miércoles, 10 de junio de 2020

Entre la gloria y nada.

Por Ileana Fuentes.


En abril de 1966, en pleno apogeo de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, comandante Raúl Castro Ruz, declaraba:

“En el primer grupo de compañeros que han ido a formar parte de las UMAP se incluyeron algunos jóvenes que no habían tenido la mejor conducta ante la vida, jóvenes que por la mala formación e influencia del medio habían tomado una senda equivocada ante la sociedad y han sido incorporados con el fin de ayudarlos para que puedan encontrar un camino acertado que les permita incorporarse a la sociedad plenamente”.

¿Suena esto, Mariela Castro, a inscripción en la Escuela al Campo?

Entre esos jóvenes se hallaba Pablo Milanés. “Yo era miliciano. Yo cumplía con los deberes ciudadanos, y como revolucionario también. [No obstante]… se estaba operando con cierto orden represivo que a mí no me gustaba, tanto en un sector como en el otro, la policía, el ejército.  Y ya yo me olía todo lo que venía, y lo expresaba”.

En el documental realizado por Juan Pin Vilar en La Habana, hace tres años, titulado “Pablo Milanés”, el mejor cantautor que ha dado Cuba en los últimos sesenta años recuerda esa etapa horrenda de su vida: “… me sentía revolucionario […] me engañaron de esa manera, el telegrama me citaba [diciéndome] que había sido elegido para el servicio militar, y lo que fue es que fui escogido para ser enviado a un campo de concentración”.

¿Qué parte de campo de concentración no comprendes tú, Mariela Castro?

“Aquello fue brutal, para un muchacho de 23 años. Estaba rodeado de guardias con bayonetas, y un guardia a cada lado de las puertas de los autobuses … muchos autobuses …. cientos de autobuses. No tuve tiempo de despedirme ni de mi madre ni de mi esposa, que me acompañaron…. En el fondo iba feliz, aunque no lo hubiera querido, pero me llamaban para un deber… y me iba satisfecho”, continuó diciendo Pablo Milanés, que pensó que aquello era “un error que han cometido, y empecé a documentarme”.

Cuenta que algunos amigos le enviaron libros. Dos tuvieron gran influencia en él, “sobre todo Un día en la vida de Iván Denísovich, de Alexandr Solzhenitsyn, me abrió los ojos sobre lo que iba a pasar. Leí también La montaña mágica, de Thomas Mann, y me di cuenta de lo que era estar encerrado en un lugar y tener que superarlo, estar aislado y tener que superarlo…”

“La libertad es una niña hermosa y pura/que nos violan al cabo de los años/cuando crece por encima de los árboles/sabemos que no va a sobrevivir”. [1]

Sus composiciones - sus poemas-  se siguieron dando a conocer. “Elena Burke era a la primera que yo le entregaba mis canciones, porque ella las asumía. Incluso cuando yo estaba en las UMAP, cuando nadie hablaba de mí, Elena cantaba mis canciones y decía, con tono irónico: ‘…es de Pablito Milanés que no está aquí, que está pasando ‘el servicio’”.

Un anuncio en la prensa - pudo haber sido en Juventud Rebelde, o en Granma-  y reproducido en el documental, reza:

Estos elementos, contra-revolucionarios y homosexuales, es necesario expulsarlos de los planteles en el último año de su carrera en la enseñanza secundaria superior, para impedir su ingreso en las Universidades. Para ellos solamente hay dos alternativas dentro de nuestra sociedad: o convertirse en elementos deleznables, o pasar a formar parte de las filas del ejército del trabajo y educarse allí en una actitud distinta, más acorde con la forma de pensar de nuestra juventud, para poder ganar en el futuro la oportunidad de que las masas vuelvan a tenerles confianza.

Entre ser “elementos deleznables” o integrar “las filas del ejército del trabajo”: ¿eran estas, Mariela Castro, las opciones de los estudiantes cubanos de secundaria circa 1965?

