miércoles, 18 de mayo de 2016

Paquito y Chucho.

Por Luis Cino Alvarez.

Hace unos días, me complació mucho ver la foto de Chucho Valdés y Paquito D´Rivera en los jardines de la Casa Blanca, en Washington. Hacía muchos años, demasiados, que no se les veía así, juntos sonrientes, amigos, como siempre debió ser y hubiera sido de no ser por el castrismo.

Los dos músicos, los más grandes entre los jazzistas cubanos, pianista uno, saxofonista el otro, coincidieron en el concierto en la Casa Blanca, el pasado 30 de abril, por el Día del Jazz.

Así, se produjo la reunión entre los dos gigantes, que no fue posible, como muchos esperaban, en 2013, para celebrar, con los integrantes originales, los 41 años de la fundación de Irakere. No pudo ser porque Paquito D’Rivera y el trompetista Arturo Sandoval, que junto a Chucho Valdés eran los más virtuosos integrantes de la banda, exiliados en Estados Unidos, son anticastristas a toda mecha y han reiterado que solo regresarán a Cuba cuando acabe la dictadura y haya democracia.

Chucho debe comprenderlos. Su padre, el gran Bebo, también pensaba así. El jazz, que por su naturaleza es la música de la libertad, es incompatible con los regímenes dictatoriales.

¿Para qué sacar a relucir a estas alturas lo que Chucho Valdés se haya visto alguna vez obligado a acatar?

Espero que entre Paquito y Chucho no haya habido recriminaciones, y sí muchos buenos recuerdos compartidos. No hay deudas pendientes entre ellos.

En el año 2007, cuando entrevisté a Paquito D’ Rivera, me dijo que durante sus años formativos, después de su padre y de Benny Goodman, el músico que más influyó en su carrera fue Chucho Valdés.

Me explicó que cuando Chucho Valdés lo buscó en 1972 para que tocara en Irakere, lo sacó del bache en que lo habían metido los comisarios de oído de palo del Ministerio de Cultura, que luego de intentar prohibirle que tocase jazz y obligarlo a acompañar a insulsos cantantes de segunda o tercera categoría, lo echaron de la dirección de la Orquesta Cubana de Música Moderna.

En 1994, Paquito D’Rivera rescataría para la música al padre de Chucho, Bebo Valdés, el mejor pianista cubano que haya existido, al invitarlo a grabar el disco Bebo rides again. Lo hizo no solo por su admiración por un icono olvidado de la música cubana, tan radicalmente opuesto al régimen castrista como él mismo. También fue una forma de pagar la vieja deuda de gratitud con Chucho.

Chucho Valdés, que ha afirmado que no cejará en honrar a su padre como se merece, nunca podrá olvidar lo que hizo Paquito por Bebo, cuando nadie suponía que años después de volver a la carga, conquistaría al mundo con un disco como Lágrimas negras, junto a Diego El Cigala.

Con tantas historias y gratitudes compartidas entre Paquito y Chucho, solo queda esperar futuras colaboraciones y mucho jazz del bueno, que es el único posible tratándose de ellos.

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