miércoles, 9 de octubre de 2013

La enfermedad terminal del transporte urbano de La Habana.

Por Osmar Laffita.

Si existe un servicio público que el gobierno cubano está en la obligación de priorizar y garantizar es la trasportación en La Habana, por dos razones de peso.

En primer lugar, en la capital cubana, residen más de dos millones de personas, el 20% de la población de la isla, que de acuerdo al censo de 2012 totalizó 11 167 325 habitantes.

El segundo aspecto, que es el más grave, es que la mayoría de los trabajadores y pensionados que viven en La Habana lo que cobran mensualmente no sobrepasa los 17 dólares mensuales. Como se comprenderá, con tan poco monto de dinero, resulta literalmente imposible mal comer y asearse en los 30 días del mes. Esta situación es consecuencia de la política que en la esfera de la circulación aplican de manera despiadada las autoridades cubanas, para mantener a costa del hambre de la población el equilibrio fiscal en un rango del 3,5% de los gastos del presupuesto de la nación.

Al amanecer, los habaneros que salen de sus hogares en busca de la guagua que los traslade a sus centros de trabajo y otros destinos, cuando llegan a las paradas se encuentran que a pesar de lo temprano, ya están abarrotadas de personas. Es normal que permanezcan en ellas 20, 30 y hasta 40 minutos sin que el ómnibus pase. Cuando aparece, para a 30 ó 50 metros de la parada, se desmontan los que se quedan, se pone en marcha y pasa raudo, como si en la parada no hubiera ninguna persona.

Como resultado de la flexibilización de la actividad privada, en julio, 436 342 persona tenían licencias para el transporte de pasajeros. De ese total, el 13% se desempeñan como taxista privados.

Entre las 6 y 9 de la mañana, por las abarrotadas paradas de guaguas de las principales avenidas de La Habana, pasan decenas de autos de alquiler colectivos, los famosos boteros, en sus pintorescos almendrones. Pero la mayoría de los que esperan el ómnibus, con el misérrimo salario que devengan, no pueden alquilar esos autos. Solo los toman una, dos o tres personas que sí pueden pagar los 50 centavos de dólar que es el costo mínimo de una carrera.

Las miles de personas que a primera hora de la mañana esperan en las paradas de guagua se preguntan a dónde han ido a parar los 900 ómnibus comprados por el gobierno cubano hace 7 años a China, Rusia y Belarus, que estaban destinados a resolver el crítico problema del trasporte público que sufría la capital en aquel entonces.

Como resultado de la entrada de esos vehículos, se remodelaron y equiparon las principales terminales de ómnibus, las cuales fueron las bases de las nuevas 16 rutas de ómnibus articuladas, los famosos P.

En los dos primeros años, todo marchó sobre ruedas. El comentario de los habaneros era: "escobita nueva barre bien". Tenían razón. Pronto comenzó el deterioro del servicio.

Ya se ha hecho normal el incumplimiento de los itinerarios por la mala explotación de las guaguas originado por la inestabilidad de choferes y mecánicos, debido a los bajos salarios y los incumplimientos del pago de la estimulación en divisa.

A esos problemas se suma la falta de piezas y partes, lo que ha provocado la paralización de más de 400 guaguas, principalmente las fabricadas en Rusia y Belarus.

Las rutas que tienen en estos momentos la situación más crítica son los P12, P16, P6, P8, PC y P2 que salen de las terminales de Santiago de la Vegas, Reparto Eléctrico y La Rositas, ubicada en los municipios Rancho Boyeros, Arroyo Naranjo y San Miguel del Padrón, respectivamente.

Esta situación sucede porque las empresas que vendieron esas guaguas, garantizan el suministro de esos insumos si se les paga en dólares contantes y sonantes. Como las empresas de transporte urbano de la capital no disponen en sus cuentas bancarias de esta moneda, no les ha quedado otra salida, al no haber recursos para repararlas, que sacarlas de circulación.

Esta situación es en extremo crítica. En el reparto Mulgoba, en el municipio Boyeros y en la enorme explanada protegida por un alto muro de concreto colindante con el depósito de basura ubicado a pocos metros de la avenida 100, en Marianao, en ambos lugares, la empresa Metro Bus, tiene depositados cientos de ómnibus de fabricación rusa y belarrusa que están fuera de servicio desde hace más de dos años y que están a la espera de su reparación capital.

La agonía que pasan los miles de habaneros en las primeras horas de la mañana se repite en horas de la tarde cuando regresan a sus hogares, y de nuevo tienen que enfrentar las paradas abarrotadas, las guagua que no llegan, los empujones, las puertas que no cierran, hasta que por fin logran irse a como dé lugar.

Pero eso no es el problema de los directivos de las empresas de ómnibus, de los ministerios de Transporte, Economía y Planificación, el Banco Nacional y el Consejo Administración Provincial, quienes pasan por las paradas en sus autos climatizados y con cristales polarizados para no ver a la desesperada población que espera por las guaguas que no llegan.

Son precisamente esos dirigentes los responsables directos de que esto ocurra y quienes no son capaces de solucionar este problema que afecta a centenares de miles de habaneros.

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