sábado, 31 de octubre de 2009

Por qué no se debe levantar el embargo (v).

Por Huber Matos Araluce.

Quienes afirmaron que el embargo era un fracaso porque no había logrado el colapso del castrismo inventaron una falacia, porque nadie nunca creyó que el embargo sería la vía para acabar con la dictadura castrista.

Algunos países obtuvieron buenas ganancias pretendiendo que iban a mejorar la situación de las libertades en la isla con amistad y comercio, pero se quedaron en cero en el campo de los derechos humanos en Cuba.

Otro argumento es que sin el embargo estadounidense ya se habrían logrado cambios importantes en Cuba. Es decir, que si los Estados Unidos hubieran practicado similar política de amistad y negocios con el castrismo, este se habría transformado en una democracia. Otra falacia.

Esta afirmación pasa por alto “la naturaleza de las dictaduras totalitarias y los dictadores.” Recordemos la respuesta de Fidel Castro, dos meses después del triunfo de la revolución, cuando mi padre le recordó su promesa pública de repartir las ganancias de las empresas entre los trabajadores:

“No se puede, Huber. Si posibilitamos que los trabajadores tengan independencia económica, eso conducirá en los hechos a la independencia política.”

Así que, desde el principio, mucho antes de haberse declarado marxista-leninista, Castro le confesaba en privado a uno de sus comandantes que estaba decidido a que los trabajadores cubanos no tuvieran independencia política. Ningún dinero, ninguna independencia; algún dinero, alguna independencia. Mucho dinero, un peligro grave para El Comandante en Jefe.

Quienes conocen a Fidel Castro saben de su obsesión contra cualquiera que pueda acumular dinero. Siempre que el régimen ha dado libertad a los campesinos para producir y vender, en las próximas cosechas aparece la comida. Los agricultores ganan más, aparecen los intermediarios y hasta “pequeños burgueses”. Entonces, en un ataque de rabia o de miedo, el dictador los condena públicamente, ordena persecución, arrestos y confiscaciones, y de regreso el pueblo a pasar hambre y necesidades.

En su defensa, algunos apologistas del castrismo han señalado la lealtad de Fidel al “voluntarismo”, del que Che Guevara quiso ser el ideólogo. El hombre nuevo de la revolución debía motivarse por altruismo, no por egoísmo, es decir, por dinero.

El concepto del hombre nuevo asume que las personas son capaces de superar el egoísmo y tener como meta principal el bien de los demás. En el extremo opuesto están aquellos que creen que el hombre es espiritualmente incapaz de superar sus peores cualidades. ¿Dónde está Fidel Castro?

Si el compañero Fidel creía a los obreros cubanos incapaces de manejar su independencia política, es decir, su libertad para elegir el tipo de sociedad en que querían vivir, no tenía entonces fe en que los trabajadores pudieran razonar y decidir aquello que era bueno para el individuo y lo es, también, para la comunidad.

Castro, por lo tanto, no compartía la concepción marxista de la naturaleza humana. No podía creer en el ideal marxista-leninista de alcanzar el comunismo, etapa final del socialismo, en el que el hombre habría podido construir una relación social de tal bondad que hacia innecesario el Estado.

Fidel Castro está más cerca de Maquiavelo en cuanto a la supremacía de las bajas pasiones en las personas. Pero aun Maquiavelo es más optimista que él respecto a las personas. Castro realmente se ubica en la corriente filosófica que considera que la humanidad es naturalmente egoísta y perversa, por lo que es necesario que el Estado tenga a la gente bajo control, para protegerlos de ellos mismos.

¿Pero qué tiene que ver esa filosofía con el embargo?

Mucho.

Es absurdo pensar que un individuo con tanto poder, y tan convencido de la maldad humana como Castro, hubiera estado dispuesto a permitir que los cubanos siquiera se acercaran a un mínimo de democracia.

Por el contrario, durante medio siglo ha hecho todo lo posible por asegurarse lo inverso. Por esta razón, cuando ha tenido que abrirse al capitalismo para sobrevivir, se ha cuidado de dejar por fuera a  los cubanos, convirtiendo al estado castrista en socio de la inversión extranjera.  Hasta el punto de que los empleados cubanos de esas empresas reciben una fracción de los sueldos, pasando la mayor parte a manos del gobierno.

El Estado (que era y sería siempre Fidel Castro) controlaría en Cuba toda la actividad política, económica, cultural y social. En teoría, los obreros recibirían casa, comida, ropa, educación, transporte y salud a cambio de su obediencia. De la cuna a la tumba, obediencia exclusiva a Fidel Castro.

¿Por qué alarmarse entonces si ganan 17 dólares al mes? Por esta razón – filosófico-política - fracasaron quienes han sido sus aliados comerciales en lograr flexibilizar un régimen donde manda quien se cree un “superhombre” sobre todos los demás débiles pecadores.  Él ha salvado a los cubanos del error de la independencia política.

