Por Jorge Riopedre.
Llevar la guerra al campo enemigo es una antigua estrategia militar dirigida a neutralizar una amenaza externa librando el combate en su propio terreno. Este principio, conocido por un tiempo en Estados Unidos como Doctrina Bush, guerra preventiva, fue puesto en práctica luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y el Pentágono en Washington. Muchos estadounidenses opinan que el abandono total de esta política (la apresurada retirada de Irak y la indecisa línea roja de Barak Obama en Siria, entre otras cosas), dejó a la vista un flanco débil aprovechado por los terroristas islámicos. De hecho, el enemigo ha traído la guerra a nuestras propias calles.
¿Cómo se crearon estas condiciones? El historiador Juan Benemelis relata que en 1972, los servicios de inteligencia franceses advirtieron que las redes terroristas que operaban entonces a nivel planetario surgieron a partir de la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana en 1966. Es decir, se gestaron en Cuba. Todo el mundo lo sabe, se han escrito cientos de libros y artículos en los que consta la conexión castrista con la OLP, los japoneses, el mundo árabe, el Ejército Rojo, las brigadas Rojas italianas y la ETA vasca. Sin embargo, la política exterior de Estados Unidos con relación a Cuba no parece que haya cambiado el carácter subversivo de La Habana, más bien le ha reanimado, insuflándole nuevos bríos al continuismo de una oligarquía tropical con careta marxista. En realidad no importa que todo siga igual, lo primordial para la seguridad nacional de Estados Unidos es contar con una presencia diplomática en las entrañas de la bestia con el fin de disponer de un procónsul en Venezuela (soldados cubanos protegían los intereses petroleros de Estados Unidos en Cabinda), y manipular el éxodo cubano a este país.
Llevar la guerra al campo enemigo es una antigua estrategia militar dirigida a neutralizar una amenaza externa librando el combate en su propio terreno. Este principio, conocido por un tiempo en Estados Unidos como Doctrina Bush, guerra preventiva, fue puesto en práctica luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y el Pentágono en Washington. Muchos estadounidenses opinan que el abandono total de esta política (la apresurada retirada de Irak y la indecisa línea roja de Barak Obama en Siria, entre otras cosas), dejó a la vista un flanco débil aprovechado por los terroristas islámicos. De hecho, el enemigo ha traído la guerra a nuestras propias calles.
¿Cómo se crearon estas condiciones? El historiador Juan Benemelis relata que en 1972, los servicios de inteligencia franceses advirtieron que las redes terroristas que operaban entonces a nivel planetario surgieron a partir de la Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana en 1966. Es decir, se gestaron en Cuba. Todo el mundo lo sabe, se han escrito cientos de libros y artículos en los que consta la conexión castrista con la OLP, los japoneses, el mundo árabe, el Ejército Rojo, las brigadas Rojas italianas y la ETA vasca. Sin embargo, la política exterior de Estados Unidos con relación a Cuba no parece que haya cambiado el carácter subversivo de La Habana, más bien le ha reanimado, insuflándole nuevos bríos al continuismo de una oligarquía tropical con careta marxista. En realidad no importa que todo siga igual, lo primordial para la seguridad nacional de Estados Unidos es contar con una presencia diplomática en las entrañas de la bestia con el fin de disponer de un procónsul en Venezuela (soldados cubanos protegían los intereses petroleros de Estados Unidos en Cabinda), y manipular el éxodo cubano a este país.