Por Iván Garcia Quintero.
Joel, ingeniero, 55 años, recuerda que en el verano 1994, después de terminar su jornada laboral, llegaba a su casa y se ponía a tostar tres o cuatro libras de maní. Después de envasarlo en cucuruchos confeccionados con hojas de libretas escolares, salía a venderlos a la calle y ganar un poco más de dinero.
Debido a la inflación fulminante, su salario había perdido capacidad de compra. “Al principio me daba vergüenza. Era un profesional calificado, pero tenía que darle de comer a mis hijos. El período especial fue aterrador. El valor del peso se evaporó. Mi mujer y yo tuvimos que buscar opciones para sobrevivir. Yo vendía maní y ella vino casero”, rememora Joel.
Los cubanos mayores de 25 años quisieran olvidar aquella etapa de apagones diarios de doce horas, una frugal comida caliente al día y una economía de subsistencia primitiva. El período especial fue lo más parecido a una guerra sin bombardeos aéreos.
Los bueyes sustituyeron a los tractores y viajar en transporte público fue una odisea. Los gatos, sapos y palomas ingresaron como proteína al menú familiar. A la falta de alimentos se unían largas caminatas o pedalear pesadas bicicletas chinas. Las personas adelgazaban, otras sufrían desmayos debido a la desnutrición y muchos se enfermaron.
El dólar se disparó: se cambiaba a uno por 150 pesos. Un aguacate llegó a costar 100 pesos y 120 una libra de arroz de la tierra. La válvula de escape al numantismo de Fidel Castro fue el Maleconazo en agosto de 1994. Una rebelión popular en La Habana, mujeres y hombres de todas las edades desesperados por emigrar.
Después llegó Hugo Chávez al Palacio de Miraflores. Una especie de Santa Claus caribeño. Y el aliado ideológico de Castro conectó una tubería de petróleo hacia la Isla.
Oficialmente la crisis económica estacionaria no ha terminado en Cuba, pero la inflación monetaria se redujo y la apertura de pequeños negocios y autorización a campesinos privados de vender el excedente agrícola a precios de oferta y demanda, mejoró la vida doméstica.
Pero ahora la gente sospecha que tras la crisis económica, social y política que vive Venezuela, en el horizonte nuevamente se avizora aquella etapa de extensos apagones, desnutrición y un PIB que se contrajo un 35%.
Fuentes consultadas por Martí Noticias confirmaron que a partir del 1 de julio se iniciaron recortes en servicios públicos. Luis Alberto, chofer del paradero de ómnibus de Lawton, dijo que “en los próximos días, para ahorrar combustible, en un 40 por ciento se reducirán los viajes de varias rutas. Algunos choferes quedarán cesantes y deberán integrarse a labores comunales o a fumigar casas en la batalla contra el mosquito Aedes aegypti”.
Daniela, empleada de ETECSA, única empresa de telecomunicaciones, señala que “después de una reunión en la empresa se determinó hacer reajustes. Se reducirá la cantidad de combustible asignado para el transporte. Se apagarán los aires acondicionados de las oficinas hasta después de las dos de la tarde y una parte del personal quedará al 50 por ciento del salario en su casa o pasarán a realizar otras actividades. No será en todas las ramas de ETECSA, las brigadas que están trabajando en el plan piloto de internet en la Habana Vieja, por ejemplo, no sufrirán recortes”.
Nuria, funcionaria de la empresa eléctrica, afirma: “Es cierto que se están tomando nuevas medidas para el ahorro de electricidade y combustible, pero no es tan exagerado como se comenta en la calle. De momento no se tiene pensado iniciar apagones programados. La red de distribución eléctrica se alimenta con diésel de producción nacional, que no depende del petróleo venezolano. Pero si se incumplen los planes de consumo de combustible en cada provincia, sí pudieran haber apagones”.
Un trabajador de la empresa CUPET, puntualiza: “Hasta hoy no se ha reducido la cantidad de barriles de petróleo que se importa de Venezuela. Es cierto que se toman medidas para reducir el gasto de combustible, que se ha disparado, y tener una reserva más amplia para posibles acontecimientos negativos en Venezuela”.
-¿Y si Nicolás Maduro y el PSUV, tras el revocatorio, perdieran el poder y la oposición venezolana cancelara los acuerdos energéticos, está preparado el gobierno cubano para afrontar la pérdida de ese mercado?, le pregunto.
“Supongo que el gobierno esté preparado para esa eventualidad. Pero no tengo elementos con qué sustentarlo”, responde parcamente.
Conrado, economista, no cree que vuelva una segunda temporada del período especial, pero la crisis venezolana, además de la contracción económica en Cuba para 2016, son síntomas preocupantes.
“Es indudable que de cambiar el estado de cosas en Venezuela nuestra economía sufriría un retroceso. Pero no igual a la de los años que coincidió con la desintegración de la URSS y el campo socialista en Europa. Actualmente las exportaciones e importaciones de Cuba están más diversificadas que entonces. Aunque debo reconocer que la capacidad de compra del país, incluso con el petróleo a menos de 30 dólares el barril en el mercado mundial, no permite adquirir 90 o 100 mil barriles diarios de petróleo en otros mercados. En el peor de los escenarios, puede que haya reducciones importantes de combustible en algunos sectores productivos y de servicios y hasta regresen los apagones, pero nunca serían tan prolongados como los de antaño”, acota el economista.
Para Carlos, sociólogo, la pregunta del millón es si el pueblo está preparado para una nueva etapa de escasez y apagones.
“Desde 1994, el año más duro del período especial, legal o ilegalmente han emigrado de Cuba más de 800 mil personas. El país se lo siente. Emigran profesionales y, sobre todo, jóvenes. No hay un sector social, ya sea deportivo, cultural o productivo, que no haya sufrido importantes pérdidas debido al éxodo". Y añade:
"El envejecimiento poblacional y el descontento de una mayoría de ciudadanos por lo que consideran un mal gobierno, coloca a Cuba en otro contexto, diferente al de veinte años atrás. A pesar de las reformas económicas de Raúl Castro, la emigración ha aumentado. Y en caso de un nuevo período especial, aunque sea más leve, aumentaría la crispación social, que ya es bastante elevada. Sería impredecible la reacción en ese hipotético panorama”.
Debido al silencio de la prensa oficial, habaneros que a menudo utilizan el wifi para comunicarse con familiares y amigos en el exterior, buscaron informaciones publicadas en sitios independientes cubanos o internacionales. Es el caso de Elvira, maestra jubilada de 66 años, que después de leer Alarma en Cuba, no alcanza el petróleo, decidió seguirle la pista a la alarmante noticia.
"Unos días después, leí lo que publicó la agencia Reuters y eso me confirmó que la cosa va en serio. Guerra avisada no mata soldados. Le dije a mis hijos que hay que prepararse, para que este período especial no nos coja tan desprotegidos como nos cogió el otro".
La desinformación genera rumores. A los medios estatales de la Isla corresponde atajarlos. Ofreciéndole a la población explicaciones claras sobre la situación económica y financiera de Cuba en 2016-2017.
Es lo menos que merecen los cubanos. Los que vivieron en carne propia aquella etapa que Fidel Castro bautizó como Período Especial en Tiempos de Paz. Y también quienes por su edad no la vivieron.
Ni el ingeniero Joel ni la jubilada Elvira piensan que de llegar a producirse un nuevo período especial sea en "tiempos de guerra". Pero sí consideran que el gobierno no tiene un plan B ante la tormenta que se avecina.
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