Por Dimas Castellanos.
"Sin un sindicato fuerte no habrá economía", afirmó Salvador Valdés Mesa, vicepresidente del Consejo de Estado y miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el recién concluido Pleno del Sindicato Nacional de Trabajadores Azucareros. Un planteamiento que expresa nítidamente la visión de los sindicatos como instrumentos del Estado y no como una asociación para defender los intereses de los trabajadores.
Valdés Mesa, sustituido la semana anterior del cargo de secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), en las últimas dos décadas fue primer secretario del PCC del municipio y de la provincia Camagüey, secretario general del Sindicato Agropecuario y Forestales y Ministro del Trabajo y Seguridad Social.
Al ser liberado del cargo al frente de la organización obrera, Machado Ventura, segundo secretario del PCC, explicó que la responsabilidad de Salvador Valdés como vicepresidente del país era incompatible con la dirección de la CTC, "pero dada la importancia y significado de contar con un movimiento obrero fuerte y consolidado", él continuaría atendiendo esa labor desde su nueva función. En su lugar, Carmen Rosa López Rodríguez, segunda secretaria, estará al frente de la Central de Trabajadores hasta la celebración del XX Congreso que tendrá lugar en el mes de noviembre.
La salida de Valdés Mesa de la CTC parece responder al recambio de los dirigentes de las llamadas organizaciones políticas y de masas. Carlos Rafael Miranda Martínez, Félix González Vigo, Yuniasky Crespo Vaquero y Teresa María Amarelle Boué, sustituyeron hace apenas unos meses a los que ocupaban esas responsabilidades en los CDR, la ANAP, la UJC y la FMC. Los cuatro integraron el Consejo de Estado el pasado 24 de Febrero, cuando Valdés Mesa fue designado vicepresidente de ese órgano. Lo anterior demuestra la ausencia de autonomía del movimiento obrero en Cuba, sin la cual puede ser que no halla economía fuerte, pero lo seguro es que no habrá sindicatos fuertes.
Una mirada sucinta a la historia de ese movimiento devela el proceso que condujo a su desnaturalización. Emergido en la segunda mitad el siglo XIX durante el proceso de sustitución de la mano de obra esclava por la asalariada, el sindicalismo cubano tuvo sus primeras manifestaciones con las huelgas en la industria del tabaco y la fundación de los primeros periódicos obreros; se extendió en pleno colonialismo con la entrada en vigor de la Ley General de Asociaciones en 1888; y apoyado en las libertades y derechos reconocidos en la Carta Magna de 1901, recogió sus primeros frutos en la primera década del siglo XX con la aprobación de los días festivos y de duelo, la jornada de ocho horas para trabajadores del Estado, la prohibición del pago en fichas y vales, y el cierre de establecimientos comerciales y talleres a las seis de la tarde, entre otras.
Su fortalecimiento se manifestó en la conformación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba en 1925; en la huelga que derribó el régimen de Gerardo Machado en 1933; en la legislación obrera de 1938, que garantizó derechos de los trabajadores como el salario mínimo y las pensiones por causa de muerte que asumieron carácter constitucional; y en el nacimiento de la CTC en 1939. Todo lo anterior convirtió al sindicalismo en un factor importante de la sociedad civil cubana.
Sin embargo, la subordinación de las asociaciones sindicales a los partidos políticos que comenzó en 1925, se agudizó en la década del 40 con la pugna entre auténticos y comunistas por el control del movimiento obrero y en 1952, cuando Eusebio Mujal, entonces secretario general del movimiento obrero después de ordenar la huelga general contra el golpe de Estado de ese año, terminó aceptando una oferta de Fulgencio Batista a cambio de conservar los derechos adquiridos por la CTC.
Finalmente, en 1959 se recibió el golpe más fuerte: la CTC fue disuelta y sustituida por la (CTC-R). En noviembre de ese año, en el X Congreso, el secretario general David Salvador Manso expresó que los trabajadores no habían ido al Congreso a plantear demandas económicas sino a apoyar a la revolución. El XI Congreso celebrado en noviembre de 1961 confirmó la perdida de autonomía cuando los delegados renunciaron a casi todas las conquistas históricas del movimiento obrero: los nueve días de licencia por enfermedad, el bono suplementario de navidad, la jornada semanal de 44 x 48 horas, el derecho de huelga y el incremento del 9.09%, entre otros. A partir de ese momento, la CTC devino auxiliar del gobierno.
La independencia de los sindicatos respecto a cualquier institución extrasindical constituye una premisa vital para la defensa de sus propios intereses. Sus funciones, al quedar bajo el control del Estado, dejaron de emanar de las necesidades e intereses de los trabajadores, lo que condujo a su desnaturalización. La dependencia se refrendó en la Constitución de 1976, en la cual no se recogieron los resultados alcanzados por el movimiento sindical desde su creación.
Una viva expresión de la perdida de autonomía fue el pronunciamiento de la CTC acerca de las medidas dictadas por el Gobierno para desinflar las plantillas laborales y brindarle mayor cobertura al trabajo por cuenta propia. En el documento denominado "Pronunciación de la Central de Trabajadores de Cuba", emitido en el mes de septiembre de 2010, se plantea que "Nuestro Estado no pude ni debe continuar manteniendo empresas, entidades productivas, de servicios y presupuestadas con plantillas infladas, y pérdidas que lastran la economía, resultan contraproducentes, generan malos hábitos y deforman la conducta de los trabajadores. Es necesario elevar la producción y la calidad de los servicios, reducir los abultados gastos sociales y eliminar gratuidades indebidas, subsidios excesivos, el estudio como fuente de empleo y la jubilación anticipada. El éxito del proceso que ahora se inicia dependerá del aseguramiento político que desde el movimiento sindical y bajo la dirección del Partido los dirigentes sindicales demos previamente a las acciones que se deben emprender…"
El texto citado confirma la pérdida de la independencia de la CTC, sin la cual es imposible la existencia de un verdadero sindicalismo. En el documento citado están plasmados los intereses del Estado, mientras no se dice nada de los ingentes problemas de los trabajadores, en primer lugar, de la insuficiencia de los salarios actuales para vivir.
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