jueves, 29 de octubre de 2009

Por qué no se debe levantar el embargo (i).

Por Huber Matos Araluce.

Uno de los temas más controversiales relacionados con Cuba es el del embargo comercial estadounidense. Entre las características del debate está el hecho de que generalmente quienes participan lo hacen desde una posición de autoridad - política, técnica y moral - que hace de quien no opina igual un estúpido, un ignorante, un insensible, o las tres cosas. En resumen, en el asunto del embargo todo el mundo es un experto, y muy tajante.

Hace mucho tiempo, quienes se oponían al embargo - llamado bloqueo por los más intransigentes - alegaban que a quien esta medida realmente lastimaba era al pueblo cubano. El gobierno no era afectado por las restricciones, porque era el cubano común y corriente el que padecía sus consecuencias.

Como era el pueblo y no la dictadura quien sufría el embargo, la política era inmoral y, en consecuencia, lo humano y lo correcto era quitarlo.

Si no pensabas así no te lo decían, pero se intuía que eras inhumano y poco inteligente; un americano estúpido o un exilado cavernario.

No fueron pocas las reuniones sociales en que recibí semejante disparo. Siempre fue a quemarropa y sin mucho aviso. Siempre fue un argumento en apariencia fulminante, una “razón” auto-evidente, de las que no admiten discusión, una estocada dialéctica y mortal al contrincante.

Por ejemplo, organizaciones tan respetables como Amnistía Internacional, que ha denunciado sistemáticamente la violación de los derechos humanos en Cuba, pero que no puede visitar la Isla porque el régimen castrista no se lo permite, en su último informe sobre Cuba, hecho público esta misma semana, plantea que: “El embargo es inmoral y debe ser levantado (...) Impide a millones de cubanos beneficiarse de medicinas vitales y equipos médicos esenciales para su salud”.

Del embargo, así definido, como una agresión brutal de Washington contra el pueblo cubano, nacía otro argumento igualmente espeluznante: el embargo le sirve al castrismo para justificar el estado de sitio, los atropellos, la prisión y la pobreza en Cuba.

Si con el primer disparo sobre la inmoralidad del embargo no te habían liquidado, este era el tiro de gracia: de insistir te arriesgabas a hacer el ridículo. ¿Por qué?

Porque sin el embargo la dictadura no tendría justificación para continuar con la represión. Sin el embargo, el régimen castrista quedaría al desnudo ante su pueblo. El castrismo ya no tendría razones para justificar la demagogia en el campo de la política o en el de las necesidades primarias: casa, comida, medicinas, y hasta ropa y transporte.

Ese binomio conceptual (es inhumano, y es tonto porque ayuda al castrismo) asumía que el embargo era una imposición exclusiva de Washington, un resabio contra el castrismo o contra la independencia de los cubanos para escoger su propio modelo de desarrollo.

Era una medida producto de la frustración estadounidense contra la revolución, y una muestra de la típica y reconocida estupidez norteamericana para manejar su política exterior. Hasta se alimentaba en una dosis de revancha por la pérdida de empresas norteamericanas en Cuba.

Con el tiempo el binomio se convirtió en trinomio. Apareció un nuevo y poderoso argumento: la permanencia del castrismo había y ha demostrado el fracaso del embargo.

Lejos de derrocar a la dictadura, le dio argumentos y justificaciones. En conclusión, porque no se puede llegar a otra, Fidel Castro tiene que darle las gracias a Washington por el embargo. El embargo consolidó al castrismo. Sin el embargo, se habría quedado sin enemigo, habría tenido que cambiar, y con cambios ya posiblemente habría en Cuba una democracia.

De nuevo citemos el reciente informe de Amnistía Internacional sobre este último argumento, que dice así: “Esta es la oportunidad perfecta para que el presidente Obama se distancie de las políticas fracasadas del pasado y envíe una fuerte señal al Congreso sobre la necesidad de terminar el embargo”.

