Por Roger Redondo González.
“Corría el mes de mayo de 1942, y gobernaba el presidente Fulgencio Batista, muy amigo de los comunistas de aquella época. El sindicato de trabajadores de la empresa de transporte de ómnibus La Flecha De Oro, tenía sus oficinas y talleres principales, en Sancti Spiritus. Este sindicato estaba controlado por los comunistas del P.S.P. que entonces formaban parte del gobierno. En horas de la noche durante varios días de aquel mes, se regaron por la ciudad, panfletos muy escuetos, que llevaban la firma del sindicato de la La Flecha De Oro. Aquella propaganda sólo decía: JUNCO NO HABLARÁ, lo que constituía una clara amenaza de muerte.
El 8 de mayo de 1942 se cumplían 7 años de la muerte de Antonio Guiteras, revolucionario ejemplar asesinado por los esbirros de Batista. Los revolucionarios espirituanos le querían rendir homenaje y habían anunciado que Sandalio Junco sería el orador principal de aquel acto de recordación.
La población se encontraba a la expectativa, incluso el Sr. Escribano, alcalde de Sancti Spiritus, miembro del partido Auténtico, decidió, para reducir el riesgo, que el mitin se diera dentro del edificio del Ayuntamiento. El local era grande, quedaba en el segundo piso, tenía capacidad para 200 personas, aunque fueron unas 700. En la planta baja estaba la estación de policía, comandada por el capitán Ferrer Nodal, natural de Sagua la Grande.
Un dato curioso es que todos los asistentes eran hombres. Por su parte, Ferrer Nodal recibió la orden de registrar a los asistentes, quienes tenían que pasar necesariamente por la estación de policía para tomar la escalera y llegar al segundo piso. De manera sospechosa, la policía registraba a los miembros del partido Auténtico, pero no a los comunistas.
La gente, al fin, llenó el local, la escalera y hasta la acera, cuando llegó el comando del partido Comunista. Isidro Pérez iba a la cabeza, seguido por Domingo Cordero, Armando Acosta, el negro Chacón, Catalino Monteagudo y otros dos hombres. El grupo homicida se fue abriendo paso. Todos llevaban pistola, menos Chacón, que ocultaba un cuchillo de carnicería debajo de la camisa. Además, ya el partido Comunista había situado a tres hombres, que no eran conocidos como militantes.
La misión de estos tres individuos era la de servir de testigos falsos, para proteger a los pistoleros. Llegaron al segundo piso y se situaron en abanico por el local. Chacón se quedo al lado de Isidro, cubriéndolo para que pudiera disparar más tranquilo.
Después de hablar Charles Simeón, cuando anunciaron a Sandalio Junco, Armando Acosta gritó desde una esquina: ¡Negro traidor lacayo del imperialismo! Al mismo tiempo disparó al techo con su pistola y cuando los asistentes voltearon la cabeza hacia atrás para ver qué pasaba, Isidro Pérez aprovechó para disparar contra el revolucionario socialista Sandalio Junco.
Acto seguido hubo un segundo disparo, dirigido también al corazón del querido dirigente agrario espirituano, al que se conocía por el mote de El Chivo. Charles Simeón, estaba frente al micrófono en el momento que un tercer disparo de Isidro hizo blanco en el mismo. La bala se desvió ya que iba directo al corazón de Simeón. El resto del comando de asesinos, comenzó a disparar hacia el techo y las paredes, mientras Chacón, cuchillo en mano, avanzaba hacia el cuerpo inerte de Sandalio, para rematarlo por si acaso el disparo de Isidro Pérez hubiera fallado. Pero en aquel instante, cuando Chacón se agachó con su puñal, un militante auténtico le dio un silletazo con tanta fuerza, que le destrozó la cabeza provocándole una muerte instantánea.
Tal como lo habían anunciado los panfletos, Junco no pudo pronunciar ni una sola palabra y los asesinos huyeron rápidamente.
El edificio por la entrada principal presenta una pared en toda su extensión, pero hacia atrás hay unas grandes ventanas que dan a un techo de tejas que va descendiendo y ya cuando llega a la calle de atrás es muy bajo, quizás un par de metros. Por ahí salieron, en medio de la confusión, todos los miembros del comando asesino.
Los tres que formaban el grupo de protección legal, se mantuvieron en el local y pudieron servir de testigos falsos.
