viernes, 10 de julio de 2020

La odisea de vivir en Cuba.

Por Iván García.


Una noche sí, y otra también, aprovechando la brisa marina que llega desde la costa, al filo de la madrugada, Irene y Samuel se sientan en el balcón de su apartamento en el reparto Alamar, un distrito de edificios homogéneos y construidos de manera chapucera al este de La Habana, para intentar hacer algunas compras de alimentos. Entre el chirriar de los grillos y el zumbido de los mosquitos, el matrimonio rastrea con sus teléfonos móviles, por dos o tres horas, las tiendas virtuales de la ciudad para encargar sus compras electrónicas.

“Es una proeza comprar algo. La pésima conexión de datos complica las compras. Además, debes comprar solo dos cosas de un mismo producto. Por ejemplo, dos paquetes de detergente, dos de caramelos o dos refrescos. Se pasa mucho trabajo a la hora de autentificar el pago. La mejor opción para comprar es de madrugada, pues a esa hora suelen surtir. Pero se convierte en un juego diabólico. Con los productos ya en el carrito y a punto de pagar, desaparece de tu compra, porque otro internauta fue más rápido que tú. Aprendimos a ir a la concreta. Mientras yo compro el pollo o las salchichas mi esposo encarga el detergente. Es una locura. Nunca he visto tanta ineficiencia. El otro problema es para traértelo a la casa. Dicen que demora siete días, pero ya pasado un mes y no han traído la compra”, describe Irene.

Como siempre sucede, el régimen lanzó campanas al vuelo con la puesta en función de un servicio diseñado para reducir las grandes colas y aglomeraciones en las tiendas habaneras. Pero en la Cuba verde olivo es difícil que las empresas estatales funcionen bien. En tres meses, el servicio ha tenido que ser interrumpido en dos ocasiones por problemas que van desde la logística, tecnología y poca preparación del personal administrativo, que no realizó ningún estudio de mercado, y una avalancha de clientes les colapsó los servidores.

El presidente designado Miguel Díaz-Canel aseguró que el comercio electrónico es el camino del futuro en el comercio minorista de la Isla. La idea es buena. Usted va al banco, abre una cuenta y le entregan una tarjeta de crédito. Luego descarga la aplicación Transfermóvil y se supone que está listo para comprar.

Pero el socialismo cubano solo funciona en teoría. En la práctica, lo que debió ser una solución a las colas y la comodidad del cliente de recibir las compras en casa, se transformó en una pesadilla. Mes y medio después de realizarla, cientos de clientes todavía no habían recibido sus compras.

Es el caso de Hilda, que gastó 150 cuc en una factura que incluía dos botellas de aceite, dos paquetes de muslos de pollo, dos paquetes de hamburguesas, salchichas, garbanzos, lentejas, chícharos verdes, arroz importado además de refrescos, jugos, confituras y una botella de vino. “Tu envío -nombre del sitio- es una estafa. Llamo todos los días a la tienda y nadie coge el teléfono. Las personas se planifican para comprar, pensando que a la semana tendrá esos comestibles en la casa. Ni lo uno ni lo otro. Te roban el dinero, que tanto se necesita, y no te entregan la factura”.

Dariel, dice que encargó una compra de 40 cuc y cuando recibió la jaba, «dentro venían dos paquetes de detergente. Es una vergüenza por parte de las instituciones del Estado”. Recientemente las autoridades anunciaron que suspenderían las tiendas online hasta nuevo aviso y que solo venderían módulos alimenticios y de aseo valorados en 10, 15, 20 o 30 pesos convertibles, equivalente a igual cantidad de dólares, provocando las quejas de cientos de usuarios en Cubadebate, web oficialista.

Desde luego comprar de manera digital no es asequible para todos en Cuba. La mayoría no tiene siquiera una cuenta en el banco y cuando le cae moneda dura, suele ser muy poca. René, economista, afirma que Cuba es un país singular.

“Creo que es el único en el mundo que sus trabajadores cobran en una moneda de escaso valor y deben pagar la mayoría de los alimentos y artículos de primera necesidad con otra moneda. La doble moneda, además de deformar la contabilidad empresarial, incide en la desmotivación laboral y escasa productividad. Un matrimonio de médicos especialistas entre los dos ganan el equivalente a 120 dólares mensuales y solo para desayunar, almorzar y comer ellos y sus dos hijos, como mínimo se necesitan 250 dólares al mes. ¿De dónde sale el excedente? Es ahí donde entra a jugar la corrupción, abierta o sutil, el robo o el ‘invento’, como los cubanos denominan a ciertas práctias ilegales. Y como también se necesita dinero para pagar luz, agua, gas, teléfono móvil e internet, el ‘invento’ debe aumentar.

En Cuba ni siquiera tener suficiente dinero te garantiza una alimentación balanceada y de calidad. Han coincidido tres factores poderosos que provocan una auténtica tormenta perfecta: la crisis económica estacionaria, la caída de producción de alimentos y productos agrícolas y la llegada del Covid-19, una pandemia que marcará un antes y un después en la economía mundial.

