lunes, 4 de julio de 2016

“La Santísima Trinidad” del derrumbe.

Por Marlene Azor Hernández.

No escribiría sobre algo tan evidente si no fuera por los recién documentos aprobados en el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), y ahora sometidos a “la aprobación” de la población cubana. La gravedad del asunto es que estos documentos plantean un estancamiento / regresión a los tres pilares responsables del desastre nacional hasta hoy, y serán “aprobados” por el Parlamento cubano con fuerza de ley.

Como siempre ocurre con la élite cubana, nunca precisa de dónde salimos y hacia dónde vamos de una manera verificable en la práctica política. Todavía la ciudadanía espera la explicación del 79 % del incumplimiento de los Lineamientos del quinquenio recién terminado. Una manipulación evidente para no ser evaluados por la ciudadanía y menos rendir cuentas de su incompetente gestión. El diagnóstico del país se reduce a enunciar que estamos como nación “al borde del abismo” y la incompetencia política del PCC y la mordaza que impone a la población eliminan la posibilidad de soluciones alternativas y a tiempo. Como correlato, se brutaliza a la población y a la opinión pública nacional.

En el año 2012, los economistas Pavel Vidal y Omar Everleny señalaban: cito “Una mayor claridad en la estrategia de desarrollo del país y una redefinición más teórica y conceptual sobre el modelo económico, social y político cubano al que aspira el proceso de la actualización, son asuntos aún pendientes de definir. La actualización del modelo cubano se realiza sin una crítica profunda al modelo soviético, al que tanto le debe, y sin precisarse con claridad las pautas del socialismo que se quiere perfeccionar”.[1]

El llamado de estos dos economistas, no fue escuchado por el PCC, que continúa prohibiendo la discusión de la inviabilidad del sistema del “socialismo real soviético” en Cuba. Por eso, recicla en sus “nuevos” documentos, la trilogía nefasta que ha llevado al país según la frase del general/presidente Raúl Castro “al borde del abismo”: la planificación centralizada, el monopolio estatal de la economía y el partido único.

Encerrar el debate entre dos modelos igualmente fallidos, el socialismo real soviético actual en Cuba y “el neoliberalismo salvaje” como única alternativa posible, es la evidencia de la indigencia ideológica de la élite política cubana y de su incompetencia política. En la práctica histórica, el socialismo real soviético conduce al “capitalismo salvaje y platanero” como lo muestra “la transición a la democracia” de la exURSS. Es decir, el camino más expedito hacia el capitalismo sin derechos reales plagado de corrupción, de autoritarismo político y militar, de autocracia política y electoral y de pobreza mayoritaria endémica es la prolongación de la planificación centralizada, el monopolio estatal de la economía y el partido único. Esas instituciones y mecanismos de control social facilitan la recomposición de las élites totalitarias en élites autoritarias arrastrando un enorme costo social que posterga el desarrollo. El partido único antidemocrático, sin contrapartida y sin transparencia facilita la reconversión de antiguos funcionarios y empresarios en los nuevos ricos con un acumulado de tráfico de influencias y de riqueza acumulada de forma ilegal, sin controles institucionales ni rendición de cuentas a la ciudadanía. La corrupción generalizada, evidente al sentido común, y la opacidad consustancial al sistema en el socialismo soviético-cubano, se oficializa durante la “transición” legalizando traspasos de bienes estatales a individuos o corporaciones previamente existentes y ocultas a la opinión pública. Una economía “sumergida” que se oficializa sin control de la ciudadanía. Este proceso de “acumulación” de riquezas ilegales ya está en marcha en Cuba en las Corporaciones S.A. creadas y mantenidas al margen del control público y en el mercado negro omnipresente en la economía nacional.

El monopolio estatal de la economía impide la democratización económica del los diversos actores económicos posibles-que son los generadores de la riqueza-, privilegiando a los empresarios estatales para el traspaso de recursos y subsidios que continúan, gracias a la planificación centralizada, en la más absoluta ineficiencia. Las proporciones de empresas estatales y de empresas cooperativas y privadas en la economía cubana es un tema tabú en Cuba, que no se precisa en los documentos del partido para evitar un cuestionamiento al control monopólico estatal de la economía. La economía estatal en su mayoría en la exURSS pasó a “la antigua nomenclatura socialista” ahora reconvertida en empresarios millonarios en su inmensa mayoría. Por eso hay que eliminar ya el control monopólico de la economía porque privilegia la concentración de recursos en una exigua minoría monopólica, y obstruye con su control directo de la importación y la exportación y el monopolio del comercio interior, la posibilidad de redistribuir la propiedad, la gestión y la riqueza, además que impide brindar servicios de alguna calidad.

Contrario al discurso político oficial cubano no hay mayores contradicciones entre el socialismo real cubano y el capitalismo neoliberal sin derechos, este último es la continuación del mismo sistema actual, una vez que se oficializa la economía “marginal sumergida” que genera minorías poderosas económicas transformadas luego en “mafias políticas” al margen del control público.

La planificación centralizada debe pasar ya a una planificación indicativa cuyos controles económicos sean indirectos mediante los impuestos y reglas claras para cada sector económico, con impuestos progresivos y no regresivos, créditos bancarios generosos para los actores no estatales, ya que los estatales siguen siendo los privilegiados en créditos y subsidios. Las empresas estatales tienen que lograr autonomía para no depender de un presupuesto estatal ni de producciones cautivas por el estado. El Estado tiene que asistir al mercado nacional como un actor económico más y no tener directamente el control de las palancas económicas.

La descentralización de la economía no puede ser la creación de nuevos niveles de control burocrático como las OSDE, sino la eliminación de las estructuras burocráticas de control y el paso al control indirecto de la economía, descentralizando recursos a través de créditos a empresas privadas cooperativas y públicas, en los municipios. Siempre me he preguntado la función de los niveles provinciales en Cuba que sirven para generar nuevos niveles de control/descontrol burocrático de la economía y la política y otro peldaño generador de corrupción.

Si algunos economistas, funcionarios e intelectuales cubanos me dicen que todas estas medidas están “implícitas” en los documentos del partido, les pediría que revisitaran un nuevo curso de lengua española. La repetición de la trilogía nefasta en los documentos del VII Congreso del partido, no tiene nada implícito.

Si por otra parte dicen que se conoce la trilogía nefasta en sus implicaciones negativas y de estancamiento del país, pero no se dice, mi respuesta es que la pobreza en Cuba se conoce pero no se combate precisamente porque no hay diagnóstico del problema de manera pública, se cancela las posibilidades de las políticas públicas que las remedien, al tiempo que se profundiza la desigualdad social y la pobreza “at infinitum” y se banaliza como algo “normal”.

No se puede brutalizar y enajenar a la opinión pública del país diciendo que los problemas son muy “complejos”, aunque se conocen. Sin diagnóstico real y no “implícito” y sin transparencia política, no es posible trazar ninguna política pública que valga un centavo: Los resultados de los diez años de mandato de Raúl Castro así lo demuestran. Los documentos del VII Congreso del PCC confirman la falta de voluntad política para sacar al país del “circulo vicioso perverso” que lo mantiene en una profunda crisis estructural desde los años 90 del pasado siglo.
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