La policía había acordonado la calle Independencia, por donde tendría que salir el público asistente. Todos los presentes fueron arrestados menos los asesinos que lograron escapar. A más de 700 personas se le hizo la prueba de la parafina, que por supuesto dio negativa. Al día siguiente llegóEduardo Chivás a Sancti Spíritus y fue él quien despidió el duelo de Sandalio Junco, en la calle Céspedes Esquina a Garaita.
El día que asesinaron a Sandalio Junco y a José María (El Chivo), entre los asistentes, se encontraban: Enrique Villegas Martínez, Jesús Caballero Gómez, Manuel Camejo, Bernardo Arias Castillo y Manuel Guillot Benítez. Éste último se hizo célebre en Cuba, pues en la década del 30, un acorazado americano entró a la bahía de La Habana y Guillot se subió al muro de la bahía, con su pistola 45 e hizo varios disparos hacia el acorazado. Más tarde fue Representante a la cámara, por el partido Auténtico. Todo este grupo que estuvo presente cuando asesinaron a Sandalio Junco, era auténtico y simpatizante de Guiteras. Manuel Guillot y Manuel Camejo, fundaron el Comité Justicia para Sandalio Junco, leían alusiones por la radio espirituana, escribían a la prensa, y hasta fundaron un periódico, con la ayuda de Enrique Villegas. Ese periódico se repartía desde el Instituto de segunda enseñanza de Santi Spiritus.
Isidro Pérez había estado preso en La Habana después del golpe de Estado de Fulgencio Batista, pues eran los tiempos del Macarthismo y los comunistas habían perdido influencia con Batista. Washington y Moscú ya estaban en los comienzos de la Guerra Fría. Obviamente, Batista respondía a los americanos y los comunistas a Moscú, por lo que al enfriarse las relaciones entre estos dos centros de poder, se reflejaba inevitablemente al interior de Cuba. De todas maneras, los hombres del compañero José lograron trasladar a Isidro Pérez para esta cárcel municipal, donde el sistema carcelario era más blando. José y sus hombres, a pesar de la situación internacional, no perdieron sus contactos dentro del poder batistiano.
Por supuesto, durante la presidencia de Batista no se pudo formular cargos contra nadie. En aquel año 1942, los comunistas formaban parte del Gobierno de Batista, pero para 1944, las cosas cambiaron ya que Ramón Grau San Martín ganó las elecciones. Entonces, el grupo del partido Auténtico que había presenciado el crimen, podía servir de testigo ante un tribunal.
Por otra parte, el 7 de mayo de 1945, Enrique Villegas, Jesús Caballero Gómez y Bernardo Arias Castillo, se apostaron en un lugar, por donde pasaría esa noche Domingo Cordero, uno de los asesinos de Sandalio Junco. Los tres no se podían acercar mucho por haber mucha gente e iluminación. Finalmente, Cordero que era alto y muy flaco, salió ileso, a pesar de que le dispararon repetidas veces. De modo, que se formó mucha algarabía y algunos parroquianos reconocieron a los atacantes, pero nadie habló.
Posteriormente, en un juicio durante el gobierno de Grau, Isidro Pérez fue condenado. En 1944, Chibás fue a Sancti Spiritus, para trasladar los resto de Sandalio Junco para la Habana. Hoy, lamentablemente, ni la historia ni la tumba de Sandalio es conocida por el pueblo cubano. Uno de los más importantes revolucionarios del siglo XX cubano permanece en la oscuridad. El Apóstol de nuestra Independencia conocía ese tipo de crueldad, que consiste en ocultar a los libertadores. Martí conocía la naturaleza del poder, por lo cual escribió: No me pongan en lo oscuro a morir como un traidor… Pero la historia no perdona las maniobras frías del poder. A Martí lo han tratado de desaparecer en el agujero negro de la mentira y el oportunismo, pero cada día está más vivo. Sandalio Junco, también, ocupará el lugar que le corresponde en nuestra historia.
El local en donde los comunistas asesinaron a Sandalio Junco, aún hoy día se mantiene en magníficas condiciones. En una placa de mármol se puede leer: Aquí estuvo la estación de policía de la dictadura de Batista, que fue tomada por las fuerzas del comandante Armando Acosta Cordero el 23 de diciembre de 1958.
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