En la exitosa serie de televisión española El Ministerio del Tiempo (al igual que en la trilogía de Robert Zemeckis, Back to the Future), los protagonistas tienen que hacer intempestivos viajes al pasado para solucionar algunos problemas.
Guardando las distancias y ajustándonos a la realidad más apremiante, parece que en Cuba se ha creado la Autoridad del Cambio, que está intentando corregir el desastre de seis décadas de dictadura, rescatando el pasado que ellos mismos con toda intención destruyeron. La meta, de momento, no es muy ambiciosa; se conforman con regresar a la vida tal y como fue en los años 1950. Para ello necesitan incentivar las inversiones norteamericanas y atraer al generoso turista del Norte. Eso sí, sólo hay que cuidar celosamente el orden político imperante, es decir, que el castrismo permanezca al mando. Casi todo es negociable, menos el poder totalitario.
Para canalizar esa empresa viajera y de ajustes, han contado con la iniciativa del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en Washington y con la de algunos otros en el Hill Valley cubano (Miami), donde se generan grandes emociones. La misión de los miembros de la Autoridad del Cambio es conseguir fondos y dividir al exilio. Con esos dos sectores controlados, el ansioso capitalista deseoso por venderte la soga con la que lo vas a ahorcar (frase atribuida a Lenin) y el polarizado exilio cubano, generosa fuente de $3,000 millones al año, piensan que podrán desarrollar en áreas específicas de la isla, un tipo de Parque Temático, que resulte bello, esplendoroso y controlado, donde poder mover a los visitantes que llegan vía aérea (se abren nuevas rutas con más de un centenar de vuelos semanales), o marítima, en la floreciente flota de cruceros.
Algunos de esos Parques Temáticos ya existen: Varadero, con un aeropuerto cercano, y Cayo Coco, al norte de Morón, en la antigua Camagüey, que incluso tiene su propio aeródromo, de manera que el turista jamás tendrá contacto con el cubano de a pie.
En La Habana las cosas son algo diferentes, por eso el equipo de trabajo de la Autoridad del Cambio, ha comenzado, siempre con dinero ajeno, a remodelar parte del casco histórico de la ciudad. Engalanan el Capitolio Nacional, han lavado y reparado los monumentos aledaños, así como las fuentes y demás atractivos para el visitante. Remozan la célebre Manzana de Gómez, que llegó a estar en total abandono. Pero se han dado cuenta que con maquillar las fachadas no es suficiente, necesitan crear infraestructuras reales, capaces de complacer al exigente viajero.
Para ello, el vecino norteamericano (antes tan vapuleado y odiado) resulta la fuente de financiación ideal. Para empezar, a la cadena de hoteles Sheraton le han abierto las puertas para que envíen muebles, decorados y demás útiles necesarios, para remodelar el hotel Quinta Avenida de La Habana. A cambio, lo renombran Four Points by Sheraton, pero el dueño mayoritario seguirá siéndolo la corporación estatal Gaviota, controlada por los militares cubanos, en particular, por los allegados a la familia Castro.
La misma cadena de hoteles de Estados Unidos ha convenido entrar también como socio minoritario, pero como inversionista mayoritario, en el legendario Hotel Inglaterra en el corazón de La Habana Vieja. Este edificio es un verdadero tesoro nacional. Tras su fachada del siglo XIX, se esconde un interior mudéjar. La entrada impresiona por los mosaicos andaluces, así como por los techos de madera con motivos árabes. De acuerdo a la Ecured, en una de las columnas del salón café se puede leer la inscripción en árabe clásico: “Alá es grande”.
Sin embargo, lo más representativo del hotel inaugurado en 1875 y expropiado a sus legítimos dueños tras la llegada del castrismo, es que en él residió por largo tiempo el general de la independencia de Cuba Antonio Maceo, donde preparó los planes para la insurrección. De manera que lo que debía ser un centro genuinamente de los cubanos por su valor histórico, un símbolo nacional y de la lucha por la libertad, se le entrega al tan cacareado “enemigo”.
Mucho más habrá de verse todavía. Cuba se ha convertido en el curioso lugar donde el tiempo fue detenido por una dictadura en 1959, y ahora, la misma tiranía, quiere ponerlo en marcha. Pero como mucho es el tiempo transcurrido, necesitan edificar el presente desde las ruinas de su propio pasado. Ojalá que en esa búsqueda desesperada, cometan algún error que haga cambiar el curso de la historia como en la serie de televisión y la película citadas.
El castrismo, de momento, se conforma con convertir en aliados a los mismos que confiscó, embargó y expulsó de su territorio. Lo peor, es que lo están consiguiendo.
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