sábado, 9 de julio de 2011

Juegos prohibidos en Cuba: Apuestas en las gradas.

Por Iván García.

En el Latino, el viejo estadio de béisbol del Cerro, recinto sagrado del deporte de la bola y los strikes en la isla, no son pocos los que se dedican a recoger apuestas minutos antes que el umpire de la voz de ¡A jugar!

Arturo, un negro de piel brillosa, se dedica al negocio de las apuestas. Suele sentarse en la parte izquierda del graderío, justo donde también se colocan los fanáticos afligidos de Industriales, a punto de quedar fuera de los play-offs de post temporada, y que aún creen en un milagro de la novena azul.

Un buen apostador no debe ser fan de ningún equipo. Se impone la lógica. Por estos días he ganado bastante plata. Los furibundos seguidores de Industriales, acostumbran jugar con el corazón y apuestan mucho dinero a su equipo. Estoy aquí con la boca abierta para comérmelos, dice Arturo con una sonrisa.

Otros, como Reinier, se dedican a hacer apuestas rápidas a cualquier jugada. Diez pesos contra veinte (0.50 y 0.80 centavos de dólar) a que Urgellés (bateador) es out, vocea descaradamente casi ante las narices de un cuarteto de policías al parecer sordos.

Varios espectadores pican el anzuelo lanzado por Reinier y contemplando la posibilidad de ganar el doble de lo que apuestan, caen en la trampa. No te imaginas lo tonto que a veces son los fanáticos. En este tipo de apuestas rápidas, a cualquier jugada siempre se debe apostar al out. Recuerda que en un juego de béisbol hay 54 outs. El gancho es pagar el doble. Aunque con este béisbol ofensivo que se juega en Cuba a veces no tengo las ganancias que quisiera.

Jacinto es más previsor. Viste como un dandy, con varias cadenas de oro. Apuesta fuertes sumas de dinero. En horas de la mañana, en una barbería del barrio de Santos Suárez, anota en una hoja de libreta un gran número de apuestas. Y antes que comience el juego, el equipo favorito arranca con una o dos carreras de ventaja en las apuestas.

Es una estrategia compleja e interesante. Nosotros estudiamos el rival y el pitcher que va a lanzar. Por ejemplo si es Yadier Pedroso, de La Habana (uno de los mejores lanzadores de Cuba) contra Ian Rendón, de Industriales, que ha tenido una campaña discreta, damos carrera y media a favor de La Habana. En caso de que los Industriales jueguen de visitante, entonces damos hasta dos carreras a La Habana. Aunque a mí en lo personal no me gusta arriesgar mucho dinero a favor o en contra de Industriales. Esa novena es capaz de lo mejor o de lo peor. Como quiera que sea, es un equipo macho, apunta Jacinto.

El año pasado, el insólito campeonato ganado contra todos los pronósticos por el equipo azul de la capital quebró a varios bancos de apuestas. Nadie daba un centavo a que Industriales ganaría la corona. Sólo sus fanáticos más fieles creían en la hazaña. Y ganaron. Pero apostaron en contra de la razón, recuerda Pedro, un blanco rechoncho que asegura haber perdido casi 20 mil pesos en los juegos de post temporada en 2010. Por eso odio a Industriales, dice.

Algunos seguidores de la novena azul piensan que ciertos jugadores pueden estar en complicidad con los apostadores. Pero es más bien un razonamiento de fanáticos extremistas. Aunque en 1981 varios jugadores de Metropolitanos, otro equipo capitalino, se vieron envueltos en un escándalo de apuestas.

Las apuestas en las gradas de los estadios están prohibidas. Pero tranquilamente suceden. A ratos, cuando las cosas le salen mal a los que pierden su dinero, se desahogan gritando gruesos improperios o agreden a árbitros y jugadores.

Lo hacen los malos perdedores. O los apostadores amateurs. La mayoría de los apostadores 'profesionales' sabemos encajar las derrotas. Al final, el apostador que sabe de béisbol gana más de lo que pierde, expresa Leonardo, un mulato pasado de peso.

El juego contra las 'naranjas' de Villa Clara acaba de comenzar. Tras las notas del himno nacional, arrancan las apuestas.
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