relación al embargo económico contra Cuba, los americanos muestran una estupidez notable. Veámolos desde el lado de sus partidarios. Sus defensores piensan que si Estados Unidos lo levantara, Castro y los empresarios de verde olivo, se llenarían el bolsillo de dólares.

Se mantendrían gobernando por décadas. Y los demócratas y activistas de derechos humanos en la isla, continuarían siendo acosados o golpeados por turbas azuzadas por la policía política. Con el embargo, dicen,  Estados Unidos pretende ahogar el régimen, crear descontento en la población y provocar que los iracundos cubanos se lancen a protestar en el Malecón.

Pero no ha sucedido ni lo uno ni lo otro. En 52 años, la gente de a pie no se ha tirado a las calles. O sí. El 5 de agosto de  1994, pero no para cambiar el statu quo, sino para que Fidel Castro abriera el portón y tirarse al mar rumbo a la Florida en cualquier objeto flotante.

Por supuesto, el embargo es oro puro para la propaganda castrista. Según medios oficiales, la economía cubana anda en muletas debido a los efectos del “bloqueo”. No lo creo.

La realidad es que el sistema adoptado por los hermanos de Birán no funciona. Todos los engendros autoritarios, donde se suprimen una serie de libertades esenciales del hombre, no han carburado coherentemente en ninguna nación.

Sólo bajo la bota y placaje de los servicios secretos se mantienen. En la práctica, el embargo comercial afecta a los ciudadanos comunes. Enfermos de cáncer o SIDA no pueden acceder a medicamentos de última generación patentados en Estados Unidos. Un cubano de a pie no puede hacer transferencias bancarias con sucursales estadounidenses.

Los cubanoamericanos y turistas foráneos no pueden utilizar tarjetas de créditos gringas. El manido pretexto de los defensores del embargo, de que si no existiera, los Castro fuesen una especie de tíos ricos se cae por su propio peso.

Hace tiempo, los Castro son Mac Patos. No creo que el  recrudecimiento del embargo los ponga  a pedir limosna. El embargo es un auténtico juego de espejos. Sus defensores nada han logrado. Sigue el autoritarismo y la falta de libertades.

Claro, los que culpan al embargo de todas las desgracias habidas y por haber también mienten. Cuba anda mal por sus  gobernantes. Y si usted se decide a visitar La Habana, con divisas, puede comprar Coca-Cola, computadoras Dell y móviles Motorola.

El 95% de los ordenadores del Estado usan programas de Windows. Los ómnibus que ruedan por las calles habaneras  tienen componentes de la General Motors. En las farmacias por moneda dura se venden antibióticos yanquis y jarabes de  Johnson & Johnson.

El embargo es un verdadero coladero. Tiene más agujeros que un queso gruyere. A ello súmele que Estados Unidos es uno de los socios fundamentales de Cuba en la venta de alimentos.

Por donaciones, a la isla llegan medicamentos y antibióticos de última generación. Más de mil millones de dólares anuales entran por concepto de remesas. Y otros mil millones en equipos, artículos electrodomésticos y pacotilla textil, enviados por cubanos desde el exterior.

¿Entonces, de qué embargo estamos hablando? Una medida o una política es eficiente si funciona. Pero el embargo contra Cuba no ha funcionado. Además, políticamente es irrentable.

Cada año, una mayoría de países vota en su contra en la ONU. Y que conste, muchos de los países que condenan el embargo también son críticos con la dictadura isleña. Cuando un presidente de Estados Unidos se decida a derogar el embargo,  pondrá contra la pared al régimen de La Habana.

Porque la economía cubana seguirá siendo un desastre. La gente no vivirá mejor. Ni las despensas se repletarán de comida. Pero ya no habrá pretextos ni combustible emocional para arengar a las masas. Los gobernantes quedarán desnudos ante el mundo. Y se verán obligados a cambiar.

¿A quien beneficia el embargo? A Fidel y Raúl Castro. A nadie más.
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