Por Luis Cino Álvarez.
Con mucha preocupación me entero de que el colega Iván García vuelve a estar en la mirilla de la policía política. Amigos y vecinos suyos y personas que le han servido de fuente para sus informaciones han sido amenazados por oficiales de Seguridad del Estado, quienes les han dicho que vigilan e investigan a Iván desde hace cinco años.
Teniendo en cuenta que es un tipo razonable y objetivo, nada dado al teque, la exageración y los extremismos, creo saber por qué los represores vigilan con tanto ahínco a Iván García, por qué les molesta, de qué es culpable. Y es un delito grave para un régimen que se basa en la mentira y el ilusionismo. En las crónicas que escribe infatigable, Iván refleja nuestra realidad tal como él la ve, que casi siempre es como es, dice las cosas sin tapujos, sin maquillarlas ni dar demasiados rodeos, y eso le da una credibilidad irrebatible.
De casta le viene al galgo. Iván García es hijo de Tania Quintero, otra que no tiene pelos en la lengua. Antes de ser disidente, Tania Quintero fue periodista en la televisión cubana. En los años 80 hacía un programa, Puntos de Vista, donde se atrevía a tratar temas que entonces eran considerados tabú, y recogía en la calle opiniones de la gente que por lo inusuales, lo dejaban a uno pasmado y preguntándose cuándo los censores entrarían en escena con sus tijeras.
Iván heredó de Tania tanto la franqueza como la tenacidad y constancia en el trabajo periodístico. Muchas veces me he preguntado cómo es capaz de escribir tanto y con esa calidad. Y si no pregunto de dónde saca el tiempo, es porque sé que casi no duerme.
Conozco bien a Tania e Iván. Tengo la dicha de ser amigo de ellos desde hace muchos años, casi tantos como los que llevo en el periodismo independiente. Nos conocimos a fines de los años 90, en los tiempos de Cuba Press, que dirigía el poeta Raúl Rivero.
En aquella época, todavía no disponíamos de internet para enviar al exterior nuestros trabajos, y teníamos que escribirlos en un papel, a máquina, si teníamos, o con un bolígrafo o un lápiz, y luego enviarlos por fax, si aparecía alguno, o la mayoría de las veces, leerlos por teléfono, en alguna casa donde hubiera y no temieran permitirnos usarlos, para que los grabaran y luego los transcribieran y publicaran.
También estuvimos juntos en la revista De Cuba, que dirigía Ricardo González Alfonso, una quimera hecha realidad que terminó con la ola represiva de la primavera de 2003.
Luego, Tania se vio forzada al exilio. Vive en Suiza desde hace trece años y desde allí sigue trabajando en su blog, con una tenacidad que muchos jóvenes envidiarían. Quien lea Tania Press, un servicio personal de noticias y comentarios, y siga sus enlaces, poco más necesita leer para estar informado acerca de lo que pasa en Cuba y el mundo.
Con Iván he andado un largo trecho. Hemos compartido las verdes y las maduras. Si hay un equivalente en la prensa independiente a aquel curso délfico de Lezama, ése lo pasamos juntos, con Raúl Rivero. Desde los días de la incertidumbre por el futuro y de la angustia por los amigos encarcelados, hemos compartido satisfacciones y reveses, hemos celebrado y lamentado. He colaborado en su blog, donde siempre cuento con una esquina.
Estuvimos juntos, hace exactamente por estos días un año, en aquel concierto que parecía un sueño, el de los Rolling Stones en la Ciudad Deportiva, y también en el evento Voces Abiertas, en Miami, poniendo los puntos y las comas en su lugar, para evitar que ciertos personajes recién aparecidos vayan a hacer un cuento que no es y vender gato por liebre a aquéllos dispuestos a comprarlo.
Iván siempre se ha negado a marcharse de Cuba. Hace bien. No lo concibo lejos de sus lugares y su gente, que son la materia prima de su trabajo. Y él no tiene para cuando parar de escribir y decir sus verdades. Así que los represores se las verán feas con él, si insisten en acallarlo. Y que lo sepan: Iván no está solo.
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