Por Zunilda Mata.
No sabía que en Cuba lo iban a rebautizar como yuma, pero, a los pocos días de llegar, se acostumbró a la palabra y a su condición de turista "a escondidas". Daniel, nacido en Oklahoma, es uno de los miles de viajeros de Estados Unidos que en el último semestre han visitado la Isla oficialmente en una de las 12 categorías autorizadas por la Administración de Barack Obama.
Están por todos lados y se les distingue por el acento, las cuantiosas propinas y esa fascinación con que lo miran todo.
"Vine con un grupo de pastores protestantes, pero en total solo tuvimos un día de programa religioso, el resto del tiempo he visitado barrios, museos y he conocido mejor el país", cuenta a 14ymedio en la cafetería exterior del Hotel Inglaterra de La Habana.
Antes, los estadounidenses se exponían al riesgo de que la Oficina de Control de Activos Extranjeros les impusiera una fuerte multa si no cumplían con los requerimientos de su visita
Daniel llegó hace dos semanas junto a un grupo organizado por el Centro Memorial Martin Luther King, fundado por Raúl Suárez, un religioso que goza del favor oficial. "Tienen una oferta de alojamiento y de programa cultural", explica el joven, quien ha recibido clases de bailes y percusión, viajado a la playa Boca Ciega y a Pinar del Río.
Antes de las flexibilizaciones, los estadounidenses estaban obligados a justificar con muchos detalles su viaje a la Isla y se exponían al riesgo de que la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) les impusiera una fuerte multa si no cumplían con los requerimientos de su visita.
Sin embargo, desde la apertura de la Isla al turismo en los años noventa llegaban a Cuba muchos de ellos a través de un tercer país. El cambio fundamental del último año y medio ha sido poder mostrarse sin mucho recato, como han hecho los estadounidenses de la jet set que han convertido las calles habaneras en su última pasarela de moda.
En el primer cuatrimestre de este año cerca de 100.000 estadounidenses arribaron a Cuba, una cifra que duplica las llegadas del año anterior.
"Conocí Viñales, la playa María La Gorda y mañana salgo para Holguín y Santiago de Cuba", detalla Daniel. "Parte de la agenda la tenía preparada desde allá", agrega. Su programa se fue conformando gracias al aumento de agencias alternativas y arrendatarios privados que brindan un servicio cada vez más amplio.
"Estoy alojado cerca de la calle Neptuno y la familia de la casa me ha contactado con otra para que me acomode en el Oriente", asegura Daniel. Ha preferido hacer turismo "con la gente, para conocer mejor el país", pero no descarta "las últimas noches disfrutar del hotel Nacional o del Riviera", dos de las grandes obsesiones arquitectónicas de los yumas que recorren La Habana.
"Vienen buscando todo lo que les recuerde la presencia de Estados Unidos en Cuba: la casa de Hemingway, los autos antiguos, los hoteles que se levantaron con el dinero de la mafia y, claro está, probar el famoso Cuba Libre", explica Yamilé, una habanera que dirige una academia de baile cercana a la calle Prado y oferta también recorridos por la ciudad y "escapadas a cualquier lugar".
"Los yumas son ahora mismo los turistas preferidos, porque tienen dinero, están dispuestos a pagar por una oferta de calidad y tratan de ser amables", explica uno de los guías que trabaja junto a Yamilé. "Tenemos arrendatarios de habitaciones que solo están aceptando clientes de Estados Unidos".
Ivón renta dos habitaciones en la calle Compostela, en el casco histórico de la capital. "Hace unos años tener a un yuma o a un israelita era candela", recuerda. "Había que estar informando todo el tiempo si el turista salía de la habitación, si hablaba con alguien o tenía un equipaje muy grande", pero ahora "hay tantos yumas" que los controles se han suavizado algo.
"Tenemos una visita al poblado de Regla para que vean el museo del lugar. "Cuando se acaban las actividades, son libres de hacer lo que quieran"
En el aeropuerto internacional José Martí de La Habana, la práctica de los oficiales de inmigración sigue siendo estampar el cuño de entrada no sobre un hoja del pasaporte estadounidense, sino en la visa, que es un papel aparte para no dejar rastro.
En términos legales, para Estados Unidos no son turistas, sino ciudadanos que vienen a ampliar la diplomacia "pueblo a pueblo" impulsada por Obama. Pero el ingenio cubano también se ha adaptado a esa modalidad solapada de diversión y ha creado ofertas que cubren las exigencias.
"Tenemos una visita al poblado de Regla para que vean el museo del lugar, que tiene muy buenas explicaciones sobre la santería en Cuba, y después el programa incluye una fiesta de santos donde pueden bailar y comer", explica Yamilé. "Cuando se acaban las actividades, son libres de hacer lo que quieran o irse a cualquier lugar".
Clases de yoga, visitas a lugares de interés ecológico, recorridos por pequeñas industrias locales y hasta programas enfocados en ayudar a los perros abandonados de La Habana, forman parte del calidoscopio de propuestas que se han ido desarrollando a partir de las flexibilizaciones de viajes para los yumas.
"Solo necesitan una justificación y nosotros se la damos, nos adaptamos a lo que necesiten porque tenemos gente que sabe de todo", se jacta Yamilé.
En un bar de La Habana Vieja, decenas de Cuba Libre esperan a los sedientos yumas. "Los veo y es como si nunca se hubieran ido, como si siempre hubieran estado aquí", asegura el camarero mientras revuelve esa mezcla de sabor cubano y estadounidense.
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