viernes, 30 de octubre de 2009

Por qué no se debe levantar el embargo (ii).

Por Huber Matos Araluce.

Descartada, por falsa, la afirmación de los supuestos efectos del embargo en la salud pública de los cubanos, pasemos a otro tema: ¿Habrá golpeado el embargo a Cuba tan seriamente que el desastre económico sea su consecuencia?

No. Esa es la opinión del presidente Jimmy Carter, quien en el 2002, en la Universidad de la Habana, dijo a los cubanos que las limitaciones del embargo “no son la causa de los problemas económicos de Cuba. Cuba tiene intercambio comercial con más de 100 naciones”.

Es cierto: excluyendo a Estados Unidos, el castrismo ha tenido relaciones comerciales con más de 100 naciones del mundo.  Ha recibido préstamos, donaciones y asistencia técnica de muchos países ricos. Les ha comprado todo lo que ha querido -desde fábricas completas hasta equipos médicos-  y les ha vendido lo que ha podido.

Según el economista Carmelo Mesa Lago, desde 1960 hasta el desplome de la URSS en 1991  el bloque comunista dio asistencia al gobierno cubano por 64,500 (sesenta y cuatro mil quinientos) millones de dólares. Castro recibió más de medio millón de dólares por cada kilómetro cuadrado de territorio cubano. Con un trato similar, Costa Rica se habría beneficiado con una subvención de más de 29.000 millones de dólares.

Con esos recursos Fidel Castro se dedicó a desmantelar la economía de mercado en Cuba para modelarla a la imagen de la de la URSS. Esa fue una decisión propia de Castro y su grupo, en la que los Estados Unidos no tuvieron nada que ver. El propio Castro lo ha aclarado: “la hostilidad de los Estados Unidos no determinó el proceso… porque nuestra revolución habría marchado inexorablemente hacia el socialismo…Nosotros nos considerábamos marxistas-leninistas, partíamos de los principios marxista-leninistas y nos proponíamos una revolución socialista.” Esto no equivalía a otra cosa que a imponer “la dictadura del proletariado”.

Mientras en la década de 1960 el abogado Fidel  Castro convertía la economía cubana en una copia de la soviética, otro abogado, Mijaíl Gorbachov, entonces responsable de la producción agrícola estatal en la región de Stravopol, tomaba cursos para graduarse de científico agrícola, mientras su esposa Raisa hacía un estudio sociológico que demostraba serias contradicciones entre la versión oficial soviética y la realidad del campesinado. Mientras Gorbachov ensayaba con cambios hacia la descentralización, Fidel Castro lo concentraba todo en sus manos.

Por tres décadas se construyeron escuelas, instalaciones deportivas, centros de enseñanza técnica, universidades y hospitales. Se modificó la ley de Reforma Agraria para dejar de favorecer a los pequeños campesinos y organizar inmensos conglomerados agrícolas estatales. En 1968 había en Cuba 26.800 tractores; dos años después la cantidad casi se había duplicado a 51.600 tractores.

Mientras duraron los $64.500 millones de dólares de asistencia del bloque comunista, dentro y fuera de Cuba millones de personas aplaudían los “logros” de la revolución en salud, educación, deportes y arte. No eran logros de la revolución, los pagaba la URSS. En realidad el país se había convertido en un insaciable parásito de recursos soviéticos, que lejos de asignarse y administrarse con disciplina, eran manejados caóticamente por el Comandante en Jefe y su camarilla.

A finales de los setenta, casi diez años después de iniciado el proceso de estatización y centralización, el famoso economista agrícola francés René Dumont, miembro del partido comunista de Francia y testigo presencial de lo que pasaba en Cuba, llegaba a la conclusión en su libro “Cuba ¿Es socialista?” de que el personalismo de Castro no podía ser considerado socialismo.

Cuba era gobernada por un faraón que un día decidía eliminar el azúcar como la principal industria exportadora del país, después reconocía el error y daba marcha atrás, para luego dar órdenes de desmantelarla completamente.  De ser el mayor exportador de azúcar del mundo en la era pre-castrista, Cuba terminó importándola para consumo nacional. En lugar de exportar etanol en cantidades industriales y suplir una parte sustancial de la energía eléctrica como subproducto de la conversión de la caña en azúcar, el país  importa petróleo para producir electricidad.

Año tras año la productividad de la economía cubana declinaba, mientras la URSS soportaba la carga con subsidios. En 1959 Cuba tenía casi tantos habitantes como cabezas de ganado; tres veces el per cápita mundial.  En 1974, quince años después, la producción per cápita de carne de res en Cuba era de 8 kilos, la de Honduras 16, la de Panamá 25 y la de Costa Rica 30

En el estudio “El Sector Agropecuario Cubano bajo el socialismo de Estado”, Manuel Sánchez Herrero y Arnaldo Ramos Lauzurique indican que: “la escasez de alimentos ha sido después de 1960 un componente básico del “sistema económico cubano.” Recientemente el ex comunista norteamericano David Horowits, ex asesor político de Bertrand Russel y ex director de la revista radical “Ramparts,”  un ícono editorial de la izquierda norteamericana, afirmó públicamente que  Castro era un “lunático que ha llevado a Cuba  la quiebra.”