¿Habrá argumentos contra este trinomio de verdades auto-evidentes? Tal vez sí, tal vez no.

El embargo es un capricho de Washington. Así piensan cientos de miles de personas en el planeta.

Este error los induce a incorporar prejuicios en el análisis del tema. Asumen un desigual enfrentamiento entre la nación poderosa del norte y la isla del Caribe. Las simpatías se inclinan a favor del débil (Cuba), víctima del grande.

El castrismo ha reforzado esa imagen por décadas, siempre asistido por los medios de comunicación y una buena parte de la academia de Occidente; por personalidades, desde Jesse Jackson y Louis Farrakhan hasta Juan Pablo II. La ONU y medio mundo están contra el embargo.

Es difícil explicar cómo este “capricho de Washington” ha sido respaldado por todos los presidentes estadounidenses desde que John F. Kennedy lo aprobó en 1962. El embargo tuvo el respaldo de Bill Clinton, y tiene el de Barack Obama.

La verdad es que el embargo ha sido y es producto de la presión del exilio cubano sobre Washington.

Los votantes cubanos en Estados Unidos han tenido suficiente peso político para elegir a dos senadores y cuatro congresistas cubano-americanos. Es lógico asumir que estos seis cubano-americanos han influido en otros legisladores que son sus amigos, sus compañeros de partido y sus aliados políticos, permanentes o circunstanciales.

Dondequiera que estén, los cubanos influyen con su voto y con sus opiniones en los Estados Unidos. La mayoría de mis compatriotas están concentrados en Florida, que es uno de los estados más importantes en una elección presidencial; un estado donde una minoría puede inclinar la balanza a favor del candidato presidencial demócrata o republicano. En una votación cerrada en el colegio electoral, los 27 votos de Florida, y en consecuencia el presidente, pueden ser decididos por la minoría cubana. Ya ha sucedido.

Por estas razones, en las pasadas elecciones presidenciales el candidato Barack Obama fue a Miami y públicamente se comprometió a no levantar el embargo si en Cuba no se soltaban los presos políticos y se respetaban los derechos humanos. Además se comprometió a que en negociaciones con el gobierno de Cuba los cubanos del exilio no serían marginados. ¿Promesas de campaña? Tal vez, pero se hicieron, o se tuvieron que hacer.

En todo caso, si el embargo es una política errónea, la misma se mantiene por los cubanos, y quien piense que es inhumano, una tontería o un error político, no debe atribuírselo a los americanos, sino al poder político del exilio cubano.

La diferencia es muy importante. Como no es el “imperialismo” norteamericano quien mantiene el embargo, sino el exilio cubano, ya esto se va pareciendo a un problema entre cubanos: los castristas “inteligentes” que han gobernado a Cuba por medio siglo, y los cubanos demócratas y estúpidos de Miami, más los demás cubanos exilados, también demócratas y estúpidos, que vivimos en otras partes.

¿Es el embargo inhumano como dice Amnistía Internacional?

Amnistía Internacional dice: “El embargo es inmoral y debe ser levantado (...) Impide a millones de cubanos beneficiarse de medicinas vitales y equipos médicos esenciales para su salud”.

Esto contradice lo que se ha considerado en el mundo una verdad absoluta e irrebatible: que gracias al castrismo los cubanos tienen uno de los índices más altos de salud y su sistema de atención médica es ejemplar.

Es imposible tener un sistema de salud de ese nivel de excelencia si, como asegura Amnistía, por culpa del embargo en Cuba no hay medicinas “vitales” ni equipos médicos “esenciales”. O el régimen cubano ha estado mintiendo, o se equivoca Amnistía.

Desde el año 2000 una reforma al embargo permite la exportación a Cuba de alimentos y medicinas. El 28 de abril de 2009 The Associated Press señalaba desde Washington, en un informe sobre el embargo, que: “Estados Unidos está vendiendo a la isla desde hace años productos agrícolas y medicinas.”