Bartolo, campesino privado, considera que la baja producción agrícola se puede revertir. “No es difícil. Solamente darle autonomía al campesino. Que siembre lo que le sea más beneficioso y lo pueda vender al que mejor se lo pague. Pero Acopio, la entidad estatal que contrata el 80 por ciento de las cosechas, la paga a precios muy bajos. Y lo que es peor, muchas veces no la recoge o le debe miles de pesos a los campesinos. Eso desalienta la producción de alimentos”.

En la cadena productiva, campo, intermediario, mercado agropecuario, Acopio es la institución que sobra. Los precios, señala Igor, quien se dedica a comprar productos del agro, bajan o suben de acuerdo a la temporada y la demanda que tengan. “El mango vale más caro en invierno y más barato en primavera y verano. El tomate es a la inversa. Otros productos de ciclo corto se comercializan todo el año. La clave en los precios es la producción. Y la culpa del Estado, porque es el dueño del 80 por ciento de las mejores tierras en Cuba. Sin embargo, los campesinos y finqueros privados aportan el 70 por ciento de la producción agrícola que se vende en el comercio minorista”.

La mayoría de las producciones agrícolas han decrecido en los últimos tres años. En 2020 la cosecha de frijoles negros y arroz se verá afectada en un 40 por ciento. Sin tener las condiciones creadas, el régimen insiste en dejar de importar alimentos y producirlos en Cuba. Diego, ingeniero agrónomo, cree que es un error monumental.

“Es muy simple decir, oye, vamos a dejar de importar pollos de Estados Unidos y criarlos en el país. Igual que el arroz. A mediano y a largo plazo no es mala estrategia. Pero primero tienes que crear capacidades. En la producción avícola, construir naves, tener el pienso garantizado y toda la infraestructura asegurada. Luego valorar cuánto cuesta en divisas producir un kilogramo de carne de pollo. No se importaba por gusto. Se importaba porque costaba más caro alimentar y engordar nuestros pollos de cría hasta las tres libras, que es el peso mínimo para poder comercializar, que comprarlo en el mercado internacional”, aclara Diego y añade:

“Con el arroz sucede algo parecido, con un agravante: producir 700 mil toneladas de arroz, que es lo que necesita el país para su consumo, gastaría el 40 o 45 por ciento del agua acumulada en las presas. Y si estamos en etapa de seca, como hemos estado, no es negocio. Incluso con las presas a reventar, habría que pensarlo bien. Otro cultivos más productivos o que se podrían exportar, como el azúcar, las frutas y los cítricos también consumen agua. Antes de 1959, el promedio de la producción de arroz era de cuatro toneladas por hectárea, ahora es de tres. Los grandes productores de arroz en el mundo producen siete y ocho toneladas por hectárea. Si utilizas más hectáreas para producir arroz para el consumo interno, dejas de producir otros alimentos de ciclo corto y forraje para el ganado vacuno y porcino. Actualmente el precio de la tonelada de arroz ha subido, anda por los 563 dólares, pero en etapas normales ronda los 420 dólares. Hay que sacar muy bien las cuentas. O subes el rendimiento o mejor importas arroz y produces una amplia variedad de frutas, vegetales, caña de azúcar y alimentos para reses y cerdos, que a la larga es proteína. Según mi experiencia, es muy difícil que a corto plazo, aunque hagas una inversión millonaria en molinos y equipamientos, la cosecha de arroz en Cuba tenga rendimientos destacados”

Una nutricionista comentó que la abrupta caída de la producción de alimentos en la isla, sumado a la falta de liquidez en las arcas del gobierno, podría provocar una hambruna de grandes proporciones si las autoridades no realizan urgentes reformas económicas. “La situación en estos momentos es muy compleja. Los organismos estatales que debían haber garantizado los alimentos esenciales destinados a la población han incumplido. El déficit mayor es en el arroz, frijoles negros y carne de puerco, que es la base alimenticia de los cubanos. Si en los próximos tres meses no se resuelve, vamos camino de una hambruna. O un estallido social”.

Irene y Samuel se consideran privilegiados. “Entre los dos recibimos unos 500 dólares mensuales y podemos darnos el lujo de gastarlo en comida, aunque no siempre compramos lo que deseamos. La leche en polvo, el queso y el pescado están desaparecidos. La libra de carne de puerco ronda los 3 dólares, la de res, cuatro. Una caja de pollo, que costaba 25 dólares, ahora cuesta el doble. Una libra de jamón más de 3 dólares y la libra de arroz, de 0.20 centavos de dólar subió a 1,20. Aunque no nos podemos quejar, pensamos en tanta gente que en estos momentos tiene que estar haciendo interminables colas para conseguir comida que solo alcanza para dos o tres días. Rezamos para que la situación mejore. De lo contrario habrá una crisis alimentaria en Cuba, peor que el coronavirus”, vaticina Irene.

Casi todos los economistas y analistas predicen lo mismo. Muchos cubanos de a pie consideran que el régimen está atrapado en un callejón sin salida. Las autoridades siguen aplazando las reformas económicas. No perciben la bestial crisis económica que se les viene encima.
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