Virilidad y testosterona - en cantidades industriales- , y una ciega lealtad eran los requisitos de la Cuba fidelista de aquellos años. No mucho ha cambiado. En la clausura del 6to aniversario del Movimiento Juvenil Cubano, Armando Hart, ministro de Educación entre 1959 y 1965, pronunció las siguientes palabras:

“Queremos una juventud rebelde, una juventud que piense con su propia cabeza […] Una juventud de acero, dispuesta al sacrificio, una juventud que combata las tendencias egoístas, la blandenguería, el conformismo frente a los errores”.

¡Qué palabra tan ofensiva, misógina y homofóbica esa, blandenguería, en su acepción “debilidad moral, en exceso”!

Pablo Milanés recuerda que un día empezaron a llegar presos comunes al campo, presos que habían cometido diversos delitos y estaban en la cárcel del Castillo del Príncipe. “Nos juntaron…  Pensábamos: ‘Qué sentido tiene esto?’” Y añade: “Era una idea oscura que nunca entendimos”.

Según relata, quienes lo pasaron peor - o peor aún-   fueron los homosexuales. “Una tarde se aparecieron camiones con una lista, unos oficiales nombrando a gente, en una operación relámpago en todos los campos de Camagüey. Los recogieron a todos y los llevaron para guetos, lejos, y los aislaron a todos ellos. Nos juntaron a todos los que creían despreciables en un campo de concentración. La conclusión fue macabra”.

¿Una etapa “muy divertida”, Mariela Castro, como la Escuela al Campo a la que, según tengo entendido, tus revolucionarios padres no te enviaron?

“Nos cogió el efecto de Estocolmo…. Nos culpábamos de haber ido a parar ahí… porque todos los días nos lo decían: ‘Ustedes son árboles que han crecido torcidos’”. Ricardo Barber (QEPD) y Pablo escribieron una obra de teatro favorable a los que les habían llevado allí, y la representaron en la unidad. “Luego, Ricardo y yo nos dimos cuenta de que nos cogió el síndrome de Estocolmo, que habíamos sido un par de idiotas, y rompimos la obra”. La obra se puso una sola vez en el campamento, a pesar de que las autoridades militares dieron órdenes de que la escenificáramos de nuevo.

Continúa el cantautor narrando la peripecia de su fuga del campamento, con un compañero, y sobre cómo llegaron a pie hasta Sancti Spiritus. “Sí, me fugué…. Ya los aviones espías de EEUU - los U-2-  habían retratado los campamentos desde el aire. Ya había escándalo en la ONU, y se decía que iba a haber una reunión, que aquello se terminaba, pero solo redujeron la altura de las cercas de alambre, de 23 pelos las bajaron a 14 pelos … Por los alambres no era posible escapar”.

Catorce pelos y un día / me separan de mi amada. / Catorce pelos y un día / me separan de mi madre. / Y ahora sé a quién voy a querer / cuando los pelos y el día / los logre dejar.[2]

Pablo Milanés explica que el régimen no lo internó en los campamentos de las UMAP por homosexual, drogadicto, o contrarrevolucionario. “Fue por mis opiniones respecto a la Revolución… a partir de un revolucionario que era lo suficientemente liberal para decir lo que pensaba abiertamente”.

Mariela Castro, funcionaria servil, que sigues defendiendo al opresor de cubanos por más de sesenta años. En su nombre, mientes. Haciéndole el juego, minimizas los horrores infligidos a los miles de hombres que tu ligereza pretende ningunear. No sigas repitiendo disparates y falsedades: las UMAP sí fueron campos de concentración, de trabajo forzado, de ignominia y tortura. La Historia no absolverá a los verdugos. Y no lo dudes: a Pablo Milanés le acompañará la gloria eternamente. A ti, probablemente nada.

[1] La libertad. Canción de Pablo Milanés.

[2] Catorce pelos y un día.  Canción de Pablo Milanés, compuesta en 1966.
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