viernes, 30 de octubre de 2020

Las otras vidas de Esteban Montejo.

Tomado de Redacción AHS.

Miguel Barnet Lanza.

Varias vidas tiene Esteban Montejo. Una de ellas, en tiempo real, la que fue del nacimiento a la muerte, más de un siglo de existencia. Otra, en tiempo poético, vino con Biografía de un cimarrón y no acaba todavía, y pienso nunca tendrá fin mientras la voz que le dio Miguel Barnet en ese libro imprescindible y fundacional siga diciéndonos cosas que necesitamos saber.

Pero a esas vidas hay que sumar otras -no hablo ya de las cerca de 80 ediciones hasta la fecha y sus traducciones al inglés, francés, italiano, alemán, ruso, portugués, checo, polaco, neerlandés y unas cuantas lenguas más, como la coreana que apareció en 2011-, que se derivan de una obra con razón considerada un clásico de nuestras letras y del personaje que la inspiró.  

El propio Miguel ha contado de qué manera, por ejemplo, la narración y las reflexiones de Esteban Montejo, recreadas por él -dicha sea este concepto con absoluta propiedad, puesto que todos y cada uno de los pasajes del libro implican una auténtica re-creación-, impactó en el célebre dramaturgo alemán Peter Weiss, el mismo de Marat – Sade y La indagación.

Weiss quiso conocer a Esteban y cuándo estuvo ante éste “le hizo una pregunta muy alemana, muy ontológica”, según recuerda Miguel: “Esteban, en sus ciento y pico de años, ¿cuándo cree usted que fue más feliz?”  El anciano luchador respondió: “Cuando yo era cimarrón”. Weiss insistió que cómo era eso, si en el monte era perseguido y tenía que inventar qué comer. Esteban le dijo: “Sí, es verdad, pero yo era joven.” Cuenta Miguel que Weiss salió a la calle en un estado de éxtasis porque con los cartabones de Hegel y Kant le resultaba difícil comprender esa rotunda frase con la que Esteban define su existencia: “Por cimarrón no conocí a mis padres, pero eso no es triste porque es la verdad”.

En 1968, el célebre actor Jean Vilar, director entonces de la Comédie Française, grabó para la Gramophon un disco con textos del Cimarrón en versión francesa.

El Cimarrón de Miguel alzó vuelo en la obra de otro gran alemán, Hans Werner Henze. Considerado como uno de los autores fundamentales de las vanguardias musicales europeas de la postguerra, Henze vino a Cuba en 1969, conoció a Barnet, leyò la novela testimonio y decidió crear “un recital para cuatro músicos”, que en realidad es una ópera de cámara, valiéndose del oficio del poeta y ensayista Hans Magnus Enszerberger en la adaptación de los textos para ser cantados y recitados.

Quién viera a Henze en los días en que de La Habana partían contingentes hacia los campos de caña a conquistar la zafra más grande de la historia. Iba y venía de un barrio a otro de la ciudad, en compañía de un joven pero ya importante escritor, atento al habla popular, a los toques de santos, al rostro grave de los negros de mucha edad, a la realidad de una isla en la que el tiempo obedecía a patrones muy distintos a los suyos, como lo comprobó durante el proceso de montaje de su Sexta sinfonía, estrenada en la capital cubana y a la que introdujo elementos rítmicos procedentes de la cultura musical yoruba. De aquel joven poeta le había subyugado un libro que comenzaba a dar la vuelta al mundo. Y agradeció, sobre todo, que le permitiera conocer al protagonista real de la novela, Esteban Montejo. Tanta fue la impresión que le produjo, que en sus memorias escribió: «Yo nunca había visto a un hombre tan viejo; parecía un árbol, con los ojos muy vivos».  

Un año después estrenó la obra en los festivales de Berlín y Aldeburgh (Gran Bretaña), donde, por cierto, intervino el maestro Leo Brouwer en la interpretación de la guitarra, junto al barítono norteamericano William Pearson, el flautista alemán Karlheinz Zoeller y el percusionista japonés Satomu Yamashita. Otros festivales, casi de inmediato, acogieron la ópera, entre ellos los de Avignon, Edimburgo y Spoletto.

Debo recordar que en 1973 Henze trabajó también otro texto de Barnet, Canción de Rachel, en una especie de recuperación del vodevil que llamó La cubana o Una vida para el arte.

Volviendo a la ópera Cimarrón, sabemos que Henze revisó la partitura para la grabación que en 1979 realizó el sello Schwann. Esa versión de 87 minutos incluyó en el elenco al  bajo Paul Yoder, y destacó por el trabajo del percusionista Mircea Ardeleanu quien amplió la batería a 50 instrumentos y accesorios.   

En 1986, al ser representada en Nueva York, el prestigioso crítico John Rockwelll escribió en The New York Times: “Hans Werner Henze es uno de los compositores interesantes más activos de este siglo, pero no todas sus obras parecen igualmente fuertes; él tiene una tendencia a la convencionalidad retórica. Sin embargo, una pieza que compuso en 1970,  El Cimarrón, cuenta entre las mejores, por su intensidad dramática, que parte de su excelente libreto, y su originalidad. La noche del lunes en el Merkin Concert Hall, el grupo de nueva música Speculum Musicae tuvo un rendimiento artístico de primera”.

Aquí, en Cuba asistimos en 2011 a la puesta en escena del alemán Andreas Baesler quien asumió la partitura con una visión espectacular, con la participación de dos cantantes (Marcos Lima y Yunier Gainza), el guitarrista Eduardo Martín; la flautista Zorimé Vega, el percusionista Luis Antonio Barrera, el actor Jorge Ryan, el bailarín solista Carlos Luis Blanco y tres parejas de la compañía Danza Contemporánea de Cuba.

Cimarrón también tuvo otras expresiones escénicas, como la que animaron Olga Flora y Ramón con su grupo de mimos en 1979, y la puesta que el esforzado Huberto Llamas montó con Teatro Plaza Vieja, asistido por el propio Barnet.

En 1967, Sergio Giral, impactado por la lectura reciente de la novela testimonio, realizó una película que pretendió transpolar a un plano metafórico la experiencia de Esteban Montejo. Mucho mejor acogida recibió Cimarrón, la historia de un esclavo, de Juan Carlosw Tabío, una coproducción hispano-cubana de 2011. Es un material más cercano a la esencia del libro y del propio Barnet, quien ofrece su testimonio.

Al conmemorarse el cincuentenario de la edición príncipe del libro, Barnet fue convocado por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM) para leer pasajes de Biografía de un cimarrón. Este registro, alentado por la promotora Ana Llerena y producido por uno de los más notables discógrafos cubanos, Jorge Rodríguez, no es propiamente lo que se ha dado en llamar un audio libro (grabación de un libro leído en voz alta), puesto que solo recoge fragmentos de la obra a la vez. Se trata de una producción de mucho mayor alcance, en tanto los textos establecen un valioso contrapunto con la música seleccionada para redondear la entrega.

Discípulo de don Fernando Ortiz, etnólogo y antropólogo de obra fundacional en la cultura cubana, Barnet cultivó una larga amistad con Merceditas Valdés, extraordinaria cantante folclórica que acompañó al sabio en sus presentaciones en la Universidad de La Habana. El propio Barnet llevó a Merceditas e esos predios años después en homenaje a su maestro y a la cantante. En el presente disco la voz de la Pequeña Aché, secundada por los tambores del conjunto Yoruba Andabo, confirma las claves identitarias presentes en la obra del escritor.

También los pasajes de Biografía de un cimarrón cuentan aquí con el entorno sonoro de una partitura excepcional, Cantos yorubas de Cuba, de Héctor Angulo, interpretada por el boliviano Piraí Vacca. Esta composición figura entre las más representativas del repertorio de la Escuela Cubana de Guitarra.

Quienes escuchen el disco, sentirán la intensa vibración de una voz indómita y raigal, la del cimarrón Esteban Montejo, y la voz de quien hizo trascender esa memoria, la de Miguel Barnet. Ante el oyente se abrirán muchos y venturosos caminos.

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Economía de EEUU registró crecimiento récord en tercer trimestre de 2020.

Tomado de CubaNet.

Un nuevo negocio con ofertas de trabajo en Encinitas, California.

El Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos creció un 33,1 por ciento durante el último trimestre de 2020, informó este jueves el Departamento de Comercio.

Pese a las graves afectaciones a la economía por causa de la pandemia, el país se ha recuperado a un ritmo récord. Sin embargo, se estima que las secuelas de la crisis desatada por el coronavirus tardarán en desaparecer.

Especialistas señalan que el repunte de los indicadores obedece, en gran medida, al paquete de estímulo de 3 mil billones de dólares aprobado por el Congreso en marzo del pasado año, una movida que incentivó el consumo pese al desplome de los mercados, los despidos y el cierre de empresas.

El crecimiento del último trimestre contrasta con la caída registrada en la primera mitad del año, cuando el PIB cayó en un 31,4%.

También se registra una mejora del mercado laboral, ratificado en la disminución de los nuevos pedidos de ayuda por desempleo, que cayeron por segunda semana consecutiva a 751 000 solicitudes.

La consultora MBA espera que el ritmo del crecimiento se desacelere en el cuarto trimestre 2020, pero estima que la expansión de la economía continuará en 2021, siempre y cuando el rebrote de COVID-19 que experimenta el país no implique nuevos confinamientos.

Los resultados salen a la luz apenas cinco días antes de las elecciones en la que se enfrentan el presidente Donald Trump y el candidato por el Partido Demócrata, Joe Biden.

La economía, uno de los puntos fuertes del actual mandatario previo al estallido de la pandemia, ha sido uno de los temas claves en la campaña electoral de ambos contendientes.

Trump celebró los indicadores de recuperación y los catalogó como las cifras “más grandes y las mejores” de la historia de Estados Unidos, asegurando además que, de seguir en la Casa Blanca, el 2021 será “fantástico”.

De momento, las encuestas dan ventaja a Biden en varios de los estados claves para ganar la elección, lo que ha llevado a Trump a redoblar esfuerzos en algunos de ellos, como Florida, donde se concentra buena parte del voto latino e hispano en Estados Unidos.

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La eterna disyuntiva cubana: dólar vs. chavito.

Por Gladys Linares.

Por estos días, al anunciar el “ordenamiento monetario”, la dictadura da información ambigua y enrevesada con el habitual hermetismo que no aclara cómo ni cuándo será esta, por lo tanto es inevitable que surjan especulaciones seguidas de desconfianza, inseguridad y temor en la población.

Al comentar con algunos trabajadores sobre la aplicación de la reforma salarial, no creen que esta consiga satisfacer sus necesidades fundamentales. “Al contrario, sigue la dualidad monetaria, ya que cobro en moneda nacional –una moneda sin respaldo– pero para comprar los artículos de primera necesidad tengo que ir a la shopping, donde antes necesitaba CUC y ahora necesito dólares”, me comentó Efraín, un joven empleado de comercio.

