Redacción.
Para el Gobierno cubano, ideología y política se han impuesto sobre la economía. No es por lo tanto extraño que realidad y esperanza siempre se hayan mezclado, de forma indisoluble.
Por años La Habana priorizó la compra al contado de productos agrícolas estadounidense, con el fin de alentar a las compañías agropecuarias de EEUU, y a los políticos y gobernadores estatales, para que cabildearan en contra del embargo estadounidense a la Isla. En la persecución de dicho objetivo incurrió incluso en el incumplimiento de pagos a socios tradicionales, como los españoles. En la actualidad la táctica parece haber cambiado, aunque el fin es el mismo: presionar contra el embargo. Ahora empresarios estadounidenses se ven colocados al final de la lista de espera o sus peticiones denegadas frente a los competidores de otros países. Los socios comerciales tradicionales de Cuba, junto a aquellos en que la asociación también implica nexos políticos, han vuelto a ser colocados en el primer lugar.
Al mismo tiempo, La Habana continúa empeñada en vender la ilusión de que en la inversión extranjera radica la esperanza para la Isla.
Entre equívocos e ilusiones ha construido el régimen de La Habana esta base de sustentación. Al inicio fue una opción arriesgada y poco promisoria, pero que en la práctica le ha brindado resultados excelentes. Aún hoy sigue apostando a la misma carta. Y nada indica que no siga teniendo en las manos no el as de triunfo sino de supervivencia. Con ello le basta. La política cubana es al menos consecuente en este sentido.
Hasta hace poco Cuba jugó con gran intensidad la carta del petróleo. La posibilidad de que la Isla pudiera convertirse en exportador de crudo en un plazo relativamente corto llegó hasta la discusión en el Congreso de Estados Unidos de un proyecto de ley para permitir a las petroleras norteamericanas participar en el negocio. Nada quedó de ese proyecto y el único temor latente siempre ha sido la posibilidad de que alguna exploración petrolera condujera a un desastre ecológico. Se han tomado medidas en este sentido, pero la realidad ha terminado por imponer una tranquilidad momentánea: el peligro alejado ante el hecho de que no se ha encontrado petróleo de calidad en condiciones rentables, en particular a partir de la disminución de los elevados precios que llegó a tener el combustible. Ya casi no se habla del tema en la prensa oficialista cubana. Sin embargo, la ilusión contribuyó al ejercicio perenne de alimentar la espera en los cubanos.
Al encargarse del poder presidencial, el general Raúl Castro formuló el empeño de buscar un desarrollo agrícola que permitiera librar al país de los elevados costos de adquirir en el extranjero productos alimentarios que el país era capaz de producir. Pero los planes al efecto han resultado en un fracaso casi absoluto o los rendimientos continúan siendo bajos, por lo que tales esfuerzos han dejado de aparecer en la prensa oficial.
En octubre de este año, el servicio informativo en inglés de la BBC publicó un artículo en que señalaba que el embargo norteamericano mantenía a los agricultores cubanos a la espera de la modernización.
Señalaba la información que el crecimiento de la empresa privada en Cuba era evidente y que existían muchas compañías agrícolas con más 20 empleados aprobadas por el Estado.
Si bien dichas asociaciones -dedicadas al cultivo de frutos menores-tienen que seguir las reglas del Gobierno cubano, que compra la totalidad de su cosecha y solo el excedente puede ser vendido en el mercado abierto, los dueños y empleados se mostraban conformes, según el artículo, porque ello les garantizaba un ingreso fijo. Aunque también el reportaje señalaba la disposición al aprovechamiento de las nuevas oportunidades de negocio que se presentasen, con la venta de sus productos a los hoteles.
Sin embargo, el texto de la BBC enfatizaba la necesidad del levantamiento del embargo económico estadounidense, lo cual podría servir para modernizar la producción, y señalaba como un paso de avance la futura puesta en marcha de una fábrica de tractores livianos en la Isla, con capital estadounidense y aprobación por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
La descripción del campo cubano en la información de la BBC destacaba la presencia de yuntas de bueyes para los cultivos de berenjena y en un campo adyacente, un tractor de la era soviética, que aún continuaba funcionando unos 40 años después de que llegase a Cuba. Tanto los peones como el propietario denunciaban, según la BBC, que el embargo les obligaba a depender de una tecnología del siglo pasado.
Pero ahora se conoce de la decisión del Gobierno cubano de que la fábrica de tractores Oggún no se instale en la Isla, pese al permiso estadounidense. Así que el culpable no es Washington sino La Habana.
Cabe la posibilidad de que un campesino cubano pudiera adquirir uno de esos tractores, que ahora tendrán que ser fabricados en EEUU, pero no hay que ser economista para percatarse que ello complica y posiblemente encarezca la compra.
Tal decisión política, por parte del Gobierno de La Habana, no parece mermar en lo más mínimo la intención de continuar vendiendo la ilusión de la inversión extranjera como la solución a los problemas en Cuba.
Al igual que siempre se mezcló una dosis de hechos y espejismos en la explotación petrolera, ahora la elite gobernante cubana quiere continuar vendiendo la ilusión del atractivo de la Isla para la inversión foránea: “Presentan nuevos usuarios de la Zona Especial de Desarrollo Mariel”, fue el principal titular en la edición de Granma.
La noticia simplemente nos indica que el Gobierno cubano continúa empeñado en seguir vendiendo la ilusión, al tiempo que deja que pase el tiempo sin lograr nada.
Otro ejemplo de ello es que el proceso para eliminar la doble moneda en Cuba, el reto más complejo de las reformas económicas de Raúl Castro, continúa sin concretarse pese a que en octubre de 2013 se realizó el anuncio de la creación de una “hoja de ruta” para llevarlo a cabo. La fecha del esperado y temido “día cero”, en que se hará efectiva la unificación, continúa en una nebulosa.
La supresión de la dualidad monetaria es considerada clave para lograr atraer capitales extranjeros, aunque no una medida suficiente para lograr ese objetivo. Se considera uno de los ejes de la “actualización” económica puesta en marcha bajo el mandato de Raúl y primordial para supuestamente destrabar los nudos de la deprimida economía de la Isla. Pero poco se ha hecho o anunciado al respecto.
Así que todo se reduce al ejercicio estéril de aparentar que se está haciendo algo cuando en realidad se hace poco o nada. Y para los residentes en la Isla solo se mantiene en pie la perpetua espera.
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