Por Luis Cino Álvarez.
El pasado viernes 22 de abril, bajo auspicio oficial, se efectuó en la sede del Ministerio de Comercio Exterior, en El Vedado, una reunión de emprendedores privados y cooperativistas. Dicho encuentro fue visto por muchos como un intento del gobierno, luego del VII Congreso del Partido Comunista, por aplacar las aprensiones de los “cuentapropistas”, el feo eufemismo oficial utilizado para no llamar por su nombre a los emprendedores privados.
A pesar de que en el Congreso el general Raúl Castro y el ministro de Economía Marino Murillo explicaron que no había que ver a los cuentapropistas como “enemigos de la revolución” sino como “actores del nuevo modelo económico”, aunque complementarios, quedó sentado que el protagonismo recaerá en las empresas estatales y que no se permitirá que los particulares se enriquezcan, para según dijeron, evitar las diferencias sociales.
A partir del contrataque de Fidel Castro a Obama, en varios medios oficialistas se habían referido al peligro de la emergencia de una clase media de pequeños propietarios que pudiera ser utilizada por “el imperialismo yanqui” -que sigue siendo el enemigo- como “punta de lanza en sus planes para destruir el socialismo”.
Con tales truenos, los emprendedores privados tienen suficientes razones para preocuparse: está claro que sus pequeños negocios no pasarán de ser vendutas, chinchales y timbiriches, y que sus ganancias, que dan para poco más del diario, siempre estarán en vilo, en dependencia de los intereses del régimen.
Sería interesante averiguar cómo pudiera prosperar la empresa privada, en medio de tantas trabas, si no se permite la concentración de riqueza y propiedad, y por ende, no hay acumulación de capital.
Pero así y todo, se sigue hablando de cuentapropistas exitosos y otras fábulas. Sobre todo en cierta prensa internacional, que pese a los ventarrones en contra que soplaron en el congreso comunista, quieren hacer creer que en Cuba la empresa privada y la economía de mercado van viento en popa y a toda vela.
También en ciertos eventos, cuando le conviene al gobierno, se habla de los cuentapropistas exitosos. Como en la reunión del día 22 en el MINCEX, donde refirieron sus experiencias, todas exitosas, el peluquero ‘Papito’ Valladares, la presidenta de la cooperativa encargada de La Casona de 17 (un restaurante del Vedado que ya no da pérdidas), de una talabartería de La Lisa y otra cooperativa dedicada a las confecciones textiles y el alquiler de trajes de bodas.
Mi fuerte no es el tema económico, tal vez por ello no acierto a entender -Marino Murillo sabrá- cómo peluqueros, zapateros remendones, vendedores de bisutería y de pan con croquetas de claria y otras fritangas, asfixiados por trabas burocráticas, elevados impuestos e inspectores chantajistas y extorsionadores, puedan contribuir a desarrollar la economía de un país.
Es sabido que los paladares lujosos donde sirven caros y sofisticados platos, las exclusivas galerías de arte y los hostales con muebles de estilo, no pertenecen a cualquier hijo de vecino. Los propietarios de esos establecimientos son paniaguados del régimen, gente con relaciones en las altas esferas, la parentela de la élite o sus protegidos, las pirañas que han hecho del Estado una piñata.
Cualquier persona sin buenas relaciones o pedigrí revolucionario no puede acometer, por ejemplo, un “proyecto comunitario” con el apoyo de la Oficina del Historiador Eusebio Leal, como es el caso de la dueña del Café Bohemia, Diana Sáenz, la hija de Ricardo Sáenz, uno de los fundadores de Prensa Latina, quien convirtió una ruinosa cuartería de la Habana Vieja en una sofisticada y muy chic cafetería.
Algunos de los participantes en la reunión del MINCEX estuvieron, con sus historias oportunamente ensayadas, entre los escogidos por el régimen, durante la visita de Obama a La Habana, para participar en una reunión del presidente norteamericano con emprendedores privados, a quienes les ofreció su apoyo para adquirir lo que necesiten a través del intercambio directo con suministradores en los Estados Unidos.
Como el régimen no va a permitir ese intercambio directo, utilizará a sus “emprendedores exitosos”, sus elegidos, maquillados y estatalmente propulsados, como trampas para captar dinero y recursos de los capitalistas extranjeros, principalmente norteamericanos.
Es una vieja trampa comunista para exprimir a capitalistas ingenuos. La utilizaron en la China post-maoísta con los hoas (inmigrantes) que sembraron en Occidente, y más atrás aún, en la Unión Soviética en los tiempos de Lenin y la NEP (Nueva Política Económica).
Ni siquiera se le puede reconocer mucha originalidad al castrismo en su “actualización del modelo económico” y eso que llaman, de forma bastante oximorónica, “el socialismo próspero y sostenible”.
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