Por Patricia Grogg.
El fantasma del período especial, como se denominó a la aguda depresión de los años 90, recorre otra vez estos días los hogares de Cuba, aunque gobierno y especialistas coinciden en que la nueva crisis es diferente y existen recursos para afrontarla.
El presidente Raúl Castro reconoció este mes la crisis y alertó al país que vienen tiempos duros, mientras tomó medidas a favor del ahorro energético y la contención del gasto de divisas, además de sustituir al ministro de Economía y Planificación, Marino Murillo, por Ricardo Cabrisas, un veterano y eficaz negociador de las áreas de comercio exterior y las relaciones financieras.
A principios de julio, Castro y el entonces aún ministro Murillo insistieron en que el programa de ajustes diseñado para enfrentar la falta de liquidez financiera y el desabastecimiento petrolero afectará “lo menos posible” a los 11,2 millones de habitantes del país.
Pero ya son numerosas las quejas por imprevistos cortes de energía eléctrica.
La estatal empresa Unión Eléctrica insistió este mes en que las interrupciones en el sector residencial, se deben a imprevistas roturas y a la poda de árboles, usual al inicio de la temporada ciclónica, de junio a noviembre.
De hecho, tormentas eléctricas ocurridas desde el comienzo del periodo de huracanes ya provocaron fallas de electricidad en varios barrios habaneros.
Las medidas aplicadas por el gobierno para enfrentar la crisis incluyen disminución del suministro de electricidad en organismos y empresas de Estado y reducción de gastos en divisas.
Además se da prioridad al uso de la reducida disponibilidad de divisas y de oferta energética en aquellos sectores que aseguren ingresos externos, como el turismo, y que sustituyan importaciones.
“Por ahora no vendrá un nuevo período especial, pero sí es muy probable que la economía entre en una recesión, es decir, que decrezca el producto interno bruto (PIB) y obviamente ello tendrá un impacto negativo en el consumo y el nivel de vida de los cubanos”, consideró a IPS desde Colombia el economista cubano Pável Vidal.
Durante la grave recesión que siguió a la extinción de la Unión Soviética y desaparición del campo socialista, a inicios de la década de los 90, Cuba perdió el suministro petrolero proveniente de Moscú y sus principales mercados. Los apagones pasaron a llamarse popularmente “alumbrones” por su frecuencia.
Entre 1989 y 1993, el periodo más crítico del periodo especial, el país registró una caída de 34,8 por ciento de su PIB.
Turistas disfrutan en una playa del polo turístico de Guardalavaca, en la provincia de Holguín. Las divisas provenientes del turismo son uno de los instrumentos con que cuenta Cuba para paliar los efectos de la crisis de su economía. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
La contracción en el suministro de combustible desde Venezuela, el principal socio comercial de Cuba durante este siglo, se repite entre los analistas como el origen de los problemas que han desacelerado la economía en el primer semestre de 2016, cuando apenas creció uno por ciento, la mitad de lo previsto.
De acuerdo a un convenio vigente desde 2000, Caracas abastece a La Habana de unos 90.000 barriles diarios de petróleo, a cambio de profesores, médicos y otros servicios. El corte abrupto de este intercambio generaría a este país insular caribeño un gasto de 1.300 millones de dólares anuales, según expertos internacionales.
“La analogía es evidente, aunque Caracas representa hoy menos de lo que Moscú significó, hace más de dos decenios, para el comercio, el desarrollo y las finanzas de Cuba”, comentó el un artículo sobre el tema el periodista especializado en temas económicos Ariel Terrero. No hay datos oficiales sobre la disminución del arribo de crudo venezolano al país.
Pese a su baja calidad, el crudo extra pesado y gas de producción cubana satisfacen 40 por ciento del consumo energético del país, entre ellos la generación de electricidad, que requiere aligerarlo con petróleo de importación. Existen planes para elevar hasta un 24 por ciento en 2030 la matriz energética proveniente de fuentes renovables.
Vidal alertó que “se sabía” que la crisis de Venezuela tendría un efecto negativo sobre la economía cubana, pero aun así se mantuvo alta la dependencia comercial y financiera con ese país, en tanto la renegociación con acreedores y la apertura de nuevos espacios de integración internacional no se han traducido en mayores flujos comerciales y de inversiones.
Antes de llegar a un nuevo período especial, “la primera fase por la que transitaremos es una fuerte contracción de la disponibilidad de divisas, que pondrá en riesgo la acertada política de estos años de renegociar y poner al día las finanzas internacionales”, opinó este profesor de la colombiana la Universidad Javeriana de Cali.
Por tanto, el primer desafío será evitar un “corralito financiero” como el de los años 2008 y 2009, consideró este experto, en referencia a medidas bancarias restrictivas a empresarios extranjeros que adoptó el gobierno cubano en ese entonces para equilibrar su balanza de pagos.
Equipos pesados extraen níquel de una de las minas situadas en el municipio de Moa, en el oriente de Cuba. El mineral es el principal producto de exportación del país y la segunda o tercera fuente de ingresos de divisas. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Reiteró que en la actualidad, las opciones para amortiguar el impacto incluyen dar luz verde a los proyectos de inversión extranjera que están en proceso de aprobación y eliminar el monopolio estatal sobre el comercio externo, lo que implica abrir un “mercado competitivo de insumos y bienes de capital físico”.
Vidal también propone expandir el espacio a la pequeña y mediana empresa privada y las cooperativas con posibilidad de que participen los profesionales. “Es decir, la respuesta a la crisis tiene que ser una combinación de ajuste (que es lo que ya tiene planeado el gobierno) pero también de liberalización de los mercados”, dijo.
El recambio en el Ministerio de Economía y Planificación colocó desde el 14 de este mes al frente de esa crucial cartera a Cabrisas, de 79 años, con reconocida experiencia en el frente externo, en donde una de sus últimas gestiones fue la renegociación de la deuda con el Club de París, que agrupa a los acreedores oficiales, alcanzada en diciembre 2015.
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