lunes, 25 de noviembre de 2019

El socialismo se torna cada vez más amargo.

Por Jorge Olivera Castillo.

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José Ramón Machado Ventura.

Alucinante es un término demasiado condescendiente para calificar el llamado del segundo secretario del Partido Comunista de Cuba, José Ramón Machado Ventura a garantizar el éxito de la zafra azucarera.

La exhortación tuvo lugar en el recorrido que realizó, hace pocos días, por los centrales Antonio Sánchez, 14 de Julio y Ciudad Caracas, 3 de los 4 que molerán en la provincia de Cienfuegos, según un reporte publicado en el diario Granma.

No creo que el alto funcionario desconozca los impedimentos para sobrepasar los 1,3 millones de toneladas que se produjeron en la contienda azucarera anterior, unas de las cifras más bajas desde principios del siglo XX hasta la fecha.

La descapitalización, los bajos volúmenes de caña, la insuficiente disponibilidad de fuerza de trabajo y la mala calidad del producto que llega a los ingenios para su procesamiento, son lastres que anulan los pronósticos halagüeños.

Así que Machado Ventura, vuelve a transitar por el camino trillado de la manipulación y el triunfalismo. Una postura habitual de los dirigentes cubanos, que choca con la verdadera realidad de Cuba: la ruina económica y social causada por las delirantes concepciones de progreso, a partir de la continuidad de la hegemonía estatal sobre los medios de producción.

Las vivencias, echan por tierra, esos anuncios que prometen éxitos a montones en todos los renglones productivos y avances en el mejoramiento del nivel de vida de la población.

El asunto es que el racionamiento, la inflación y los bajos salarios se expanden con una proverbial celeridad en todo el territorio nacional.

Frente al discurso de uno de los más encumbrados referentes del poder en Cuba, hay que decir, alto y claro, que la industria del azúcar está más cerca de la extinción que de un salto hacia mejores resultados.

Sin un programa intensivo de inversiones con participación del capital privado es imposible que la industria, que fue el motor de la economía, se acerque a la posición que tuvo antes de la llegada del huracán revolucionario.

Por otro lado, considero que la cerrazón político-ideológica, de la cual Machado Ventura es uno de sus egregios representantes, es el pilar fundamental de la involución generalizada. El dedo acusador hacia el embargo estadounidense como único culpable de las múltiples regresiones, incluida la del ámbito azucarero, es una pose, un cliché, una moda asumida como cortina de humo para disimular los reales motivos del desastre, estrechamente vinculados a la mentalidad de trinchera, tan alejada del pragmatismo y la sensatez.

La zafra, a punto de comenzar, terminará en otro revés, quizás más dramático que el precedente. El entusiasmo despachado a granel desde las tribunas es materia residual, puro embeleco para un público que aprendió a cobijarse en los laberintos de la apatía contra los indiscriminados bombardeos de promesas y consignas.

Machado Ventura pretende ser creíble, vuelve a la palestra con ínfulas de salvar, y valga la redundancia, lo insalvable. Con su discurso promueve otra burda polvareda mediática que intenta cubrir los pormenores del descalabro.

Nuevamente habrá que comprar algunos lotes de azúcar en el mercado internacional para satisfacer la demanda interna.

Aunque no se divulgue en los medios de prensa oficialistas, la zafra que culminará en mayo del 2020, será un fracaso.

Un reflejo tangible de la decadencia de un modelo que quieren perpetuar a la fuerza, con remiendos reciclados en los talleres del partido.

El socialismo se torna cada día más amargo. La gente lo dice sin tapujos. Lo percibe entre los agobios cotidianos.

Es el sabor de los encontronazos existenciales. El cubano de a pie mira al futuro encaramado en el muro de la desesperanza acompañado por la banda sonora de la escasez.

En el horizonte, otra ronda de nubarrones que presagian peores tormentas.
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