Me decía un vecino que piensa viajar a Canadá: “Tengo en el banco el dinero que me piden para darme la visa, pero no sé si sacarlo o dejarlo, porque toda la información es tan confusa que por mucho que leo no entiendo nada. El 14 de octubre en la Mesa Redonda Murillo dijo que las cuentas en CUC se podrán cambiar por moneda libremente convertible (MLC). Fui al banco porque quería asegurar mi dinero, pero allí me informaron que solo hacen el cambio en pesos cubanos. Creo que eso lo dijo Murillo para contener un poco la avalancha de gente que está vaciando sus cuentas”.

Otra de las grandes preocupaciones de las personas que tienen sus ahorros en el banco es que les devalúen los chavitos como acostumbran: sin avisar. Lo que los hace desconfiar son las palabras de Marino Murillo en la Mesa Redonda: “Entre los tres tipos de cambio que existen (cambio fijo, banda de fluctuación y cambio móvil) se comenzará el proceso con un tipo de cambio fijo y, en la medida en que la economía cambie y la demanda, se acudirá a otra variante. Ello significa que habrá futuras devaluaciones”.

“Hace algunos años pensé hacer una cuenta de ahorro en divisas”, recuerda Jorge. “Pero en el banco tenía que llenar una planilla con tantas preguntas absurdas que desistí de la idea. Por eso decidí que el dinero que me manda mi hijo lo guardo yo”. Otra vecina rezonga: “Cuando mi familia me mandaba dólares, el gobierno me los cambiaba por chavitos. ¿Ahora tengo que cambiar los chavitos por pesos cubanos? La gran estafa”.

El gobierno alega que con la unificación monetaria se mantendrá como principal moneda de circulación en el país el peso cubano (CUP). Sin embargo, cada vez son más las tiendas que venden artículos de primera necesidad en MLC. En ellas hay gran variedad de alimentos, electrodomésticos, etcétera, mientras que en las tiendas que operan en CUC y CUP el desabastecimiento es casi total.

No pocos opinan que la primera medida gubernamental para obtener MLC, depositarlos desde el exterior en tarjetas magnéticas válidas sólo para comprar en determinadas tiendas, no les dio el resultado esperado, por eso ahora permiten que el que los tenga los pueda depositar en el país, e incluso retirarlos si lo desea.

Otra de las incógnitas es qué pasará con las cuentas de los colaboradores en las misiones en el extranjero, que reciben sus salarios en divisas, de las cuales el gobierno se apropia de la mayor parte y les deposita en CUC en una cuenta bancaria el exiguo porcentaje que les queda. ¿Les darán pesos cubanos? Estos son despreciables ante el dólar, pues no sirven para comprar en las tiendas que ahora venderán en MLC.

Después de todos estos años refiriéndose al CUC como “divisa”, y Recaudadoras de Divisas a las tiendas donde nos exprimían los bolsillos, ahora el viceprimer ministro y titular de Economía y Planificación, Alejandro Gil, afirma que, en definitiva, se sabe que el CUC nunca ha sido divisa. En eso no se equivoca: desde que comenzaron a circular en 1994, para el pueblo los CUC no han sido más que papel pintado representando dinero. No en balde les llamamos chavitos, como los billetes de mentira que se usan para jugar Monopolio.

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jueves, 29 de octubre de 2020

¿Quiénes pondrán punto final a este engendro de régimen?

Por Tania Díaz Castro.

No hay receta para que termine el castrismo socialista cubano, una fecha exacta, sorpresiva, espectacular, de un día para otro como la del desmerengamiento del socialismo soviético.

Si la desaparición total del estado soviético tomó por sorpresa a muchos, no ocurre así con el lento, pausado y diluido régimen castrista de Cuba, algo que comenzó mucho antes de que Fidel Castro rodara escaleras abajo, y poco después delegara todos sus poderes a su hermano menor, fuerte aficionado del militarismo.

Raúl, en diez años al frente del régimen, nada pudo hacer para que Cuba se librara de una crisis económica permanente que azotaba la Isla desde hacía décadas.

Así continuó el régimen castrista, basado en ilusiones, por obra y gracia de la propaganda de sus medios de comunicación, mientras el pueblo se mantiene al margen y a la expectativa, en espera de un final definitivo.

¿Podría decirse que esos miles de trabajadores independientes, surgidos por fuerza natural y espontánea en una sociedad enferma, pueden influir en una mejora de la economía, mientras que el centralismo de estado frena iniciativas privadas llamándolas ilegales y, por último, llevando a prisión a los cubanos?

¿En qué se han convertido pues los planes de Fidel y su Revolución -esos tantos que se vieron frustrados-, que iban desde el llamado Cordón de La Habana, una producción de leche que llenaría la bahía capitalina, convertir a Los Andes en una Sierra Maestra, con guerrilleros de izquierda y, por último, junto a Irán, poner de rodillas a los Estados Unidos?

El origen de la Revolución bien se recuerda: primeramente, se derrocó a una dictadura impuesta por un golpe de estado, y, a continuación, Fidel implantó otra dictadura mucho más agresiva. Castro escogió el camino del autoritarismo, su revolución tuvo más de 10 000 presos políticos por largos años, miles de fusilados, fundó un partido único, eliminó las elecciones libres y formó grupos para controlar cada aspecto de la vida de los cubanos, mientras que los opositores o disidentes eran forzados a emigrar.

A partir de esos momentos Cuba se convirtió en un estado fallido, el embrollo de una economía loca, cuyas consecuencias son un mercado negro y la ilegalización general del pueblo.

Pero, ¿quiénes serán los que pondrán punto final a este engendro de régimen, donde entre análisis y reuniones no se llega a soluciones concretas para el bienestar de un pueblo que carece de tanto para vivir? ¿Serán los profesionales bien educados, como en la URSS lo fueron Gorbachov y Putin? ¿Qué hará Díaz-Canel, quien heredó un régimen torcido que ni su propio creador pudo enderezar en 40 años, cuando el dinero soviético se recibía a manos llenas y salía para satisfacer los planes izquierdistas en América Latina?

Tremenda tarea tiene por delante Díaz-Canel y comparsa, cuando la realidad cubana pide a gritos que se relaje el control del régimen sobre la economía, que se puedan lograr inversiones extranjeras, que se conceda el derecho a huelga, que los cubanos tengan acceso a mejores salarios y condiciones laborales, y que la prensa cubana pueda publicar artículos críticos sobre un gobierno dictatorial.

Como ocurrió en la URSS con Gorbachov, un día renunciará Díaz-Canel, y al día siguiente se firmará una declaración oficial informando la disolución del castrismo. Entonces, los cubanos del exilio podrán llegar a Cuba a levantar la economía cubana -como lo hicieron en la Florida- en vez de enviar remesas a la isla.

Y es que el régimen cubano ha tenido que reconocer, como una gran derrota, que el éxito de nuestra economía depende de los mejores vínculos con un exilio cubano próspero y dinámico, y no de aquella enemistad impuesta por el Iluminado, como lo llama el Poeta.

Fidel y Raúl tuvieron la buena precaución de no sustituir la bandera cubana por la del 26 de Julio, o por esa otra de la hoz y el martillo. Sabían que cualquiera de estas dos tarde o temprano tendrían que ser arriadas, porque árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza.

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¿Dónde está el bloqueo?

Por Carlos Escorihuela.

El controversial presentador cubano, Alex Otaola, reiteró un mensaje que ha transmitido en varias ocasiones, y es que el hambre y la miseria que se vive en Cuba no es culpa de Estados Unidos como lo hace ver la dictadura, ya que los únicos responsables son la cúpula comunista.

“Cubano que me ve dentro de la isla, el hambre que usted está pasando y toda esta asquerosidad que usted tiene que comer, no es culpa de Estados Unidos, no es culpa de Otaola, no es culpa de Trump, no es culpa de nadie, el enemigo está durmiendo junto a ustedes”.

En ese sentido, Otaola reveló que, un cargamento con pollo salió recientemente desde Estados Unidos con destino a Cuba, lo que desmonta la falsa teoría de que por culpa del “bloqueo” no llegan los alimentos a la isla y por eso el pueblo pasa hambre.

“Acaba de salir del Puerto de Miami varios contenedores de pollo, rumbo a la isla de Cuba. Dónde está el bloqueo, pregunto yo”.

Otaola criticó que, la dictadura Cuba importe estos cargamentos desde el mismo Puerto de Miami de donde salió la ayuda humanitaria recogida por el exilio, que fue negada a las miles de familias que pasan hambre en la isla.

Además, el comunicador reveló que, este cargamento con pollo estuvo dos días retenido en Miami a la espera de que, el régimen hiciera los pagos correspondientes para que pudiera salir.

“Las empresas norteamericanas que venden este pollo no le fían a Cuba porque saben que Cuba no paga”.

Es importante recordar que, en reiteradas ocasiones las autoridades de Estados Unidos han precisado que, el embargo a Cuba no impide que, la dictadura pueda importar alimentos y medicinas desde EEUU, una situación que demuestra claramente que, los únicos responsables del hambre y la miseria son los castristas porque no les interesa resolver las precariedades del pueblo.

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Dos hermanas le propinan 27 puñaladas a un guardia en Chicago por exigirles el uso del nasobuco.

Por Aarón Velazco.

Jessica y Jayla Hill fueron detenidas y tendrán que someterse a la justicia estadounidense.

Un acontecimiento impactante se suscitó en Chicago, cuando dos hermanas le propinaron 27 puñaladas a un guardia luego de que este les exigiera el uso del nasobuco dentro de una tienda.

Las mujeres fueron identificadas como Jessica Hill, de 21 años, y Jayla Hill, de 18.

De acuerdo al reporte de los medios locales, ambas mujeres se encontraban en una zapatería cuando el oficial de seguridad se acercó para llamarles la atención. Posteriormente, las hermanas reaccionaron de forma violenta y decidieron enfrentarse a golpes con el oficial, al que lograron derribar con un golpe en la cabeza, propinado con un bote de basura.

En ese mismo momento, la mayor de las hermanas habría sacado un arma blanca, y sin pensarlo dos veces, atacó al uniformado en 27 oportunidades mientras la menor de ellas lo sujetaba por el pelo, causandole heridas graves en el cuello, espalda y brazos.

A pesar de las múltiples heridas, el hombre logró mantenerse con vida y fue trasladado a una institución médica de la localidad. Sin embargo, medios locales informaron que actualmente se encuentra en estado crítico.

Mientras tanto, estas hermanas de Chicago, como es natural, fueron detenidas por los cuerpos de seguridad y ahora tendrán que someterse ante la justicia estadounidense.

El juez del Tribunal del condado de Cook ordenó mantenerlas bajo prisión y sin derecho a fianza, acusándola del cargo de intento de homicidio en primer grado.

Asimismo, ambas tendrán que volver a acudir a los tribunales dentro de una semana.

Otros casos similares.

