miércoles, 29 de julio de 2020

Nadie quedará desamparado: hay hambre para todos.

Por Gladys Linares.

Policía organiza cola para comprar alimentos.

Durante años el gobierno comunista ha tratado de hacernos creer en los esfuerzos realizados para el desarrollo del país. Con ese fin hemos visto divulgar en los medios los grandes resultados obtenidos por los colectivos de trabajadores en fábricas e industrias. Sin embargo, los beneficios de esas producciones nunca han llegado a la población. Al respecto, muchos opinan: “Todo eso es una gran mentira. Aquí la gente no va al trabajo a producir, sino por la ‘busca’, por ver qué se pueden robar. Y si hay algo, se lo chupan ellos”.

Esas grandes mentiras se hacen más evidentes en estos días en que la isla está en bancarrota y sepultada en deudas. Es una triste realidad que la falta de motivación y de incentivo para echar adelante el país se debe, entre otras cosas, a que la gran mayoría de los trabajadores recibe su salario en pesos cubanos totalmente devaluados, que apenas sirven para comprar la ínfima cuota de alimentos racionados y algún que otro artículo no “subsidiado”. Por lo tanto, son increíbles las peripecias que hacen los trabajadores cubanos para sacarle al gobierno el extra que necesitan para cubrir sus necesidades más elementales.

Pero lo verdaderamente inaudito son las felonías que trama la dictadura comunista para saquear el bolsillo de los cubanos del exilio: puesto que ya no les basta con las cuantiosas ganancias que reciben de las remesas familiares, como pulpos echan mano a cuanta artimaña pueda reportar alguna divisa.

La primera opción fue Tuenvio.cu, mediante la cual los cubanos en el exterior podían comprar para los de la isla alimentos, productos de aseo y electrodomésticos, entre otros, en tiendas virtuales, con la finalidad de recaudar dólares. Pero al parecer ese tipo de compras no rindió los resultados esperados, no sólo por la falta de ofertas de los últimos tiempos, sino porque muchos cubanos prefieren que sus familiares reciban el dinero en efectivo.

En los últimos meses, dada la necesidad de aislamiento social y según mejoraba el acceso a internet y la telefonía móvil, implementaron las ventas online solo desde Cuba. Sin embargo, esas tiendas nacieron con problemas como la falta de abastecimientos, demoras e incumplimientos en los pedidos, también dificultades para efectuar la compra. Pero a pesar de los inconvenientes, comprar en línea, sobre todo alimentos y productos de aseo, se convirtió en una imperiosa necesidad para los que tienen acceso a los CUC, no sólo por la falta de ofertas y las largas e interminables colas, sino por la suspensión del transporte público, ya que frecuentemente hay que ir muy lejos para encontrar lo necesario. Actualmente la principal insatisfacción de los usuarios es la venta exclusiva de “módulos” (paquetes en los que convoyan unas mercancías con otras que no necesita el cliente).

La dictadura totalitaria está desesperada y no le ha quedado más remedio que arrastrarse hasta el dólar, quitarle el gravamen, a ver si la comunidad cubana en el exilio le resuelve la grave crisis de liquidez que atraviesa.

Por supuesto, nunca faltan las consignas, y una de las preferidas del momento es “nadie quedará desamparado”. Su concepto de amparo es vender algún que otro artículo de aseo y comestibles (por supuesto racionados) en bodegas y otros locales. “Módulos” de 10 o 20 CUC (en su equivalente en pesos), 1 detergente de 25 pesos por núcleo, 2 libras de arroz por persona, a 4 pesos. Esos no son precios asequibles para personas de bajos ingresos. Ni para los que tuvieron que dejar de trabajar desde marzo, algunos sin sueldo y otros al 60 %. En realidad, hace muchos años que a los precios en Cuba no puede hacer frente ni siquiera un trabajador. El salario íntegro no alcanza, mucho menos una parte de él.

Otra manera de aparentar que nos amparan parece ser trocar la ración de mortadela de las personas mayores de 65 años por una libra de pollo. Eso reciben quienes más urgentemente necesitan ayuda: los ancianos sin familiares en el exterior que les manden dólares ni ninguna divisa. “Con una libra de pollo al mes no se calma el hambre”, me dice una señora. “Además, me cuesta 20 pesos. La mortadela me costaba 1,50 y me daba para más comidas. Y aunque insalubre, de pésima calidad y con poco o ningún valor alimenticio, al menos era algo con qué engañar al estómago”.
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