Desde 1960 a 1990, los soviéticos realizaron una transferencia de riqueza a Cuba sin paralelo en el continente americano. Todo se invirtió en el mismo modelo que fracasó en la Unión Soviética: el sistema cuyos pobres resultados persuadieron a la nomenclatura comunista de que no había alternativa que la de iniciar cambios que conduciría a la desaparición de la URSS.

La era de Gorbachov había comenzado

Aquel humilde abogado de Stravopol, convertido entonces en el máximo dirigente de la URSS, no pudo convencer  a Fidel Castro de la necesidad de aprender de la historia. Por estas razones, el embargo estadounidense no fue, ni es, el responsable del desastre de la economía socialista en Cuba.

En la Unión Soviética, a mediados de la década de los ochenta, se comenzó un examen crítico del comunismo. La era de Gorbachov había comenzado. Eran los tiempos del Glasnost y la Perestroika.  Las revistas soviéticas se volvieron populares entre los jóvenes cubanos. Castro reaccionó negativamente.

El dictador cubano sobrestimó su importancia en el mundo comunista.  Se creyó indispensable e intocable. También subestimó las consecuencias de las propuestas del nuevo líder soviético.  Estúpidamente, se alineó contra Gorbachov.

La  URSS lo presionaba a una política de estímulos materiales en la economía, contraria a sus puntos de vista. Entonces Castro eliminó a Humberto Pérez, partidario de implementar las nuevas directrices soviéticas, de la Junta Central de Planificación.  Criticó  los nuevos enfoques y sustituyó al embajador cubano en Moscú, un comunista de Partido, por un incondicional personal.

Fidel Castro creyó que, independiente de los cambios que ocurrían en Moscú, la URSS mantendría el nivel de asistencia a su régimen.  Quizás fue informado de los planes para darle un golpe de estado a Gorbachov. Mientras tanto, se debilitaba el cordón umbilical que lo había alimentado por tres décadas.

En 1991, el golpe de estado contra Gorbachov fracasó. Castro se quedó sin sus amigos en Moscú: Vladimir Kryuchkov perdió la jefatura de la KGB; Oleg Shenin, miembro del Secretariado y del Politburó, terminó en prisión; el jefe del personal  del Estado Mayor, Mikhail Moiseyev, también fue remplazado. El primer ministro Valentin Pavlov fue purgado.

Fidel Castro había agotado la paciencia de los soviéticos, e innecesariamente se había ganado la antipatía de los reformadores. Boris Yeltsin proponía el fin de la ayuda a Cuba: era una carga pesada e inútil.

Ahora Castro dependería de los países occidentales con los que había comerciado: España, Francia, Alemania, Inglaterra, Japón y otros, los que le habían facilitado préstamos, asistencia técnica, y de una u otra forma apoyo político contra el embargo de los Estados Unidos.

Pero con estos también tenía dificultades. Su gobierno no les podía pagar las deudas. En 1986 Cuba había declarado una moratoria a  los pagos. La suma alcanzaría 12 mil millones de dólares. Según Carmelo Mesa Lago, la deuda externa cubana en 1990 era de 37.600 millones de dólares, la más alta per cápita del hemisferio.

Entonces Fidel Castro, el recalcitrante dogmático, el enemigo de los incentivos materiales y del capitalismo, cambió su política y abrió las puertas de Cuba a la inversión extranjera. El país se abrió al turismo, que había sido rechazado para evitar la contaminación ideológica. La industria turística quedó en manos de sus socios españoles. Eso sí, los cubanos no podían estar en los hoteles donde se hospedaban los extranjeros, ni bañarse en las playas donde ellos estuvieran. En la minería se favoreció  la inversión canadiense. Varios cientos de empresas capitalistas se instalaron en Cuba. Se autorizó que los cubanos pudieran ejercer por cuenta propia un grupo seleccionado de oficios, y se le dieron algunas libertades al mercado campesino.

El país navegó “el periodo especial”  lleno de privaciones, que no eran causadas por el embargo estadounidense, sino por tres décadas de despilfarro y malas inversiones. También por una política destinada a que los cubanos no tuvieran “independencia económica”, exactamente la respuesta que  Fidel Castro le había dado a mi padre en marzo de 1959.

De regreso de la inauguración de un molino de trigo en Regla, Fidel le comentaba sobre los problemas laborales que vendrían; mi padre le preguntó:

-¿Tú has descartado la idea de que los trabajadores perciban una participación de las utilidades de de la empresa, tal como expones en tu discurso “La Historia me absolverá”?

-No se puede, Huber. Si posibilitamos que los trabajadores tengan independencia económica, eso conducirá en los hechos a la independencia política

La ineficiente economía cubana se resistía a alcanzar los niveles anteriores al de 1989, pero tan pronto el dictador se dio cuenta de que su régimen podría sobrevivir sin la URSS, anuló las medidas que habían relajado el férreo control estatal sobre las actividades de los cubanos. Lo rescató Hugo Chávez, quien sustituyó a la URSS con una asistencia que ha evitado el colapso del régimen.

Cuando se sume la subvención venezolana a la soviética, es muy probable que el castrismo haya recibido un millón de dólares de ayuda por cada kilómetro cuadrado de la isla de Cuba. La economía cubana ha continuado declinando porque es un parásito que consume insaciablemente.  El embargo interno, el verdadero bloqueo del castrismo contra el pueblo cubano, es el principal responsable del pobre nivel de vida de los cubanos.
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