Un hecho similar, pero no tan violento, ocurrió hace unos días también en Estados Unidos, cuando una pasajera de la aerolínea Delta abofeteó a la azafata luego de exigirle el uso correcto del nasobuco.

El acontecimiento ocurrió en un vuelo de la ruta Miami – Atlanta, y según se informó, la azafata se vio obligada a llamarle la atención a su agresora ya que esta tenía nasobuco “por el cuello”. En respuesta, se llevó un golpe que seguramente nunca olvidará.

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miércoles, 28 de octubre de 2020

Un reordenamiento económico sin cambiar las reglas del juego.

Por Luis Cino.

Peso cubano, CUC y dólares estadounidenses.

Se pudiera pensar que la unificación monetaria y el ordenamiento de la economía es lo que hace mucho tiempo debía haber hecho el régimen para empezar a poner fin al desbarajuste en su contabilidad e incentivar a los cubanos, con la elevación de los salarios, a trabajar más y elevar su productividad, acabando con eso de que el Estado se hace el que paga y los obreros fingen que trabajan.

Pero ese razonamiento es dudoso. Al elevar los salarios, que ante el aumento del costo de la vida seguirán siendo insuficientes, ¿podrán hacer que se correspondan con una mayor productividad de los trabajadores? Téngase en cuenta que contra la productividad conspiran no sólo los bajos salarios, también las pésimas condiciones de los centros laborales, la agonía del transporte, la mala alimentación, los medios de trabajos insuficientes o inexistentes, la desorganización, los planes disparatados, los caprichos de los dirigentes.

Si los mandamases no cambian las reglas del juego y siguen aferrados al estatismo y la planificación centralizada, forzando las inexorables reglas del mercado, trabando a las fuerzas productivas, asfixiando al sector privado, el reordenamiento económico no funcionará. Eso sí, con la dolarización parcial se devaluará el peso y sobrevendrá una inflación que hará más hondas las diferencias sociales y más precarias las condiciones de vida de los cubanos.

Al eliminar los subsidios que consideran indebidos, por mucho que aseguren que “la revolución no dejará desamparado a nadie”, los mandamases del PCC se alejan cada vez más de la socialización y redistribución de la riqueza, y por ende, de la igualdad social, que teóricamente se supone sea la condición sine qua non de la sociedad socialista.

¿Para qué perder el tiempo con las teorizaciones y los cuentos de hadas del socialismo? Lo que menos importa a los mandamases castristas con este reordenamiento económico es la igualdad social y el mejoramiento de la vida de los cubanos. Lo que realmente les interesa es poner orden en sus finanzas, atraer la inversión extranjera y recaudar divisas.

Respecto a si será conveniente para la población la tan llevada y traída unificación monetaria, eso es solo un señuelo para marear la perdiz, como ya sucedió con el matrimonio igualitario, utilizado para distraer e impedir que se discutieran otros puntos de la nueva Constitución.

Han convertido en un culebrón la unificación monetaria, con las ininteligibles explicaciones economicistas durante horas de Marino Murillo, ahogado por el nasobuco y que no acababa de precisar si el CUC equivaldrá por fin a 20 pesos cubanos y cuándo será ese primer día del mes en que nos quedaremos con el peso como única moneda.

Teniéndonos pendientes principalmente de eso, han conseguido que no reparemos demasiado en la subida de precios y la consiguiente inflación que viene como parte de un paquetazo de terapias de choque que se niegan a reconocer como tales, y con las que el régimen pretende mantenerse a flote.

Es al Estado para quien de veras es importante el fin de la dualidad monetaria, para ver si puede resolver las deformaciones de la economía cubana, un asunto que constituye una pesadilla para los más avezados economistas.

La dualidad monetaria y la inexistencia de tasas de cambio reales creó males como la segmentación del mercado interno, la falta de estímulos en el mercado laboral, el descontrol en los precios, el caos en la contabilidad de las empresas y las evaluaciones distorsionadas sobre la factibilidad de inversiones y proyectos.

Fue otro disparate de Fidel Castro, cuando diez años después de haber despenalizado la tenencia de dólares, en el año 2004, pretendiendo la soberanía monetaria, gravó el dólar e impuso el peso convertible, sin consultar a la Asamblea Nacional del Poder Popular, órgano supuestamente encargado de legislar sobre la política monetaria.

Hace muchos años que los gobernantes post-fidelistas debieron haber buscado el modo de hacer confluir el CUP y el CUC, unificando las tasas de cambio por medio de devaluaciones progresivas, hasta conseguir una moneda única. Pero para ello se necesitaba la creación de una nueva estructura financiera y cambios institucionales y económicos que no estaban dispuestos a hacer. El aplazamiento de las ineludibles reformas microeconómicas ha traído un alto costo social.

Los dólares y euros de los cubanos que pueden acceder a ellos, gracias principalmente a las remesas de sus familiares en el exterior, hacen más llevaderas sus vidas. Pero se calcula que la mitad de los cubanos tiene poco o ningún acceso a la moneda dura. Y muchos artículos de primera necesidad sólo se pueden adquirir en las tiendas por moneda libremente convertible, tarjeta bancaria mediante, a precios elevados.

El problema financiero no se resuelve sólo con que haya una moneda u otra, o las dos. Recordemos que desde 1915, cuando Cuba creó su moneda nacional, hasta 1959, el peso cubano y el dólar norteamericano circulaban libremente en el país, tenían paridad y se usaban indistintamente.

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La cultura castrista no es la cultura cubana.

Por Orlando Freire Santana.

Artistas frente al Ministerio de Cultura.

El año de 1980 fue difícil para el castrismo. Ni eventos como el Segundo Congreso del Partido Comunista, ni el vuelo al cosmos de Arnaldo Tamayo Méndez lograron desviar de la atención pública la descomunal ola migratoria que se desató cuando por el puerto del Mariel más de 100 000 cubanos salieron hacia las costas de la Florida, deseosos de hallar un futuro distinto al que les ofrecía el “paraíso” socialista.

Tal vez con el ánimo de encontrar otro suceso que hiciese olvidar un poco esa convulsa situación, al tiempo que intentaban apuntalar las raíces de una cubanidad que parecía resquebrajarse, los gobernantes de la isla señalaron el 20 de octubre de ese año como el Día de la Cultura Cubana, en recordación a los sucesos libertarios ocurridos en la ciudad de Bayamo en el año 1868.

Nacía entonces una cultura signada por la exclusión. Pues en ese año 80 el oficialista Instituto Cubano del Libro publicó un diccionario de la literatura cubana en el que inexplicablemente quedaba fuera el novelista Guillermo Cabrera Infante. El escritor, ya para esa fecha autor de dos novelas imprescindibles para las letras cubanas, como Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto, había cometido el “delito” de abandonar definitivamente el país.

Pero no sería ese el único detalle que marcó la parcialidad ideológica de ese diccionario. Autores como los poetas Agustín Acosta y José Ángel Buesa, y los ensayistas Jorge Mañach y Lydia Cabrera recibieron reseñas mínimas en esas páginas —y siempre con la coletilla final de que se habían marchado del país tras el advenimiento de Fidel Castro al poder—, mientras que a los comunistas Nicolás Guillén y Juan Marinello se les dedicaban varias páginas de la enciclopedia.

Ya para entonces la excluyente cultura castrista había sumido en el olvido a numerosos artistas que se fueron de Cuba a inicios de la década del sesenta, de la misma manera que ignoraba el desempeño en el exterior de músicos de la talla de Willy Chirino y Gloria Stefan, por citar solo dos ejemplos.

Mientras tanto, y en un afán desesperado por captar el apoyo de los artistas e intelectuales de la isla, Fidel Castro declaró en los días difíciles del período especial de los años noventa que la cultura era lo primero que había que salvar. Claro que no se refería a toda la cultura cubana, sino a la cultura forjada por su régimen, la misma que había dejado claro aquello de que “contra la revolución, nada”, en Palabras a los Intelectuales, en 1961.

Diez años después, a raíz del encarcelamiento del poeta Heberto Padilla, el propio Castro en su discurso en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura dijo: “En lo adelante, para ganar aquí un premio literario hay que ser revolucionario de verdad”.

Sin embargo, fuera de Cuba, el novelista emigrado Jesús Díaz daba muestras de un sincero intento por establecer un puente de integración entre todos los exponentes de nuestra cultura. La publicación Encuentro de la Cultura Cubana abría sus páginas a todos los artistas e intelectuales cubanos, sin importar el sitio donde residieran.

El castrismo, en cambio, no ha actuado de la misma manera. Ha continuado ignorando a los exponentes de nuestra cultura que brillan en el exterior y mantienen una postura contraria a la ideología comunista, al tiempo que castigan con la represión y la cárcel a artistas, escritores y periodistas que en el interior de Cuba se oponen al totalitarismo.

Mas, aunque les duela, no pueden evitar que a Rafael Rojas, Carlos Alberto Montaner, Zoe Valdés, Descemer Bueno, Gente de Zona, Raúl Rivero, Tania Bruguera, René Gómez Manzano, Jorge Olivera, Roberto de Jesús Quiñones Haces, y Marta Beatriz Roque Cabello, también se les considere como representantes de la cultura cubana.

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martes, 27 de octubre de 2020

Socialismo: sinónimo de “chapucería".

Por René Gómez Manzano.

En días pasados, nos enteramos de una información pasmosa: Según Heraldo de Cuba, Marino Murillo Jorge declaró que “cuesta más producir un litro de leche en el país que importarlo”. Como se trata de algo inverosímil, vale la pena reproducir el razonamiento (algún nombre hay que darle) que se ha seguido para llegar a esa absurda conclusión.

“Si una tonelada de leche tiene 10 mil litros” (y cuesta 300 dólares, comento), “entonces un litro de leche importada estaría costando 30 centavos. La leche que se le compra al productor cuesta 4.50 CUP”. Examinemos esas nuevas Cuentas del Gran Capitán: Al cambio normal, cada dólar o peso cubano convertible (CUC) vale lo mismo que 24 pesos en “moneda nacional” (CUP). Luego los 30 centavos equivalen, en realidad, a 7.20 pesos cubanos. Cuesta -pues- mucho más de lo que se le paga al productor nacional.

Aquí entran a funcionar las reglas locas establecidas por los incapaces que rigen la “economía socialista”: Lo de 24 por 1 rige para cualquier hijo de vecino que cambie una moneda por otra. En las “empresas socialistas” impera la falsa paridad de las dos. Entonces, afirmar que lo pagado por un litro al productor nacional es más que lo que cuesta importarlo, sólo es válido si se emplea esa jugarreta contable irreal y absurda.

Si el amigo lector ha logrado conservar su salud mental después de leer enormidades como las antes consignadas, entonces podemos pasar a lo que en realidad constituye el tema central del presente trabajo periodístico. Me refiero a las chapucerías consustanciales al socialismo, de las cuales la situación que estoy analizando constituye sólo un ejemplo más.

