miércoles, 10 de julio de 2013

A los que han vivido del dolor de Cuba.

Por Zoé Valdés.

Voy a poner yo punto final a esto y a los ataques en mi contra por parte de gente que todavía no ha aprendido a vivir en libertad y a usar su libertad de expresión.

Tuve la desgracia de nacer en un país donde los mayores decidieron por mí un régimen que yo no puse en el poder ni conmigo contaron para hacerlo, durante muy pocos años viví en la confusión y el miedo, pronto abrí los ojos y supe zafarme de aquello cuando pude, cuando me lo permitió mi inteligencia y hallé un resquicio.

En todos estos años de exilio jamás he recibido sueldos por la causa cubana, ni pagos por la causa cubana, ni he tenido oficinas, ni secretarios, ni secretarias auxiliares, ni he pedido dinero por la causa cubana. He vivido de mi trabajo como escritora y conferencista, de mi trabajo como galerista de arte y curadora de exposiciones, de mi trabajo en el cine y en el teatro, de mi trabajo de artista y escritora.

Sobre Cuba leo, compro libros, compro arte. Nadie me ha regalado nada. He ayudado a escritores y a artistas cubanos cuando he podido, he apoyado a la disidencia interna moral y materialmente, nunca he pedido nada a cambio. Jamás he usado mi trabajo ni el trabajo ajeno, ni los esfuerzos físicos e intelectuales de terceros para pedir “grants” ni apoyos financieros estatales de ningún gobierno.

En uno de mis últimos viajes a Perú compré en las librerías todos los libros de cubanos que encontré, incluso aquellos que ya tenía, no sólo para releerlos con un prólogo diferente o una edición distinguida, sino para no dejarlos en el estante perdidos entre otros libros más vendidos. Leo todo, absolutamente todo, para que no me hagan cuento de nada. No saben lo feliz que regresé a casa atravesando mares y continentes con esos libros en mi maleta.

Jamás he vivido del cuento de Cuba ni pienso vivir, como no vivieron grandes artistas cubanos en el exilio y grandes escritores, que sobrevivieron y murieron olvidados y en la pobreza, como es el caso de Ñico Membiela y de tantos, que mientras los aprovechados de Cuba se armaban oficinas y mansiones a costa del mercantilismo del dolor, estos creadores eran apartados, vituperados o ignorados. En el mejor de los casos utilizados para sus fines como mismo usan hoy a la oposición en Cuba. No es mi caso, todavía puedo vivir de mi trabajo.

A ésos que sí han vivido del lucro del dolor de Cuba toda su vida, que se han puesto altos sueldos mensuales, y que han querido que uno trabaje para ellos como esclavos imponiéndonos su moral de estafadores como mismo nos explotaron los Castro en Cuba, y que nunca he aceptado, les diré que ellos son junto con el castrismo el problema de Cuba. Ellos son el estorbo para que Cuba sea libre y democrática, ellos son los que fabricaron y fabrican falsos ídolos por el mero hecho de cobrar un sueldo mensual a costa del dolor ajeno. Ellos son los que ponen en peligro la vida de los verdaderos opositores, ésos que de verdad están en las calles, a los que de verdad asesinan, y que éstos de acá ignoran sea porque son negros, porque son viejos, porque no retratan bien en esos dossiers que deben entregar a cambio de sumas inimaginables para conseguirles buenas carreras de pago a sus hijos, vivir como pachás, mientras los hijos de los verdaderos disidentes no pueden ni siquiera disfrutar de sus padres, ya que se encuentran en las prisiones castristas, como es el caso de Sonia Garro y de su hija, mejor de edad. ¿Mandaron estos negociantes del dolor ayuda económica para la defensa de Sonia Garro? No, conozco las cifras que se enviaron y los nombres de los que las enviaron. Yo estoy entre ellos, ellos ni por asomo.

No, el problema de Cuba no es solamente un problema generacional, el problema de Cuba son los cubanos como ésos, tan bien descritos por Carlos Loveira en Generales y Doctores, una gran novela olvidada.

Sepan que no agradezco a ese tipo de gente que me traten de gran escritora para después con cierto veneno vapulearme de manera baja y mezquina tras la máscara de doctores universitarios que se cuelgan para pisotear sus títulos luego en los urinarios públicos donde consiguen por fin solucionar y compaginar su vicio espiritual con su insalubridad sexual.

A esos mierdas que viven del dolor de Cuba y que gustan de las puyitas y puñaladas traperas les ruego que no recen por mi salud espiritual, yo soy muy libre y sana espiritualmente, ¿saben por qué? Pues porque siempre he tenido amigos muy sanos y libres con su sexualidad, como lo he sido yo siempre. Mi salud espiritual va a la par de mi salud sexual.

En cuanto a la libertad de Cuba, que es de lo que se trata, he dado más que mi tiempo y mis fuerzas, he dado mi trabajo, mi obra, porque mis novelas, las que me dieron a conocer y reubicaron a Cuba en el mapa nuevamente por estos lares, fueron escritas en Cuba, ya sólo con eso, que no fue lo único que hice dentro de Cuba, puedo dormir tranquila. Allá los que no pueden ni podrán nunca.
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