sábado, 29 de abril de 2017

¿Qué pasaría en Cuba si cae Maduro?

Por Roberto Álvarez Quiñones.

Probablemente muchos cubanos no están del todo conscientes del tsunami económico y social que puede significar para Cuba la caída del régimen militar de Venezuela. No pueden estarlo. Leyendo Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores, viendo los noticieros de la TV y oyendo Radio Rebelde, Radio Reloj y el resto de las radioemisoras del país, no es posible.

Claro, gracias a las nuevas tecnologías "contrarrevolucionarias" y a los periodistas independientes, hay cubanos que están mejor informados y ya vislumbran en el horizonte un nuevo "Periodo Especial".

Los medios estatales afirman que Nicolás Maduro es acosado por terroristas y fascistas organizados por "la derecha", como parte de un complot de Washington para acabar con la "revolución bolivariana". Quienes son anestesiados con esa propaganda serán los más sorprendidos con un eventual colapso del chavismo.

Ya no es factible sacrificar a Maduro y poner en su lugar a Tareck el Aissami, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez o cualquier otro jerarca chavista. El tiempo para hacerlo se venció cuando comenzaron a masacrar manifestantes en las calles. Ya son casi 70 los asesinatos del Gobierno en plena vía pública desde 2014. Son crímenes por los cuales sus autores deberán ser juzgados. No prescriben.

Después de Maduro, en Miraflores no podrá haber otro chavista, por "moderado" y "pragmático" que lo quisiesen presentar. Habrá un gobierno, provisional o definitivo, democrático, y sin ataduras coloniales con Cuba, legítimamente venezolano.

El chavismo tuvo la oportunidad de diversificar la economía y desarrollar el país. Entre 1999 y 2015 recibió 960.589 millones de dólares por sus exportaciones de petróleo, para un promedio de 56.500 millones anuales, según la consultora Ecoanalítica. Esa cantidad es muy superior a todo el dinero obtenido antes por Venezuela en sus 206 años de historia, desde la declaración de independencia de España.

Además, Chávez para tener aún más y seguir dilapidándolo a manos llenas, ordenó emitir 54.327 millones de dólares en bonos de la República y de PDVSA, la entidad estatal petrolera. Y ahora, ya en ruinas, el país tiene que pagar a esos tenedores de bonos venezolanos (acreedores) 110.000 millones hasta el año 2027, por concepto de intereses y capital.  Aparte, le debe a Rusia y China. La deuda con Pekín llegó a 60.000 millones de dólares. El país está quebrado.

Durante el chavismo el total de empleados públicos pasó de 900.000 a 2,4 millones. Y los trabajadores de PDVSA aumentaron de 40.000  a más de 145.000 en la actualidad. Chávez utilizó su abultada chequera para comprar lealtades políticas en Latinoamérica y votos en la OEA y la ONU, financiar campañas electorales de izquierda y consolidar el  socialismo continental. También para mantener  la improductiva economía cubana, y lanzar  programas sociales sin invertir nada en el desarrollo socioeconómico del país

Lo peor es que parte de esa fortuna fue robada y depositada en bancos extranjeros por los integrantes de la cúpula chavista. Mientras tanto, los venezolanos sufren la peor crisis existencial de su historia, acogotados por un gobierno de "malandros", como llaman allí a los delincuentes, narcotraficantes, ladrones y asesinos.

Muchos de ellos van a terminar en la cárcel (incluso en EEUU). Ellos lo saben y se aferran al poder. Jamás lo entregarán en un proceso electoral que ellos puedan manejar. En las elecciones de 2013 el ganador fue Henrique Capriles y es Maduro quien gobierna, gracias a un fraude cocinado en La Habana. El resultado oficial  de las elecciones fue de 50,66% para Maduro y 49,07% para Capriles. Pero todos en Venezuela saben que Henrique obtuvo más votos que Nicolás.

Nuevos comicios en Venezuela tendrían sentido si se permite que la Asamblea Nacional cumpla sus funciones, si se destituyen los miembros del Consejo Nacional Electoral y del Tribunal Supremo de Justicia y se nombran personas respetuosas de la Constitución. Si se liberan todos los presos políticos,  y si se acepta una adecuada supervisión internacional, incluyendo la OEA y la UE.