En puridad, no puede existir una equivalencia entre uno y otro precio: El producto importado es leche en polvo, alimento habitual en países hambreados, pues sólo requiere ser mezclado con agua. El del ganadero cubano, por su parte, es leche fresca. Al trazar un signo de igualdad entre uno y otro, se está poniendo de manifiesto la esencia chambona del sistema impuesto en Cuba. Sólo así se justifica la comparación.

Pero el caso no es único. Hay otras muchas situaciones en las que se revela que el socialista es un régimen de chapucerías. Pongamos otro ejemplo: el estado de las vías públicas (y conste que no me refiero sólo a las de un barrio periférico o un pueblo de campo, sino también a las del céntrico Vedado habanero, en el que resido).

Sólo por excepción las aceras están en buen estado. Lo más frecuente es que hayan sido rotas por las raíces de los árboles que abundan en esta zona de la ciudad. Otras han sufrido por el abandono de años, o han sido levantadas por el empleo de palas frontales para limpiar las acumulaciones de basuras y desperdicios. No es raro encontrar alcantarillas sin tapa.

Las superficies asfaltadas, a su vez, suelen presentar innumerables baches. Pero si no es ese el caso, entonces no es raro que estén a un nivel más alto que el de las aceras. Esto obedece a que quienes las reparan no se molestan en levantar la capa antigua de chapapote antes de echar la nueva. (Con esto, por cierto, pierden la oportunidad de reciclar el asfalto usado). En esos puntos, para pasar de la calle a la acera hay que descender, y viceversa.

Otro ejemplo es el de la prensa periódica. En la “otra era”, mi familia estaba suscrita al diario Información. No recuerdo una sola ocasión en que, al levantarnos a las seis y pico de la mañana, no estuviera ya en nuestro balcón el número del día. Bajo el castrismo, esto dejó de ser realidad. Se hizo habitual que los diarios pudiesen ser conseguidos sólo a media mañana.

Pero ya ni eso. En la actualidad, la prensa cubana parece una puesta en escena de la canción de Héctor Lavoe Tu amor es un periódico de ayer. Vendedores y clientes le plantean a uno, con la mayor naturalidad del mundo, que la prensa que circula y se vende en horas del mediodía de hoy es la de ayer. O sea: que ni para distribuir su propaganda son eficientes.

¿Y qué decir de la alimentación? Un solo ejemplo: el excelente café cubano, que durante años se cultivó en nuestras montañas. Tras la trepa al poder de los castristas, el fundador de la dinastía tuvo la peregrina idea de fomentar el llamado “Cordón de La Habana”. Elemento central de esa nueva obsesión del “Comandante en Jefe” sería la siembra de una nueva variedad de cafetos.

Se trataba del “café caturra”, una planta que produce un grano de calidad ínfima. A lo largo de los años, los capitalinos se vieron obligados a realizar “trabajos voluntarios” durante horas en el dichoso “Cordón”. Por suerte o por desgracia, no conozco a alguien que haya cosechado un solo grano o se haya tomado una taza del brebaje, aunque se trate del pésimo que puede confeccionarse con el “caturra” castrista.

Otra chapucería, más personal, es la que padecí cuando en la Biblioteca Nacional se me ocurrió consultar el Diccionario de la Real Academia Española. La empleada me miró como si yo fuese el bicho más raro del mundo. Imagino que haya pensado: “¿De dónde habrá salido este tipo?”. ¡Y eso en la capital de un país de habla hispana!

Los ejemplos pudieran multiplicarse. Con toda seguridad, los lectores podrían aportar muchos más. Lo importante es la conclusión ineludible: Si algo caracteriza al sistema socialista es la chapucería que le es consustancial.

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Gracias, Nikita Jrushchov.

Por Ileana Fuentes.

Nikita Jrushchov y Fidel Castro.

No sabemos bien los cubanos cuánto le debemos al tosco primer ministro soviético que dirigió la URSS entre 1953 y 1964, primero como primer secretario del Partido Comunista soviético, y luego también como presidente del Consejo de Ministros, y bajo cuyo patrocinio consolidó el poder en Cuba el máximo desequilibrado que fue Fidel Castro.

No se lo imaginó en su momento nadie, ni los 7,4 millones de cubanos que existían en la Isla en octubre de 1962, ni los 186,5 millones de estadounidenses que habitaban “el imperio” en esa fecha, ni los habitantes de la cuenca del Caribe en aquel entonces. 

¿Quién hubiera podido imaginarse lo que vendría si en vez de haber tenido Jrushchov las riendas del poder en Moscú, las hubiera tenido su predecesor ―el sanguinario Josef Stalin― o su sucesor ―el burócrata Leonid Breschnev―, ambos mucho más fríos e inescrupulosos que el viejo Nikita?

Recapitulemos los eventos: a petición del propio Fidel Castro, envalentonado luego del intento estadounidense de invasión por Bahía de Cochinos en abril de 1961 ―que Cuba convirtiera en la victoria de Girón―, la URSS desplazó misiles nucleares hacia Cuba a partir de julio de 1962. Cuando Estados Unidos descubrió las bases nucleares en la Isla mediante reconocimiento aéreo de un avión U-2 de sus Fuerzas Aéreas, el presidente John F. Kennedy exigió a su contraparte ruso el retiro de los misiles. El día 22 de octubre, Estados Unidos ordenó el bloqueo naval de la Isla, y luego de varios días de negociaciones, Jrushchov y Kennedy llegaron a un acuerdo de retirar los misiles de Cuba a cambio del retiro de los misiles estadounidenses de una base turca.

El quid pro quo ruso-norteamericano enfureció al Comandante-en-Jefe. Se sabe que se sintió ninguneado por ambos imperios. El 26 de octubre de ese año, Castro, el gestor del “patria-o-muerte”, le escribía a su “querido camarada Jrushchov” la siguiente súplica:

“En este momento quiero hacerle partícipe de mi opinión personal. Si… los imperialistas invaden a Cuba con el objetivo de ocuparla, el peligro que esa política agresiva representa para la humanidad es tan grande que tras tener lugar ese hecho la Unión Soviética no debe nunca permitir circunstancia alguna en que los imperialistas puedan ser los primeros en lanzar un ataque nuclear contra ella.

Le manifiesto lo anterior porque yo creo que la agresividad de los imperialistas es extremadamente peligrosa y que si ellos de hecho llevan a cabo el acto brutal de invadir a Cuba en violación de la ley y la moral internacional, ese sería el momento para eliminar tal peligro de una vez y para siempre a través de un acto de legítima defensa, y aunque se trataría de una solución dura y terrible no hay otra alternativa.”

La “solución dura y terrible” no era otra que un ataque nuclear desde Cuba hacia Estados Unidos, lo que hubiera sido, sin duda, el principio de una tercera guerra mundial, y en este caso, una guerra termonuclear. En su demencial egocentrismo, Fidel Castro concovaba a “la guerra final de los tiempos contra las naciones del hombre” que se anuncia en el capítulo 16, versículo 16 del libro bíblico del Apocalipsis: el Armagedón. 

En 2010, Jeffrey Goldberg, periodista de The Atlantic, entrevistó al ya enfermo y jubilado Fidel Castro. Entre los muchos temas de los que hablaron, Goldberg le preguntó si a esas alturas aún le parecía que su petición a Jruschov de atacar a los Estados Unidos había sido lógica. Castro le contestó: “Después de haber visto lo que he visto y sabiendo lo que sé hoy día, nada de aquello valió la pena”.

Una respuesta cínica, soberbia e impenitente de quien no había dudado ni un segundo en causar la destrucción de la civilización humana medio siglo antes. Ese era el diabólico Fidel Castro. Todo aquel que desde el poder en Cuba hable de continuidad o se inspire en las palabras del Comandante, no hace otra cosa que convocar a Cuba a la destrucción total, algo a lo que estuvo dispuesto el máximo orate. 

Ese 30 de octubre, un muy-cuerdo y sereno Nikita Jruschov le contestaba a su “estimado camarada Fidel”: 

“En su cable del 27 de octubre usted propuso que deberíamos ser los primeros en llevar a cabo un ataque nuclear contra el territorio enemigo. Naturalmente, usted comprende a dónde nos hubiera llevado. No hubiera sido un simple golpe, sino el comienzo de una guerra mundial termonuclear.

Estimado camarada Fidel Castro, encuentro su propuesta equivocada… Hemos vivido unos momentos muy graves, una guerra termonuclear global pudo haber estallado… Los Estados Unidos hubieran sufrido enormes pérdidas, pero la Unión Soviética y todo el bloque socialista también hubiera sufrido grandemente. Es difícil decir cómo hubieran terminado las cosas para el pueblo cubano. Ante todo, Cuba se hubiera quemado en los fuegos de la guerra. Sin duda el pueblo cubano hubiera luchado valientemente pero, también sin duda, el pueblo cubano hubiera perecido…”.

Si se tiene en cuenta el alcance de una explosión atómica del calibre disponible en 1962, que bien podía alcanzar un radio de 25 a 30 kilómetros, los 7,4 millones de cubanos en la Isla hubieran perecido, o sufrido quemaduras y mutilaciones irreparables. Eso sin contar un probable contraataque estadounidense. Una quinta o sexta parte de los 186,5 millones de norteamericanos también hubiera sufrido semejantes bajas, dependiendo del número de misiles que se dispararan hacia el norte, y hacia cuáles centros urbanos.

No podemos imaginarnos las repercusiones a medio y largo plazo. Lo cierto es que no hubieran nacido los 4 millones de cubanos que nacieron después de 1962. La historia hubiera alterado la consigna de optatividad “patria o muerte” a la de un destino fatídico de “patria y muerte”. Quizás Wikipedia indicaría: “Cuba: país que existió entre 1492 y 1962. Actual desierto”.

En sus memorias, publicadas en 1970 y 1974, Nikita Jrushchov dice sobre Fidel Castro: “Castro era un extremista exaltado, un fanático” que “no comprendió nunca que los misiles soviéticos se colocaron en Cuba para impedir un ataque norteamericano a la Isla, y no para atacar a los Estados Unidos”. Gracias, Nikita Jrushchov, por salvarnos de un genocida.

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El signo de Birán: el hombre nuevo castrista.

Por Miriam Celaya.

Jóvenes cubanos tomando ron en lugar público.

Fue el asesino en serie, Ernesto Guevara -“Che”, para sus amigos, si es que los tuvo, y también para sus seguidores de culto, que sí los tiene- quien definió el concepto original de “hombre nuevo” como una especie de ser suprahumano, un revolucionario permanente cuya misión en la vida sería sentar las bases para un ineludible final: el comunismo que un día se impondría en toda la Tierra.

Como suele suceder con tales epifanías, el padre de la criatura estaba destinado a no asistir al parto. Es sabido que toda fe necesita de mártires, e irónicamente fue el propio Guevara el cordero sacrificado ante el altar comunista de Castro. Solo la muerte del ideológo, eterno guerrillero del fracaso, garantizaría la perpetuidad del mito.