Durante medio siglo de absoluto poder en Cuba, Fidel Castro ha demostrado ser un consumado actor de teatro, amable con los visitantes extranjeros, pero despótico con sus subordinados. En su capacidad de mentir y simular ejemplifica con creces los consejos de Maquiavelo a los príncipes italianos.

Si hubiese que comparar su carácter con alguno de los dictadores que lo antecedieron, Hitler podría ser su hermano gemelo. Ambos buenos oradores y oportunistas, tan pagados de sí mismos que el narcisismo los llevó a cometer grandes errores. Inflexibles en sus propósitos, llenos de odio y amantes de la guerra. De haber tenido bombas atómicas, Hitler no hubiera  dudado un instante en usarlas; su locura llevó a Alemania al desastre.

El 22 de setiembre de 2009 el periódico The New York Times  reveló que el General soviético Adrian A. Danilevich, en un estudio para el Pentágono, “Soviet Intentions 1965-1985”, había informado que, en los 80, Castro quería que la URSS lanzara bombas nucleares contra los Estados Unidos. El alto mando soviético tuvo que disuadirlo activamente, explicándole que la contaminación perjudicaría a Cuba.

Hitler se aprovechó de las circunstancias de una frágil y humillada Alemania para tomar el poder democráticamente e imponer una dictadura brutal. Aunque los seis millones de judíos le hubieran jurado lealtad al nazismo no se habrían salvado de las cámaras de gases. Tampoco los países europeos habrían evitado la invasión, aunque le hubieran reconocido al “Führer” la superioridad de la “raza aria”. Hitler no andaba en busca de aduladores, sino de conquistas y esclavos.

Durante la lucha contra Batista Fidel Castro prometió al pueblo apoyar la democracia representativa; una vez firme en el poder, confesó que siempre había sido comunista, pero que de haberlo admitido antes todavía estaría peleando en la Sierra Maestra.

Fidel Castro necesitaba muchos enemigos. Por eso convirtió a los demócratas cubanos en contrarrevolucionarios. Fusiló a miles, mando a prisión a cientos de miles, y casi dos millones han huido al exilio. Hasta el día de hoy, quienes se le oponen son acusados indistintamente de agentes de la CIA, gusanos o traidores.

El argumento de que sin el embargo Fidel Castro no habría tenido excusa con la cual justificar la represión, pasa por alto que a los dictadores siempre les sobran excusas para reprimir a sus enemigos.

En pocos años Cuba perdió gran parte de la masa de población con talento creativo y formación profesional, que había hecho del país una nación en vías de desarrollo. La fama del ballet cubano, la música, la educación y la medicina  precedieron al castrismo.

En 1958 Cuba tenía 160 estaciones de radio, y era el país con más radiorreceptores en Latinoamérica; 23 estaciones de televisión y 600 salas de cine. Con 38,384 fábricas de todos los tamaños, y 161 centrales azucareros, 75% de los cuales eran propiedad de cubanos, el parque industrial de la isla era respetable. (1)

Fidel Castro le declaró la guerra al “imperialismo” después de que los soviéticos le aseguraron que tendría todo el apoyo económico, político y militar que necesitara.

Provocó el embargo estadounidense confiscando todas las empresas y propiedades norteamericanas sin pagar o prometer compensación.

Como Nasser en Egipto, Castro pudo haber tomado una posición independiente, dejando las puertas del mercado de Estados Unidos abiertas, pero para sus proyectos mundiales necesitaba a los Estados Unidos como enemigo, y a la URSS como socio y aliado.

Creyó que el mercado soviético sería un buen sustituto permanente.  En ambas cosas se equivocó. No se dio cuenta de que ya en aquellos tiempos la Unión Soviética daba señas de agotamiento sistémico.

Fidel Castro derrochó recursos en aventuras subversivas en Latinoamérica, y envió ejércitos cubanos a guerras africanas. Como un dios, se propuso hacer el “hombre nuevo” de la revolución: el ciudadano altruista sin independencia política.

Lo que logró fue que la nueva generación de cubanos se niega a trabajar. Negros, blancos y mulatos sueñan con huir de su país a cualquier parte.

La mayoría de los comandantes, coroneles, profesores, economistas, sociólogos, banqueros, abogados etc., que al conocer la mentalidad de Castro se fueron apartando del proceso, piensan que mientras él esté en el poder, o pueda influir, no habrá un cambio democrático en Cuba, ni aunque los americanos se le arrodillaran.

No hay razón para dudar de que sin el embargo estadounidense Castro actuaría como lo hace su hijo político Hugo Chávez. Estados Unidos es el socio comercial más importante de Venezuela, pero para Chávez es su peor enemigo.  Acusa a un presidente (Bush) de ser el mismísimo diablo, y al siguiente (Obama) de ser un hipócrita. Considera al capitalismo el responsable de los males del mundo, el sistema a destruir para en su lugar construir el nuevo socialismo.
Share:

0 comments:

Publicar un comentario