Por Iván García.
Dos jubilados, un vendedor ambulante de detergente y un médico de vacaciones, matan el tiempo en un parque al sur de La Habana debatiendo sobre el sorprendente triunfo del Portugal de Cristiano Ronaldo en la Eurocopa. También comentan sobre las nuevas medidas de austeridad del régimen que presagia otra temporada de vacas flacas.
Ni la sombra de un algarrobo ni una brisa suave apacigua el calor soporífero del mes de julio. Cuando parece que se agotan los temas de conversación, un señor canoso, ingeniero civil ya retirado, pregunta: “¿Alguien sabe dónde se mete el dinero en Cuba? y ¿qué hace el gobierno con los millones de dólares que recibe de las remesas familiares?
Nadie tiene respuesta. En la Isla, el tema de los ingresos en divisas y determinados gastos son secretos de Estado. Se supone que en un país normal sus gobernantes ofrezcan esa información a la ciudadanía.
Pero Cuba no es un país normal. Es una anacrónica autocracia regida por militares y una pandilla de compadres que hace 57 años bajaron de la Sierra Maestra prometiendo restaurar la República y rescatar la democracia.
Ni lo uno ni lo otro. Desde hace décadas, en la Isla las cuentas nunca cuadran. Hipotéticamente, tomando de referencia el crecimiento económico a partir del año 2000, la economía nacional ha encadenado guarismos de progresión en su PIB que ni los llamados tigres asiáticos.
Si sumamos el PIB de estos últimos 16 años -y que en algunos años superó el diez por ciento-, llegamos a una conclusión simple: si damos crédito al relato oficial, Cuba ha sido la nación que más ha crecido en el planeta.
¿En qué maldito aguajero negro ha caído ese ‘crecimiento’? Un especialista consultado me aburrió con cifras y datos macroeconómicos. Y al final, como siempre, culpó al ‘bloqueo’ yanqui.
Ok. No podemos tener carreteras como las de Alemania, tantos autos como Estados Unidos o un Estado de Bienestar como Noruega. Pero según Eduardo, ex funcionario de comercio exterior, “por concepto de exportación de productos y servicios, donaciones y remesas familiares, el gobierno cada año ingresa entre catorce y dieciséis mil millones de dólares”.
“Entonces, ¿dónde está el dinero?”, le pregunto. Su respuesta es una invitación a sacar cuentas.
“En 2015, Cuba ingresó 2.700 millones de dólares del turismo. Aunque se desconoce la cifra exacta por exportación de servicios médicos y profesionales, se calcula que debe superar los ocho mil millones. Las exportaciones de níquel (vamos a descontar el azúcar, pues su producción es raquítica desde hace cinco años), tabaco, café, mariscos, marabú, miel de abeja y otros reglones, rondarían los mil quinientos millones. Y por concepto de remesas, tres mil millones. El resultado de esas sumas frisa los 15 mil millones de dólares”, subraya el ex funcionario.
Pero falta dinero por añadir. Solo en impuestos a los más de 500 mil emprendedores privados, el Estado ingresa cientos de millones de pesos. Agreguen el impuesto de circulación al tabaco y bebidas alcohólicas. El impuesto silencioso a los salarios de los trabajadores estatales. Y el impuesto entre un 200 y 300 por ciento a los productos que se venden en pesos convertibles en las tiendas recaudadoras de divisas.
A todos esos impuestos, debemos agregar el ordeño mezquino al bolsillo de los emigrados cubanos, que deben pagar cientos de dólares para habilitar su pasaporte, billetes aéreos inflados de los viajes a Cuba y aranceles aduanales abusivos. Y aunque el pasado mes de marzo el canciller cubano anunció que el gravamen del 10% al dólar estadounidense se eliminaría, ese ‘impuesto revolucionario’ una vez decretado por Fidel Castro sigue vigente.
No es la única vía de ingreso de divisas que tiene el gobierno. Si un pariente en el exterior te envía un paquete que sobrepase el kilogramo y medio de peso libre de impuesto establecido por la Aduana General de la República, cuando vas a recogerlo a la oficina de correos, tendrás que pagar 20 cuc por cada kilogramo que se exceda. Un verdadero robo.
Siendo conservador, la suma total de todos esos ingresos en las dos monedas, supera los veinte mil millones de pesos combinados con dólares. Y creo que me quedo corto.
¿Y los gastos? Desde luego, como en cualquier país del mundo, los tres leones hambrientos que devoran una parte importante del PIB son educación, salud pública y defensa.
Pero desde que Raúl Castro asumió el poder en 2006 apenas se han construidos nuevas escuelas y malamente se reparan las existentes. Los salarios de profesores y docentes no superan los 20 dólares mensuales.
La sanidad se puede autofinanciar con la exportación de servicios médicos. El monto de dinero que genera permite diseñar un sistema de salud eficaz. Pero no sucede así en la mayoría de los hospitales. Existen algunas clínicas bien equipadas para ministros, altos cargos militares y extranjeros.
Pero la mayoría de los hospitales y policlínicos necesitan reparaciones a fondo y existe un déficit de suministros en equipos y medicamentos. Un galeno devenga un salario equivalente a 60 dólares y muchos viven en condiciones precarias.
Desde hace 27 años, el gobierno no invierte en la compra de armas de combate. Pero se gasta una suma gigantesca para mantener el colosal aparato de represión y control social. Algo de lo que el régimen jamás ofrece detalles.
El hipotético gasto en defensa, educación y salud pública puede llegar a sumar 6 mil millones de dólares. Otros 2 mil millones en comprar alimentos y unos 5 mil millones en inversiones en turismo e industrias que generan divisas.
Desde hace diez años la administración del general Raúl Castro no eroga millonarios gastos en obras públicas o construye cientos de miles de viviendas. Cualquier cálculo serio que se haga siempre revelará un superávit.
¿A dónde va a parar toda esa plata? Hay dos escenarios posibles. Siendo mal pensados, a una cuenta en Suiza o a un paraíso fiscal. Si le otorgamos al gobierno el beneficio de la duda, se pudiera suponer que una buena parte la destinan a crear una reserva importante de divisas.
Dentro de los gastos del presupuesto nacional no se incluye la reventa de un 25 por ciento del petróleo entregado por Venezuela a Cuba y que puede sumar alrededor de 800 millones de dólares.
Con los ingresos por exportación que el gobierno admite tener y estudios sobre el ingreso de remesas familiares, de la cual el régimen nunca informa, no se entiende cómo no se puede derogar 1.900 millones anuales para garantizar el suministro anual de petróleo.
Tampoco se pueden soslayar algunas donaciones millonarias de países del Medio Oriente para renovar las redes de acueducto y alcantarillado, créditos de China, Rusia y otros países para construir industrias, hoteles o campos de golf.
Cuba, financieramente hablando, ha logrado un aval considerable. A pesar del embargo, después del 17 de diciembre de 2014, tras la reanudación de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, una decena de naciones han condonado una parte sustancial de la deuda en divisas.
Al igual que el ingeniero civil jubilado, muchos cubanos se preguntan qué hace el gobierno cubano con el dinero. Cualquier pista sería muy valiosa.
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