Y así, invocando el cadáver oculto en una sepultura sin nombre, el catecismo castrista incorporó la descabellada idea de materializar un modelo humanoide de revolucionario puro, un individuo dedicado por entero a trabajar cada día y hora de su vida en pos de la transformación socialista sin sentirlo como un sacrificio, frío, desapegado de ambiciones materiales y personales, austero, disciplinado, intransigente, implacable con el enemigo (todo aquel que no abrazara la causa, pero especialmente el imperialismo yanqui) hasta el punto de estar dispuesto a matar o morir por ella, colocando la utopía comunista incluso por encima de la familia.

A la vez, el nuevo prototipo social debía ser incondicional, ciego y obediente para con sus líderes, especialmente con el “máximo líder”.

Afortunadamente, el proyectado Hombre Nuevo nunca pasó de ser uno de los muchos conceptos adocenados en la extensa taxonomía castrocomunista.

Irrealizable, por deshumanizador y antinatural, la gestación del hombre nuevo guevarista terminó en aborto. No podría haber sido de otra manera, dadas las numerosas fallas de origen, como el insalvable hecho de que nunca existió siquiera un solo revolucionario puro entre los hacedores del proyecto socialista y sus serviles cajas de resonancia, como para asumir la tarea de formar a las nuevas generaciones en la pureza del ideal comunista.

Menos probable aún era que los hijos de un pueblo, tradicionalmente hedonista, inconstante y jaranero, estuvieran dispuestos a convertirse en sujetos tan rígidos y amargados como para renunciar a sus ambiciones personales y a los placeres de la vida. Definitivamente, el hombre nuevo guevariano no era posible, o al menos los cubanos no eran la materia prima adecuada para su construcción, tal como quedó escandalosamente demostrado en la estampida de 1980, cuando centenares, o quizás miles, de militantes de la juventud comunista irrumpieron en la embajada peruana de La Habana, o partieron en las flotillas que cubrieron la ruta desde Mariel hasta la Florida.

Sin embargo, no se puede negar que muchos cubanos de las nuevas generaciones que crecieron durante el proceso revolucionario, no solo conservaron los rasgos negativos propios de nuestra idiosincrasia, tales como la tendencia a imponer los criterios propios por sobre los ajenos, admirar y seguir el liderazgo de un hombre fuerte, o hacer prevalecer las pasiones por sobre las razones, sino que incorporaron todos los vicios propios de las sociedades totalitarias: la simulación, la doble moral, el miedo y la corrupción como mecanismos de supervivencia, la delación, el escapismo, la desidia.

Así, desde el inicio mismo del experimento social cubano, que ha perdurado por más de 60 años, fue surgiendo y consolidándose, casi de manera espontánea, como un resultado colateral, otra categoría de hombre no prevista ni definida en el discurso oficial: el hombre nuevo castrista que no son todos ni tampoco son muchos, pero hacen bulla y son muy dañinos. 

Y esa malformación antropológica no se circunscribe a la estrecha geografía cubana sino que también se ha trasladado tal cual al otro lado del Estrecho de la Florida, extendiendo sus tentáculos a través de diferentes oleadas de emigrados, con mayor acento entre los que habitan esa otra capital cubana allende el archipiélago: Miami.

Porque resulta que, a pesar del colosal salto que supone dejar de vivir en condiciones de dictadura y despertar cada día en una de las democracias más sólidas y longevas del mundo, el hombre nuevo castrista emigrado se llevó muy dentro de sí ese pequeño “fidelito” que no le permite renunciar a lo que dejó atrás: lleva en su alma el soldado del déspota.

Y así, desde la otra orilla, ofende, insulta, lapida y desprestigia a todo el que difiera de su preferencia política; aplaude los “mítines de repudio” -tanto físicos como en el espacio virtual- que se orquestan contra el adversario; encuentra un “hombre fuerte” al cual seguir acríticamente y endiosar (con la misma ciega e irracional pasión de quienes en su momento seguían a F. Castro y hoy siguen a sus herederos); y asume sin sonrojos el mismo principio castrista de “quien no está conmigo, no solo está equivocado de medio a medio, sino que además está contra mí”.

Por estos días, cuando el fragor de la contienda electoral alcanza cotas inéditas de polarización, violencia verbal y desenfreno en medio del cubaneo miamense, cuando comprobamos que hay paisanos nuestros que se manifiestan a favor de que se dicten más y más duras medidas que afectan directamente a sus coterráneos de la Isla, cuando escucho que llaman a la sublevación a “los carneros” de dentro de Cuba, desde la seguridad y el confort de la distancia -pese a que la mayoría de ellos jamás alzaron su voz contra la dictadura mientras vivieron aquí-, cuando hablan de parones de remesas y recargas, aplauden listas que son el triste remedo de la chivatería sembrada en el ADN nacional por el régimen que dicen detestar, no puedo evitar la evocación de aquel asesino de cubanos que un día imaginó al “hombre nuevo”, y la caricatura que resultó: el hombre nuevo castrista.

Es este el que eterniza entre nosotros y en cualquiera de estas dos orillas el signo maldito parido en Birán casi 100 años atrás.

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lunes, 26 de octubre de 2020

Tania Pantoja «preocupada» por su inclusión en la Lista Roja de Otaola.

Por Henry Chirinos.

A la cantante cubana Tania Pantoja al parecer le “preocupa” su inclusión en la “lista roja” que el presentador cubano Alexander Otaola le presentará al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. La artista llamó al destacado influencer, para, al parecer, tratar de “salvarse” de esta medida pensada en retirarle el visado estadounidense a todos los cómplices de la dictadura castrista.

En su programa Hola! Ota-Ola, en presentador contó los pormenores de la llamada que el pasado lunes le realizara la cantante a su teléfono personal. “Tania Pantoja estaba evidentemente preocupada por su inclusión en la lista roja. Ahí me dijo ‘tú sabes que yo te quiero mucho’”.

Otaola le respondió a la artista que es “una pena” que ella con su gran talento, sirva a los beneficios de la dictadura comunista y no sea capaz de ser la voz del pueblo oprimido, como si lo han hecho otros buenos cantantes.

“Tania te lo dije en la llamada y te lo digo ahora, es una pena que una persona tan talentosas como tú y los verdaderos artistas que pueden vivir de su talento, se plieguen, se doblen frente a la dictadura cubana por una caja de cerveza, por una rueda de mortadela o por un paquete de pollo”.

La respuesta de Tania a este comentario fue lo que más le impresionó al presentador, pues revela la “miseria” que tienen los artistas cubanos en sus mentes. “¿Sabes lo que me dijo? ‘Mi vida es que yo vivo aquí y tengo que comer’, así piensan esas criaturas”.

Alexander Otaola le recordó a Tania Pantoja que tiene un puesto bien “colocado” en la lista roja, recordando que cuando vino a Estados Unidos para tratar de presentarse, él mismo le tendió la mano. “Porque cuando viniste a Estados Unidos, que no te quería contratar en ningún lugar, tu sabes que yo te conseguí espectáculos, y logré que tu cantaras en lugares que no te aceptaban”.

Recuerda que ella lo ha “desilusionado” y calificó a la artista de ser una “oportunista”. “Yu eres una oportunista Tania Pantoja y tu lugar es la lista Roja junto a Haila, junto a todos los que está demostrado tienen relaciones con la dictadura cubana”.

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Derrumbes en La Habana, la ruleta de la muerte.

Por Ernesto Pérez Chang.

Una edificación donde aún quedan personas viviendo en los pisos bajos. Calle San Lázaro, Centro Habana.

Fue hace cinco años que un equipo de periodistas de CubaNet dio cuenta sobre el deterioro del edificio número 909, ubicado en las intersecciones de la Calzada de Infanta y la avenida Carlos III,  en Centro Habana, pero va terminando el 2020 y, parafraseando la famosa canción de Panchito Riset, el cuartico sigue “igualito”. 

La publicación quizás logró, por carambola, unas cuantas promesas por parte del Gobierno Municipal y la aprobación de subsidios para reparaciones que sirvieron de poco y en esencia no cambiaron nada. 

Todavía los daños estructurales en la edificación amenazan con aportar más a la tragedia de una ciudad que se cae a pedazos y que, por el número de víctimas mortales y desplazados que acumula en su historia reciente, pocos dudan en comparar con una “ruleta de la muerte”, mucho más cuando llueve y la humedad hace lo suyo donde el tiempo imprimió su huella. 

“No duermo tranquila pensando en que puedo morir aplastada por los escombros. Puede ser mañana, pasado, en cualquier momento”, recuerdo que se lamentaba, en aquella ocasión, una anciana vecina del lugar, y no por casualidad fueron esas casi las mismas palabras que me dijera una de las hijas de la señora cuando conversamos hace unos días sobre el mismo tema.

A inicios de 2015 había colapsado parte de la fachada del inmueble, así como los techos de varios apartamentos del último piso, pero la Dirección Municipal de Vivienda, aun reconociendo el peligro, se desentendió del asunto después que la Empresa de Servicios Comunales limpiara los escombros que obstruían las calles. 

Enviaron un par de arquitectos para que evaluaran la situación pero nada se tradujo en mejoría y bienestar. Así los vecinos, temiendo por sus vidas, acudieron a la prensa independiente para hacer las denuncias, ya que para los medios oficialistas, incluso para la prensa extranjera acreditada en Cuba, los derrumbes y la precariedad de la vivienda al parecer son temas que les está prohibido tratar de manera crítica ya que necesariamente derivan hacia cuestiones como la pobreza, el racismo, las desigualdades sociales, la corrupción, el mal manejo de la economía y otras sobre las que al régimen no le gusta llamar la atención.

Hoy el edificio 909 de Carlos III e Infanta es, además de un milagro de la arquitectura por mantenerse en pie durante tanto tiempo, apenas una gota disuelta en un océano de calamidades. 

Revisando lo reportado por la prensa durante las dos primeras semanas de octubre, en La Habana ha ocurrido una decena de derrumbes de edificaciones, entre totales y parciales. Una cantidad alarmante, teniendo en cuenta que todos han tenido lugar dentro de los aproximadamente 5,5 kilómetros cuadrados que ocupan en conjunto los territorios de los municipios Habana Vieja y Centro Habana, sin embargo, tales reportes apenas describen un fragmento mínimo de la tragedia que hoy se vive en la capital.


Incluso en medio del Casco Histórico edificios de viviendas como este, en peligro de derrumbe, aún esperan por ser restaurados.

Pudiera decirse que toda La Habana es una verdadera ruleta de la muerte. En la foto, un barrio de Centro Habana.

Solo los eventos más significativos han llegado a convertirse en noticia pero allí donde los daños han sido menores y, en consecuencia, no han arrojado víctimas mortales o desalojos, los derrumbes no han trascendido, aunque la mayoría sí ha ingresado a las estadísticas de la ciudad donde, de acuerdo con fuentes del Gobierno Provincial y del Plan Maestro de la Oficina del Historiador de La Habana, consultadas por CubaNet, se ha registrado poco más de medio centenar de casos tan solo entre el 30 de septiembre y el 12 de octubre del presente año. Asimismo, se espera que con las lluvias recientes las cifras se eleven significativamente, tal como ha venido sucediendo en los últimos años, aunque la información pública no esté accesible, actualizada ni detallada.

