Cuando hace más de 22 años, Fidel Castro anunció la despenalización de la tenencia de dólares y prácticamente dolarizó la economía cubana, preguntó, entre jocoso e irónico, al salvadoreño Shafick Handal, el líder del Frente Farabundo Martí, que era uno de sus invitados: “¿Quién te lo hubiera dicho, Shafick?”
La decepción que debió sentir el ya fallecido líder guerrillero marxista, que se tradujo en aquel momento en una sonrisita de desconcierto, sería insignificante, una nadería, en comparación con la que debe sentir hoy la izquierda latinoamericana, radicalmente anticapitalista y antiburguesa, la de los gobiernos del socialismo del siglo XXI, el Foro de Sao Paulo, los exguerrilleros, los Colectivos Bolivarianos, los movimientos sociales, los Sin Tierra y demás piqueteros, ante las veleidades aristocratizantes de la dirigencia castrista por los trapos y el oropel de Chanel.
¿Qué dirán los compañeros Maduro y Evo, los comandantes que representan a las FARC-EP en las conversaciones de paz, tan proletarios todos ellos, luego de ver a los hijos y nietos de los Castro, y demás personajes de la élite revolucionaria, rodeados de lujo, sofisticación y frivolidad, alternando con el jet set internacional y la farándula hollywoodense, alrededor de la pasarela tendida para la colección Crucero de Chanel en La Habana el pasado 3 de mayo?
¿Les parecerá bien a los camaradas de la muy populista e inclusiva izquierda latinoamericana que mientras la familia real castrista y sus invitados disfrutaban del glamour de Chanel, cientos de policías mantuvieran a raya, a más de cien metros del desfile, tras las barreras, a la muchedumbre hambreada y malvestida?
Los camaradas de la izquierda, por solidarios, por alcahuetas, por haberse resignado ya a los bochornos que les hacen pasar sus mentores cubanos, no confesarán su decepción. Quizás hasta haya quien anote el desfile habanero de Chanel como “otra victoria de la revolución”. Solo que por pudor y porque ya no viene ni remotamente al caso, no agregarán aquello de que la susodicha revolución es “por los humildes y para los humildes”.
Va y hasta tienen razón y es otra victoria de la revolución. Al menos en eso de hacer creer a los tontos y sinvergüenzas de medio mundo que el castrismo ya no es lo que era, y que Cuba está cambiando. No importa si la Cuba que quiso ver Karl Lagerfeld, con tanto sombrero de jipijapa, carros americanos y lentejuelas se parece más a la que regía el general Batista que a la que rige sin prisa y sin pausa el actual general-presidente. ¡Si cada vez hay más limosneros, aunque los recojan, en ocasiones como estas, para que no desluzcan el paisaje y el paisanaje!
Lo sé, no me lo digan, que eventos como este son exclusivos siempre en cualquier parte del mundo. Solo que otros gobernantes no se las dan de austeros ni pierden su tiempo en retóricas para tratar de convencer acerca de su interés por que no se agudicen las desigualdades sociales.
Quizás, idealista que soy, la decepción de la izquierda por el despelote castrista no sea tanta como supongo. Después de todo, bastantes muestras han tenido últimamente - las fiestonas de millonarios que son los festivales del habano, los selfies de las recholatas de los príncipes Castro con Paris Hilton y Katty Perry, los torneos de golf, las vacaciones de Tony Castro en Turquía- y siguen con su admiración y su perorata solidaria como si tal cosa…
Lo que nadie me convencerá, por muy sofisticados que se muestren, es que los príncipes y las princesas del castrismo tienen mejor gusto y más clase que sus progenitores. En todo caso, son más desfachatados a la hora de burlarse del pueblo con la exhibición de sus fastos y privilegios. Tal vez, no sea su intención: de tan distantes ni reparan en que hay cubanos con hambre, sin casas, en andrajos.
El desfile de Chanel, con las estrellas y celebridades invitadas, le podrá dar “el toque de glamour” que dice un despacho de la agencia de noticias France-Presse (AFP) que le faltaba a la era de cambios-trucos, pero clase y gracia, no les dará a los truqueros, sus vástagos y los demás tarugos del circo que estuvieron junto a la pasarela. Jamás la tendrán. Aunque se vistan de seda… Pero puede que sea precisamente esa falta de clase, ese patanismo congénito, el que haga que los compañeros Maduro, Evo, Ortega y otras yerbas del más puro energumenismo zurdo, les disculpen su aburguesamiento a los compañeros de La Habana y sus malcriados descendientes.
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