Eso es lo que exige el pueblo venezolano. Sabe que solo la presión de la calle es lo que puede cambiar las cosas. Por eso está hoy en las calles. Sabe que solo la presión  callejera puede causar una ruptura en la cúpula chavista que lleve a elecciones verdaderas, o que se produzca una intervención de fuerzas militares no vinculadas al narcotráfico y la malversación de fondos públicos.

Para el castrismo la caída de Maduro significaría el fin del "Socialismo del Siglo XXI" e incluso del Foro de Sao Paulo, la internacional comunista-castrista creada en 1990 por Fidel Castro y Lula da Silva con la meta de socializar a toda Latinoamérica. Una debacle chavista dejaría desamparada política e  ideológicamente a la dictadura cubana. Quedaría más sola que nunca, pues el "campo socialista" ya no existe.

En cuanto a la economía, según cálculos del profesor Carmelo Mesa-Lago la dependencia cubana de Venezuela equivale a un 21% del Producto Interno Bruto (PIB) de la Isla. Ello incluye casi la mitad del déficit en la balanza comercial y un 42% del comercio exterior total cubano.

Los subsidios de Caracas a La Habana eran hasta hace poco de unos 10.000 millones de dólares anuales. Fueron reducidos a unos 7.000 millones, según fuentes diversas. Ese torrente de divisas, aunque disminuido, constituye uno de los dos grandes soportes de la economía cubana.

El otro pilar es el dinero recibido desde el "imperio" vía remesas, paquetes y viajes, y que en 2016 ascendió a unos 7.000 millones de dólares. La economía cubana depende del extranjero porque el aparato productivo estatal  genera muy poco y solo exporta cuatro productos (azúcar, tabaco, níquel y productos farmacéuticos), por menos de 4.000 millones de dólares. El turismo en términos netos aporta menos de 1.000 millones.

El desplome del chavismo suprimiría una de esas dos columnas que sustentan la economía castrista. Hasta hace poco Cuba recibía de Venezuela 36 millones de barriles anuales de petróleo, un 61% del consumo nacional (59 millones de barriles). Ahora recibe 19,3 millones de barriles (32,7%). También la Isla reexportaba gasolina enviada desde Venezuela o refinada en Cienfuegos, por más de 720 millones de dólares anuales.

En resumen, con 7.000 millones dólares menos en cash, y sin recibir el 61% del petróleo que consume el país, cabe preguntarle a Raúl Castro de qué lámpara maravillosa va a sacar los 3.700 millones que necesitaría solo para comprar el petróleo no enviado por Venezuela, e importar alimentos.

Las divisas procedentes de EEUU no serían suficientes para mantener siquiera el precario nivel de vida actual de  los cubanos, cuyo salario de 24 dólares no llega a la mitad del de Haití (59 dólares). Ante los argumentos tranquilizadores de economistas oficialistas de la Isla de que se podría enfrentar sin traumas una suspensión de los vínculos con Venezuela, se me ocurren tres preguntas: ¿Cómo? ¿Piensan en subsidios de China, Rusia, Irán o Argelia? ¿Regalan dinero la Unión Europea, Japón, Canadá, Singapur o Australia?

Esas interrogantes conducen a otra: ¿Qué puede hacer el régimen para enfrentar semejante tsunami socioeconómico?  Los cubanos de a pie tienen la respuesta: el general Castro y su Junta Militar deben dejar de pisotear los derechos económicos plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como el de la propiedad privada y tener un negocio propio que crezca sin trabas estatales, exportar e importar, invertir capital en su propio país, facilitar la inversión extranjera, entregar la tierra en propiedad a los campesinos y que vendan sus cosechas libremente.

O sea, el régimen debe liberar las fuerzas productivas y fomentar un pujante sector privado. De no hacerlo habría otro "Periodo Especial", y Cuba podría parecerse demasiado a China durante el "Gran Salto Adelante" de Mao Tse Tung, que casi acabó con el país.
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