“La semana pasada (entre los días 4 y 10 de octubre de 2020) se reportaron dos derrumbes totales y más de 20 parciales con daños más o menos significativos”, nos informa la arquitecta Gladys Verdecia, de la Dirección Provincial de Vivienda en la capital. 

“Igual se reportaron otros daños menores en edificios multifamiliares, relacionados con filtraciones de techos, grietas en muros, desprendimientos de aleros y balcones, como consecuencia de las lluvias recientes (…), comparado con el año anterior ha habido un incremento y posiblemente para el próximo la situación empeore y así cada año que pasa porque hablamos de una ciudad donde casi todo fue construido en la primera década del siglo XX y donde más de la mitad de las edificaciones están calificadas como de regular o mal estado”, apunta la especialista.

Analizando específicamente la Habana Vieja -municipio que ha recibido mayor atención institucional que Centro Habana-, a pesar del proceso de restauración emprendido desde principios de la década de los 80, como consecuencia del ingreso de la urbe a la lista de Patrimonio de la Humanidad, elaborada por la UNESCO, los derrumbes continúan siendo parte del día a día de sus habitantes. 

Las labores del llamado Plan Maestro apenas han abarcado hasta la fecha la mitad del territorio, de apenas 2,14 kilómetros cuadrados, y ha puesto énfasis en las grandes obras como teatros, palacetes, iglesias, conventos, en su mayoría edificaciones que no cumplen las funciones de vivienda, o en aquellas que sí las cumplían pero que han terminado siendo explotadas comercialmente en función del turismo, para lo cual se ha seguido una política de desplazamientos forzosos de los habitantes autóctonos que, tan solo en sus inicios, en la década de los 90, redujo a menos de la mitad la población del llamado Casco Histórico.

De las 22.623 viviendas registradas en el censo de 2001, 10.251 fueron reportadas como en mal estado o que no reunían “las condiciones de habitabilidad adecuadas”, lo que equivalía al 45,3 por ciento, la mayoría ciudadelas o cuarterías donde se alojaba el 41,5 por ciento de la población de la Habana Vieja.

Son estas mismas edificaciones las que 20 años más tarde aún continúan mostrando el mayor deterioro, asociado a fallas estructurales en cubiertas y filtraciones, a la vez que en los alrededores resurgen de las ruinas viejas estructuras transformadas de viviendas o escuelas en hoteles de lujo, como el Manzana y el Paseo del Prado, o se pulen los mármoles y se lustran esculturas del Gran Teatro de La Habana, así como se cubre con pan de oro la cúpula de la actual sede del Parlamento.

Tan solo en las labores de restauración del Capitolio el Gobierno cubano invirtió unos 16 millones de dólares, de los cuales cerca de 10 millones fueron donados por Rusia mediante acuerdos de los que no se han publicado los pormenores. 

Tal cantidad de dinero, destinado a una sola edificación, hubiera podido ayudar a solucionar, posiblemente de manera definitiva, los problemas de vivienda de más de 40.000 núcleos familiares de la capital, teniendo en cuenta el precio otorgado, mediante el Acuerdo 8641/2019 del Consejo de Ministros, a un núcleo básico promedio de 60 metros cuadrados. Un valor calculado por el propio Gobierno y expresado en pesos cubanos.

“Es triste ver que tienen de todo y a la vez no hay ni un clavo para reparar una casa”, comenta Lázaro, vecino de una cuartería en la calle San José, en las cercanías del Capitolio, una zona que aunque está repleta de edificaciones de altos valores histórico y patrimonial, ha quedado fuera de los planes de restauración y, al parecer, permanecerá así hasta que el tiempo se encargue de echar abajo lo que ha ido quedando a merced de abandonos y olvidos.

“Fueron un montón de veces para proponernos que nos mudemos para Alamar pero yo no quise ir para allá, es que uno se pone a pensar ‘Si uno se va para Alamar, entonces aparecen los materiales para reparar el edificio, pero si uno se queda, entonces dejan que el edificio se derrumbe’. Eso no es ayudar, eso es chantajear. En realidad están jugando con la vida de uno”, contesta, evidentemente enojada, una anciana nombrada Celia, cuya casa se encuentra en las cercanías del Convento de San Francisco.

Edificaciones en la calle Galiano, Centro Habana. La reparación de hoteles, al fondo, contrasta con el estado precario de las viviendas.


Centro Habana no ha corrido con la misma suerte que algunas zonas de La Habana Vieja, aunque en esta última más de la mitad de las viviendas necesitan reparaciones.

“Hubo desplazamientos forzosos hacia el Este de La Habana, y también para Capdevila, pero sigue habiendo desplazamientos solapados. Cuando uno deja que un edificio se desplome, sabiendo que va a suceder porque se ha ido al lugar y se ha dictaminado que es inhabitable, y después sobre las ruinas de ese edificio uno ve que construyen un hotel o una galería de arte o cualquier cosa que no sea un edificio de vivienda para sus mismos moradores, eso es un modo de desalojo, es el modo más fácil y barato de apropiarse de una parcela”, comentó vía WhatsApp Eladio Hernández, quien se desempeñara como ingeniero y exinversionista de la Oficina del Historiador durante la década de los 90.

Publicaciones de la propia Oficina del Historiador han dado fe de los desplazamientos, iniciados en 1994 con los planes de rehabilitación del barrio de San Isidro y la Plaza Vieja, y con el apoyo de fondos aportados por distintas organizaciones de Bélgica, Italia, País Vasco y Canadá para la recuperación de los inmuebles pero con la finalidad de la explotación comercial posterior.

Según lo publicado por el Ministerio de la Construcción, en el informe de 2019 titulado “Política de la vivienda en Cuba”, el fondo habitacional precario registraba 9.823 cuarterías y ciudadelas en todo el país, además de 854 edificios considerados en peligro de derrumbe, de los cuales 696 pertenecen a la capital, para un total de 6.960 apartamentos y un estimado de 849.753 personas en inminente situación de peligro. 

Así, de acuerdo con esos mismos datos, se estaría hablando de cerca de un millón de personas en la Isla que no están totalmente seguras en sus casas. El 80 por ciento de esa cantidad corresponde a la población de La Habana, una ciudad donde vive alrededor del 20 por ciento de los cubanos y las cubanas, a quienes no les resulta posible escapar del peligro al elegir, con algún margen de libertad, otro lugar para vivir puesto que los ingresos salariales, tanto de los obreros como de los profesionales, nunca han sido suficientes ni siquiera para emprender reformas mínimas en el hogar, además de que las leyes y regulaciones relacionadas con la vivienda dificultan e imposibilitan la adquisición o la reparación, convirtiendo estos procesos en privilegios otorgados sobre la base de la fidelidad al Partido Comunista.

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“Incremento salarial está basado en la canasta de bienes y servicios.”

Tomado de CubaNet.

María Molina Gutiérrez, viceministra de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, dijo que la reforma salarial en Cuba permitirá que los salarios no sean “estáticos como hasta ahora”, y que estos podrán satisfacer las necesidades básicas.

De acuerdo a una nota publicada este lunes por el sitio oficialista Cubadebate, Molina Gutiérrez aseguró que en el inminente proceso los sueldos de los cubanos “se deben mover como en el resto del mundo a partir del propio desarrollo del país”.

La viceministra explicó que el primer principio de la reforma anunciada por el gobierno es que “el salario sea la fuente principal para financiar el consumo de los trabajadores y su familia, al tiempo que se pretende eliminar una parte importante de las distorsiones actuales, hasta donde sea posible”.

Esto, asegura, sin “terapias de choque”, pues “se trata de estimular la incorporación al trabajo, la promoción a cargos de dirección, la eliminación de los pagos adicionales y la jerarquización de los cargos por su complejidad”, dijo.

Molina Gutiérrez declaró que se ha concebido que los incrementos salariales estén relacionados con los equilibrios macroeconómicos. “Cuando se hace una reforma de esta magnitud, la economía tiene que tener capacidad para sustentarlo”, porque “no hacemos nada con dar dinero y cuando vayas a una tienda o al mercado no haya en qué gastar el dinero o la oferta sea insuficiente”.

Por su parte, con respecto al “ordenamiento monetario”, Cubadebate citó a Marino Murillo, quien aseguró que “el problema está en lograr que los precios no crezcan por encima de la subida de salarios planificada, porque sería una inflación por encima de lo previsto”.

En el texto oficialista se habló además de que la propuesta de un incremento salarial está basada en “canasta de bienes y servicios de referencia: el principio de todo”.

Según María Molina Gutierrez, esta canasta es el referente para fijar el salario mínimo, que incluye el valor de una canasta y una parte adicional para la familia, y en la medida que se vaya ascendiendo en la escala, el salario permitirá asumir el costo de más cantidad de canastas.

La canasta básica es “el conjunto de productos y servicios que necesita una persona para subsistir durante un determinado periodo de tiempo (por lo general es por mes), ya sean alimentos, higiene, vestuario, salud, transporte, entre otros”, definió Cubadebate.

Francisco Silva Herrera, director general de Venta de Mercancías del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN), dijo que esta “canasta está integrada por los productos alimenticios de la libreta de racionamiento y otro tipo de productos alimenticios y no alimenticios de venta liberada; un cálculo del consumo fuera del hogar, y servicios fundamentales”.

“De manera general, incluye alimentos que garantizan una ingesta diaria de 2.100 kilocalorías per cápita (aporte nutricional mínimo evaluado por el Ministerio de Salud Pública), consumidas dentro y fuera del hogar”, explicó el funcionario.

Mientras el director del MINCIN afirmó que para la conformación de la canasta básica de los cubanos se tuvieron “en cuenta los precios actuales y sus proyecciones, así como los precios referenciales del mercado internacional”, la viceministra de Trabajo y Seguridad Social aseguró que esta “es el consumo mínimo de una persona en un mes, calculado a los precios minoristas aprobados”.

La disertación no quedó ahí, pues Silva Herrera “sintetizó” que “la canasta básica cambia de un país a otro, porque algunos incluyen, por ejemplo, el gasto de servicios como salud y educación, que en Cuba son gratuitos”.

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Descemer no es tan bueno.

Por Jorge Ángel Pérez.

Cuba, esa a la que el discurso oficial supone instruida y culta, sucumbe, más que todo, ante las telenovelas. Cuba, esa que presume de ser lectora apasionada e inteligente, se sienta cada noche frente a la televisión para poner los ojos en culebrones brasileños, mexicanos, turcos, e incluso en los de Telemundo y Univisión, y en algunos de producción nacional. La pobre Cuba está dispuesta a buscar esparcimientos en cualquier parte, con tal de poner un poco de distancia con la realidad nacional y con la retórica de los comunistas en el poder.

