viernes, 26 de junio de 2020

Cabrera Infante: inmune al veneno.

Por Luis Cino.

Guillermo Cabrera Infante.

Por diversas razones y de distintos modos, muchos han querido desacreditar a Guillermo Cabrera Infante, uno de los más importantes escritores cubanos del siglo XX, fallecido en Londres en febrero de 2005.

A pesar de que fueron amigos en su juventud, al escritor Lisandro Otero lo ahogaba la envidia y el rencor cuando opinaba sobre Cabrera Infante. Lo acusaba de imitar a Faulkner, y definía la obra del autor de Tres tristes tigres como: “fuegos de artificio… una acumulación verbosa y deshumanizada…trozos de historietas, narraciones truncas, prosa inconclusa sazonada con ejercicios de pastiche, parodias acrobáticas, laberintos gratuitos, pésima y oscura sintaxis, supercherías gratuitas, alguna que otra agudeza, comadreos de aldea, bromas demasiado escuchadas”.

Otros amigos y colegas de Cabrera Infante renegaron de él después que se exilió. Algunos, en sus últimos tiempos en Cuba, cuando era poco menos que un secuestrado, se prestaron para vigilarlo y delatarlo al G2.

Pero tan infames como las difamaciones y los chismes de los envidiosos y los renegados, son los intentos de esgrimir contra Cabrera Infante, que fue el más apasionado anticastrista de los escritores exiliados, la época en que llegó a convertirse en un intelectual orgánico del castrismo.

Algunos comisarios culturales y sus cómplices, luego de fracasar en el intento de minimizarlo como escritor, se afanan en presentar a Guillermo Cabrera Infante como extremista e intolerante durante los dos años que dirigió Lunes de Revolución, el magazín cultural del periódico Revolución, que era el órgano del Movimiento 26 de Julio. Para ello, insisten en recordar que Cabrera Infante apoyó los juicios sumarísimos contra los militares del régimen de Batista y la emprendió contra el diario La Marina y los escritores del Grupo Orígenes, en particular, Lezama Lima.

De origen humilde, hijo de comunistas, Cabrera Infante fue fascinado inicialmente por la revolución de Fidel Castro. Pero su fascinación se desvaneció en dos años, cuando chocó con los comisarios stalinistas que lograron, luego de la prohibición del documental PM, el cierre de Lunes de Revolución.

El más reciente de los intentos por sacar a relucir el pasado castrista de Guillermo Cabrera Infante es un trabajo de Eric Caraballoso titulado Cabrera Infante antes de Cabrera Infante, que  apareció hace unos días en OnCuba, una página que no desperdicia las oportunidades de mostrarse complaciente con el régimen de La Habana.

Eric Caraballoso, como quien no quiere la cosa, remacha su artículo, lleno de malintencionadas sutilezas, con la reproducción de una apasionada crónica escrita en abril de 1961 por Cabrera Infante, cuando estuvo en Playa Girón como corresponsal de guerra del periódico Revolución.

En Cuba, Guillermo Cabrera Infante es un autor prohibido. Su nombre no aparece en el Diccionario de la Literatura Cubana que publicaron a fines de los años 70. Pero en 2011 publicaron un libro no de Cabrera Infante, sino acerca de él: Sobre los pasos del cronista (el quehacer intelectual de Guillermo Cabrera Infante hasta 1965), de Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco.

En dicho libro, como indica su título, los pasos de Cabrera Infante se pierden justo en el momento en que se fue a Europa y rompió con el régimen, a pesar de que fue a partir de ahí que produjo la mayor y más importante parte de su obra literaria.

Ni muerto los castristas le perdonan a Cabrera Infante que haya sido un acérrimo adversario, y que nunca abjurase de ello ni se dejara engatusar por los emisarios de la cultura oficial. Por el contrario, el escritor gozaba con el odio de sus enemigos. Se enorgullecía de estar proscrito. La rabia que le mostraban halagaba su vanidad.
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