Por Iván García.
Cuatro años después de abrir una oficina de diseño y publicidad, Roberto gana cinco veces más que cuando trabajaba de administrador de redes para una institución del Estado.
Su bolsillo ahora le permite rentar, en dos o tres ocasiones al año, un fin de semana con su mujer y dos hijos en un hotel todo incluido de Varadero. También alquilar una piscina privada en las afueras de La Habana, para festejar con sus trabajadores, entre cerveza y cerdo asado, el cierre de un buen contrato.
Indiscutiblemente vive mejor. Hace tres comida al día, modernizó su casa, compró muebles nuevos y paga 70 cuc mensuales para que la hija reciba clases de piano y la esposa estudie inglés intensivo.
“Pero el gobierno te lo pone todo cuesta arriba. En cualquier negocio particular es muy difícil ser honesto. Las reglas de juego están diseñadas para hacer trampas y propiciar la corrupción”, opina Roberto. Y añade una lista de problemas:
“Los créditos bancarios son insuficientes. Si necesitas pedir 80 mil pesos al banco, alrededor de 3,200 pesos convertibles, poco dinero para una oficina dedicada al diseño y la publicidad, tienes que hacer un papeleo monumental. Las redes de confianza en un pequeño o mediano negocio en Cuba pasan por tejer relaciones con instituciones del gobierno, sobre todo con los militares. Ellos son los que te abren las puertas a determinados negocios, pues manejan el 80%o de los ‘bisnes’ en la Isla, pero te pagan poco y con retraso. Los privados pagamos al cash y ese dinero no se suele declarar. Comprar e importar equipos, impresoras, tintas, casi siempre hay que hacerlo por debajo de la mesa”.
A punto de inaugurarse la Feria Internacional de La Habana, la empresa de Roberto tiene varios contratos para montar stands en EXPOCUBA, sede del evento que del 31 de octubre al 4 de noviembre se celebrará al sur de la capital.
“Pago más de medio millón de pesos en la Declaración Jurada anual. Por el alquiler del local, 300 cuc mensuales. Para traen cada tonel de tinta desde Miami, 35 dólares, más el extra que te cobran las ‘mulas’. Por la compra de tres o cuatro computadoras Apple debes desembolsar casi 10 mil dólares. Para comprar tres o cuatro computadoras apropiadas, Apple por ejemplo, debes dese. Y una impresora moderna, con todo el equipamiento, no baja de 500 mil dólares. Con los paquetes de medidas decretados por Obama, para los particulares pudiera ser más fácil obtener créditos o importar. Pero el Estado no ha movido una ficha y dudo que la mueva, para que eso suceda. De ese bloqueo interno del gobierno no se habla en la prensa cubana. Ni hay sesiones de la ONU que lo pongan a debate”, subraya Roberto.
Contra viento y marea, los emprendedores cubanos más creativos están triunfando. “El camino fuera más fácil si el gobierno de verdad deseara la prosperidad de los negocios privados. Pero no lo creo. El Estado cubano lo que quiere es que sean iniciativas de bajo vuelo, que sus propietarios no ganen mucho dinero y tratar de exterminarlos con impuestos, normas y controles que limiten su expansión”, concluye Roberto.
La empresa del diseñador habanero emplea una docena de trabajadores que como promedio ganan no menos de 200 cuc al mes, les paga horas extras y tienen garantizadas meriendas y almuerzos de calidad.
Pero Roberto no es el único trabajador por cuenta propia que se queja. Cuando usted conversa con dueños de establecimientos dedicados a la gastronomía, peluquería y transporte, que deben invertir capital para comprar insumos, escuchará argumentadas críticas al modelo de pequeñas empresas privadas diseñado por el régimen verde olivo.
“Abrir un mercado mayorista de verdad, no como el que abrieron en Miramar, que te vende las cosas diez centavos más baratas que el comercio minorista, no es un capricho, es una necesidad. Yo compro en Miami desde los tintes para el pelo, la queratina, laca y hasta las uñas postizas”, señala Deborah, quien regenta una peluquería de alto estándar.
Silvio, dueño de un gimnasio particular enclavado en un barrio pobre y mayoritariamente negro de la ciudad, considera “que al gobierno solo le interesa cobrar los impuestos a los privados, no que florezcan. La mayoría de los negocios se abren con dinero procedente del exterior y prosperan con muchísimos sacrificios, pagando coimas a inspectores corruptos y comprando en el mercado negro o importando de manera irregular lo que se necesita”.
Un buen número de negocios están en tierra de nadie. Al no tener un marco jurídico, se mueven entre la ilegalidad y cierta permisividad oficial.
Fernando siempre ha sospechado que ese limbo jurídico lo propicia el Estado, para poder prohibirlos cuando les convenga. “Tengo una flota de tres camiones y siete autos que alquilo como taxis. Pero eso no está autorizado, al menos abiertamente. Ahora, con la crisis de los taxistas, que el gobierno de La Habana decretó fijar precios, pudiera ser un primer paso para luego ir contra nosotros”, apunta.
A pesar de que los profesionales no pueden dedicarse al cuentapropismo, arquitectos como Lourdes o abogados como Irene, han montado pequeños negocios a contracorriente.
“Diseño casas, interiores y ofrezco asesorías a personas que quieren abrir un negocio o desean hacer cambios estructurales en su vivienda. Legalmente están prohibidos, pero este tipo de negocios funcionan por debajo del radar”, confiesa Lourdes.
Irene cobra 25 dólares por hacer trámites jurídicos. “Quise abrir un bufete de seis abogados que atendiera a negocios y trabajadores particulares y también a la población, porque en Cuba se pierde mucho tiempo en trámites burocráticos, pero el gobierno no lo aceptó. Comenzamos a trabajar por la izquierda y nos va bien. Ganamos unos 700 cuc mensuales, veinte veces más que laborando en un bufete del Estado”.
Alrededor de doce oficios o profesiones no están contemplados en la lista de trabajo privado autorizada por el gobierno. Pero funcionan. Y es que en Cuba siempre ha existido una puerta giratoria que delimita lo legal con lo clandestino.
A varios de éstos el Estado los reconoce y cobra impuestos. Otros, la gente lo ejerce por su cuenta.