Los cubanos aplauden las decisiones del gobierno pensando en sus telenovelas, esas en las que muchos nos convertimos en silenciosos guionistas, en actuantes callados. Los cubanos preferimos la ficción que nos aleja de la realidad, de esa Cuba de Mesa Redonda y de montones de espacios “cheamente” politizados. Cuba es una de las mayores productoras de culebrones. En el país cada cual se escribe su propio culebrón en el silencio de la noche, y sobre la almohada.

Y en la mañana volvemos a la realidad y tornamos a ser la Cenicienta de siempre, esa que se encarga de silenciar los sueños de la noche, la que baja la cabeza y obedece, la que aplaude a ese ministro de relaciones exteriores que ahora mismo, mientras escribo, diserta en la televisión nacional sobre la necesidad de poner fin al bloqueo. Y Cuba aplaude lo mismo que escuchó el año pasado, y el de más atrás. Los cubanos nos acostumbramos a la inercia, al silencio cómplice, a las telenovelas.

Y ese silencio se rompe, la mayoría de las veces, si es que conseguimos poner “mar por medio”. Entonces sí que mostramos nuestra disposición a opinar y a hacer denuncias, entonces sí que mostramos nuestra rebeldía, creyendo que es nuestra esencia, aunque no sea cierta, porque la verdadera esencia de muchos no va más allá del silencio cobarde, y eso mortifica, eso indigna. Mortifica, y mucho, que acá se enseñoree el silencio y la complicidad, que aquí pocos nos pronunciemos sobre la detención de un opositor, de un periodista independiente.

Y fastidia mucho que no sean pocos los que esperen a hacer el viaje para gritar alto, para hacer denuncias. Me resulta fastidioso, incluso, que aún me gusten algunas composiciones de Descemer Bueno, sobre todo esa parte de su producción que me hace pensar en bares y victrolas, esa que él compuso y que cantó acompañado de la voz extraordinaria de Gema Corredera. Mortifica que un tipo al que hicimos tantísimas reverencias cada vez que escuchamos “Ciego amor”, nos muestre luego otras ciegas pasiones.

Descemer, hace solo unos meses, estuvo aplaudiendo a los médicos que anduvieron por la Lombardía italiana. Descemer les hizo reverencias a esos médicos y, con esas mismas inclinaciones, a un gobierno que puso en riesgo la vida de esos cubanos trabajadores de la salud, por unas monedas disfrazadas de solidaridad; y ya antes se nos había mostrado bien coqueto el Descemer con Díaz-Canel y con la “primera dama”, en aquel concierto en el Karl Marx.

Descemer en el escenario de ese teatro que alguna vez se llamó Blanquita, y el “presidente” en un palco de ese teatro que ahora tiene nombre de comunista alemán. Uno allá arriba, en “su palco”, y el otro algo más abajo, en “su escenario”. Uno mirando hacia abajo y el otro mirando hacia arriba, ambos conectados por aplausos y agradecimientos; y tanta era la devoción del uno por el otro que ambos hacían pensar en la Capilla Sixtina y en Miguel Ángel; uno en el papel de Dios y el otro en el rol de Adán. Díaz-Canel creando a Descemer, como si se tratara de Dios creando a Adán, ellos dos conectados para siempre.

Díaz-Canel y Bueno conectados para siempre e inmortalizando el instante en el recuerdo de muchísimos cubanos, sin importar para nada el sitio en el que transcurran ahora los días de uno u otro. Díaz-Canel y Bueno en el “génesis” de la nación cubana; en las cercanías antes, y ahora en las antípodas. No sé si existirá una imagen de ese día de concierto en el Blanquita, en el Karl Marx, pero así sucedieron entonces las cosas, así miramos las reverencias, y vemos ahora otros discursos… Así es, al menos un poco, Cuba

Descemer “brincó el charco”, “definitivo”, como Gente de Zona, y desde allí cambió el discurso. Descemer se estableció por allá y cambiaron sus maneras. Ahora el cantante y compositor exige a los cubanos desde su exilio, ahora recomienda cambiar los comportamientos, modificar los discursos. Descemer encarga abandonar toda aquiescencia, invita a que nos tiremos “pa’ la calle”, que enfrentemos a la policía, y no precisamente “bailando”. El “Bueno” reclama que exijamos fuerte, sin que se tomen en cuenta las represiones, …pero él anda por allá, y desde allá reclama, aunque acá se quedara sin palabras.

Y yo me pregunto cuántos más estarán pensando hacer el viaje, silenciosamente, que sin dudas es como mejor se piensa el viaje. Y también me pregunto qué exigirán cuando estén del otro lado, cuántos comentarios harán en las redes, sobre todo si es que no piensan venir a ver a las familias y a traer dineros. Yo me pregunto cuántos seguirán en silencio, como antes hizo Descemer, esperando el momento justo para “escapar”. Yo me pregunto por ese Arnaldo, “el supersticioso”, el del talismán. Me pregunto cuándo nos sorprenderá con un viajecito sin vuelta que eche por tierra todos sus discursos “revolucionarios”, sus perretas.

Muchas sorpresas podrían estar llegando, ahora que el barco tiene algún huequito, ahora que al barco le empezó a entrar el agua, ahora que no faltarán los que crean que podría hundirse con tantos viajeros encima. Yo no me dejaré embaucar por ninguno de esos discursos como el que ahora muestra Descemer, ese que exige y reclama sin enfrentamientos, ese que demanda desde lejos, aunque tendiera la mano cuando estuvo cerca, creyendo que esa unidad sería tan para siempre como la de Dios y el hombre. ¡Ay Descemer!, sería mejor que te callaras por un rato, que solo escucháramos algunas de tus canciones, o de lo contrario ponte bien los pantalones y “ven pa’ ca”, y súmate a los que hacen exigencias aunque reconozcan los muchos riesgos. Yo creo que lo suyo no va más allá de una perreta.

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domingo, 25 de octubre de 2020

La invasión de Granada: una historia mal contada.

Por Luis Cino.

Soldados estadounidenses durante la invasión de Granada.

A pesar de los años transcurridos, no he podido olvidar aquel día. Y no es para menos: las noticias de la invasión me estropearon completamente una noche que prometía ser muy especial.

Entonces, enamoraba a la que sería posteriormente la madre de mis hijos. Esa noche, para reconciliarnos por alguna desavenencia, habíamos ido a comer al Renacimiento, un restaurante en la calle Juan Delgado, en Santos Suárez, que no era una maravilla, pero no estaba mal para la época, pese a aquellos precios que entonces nos parecían excesivos y que hoy resultarían una ganga.

Al llegar a la casa, cuando ya nos disponíamos a amarnos con ganas, un adusto y bigotudo locutor vestido de miliciano leyó en la TV, con voz grave, un dramático comunicado oficial en el que se anunciaba que los cubanos que estaban en Granada enfrascados en la construcción de un aeropuerto se habían enfrentado a la 82 División Aerotransportada y habían muerto combatiendo. El comunicado concluía asegurando que el último de ellos se había inmolado abrazado a la bandera.

Mi novia lloraba a moco tendido. Se enfureció cuando dije que la culpa de esos muertos era de Fidel Castro, que había ordenado a los cubanos, civiles en su mayoría, que pelearan y no se rindieran. O sea, que se suicidaran.

Poco faltó para que se acabara nuestro noviazgo. No se acabó, pero esa noche no hicimos el amor. Mi novia prefirió irse a su casa para llorar a solas.

Unos días después nos enteraríamos del gran papelazo que había hecho el régimen al dar por hecho lo que suponía Fidel Castro que habría ocurrido a los cubanos en Granada si hubiesen cumplido sus órdenes. Afortunadamente, no las cumplieron, y así los muertos, en lugar de 700, fueron 25.

Los cubanos hechos prisioneros fueron devueltos a Cuba. Los 25 muertos también. Hubo un luto nacional riguroso de varios días. Parecíamos condenados a las banderas a media asta, los himnos revolucionarios y las canciones de Sara González, pero eso fue hasta que una semana después se apareció el venezolano Oscar de León en el Festival de Varadero y puso a bailar salsa a la mayoría de los cubanos, incluida mi novia, que desde entonces creyó menos en las informaciones del periódico Granma y el NTV.

Lo ocurrido en Granada en octubre de 1983 es una historia que nos fue muy mal contada a los cubanos, con tantas mentiras y distorsiones como hubo y hay en los medios oficiales cubanos.

Maurice Bishop, el premier socialista de Granada, no fue derrocado y asesinado por los soldados norteamericanos que invadieron su país, como pudiera suponerse a juzgar por lo que dicen –o más bien no dicen- Granma y el NTV.

Bishop había sido depuesto, semanas antes de la invasión norteamericana, por un golpe de estado de elementos ultraizquierdistas del Movimiento New Jewel, dirigidos por Bernard Coard y Hudson Austin.

Cuando las fuerzas norteamericanas invadieron Granada el 25 de octubre, hacía ocho días que Maurice Bishop estaba muerto. Bishop, su amante, la ministra de Educación Jacqueline Creft y otros 15 integrantes de su gabinete fueron ultimados por los golpistas en Fort Rupert el 17 de octubre.

No obstante, del modo que los medios oficiales cubanos y Telesur siguen contando la historia de lo ocurrido en Granada, parecería que los responsables del asesinato de Bishop y sus ministros fueron los norteamericanos y no los golpistas del Consejo Revolucionario Militar.

De no haber ocurrido la invasión norteamericana, ¿habría el régimen cubano apoyado al nuevo régimen instaurado en Granada? Es probable que sí, porque a pesar de las excelentes relaciones de Fidel Castro con Bishop, luego de su derrocamiento y posterior asesinato, no fueron evacuados los varios cientos de cubanos que había en Granada, la mayoría de los cuales trabajaba en la construcción de un aeropuerto en Point Salines, al sur de la isla.

El régimen cubano aseguraba que aquel aeropuerto sería destinado al turismo internacional, pero el gobierno norteamericano sospechaba que sería utilizado con fines militares por la Unión Soviética y Cuba, en momentos en que los conflictos en Centroamérica y Angola estaban en su apogeo.

Aunque el presidente Ronald Reagan alegó que la invasión se proponía salvaguardar las vidas de más de un centenar de norteamericanos que estudiaban en la Escuela de Medicina de la Saint George’s University, en realidad, su principal propósito fue impedir que el estratégico aeropuerto, con una pista de aterrizaje de más de 10.000 pies, se convirtiera en una especie de portaaviones soviético en el Caribe.

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sábado, 24 de octubre de 2020

La olvidada y triste historia de Manuel Urrutia, el primer presidente de la Cuba revolucionaria (antes que Fidel Castro).

Por Lioman Lima.

Manuel Urrutia fue el primer presidente de Cuba después de la revolución de 1959.

Manuel Urrutia fue el primer presidente de Cuba después de la revolución de 1959 (Crédito: Ecured)

Fue el único hombre que estuvo por encima de Fidel Castro en el gobierno de Cuba: el único que, en teoría, pudo darle órdenes al "comandante".

