jueves, 21 de julio de 2016

Un pago insuficiente.

Por Paula Henríquez.

FamiliaLa pensión de los jubilados en Cuba es ridícula. La aseveración es radical, pero muy cierta.¿Quién vive con 400 pesos cubanos (20 usd) al mes? Y quien tenga esa cantidad, se puede dar con un canto en el pecho, como decía mi abuela, porque algunos no llegan ni a los  200.

Lo cierto es que una gran cantidad de personas mayores de 60 años reciben mensualmente esa cantidad, una suma demasiado modesta para quienes han pasado la mitad, y más de la mitad de su vida, trabajando.

Hace poco, en la cola de un agromercado, escuchaba a dos señoras conversando sobre el tema. Una de ellas alegaba que su pensión apenas le duraba dos días después del cobro y que se “le iba” como agua entre los dedos. Que si los precios de los vegetales, que si comprar huevos, que si una o dos libritas de arroz adicionales, ya que en su casa no alcanza el de la cuota (cantidad de productos por persona que venden como parte de los suministros de la libreta de abastecimiento), que si la leche, pues no tiene dieta y tiene que comprarla por fuera… en fin, una larga lista de faltantes.

La otra señora no quedaba atrás. Su lista incluía, además, otros gastos: el viaje al médico en taxi, porque “¿quién se monta en una guagua (autobús)?”, la compra de las medicinas, las cuales generalmente tienen precios módicos, aunque algunas de dolencias específicas, como las de problemas cardíacos por ejemplo, sí cuestan más, etc.Y así, entre el debate de las señoras, la cola del agro y el intenso calor de estos días, pensaba también yo en el salario de los trabajadores comunes de nuestra Isla y su inminente futuro. Con esos truenos…

El caso es que teniendo en cuenta lo anterior, entonces no es extraño encontrarse con jubilados que deciden continuar una vida laboral más allá de la edad que tengan. Mis padres por ejemplo, lo hacen. Mi madre ayuda a una señora mayor que ella en la casa dos veces por semana, es decir limpia, friega, lava o lo que sea y mi padre repara cuanto equipo eléctrico le caiga en las manos, pinta o repone las tablas de cualquier ventana del barrio o se ayuda de mi esposo para cualquier trabajo de albañilería que el vecino le proponga.

No es extraño tampoco encontrarse con maestros jubilados de vuelta en las aulas o como custodios nocturnos en centros cercanos al hogar. También como auxiliares de limpieza, sastres y modistas, como ahora se hacen llamar quienes disponen de su tiempo arreglando y ajustando prendas de vestir a sus más allegados.

Tampoco faltan los vendedores de durofrío (especie de helado sin leche, más bien una especie de jugo congelado), de galletas de sal, pirulíes, caramelos o de objetos artesanales de diversos tipos.Pero más triste aún es ver a muchas personas y ancianos que no pueden continuar trabajando, que no tienen familia ni ayuda o que viven en las calles.

En fin, que cuando se supone que ya debas descansar, después de media vida trabajando para buscarse el sustento, hay que seguir… y seguir para continuar sobreviviendo o mal viviendo. Si el tema de los salarios debe revisarse, más aún debe tenerse en cuenta el de los jubilados. Después de todo dedicaron buena parte de su vida al país ¿no creen?
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