miércoles, 1 de julio de 2020

Hansel también debió gritar que sería como el Che.

Por Jorge Ángel Pérez.

Retrato de Hansel Hernández.

No sé cómo fue la infancia de Hansel, ni siquiera sé si tuvo infancia o una hermana llamada Gretel, quizá sí. No sé si tuvo unos padres amorosos que lo guiaran en sus juegos infantiles. No sé quiénes fueron los padres y mucho menos si Hansel y Gretel se escapaban de la casa para adentrarse en algún bosque cercano, en un matorral, para jugar hasta que no le quedaran fuerzas. No sé si Hansel tuvo un tirapiedras con el que pudo disparar a algún pajarito escondido en la floresta.

Quién podrá asegurar que Hansel extendió alguna vez las ligas de su tirapiedras con los ojos puestos en el breve pecho de un gorrión, quién podrá dudar que puso trampas a un tomeguín y lo vendió luego, o lo soltó. Nadie sabe si “echó a pelear” a unos perros para que se destriparan en la batalla, para aplaudir la mordida y el sangrado. No sabemos nada de Hansel en el bosque. No sabemos nada de Hansel en la escuela. ¿Será que lo quisieron sus maestras? ¿Habrá copiado del vecino de pupitre en los exámenes? ¿Será que fue castigado por los padres y maestros por alguna conducta deplorable?

No sé nada de Hansel, no sabemos si fue un buen alumno o un “futuro delincuente”, pero tengo la certeza de que el niño uniformado, y con pañoleta anudada bajo el cuello, debió chillar muchas veces, y junto a sus compañeros, “Pioneros por el comunismo seremos como el Che”. Él, como todos los niños en Cuba, fue obligado a gritar con mucha fuerza que sería como el argentino; y por supuesto que esos niños no están pensando en el asma del guerrillero. Todo lo que advierten es que serán “revolucionarios”, que serán “comunistas”, y quizá “fieles a la patria”, y es posible que “buenos estudiantes”, aunque por esos días disparen piedras a cualquier pajarillo en pleno vuelo.

Eso podríamos suponer ahora del niño que fue Hansel alguna vez, pero todo eso no va más allá del terreno de las suposiciones. Lo que sabemos ahora de Hansel es que está muerto, que un policía, un militar, le disparó y lo dejó sin vida, como al Che; según dicen, el joven occiso había robado piezas y accesorios en una paradero de ómnibus y que resultó sospechoso a los ojos de dos policías que patrullaban la zona y que le ordenaron detenerse, pero él intentó escapar; y también dicen, quienes construyen las noticias, que lanzó piedras a sus perseguidores, que algunas fueron certeras, como la que pegó en la “entrepierna” de uno de los policías y que debió doler mucho, muchísimo, y luego otra pedrada le pegó al mismo policía en un lateral del torso, no sabemos si en la izquierda o en la derecha. No sabemos…

Y a pesar de las pedradas, y el dolor, el policía consiguió reponerse y apuntar, y fue certero a pesar de las pedradas, a pesar del dolor y eso resulta muy extraño. No puedo imaginar a un hombre que consiga apuntar después de una pedrada en la entrepierna y otra en el torso. Lo más lógico es el chillido, el grito desgarrador, el tirarse al suelo y gritar; lo más posible es el dolor inmenso, lo más posible es una escena menos clara, menos segura…; pero esta vez no fue así. El policía, ese que pudo andar alguna vez por los campos orientales cazando pájaros y desaprobando exámenes, ese que no fue a la universidad y que ahora forma parte de los cuerpos policiales, consiguió apuntar y dar en el blanco, a pesar del dolor que produce un golpe en las partes pudendas de los hombres.

“Cógeme ese trompo con la uña”, dice un amigo cuando no da crédito a lo que antes expuso alguien, y yo digo con él, porque un golpecillo, un pellizquito en la entrepierna es espeluznante, y mucho, mucho más si es un golpe de piedra, pero la prensa oficial no dice nada aún, solo una breve nota en el Tribuna de La Habana para justificar la muerte de ese joven tan negro como George Floyd. Unos parrafitos en la versión digital del Tribuna de La Habana que se publica el domingo, y que deberá repetirse, este lunes, en la edición impresa que leen solo los habaneros; nada de Granma, nada de Juventud Rebelde, nada de noticiero de televisión, nada de nada…, aunque sí usaran todos los espacios posibles para denunciar la muerte de Floyd y enfrentar a la policía norteamericana.

La muerte de Floyd sirve al gobierno cubano para desacreditar a los “yanquis”, para tildarlos de racistas y asesinos, para convocar a los cubanos, para proponer el odio y para tender un manto de silencio sobre nuestras realidades. Y la verdad es que los dos muertos fueron hombres negros, y policías los dos asesinos. Y un mar de tarados somos nosotros si de verdad creemos que el policía cubano no tuvo otro remedio que disparar al joven negro y dejarlo muerto, no por un rato, sino para siempre.

Hansel está tan muerto como Floyd, pero, a diferencia del último, la prensa oficial no dedicó la misma atención que al hombre negro que murió en el Norte. Hansel, el cubano muerto, es un hombre real. Hansel no salió de las páginas de los hermanos Grimm, y no sé si tendrá una hermana llamada Gretel que se sienta sola y que lo extrañe. Hansel debe tener unos padres que no van a conformarse con la muerte de su hijo. De Hansel sabemos muy poco; las noticias aseguran que era un delincuente y nada más.

Yo no sé dónde vivía este joven negro. ¿Será que nació en un barrio marginal? ¿Acaso creció en uno de esos puntos de la geografía habanera en las que resulta muy difícil ser un hombre de bien? ¿Serán verdaderamente sentidas las lamentaciones del Ministerio del Interior que aparecen en la prensa? ¿Y por qué el Granma no hace visible esta muerte? ¿Será que suponen que podrán callarla si sólo aparece en ese diario que circula solo en La Habana? ¿Será que en esta ciudad capital van a desmantelar y a reconstruir el departamento de policía, como se propuso en Minneapolis? ¿Será? ¿Cuál será la atrocidad que vendrá luego? ¿Reconocerán las autoridades que la mayoría de los delincuentes cubanos de ahora mismo, chillaron antes que serían como el Che?
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