En el 2008 el gobierno cubano compró en Estados Unidos 711 millones de dólares en alimentos y medicinas. De hecho, los Estados Unidos son el principal abastecedor de alimentos de Cuba, y su quinto socio comercial.

Según Martha Brannigan, de El Nuevo Herald, los Estados Unidos venden al gobierno cubano fertilizantes, semen para inseminación de ganado, postes eléctricos y hasta gomas de mascar. “Crowley Maritime Corp envía un barco semanal de Port Everglades a La Habana cargado de pollos y productos agrícolas.”

El régimen castrista se queja de que está obligado a pagar en efectivo, pero esto no debería ser ningún problema. Las remesas que mandan los exilados a sus familiares en Cuba se calculan entre 800 a 1000 millones de dólares anuales.

El gobierno cubano se queda con todos esos dólares y entrega a los beneficiarios moneda cubana. Por la mediación cobra abusivamente el 10% y además les da un dinero devaluado por una injusta tasa de cambio.

En realidad las compras de alimentos, productos agrícolas, medicinas y suministros médicos del régimen castrista en los Estados Unidos se pagan con los dólares que los exilados cubanos mandan a sus familiares en Cuba.

Martha Brannigan escribe que los exilados, además de enviar sustanciales remesas, llevan anualmente a sus familiares en la isla más de 300 millones de dólares adicionales en ropa, zapatos, medicinas y todo lo que puedan en sus viajes.

Pagan otros cientos de millones de dólares por llamadas telefónicas a Cuba. Por cierto, a unas tarifas draconianas impuestas por las autoridades castristas.

El presidente Carter, en un discurso en la Universidad de La Habana, el 14 de mayo del 2002, dos años después de haberse eliminado la restricción de ventas de medicinas y equipos médicos a Cuba, al referirse al embargo dijo que: “este tipo de restricciones no son la causa de los problemas económicos de Cuba. Cuba tiene intercambio comercial con más de 100 naciones, y, por ejemplo, puede comprar medicinas a mejor precio en México que en los Estados Unidos.”

El 27 de abril del 2007, Anita Snow, de The Associated Press, reportando desde La Habana sobre una exhibición de productos médicos de la compañía Mercury Medical de Clearwater, Florida, informaba que oficiales cubanos le dijeron que no se importaba más productos médicos de los Estados Unidos por el alto precio que tenían.

De hecho, en el 2008, Cuba solamente importó 1.2 millones de dólares en medicinas y equipos médicos de los Estados Unidos.

En el citado artículo de El Nuevo Herald del domingo 6 de septiembre del 2009, Brannigan dice que: “En el caso de medicamentos no se exporta mucho porque Cuba tiene otras opciones,” que fue lo que dijo el presidente Jimmy Carter en La Habana en el 2002.

El lunes 8 de septiembre del 2009, Fidel Castro ataca a la firma holandesa Philips por paralizar el envió de repuestos a Cuba, alaba a la Siemens por haber cumplido en la compra a las dos empresas, de una impresionante lista de equipo médico avanzando.

Y agrega: “Desde luego que a los Centros de Diagnóstico de Venezuela, los de Alta Tecnología y otros atendidos por nuestros médicos, hemos enviado equipos de marcas reconocidas en el mundo como las mejores en su especialidad, como Siemens, Carl Zeiss, Drager, SMS, Schwind, Topcon, Nihon Kohden, Olympus y otras de Europa y Japón, algunas de las cuales se fundaron hace más de 100 años.”

La reciente aseveración de Amnistía Internacional es errada, no hay prohibición de exportar equipos médicos de Estados Unidos a la isla. Cuba no solamente tiene equipos médicos avanzados, sino que hasta los envía y opera en Venezuela.

Lamentablemente Amnistía Internacional ha contribuido a la confusión sobre el embargo. Denuncian un hecho que, por inexistente, no puede ser una inmoralidad condenable.
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