Sin embargo, el nombre de Manuel Urrutia y su breve paso por la historia se pierden antes y después de las causas y azares que lo llevaron a ser no solo el último gobernante de derecha en la isla, sino también el primer presidente de la Cuba en revolución. Todo al mismo tiempo.

Urrutia, un abogado nacido en el centro de la isla en 1908 y radicado más tarde en el oriente, sin simpatías partidistas ni carrera política, se vio envuelto en una vorágine de acontecimientos que lo llevaron a asumir el mando político del país después del 1 de enero de 1959, al menos por unos meses.

Pero casi seis décadas después de aquellos tiempos convulsos, su figura sigue siendo tan desconocida en el extranjero como al interior de la propia isla que gobernó.

Sus desavenencias con Castro y sus renuencias al giro hacia el comunismo lo convirtieron en un personaje incómodo y, con el tiempo, su rol desapareció de las principales versiones de la historia oficial, como le sucedió a tantos otros que se opusieron al rumbo que tomaba la Cuba de aquellos tiempos.

"Fue el primer opositor desde el gobierno al comunismo y el autor del primer intento notable de querer detener aquello", asegura a BBC Mundo el escritor cubano Norberto Fuentes, autor de La autobiografía de Fidel Castro, en la que abarcan varios capítulos los episodios del azaroso paso de Urrutia por la presidencia.

Fidel Castro dirigió la lucha contra Batista en la Sierra Maestra, mientras otros grupos y partidos coordinaban la acción en las ciudades.

Al decir de Fuentes, el ascenso y caída de Urrutia en los primeros meses de 1959 fue una especie de metáfora de las figuras con "vida limitada" que también fueron protagonistas de los inicios de la revolución cubana y olvidadas después.

Pero ¿quién era y cómo llegó Urrutia a convertirse en una figura clave en los inicios de la revolución?

La primera huella.

El primer rastro de Urrutia en la historia de Cuba, el que marcaría el resto de su vida pública, puede ubicarse en 1957, cuando en un juicio a unos jóvenes que apoyaban el desembarco de Castro y sus tropas adoptó una posición totalmente inusual.

"Urrutia era magistrado de la Audiencia de Santiago de Cuba, donde se iban a juzgar a estos muchachos que habían protagonizado el alzamiento", cuenta a BBC Mundo el historiador cubano Tomás Diez, del Instituto de Historia de Cuba.

"Pero en un acto de valentía, Urrutia dijo que a los jóvenes no se les podía condenar, porque lo que habían hecho estaba amparado por la Constitución de 1940, que decía que el pueblo tenía el derecho a rebelarse contra un gobierno dictatorial", recuerda.

La actitud de Urrutia hacia los "alzados" estremeció a la opinión pública de Cuba, gobernada en ese entonces a mano de plomo por el gobierno de facto de Fulgencio Batista.

El general Fulgencio Batista (izq., con camisa a cuadros) dio un golpe de Estado el 10 de marzo de 1952 e impuso un gobierno de corte militar en Cuba.

"Esto le trajo malas consecuencias porque la dictadura no aceptó ese fallo, comenzó una persecución política contra él y lo obligó a marcharse del país", cuenta a BBC Mundo el historiador Sergio Guerra Vilaboy, profesor de la Universidad de La Habana.

A Urrutia no le quedó otro remedio que huir de Cuba, aunque de cierta forma, su actitud hacia los seguidores de Castro hizo que este último volviera a pensar en él poco tiempo después.

"Cuando la lucha en la Sierra se va consolidando, las diferentes fuerzas que luchaban contra la dictadura empiezan a pensar quién podría ser un posible candidato para sustituir a Batista y Fidel Castro propone a este magistrado por la actitud que había tenido en el juicio y porque no tenía compromiso con ninguna organización política", explica Guerra Vilaboy.

De acuerdo con el historiador, la propuesta de Castro fue aceptada por la mayoría de los partidos que estaban en contra de Batista, menos el Directorio Revolucionario, una organización estudiantil que había asaltado el Palacio Presidencial en 1957.

Urrutia fue nombrado presidente en la Sierra Maestra, ante Fidel Castro, en diciembre de 1958.

Ante el consenso, sin embargo, el magistrado exiliado se mantuvo como el candidato elegido para sustituir a Batista en las riendas de Cuba.

Y en diciembre de 1958 tuvo lugar uno de los hechos más peculiares en la historia presidencial de isla: mientras Batista gobernaba en La Habana, Urrutia fue nombrado presidente de la nueva Cuba, en medio de la selva de la Sierra Maestra y ante Fidel Castro.

"En esas fechas, el almirante Wolfgang Larrazábal, que era presidente provisional de Venezuela, envía a la Sierra un avión con armas. En ese avión venía también Urrutia y se constituye allí un gobierno provisional. Se entrevista con Fidel Castro y se le nombra presidente", relata Guerra.

Después de su atípico nombramiento presidencial, Urrutia pasó los últimos días diciembre refugiado en un lugar también muy peculiar.

"Fidel lo manda para Vegas de Jibacoa, que era un lugar que había creado que era como una especie de Yenan (los campos de concentración para intelectuales en China), donde estaban los intelectuales que apoyaban a los alzados y donde trasladó Radio Rebelde (la emisora de los insurgentes creada por el Che Guevara)", detalla Fuentes.

Pero su paso por allí duró poco: en la madrugada del 1 de enero Batista huyó a Bahamas en una avioneta llena con alforjas de dinero, según cuenta la historiografía oficial de Cuba.

Era momento de que Urrutia bajara de la Sierra y asumiera sus funciones.

Urrutia presidente.

El primer gobierno de la Cuba revolucionara comenzó a funcionar en la Universidad de Oriente, en Santiago.

Urrutia juró formalmente y una de sus primeras medidas fue nombrar a Fidel Castro como su delegado en los institutos armados del país, a la vez que Comandante en Jefe de las Fuerzas de Mar, Aire y Tierra de la República.

Los rebeldes lograron la victoria contra Batista el 1 de enero de 1959.

El nuevo mandatario también nombró como primer ministro a José Miró Cardona, un reconocido abogado, hijo de un reconocido general de las luchas independentistas del siglo XIX.

"Era un gobierno sin lugar a dudas muy moderado, de derecha", valora Guerra Vilaboy.

"Esto llevó a que Estados Unidos le diera rápidamente el reconocimiento diplomático, ya que el presidente era un hombre tan respetable como Urrutia y el primer ministro era el presidente del colegio de abogados, hijo de José Miró Argenter. Ambos representaba los grandes intereses del capital en la isla", explica.

De acuerdo con este profesor universitario, el de Urrutia era un gobierno que le daba a Washington la garantía de que la revolución no se radicalizara y también ofrecía a la poderosa burguesía cubana cierta tranquilidad de que no perderían sus beneficios.

"Esto puede haber sido también algo táctico que Fidel Castro tuviera también en su mente. No solo aceptar un gobierno de consenso nacional, que todas las fuerzas políticas lo aceptaran, sino que también que fuera bien visto por Estados Unidos y por la burguesía cubana, para que no se produjera un cisma", opina.

Urrutia era un abogado de clase media que defendió a un grupo de jóvenes que apoyaban a Fidel Castro en 1957.

Sin embargo, José Miró Cardona renunció al cargo poco menos de un mes después y Fidel Castro asumió como primer ministro.

Fue el principio del fin del gobierno de Urrutia o, al menos, de sus funciones presidenciales.

"Cuando Fidel Castro asume el premierato hace una reforma en la Constitución de 1940 y a partir de ese momento es el primer ministro quien tiene en sus manos las facultades para hacer las leyes y por tanto se le otorga al gobierno la facultad de ejecutar las leyes y toda esa responsabilidad recae en Fidel Castro", explica Guerra.

"En la práctica, desde febrero de 1959, Urrutia queda como una figura de segundo orden", añade.

Renuncia y huida.

"En su presidencia Urrutia lo que hizo fue más bien disfrutar de su salario, que era de 1.200 pesos. Era un abogado de derecha, pero sin ningún tipo de experiencia para lo que le tocó y al final fue una ficha más en el juego político de aquellos años", considera Fuentes.

Tras su llegada al gobierno, Fidel Castro comienza a impulsar las llamadas "leyes revolucionarias", que fueron desde dos polémicas reformas agrarias hasta la confiscación de bienes a las familias poderosas.

"Urrutia al principio apoya esas leyes, pero después comienza a distanciarse cuando considera que esas leyes están acercando al país al comunismo. Eso provoca una crisis del gobierno, Fidel Castro renuncia y esto obliga a que Urrutia, a su vez, renuncie también", explica Guerra.

Fidel Castro vivía en el Palacio Presidencial junto a Urrutia durante los primeros meses de 1959, según se aprecia en este plano del edificio.

El intelectual cubano Ambrosio Fornet recuerda que Castro anunció su renuncia por la televisión y luego, sus seguidores, convocaron a una movilización para pedir la renuncia de Urrutia.

"Fue un acto masivo y no había dudas de que Fidel era el héroe del momento y que a Urrutia no le quedaba otra opción que renunciar", cuenta a BBC Mundo.

De acuerdo con el historiador Tomás Diez, Urrutia "se dejó llevar por la propaganda" de tildar a la revolución de comunista y la "traicionó".

"Era una persona que daba declaraciones anticomunistas y hacía el juego de no estar de acuerdo con el gobierno", asegura.

Urrutia fue el primer mandatario después de la revolución en ocupar el Palacio Presidencial de Cuba.

Sin embargo, otros ven en su actitud una expresión coherente con sus principios.

"Yo creo que fue un acto de coherencia ideológica que dijera que no estaba de acuerdo con lo que estaba pasando. Fue un periodo turbulentos y muchas personas serias y honestas como Urrutia vieron que su ideología entraba en conflicto con lo que estaba pasando y lo expresaron", argumenta Fornet.

Tras renunciar a la presidencia en julio de 1959, Urrutia se refugió en la embajada de Venezuela.

Lo sustituyó en el cargo Osvaldo Dorticós, un líder comunista que unos años después terminaría pegándose un tiro en la cabeza.

Osvaldo Dorticós (centro) sustituyó a Urrutia como presidente en febrero de 1959.

Desde 1976, la figura de presidente de la República desapareció de la constitución de Cuba y todo el poder recayó formalmente sobre Fidel Castro.

A Urrutia un salvoconducto le permitió salir de Cuba y se asiló en Estados Unidos donde, desde la sombra y sin respaldo, intentó hacer oposición al castrismo hasta su muerte en 1981.

"En el exilio no tuvo mayor trascendencia. Él no era un político, los que lo conocieron siempre se refieren a él como un hombre sin carisma, anodino. Realmente había llegado a un lugar al que realmente él ni siquiera se imaginó ni pretendió llegar. Fue un instrumento del momento histórico que le tocó", concluye Guerra Vilaboy.

Envejecido y desgastado, su nombre se perdió desde entonces en el olvido de la historia.

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